Los días fueron pasando, y aún me encontrada tendida en la cama. Tenía un puto hoyo en mi pierna que me imposibilitaba moverme con normalidad, y esperar a que cicatrice completamente, llevaría su tiempo.Si esto no se acababa de una vez, más personas inocentes saldrían heridas y no podía permitirlo. Tampoco podía abusar de la confianza de Roman. Por más que lo disimulaba bien, sabía que tenía problemas en con clientes por los cargamentos perdidos.La puerta se abrió, y Saúl me observó con seriedad.— Hay una chica que quiere verte. Una monja… — Pone los ojos en blanco, mientras yo frunzo el ceño —. Dice que se llama Lucía.Una sonrisa se forma en mis labios y asiento efusivamente. Ella ingresa en la habitación, y observa a Saúl con arrogancia, para después enfocarse en mí y realizar una mueca.— Te ves como la mierda, Danishka — masculla —. Sí que te dieron duro.— Tan duro que no tengo idea de cómo sobreviví a ese acantilado — gruñí.— Así que fue un acantilado y no un asalto — soltó
ROMAN.El sol ardiente castigaba la ciudad mientras reunía a los hombres en el viejo almacén que había convertido en mi base de operaciones temporal. La tensión en el aire era palpable, y mi impaciencia crecía con cada segundo que pasaba.— ¡Maldita sea, vamos, muevan esos traseros! — grité, golpeando con fuerza una mesa cercana —. No tenemos tiempo que perder.Los hombres se apresuraron a tomar sus posiciones, conscientes de la urgencia de la situación. A mi lado, Vladimir me miraba con determinación, aunque podía ver el brillo de la preocupación en sus ojos. No era un hombre de muchas palabras, y tampoco quería estar aquí, pero estaba claro que teníamos algo en común en esta guerra. Ambos estábamos siendo perjudicados y tenían a una persona nuestra, la amiga de mi mujer quien al parecer era su mujer.— Roman, ¿qué está pasando exactamente? — preguntó Vladimir, su tono tranquilo contrastando con mi explosiva impaciencia —. No has parado de mirarte desde que salimos del hospital.— La
DANISHKA. — Sigo sin creer que tu casa esté dentro de una putísima cueva — gimió Lucía, mientras observa todo el lugar —. Entonces, ¿está es tu casa? Asentí. — Sí, aunque ahora entiendo porque teníamos una casa muy peculiar — respondí. Lucía tenía el ceño fruncido —. Mis padres eran personas muy importantes… en el mundo bajo. Puso una expresión de asombro y luego se relajó, respondiendo: — Cool. Mis padres eran drogadictos. Consumía lo que tus padres vendían. — Mis padres no traficaban drogas. Al menos no ese tipo de drogas. — ¿Armas? ¿Personas? — Negué —. Puedes abrir ese armario y pasarme la silla de ruedas. Lucía hizo lo que le pedí, y una vez acomodó la silla para mí, me observó. — ¿Había paralíticos en tu familia? — Sonreí y negué. — Mi familia creaba un tipo de droga más potente. Ayudaba a sus hombres a recuperarse de forma más rápida, y esa misma droga con el tiempo de convirtió en un arma, porque los hombres se volvían más fuertes. — Como los soldados de invierno — re
— Voy a reproducir el suero de mamá, pero voy a darle una mejora — respondí, mientras caminaba con lentitud —. Más duración y más resistencia al dolor.Entonces, me tomé el tiempo y busqué todo lo que necesitaba para recrearlo, y agradecía la predisposición de Roman y mi nueva amiga para ayudarme.Las horas pasaban y no lograba mi propósito, y de repente, las horas se volvieron días. Días en los que Roman, me prohibió inyectarme el suero.Cuando ingresó por primera vez, admitió que estaba sorprendido. Le costó horas encontrar el punto de acceso de este lugar, pero que lo hizo gracias a Saúl, también me obligaba a comer y comprender lo que hacía porque se sentía inútil.Saúl ingresó de forma apresurada en el laboratorio y nos miró desde la puerta.— El cargamento a arabia ha sido confiscado — informó.Roman se puso de pie, y se veía la furia comenzar a dominarlo. Sus manos se cerraron en puños mientras intentaba controlar su respiración agitada y muy pesada.— ¿Quién?— La misma mujer,
La situación estaba compleja. Lo sabía por las caras que ponían Roman y Saúl. El tío del primero según escuché, estaba demasiado cabreado por que el jefe de la mafia ha desaparecido y necesita su presencia en el mundo de los negocios.Por eso, estoy parada rente a él, observándolo seriamente. Roman mira a sus espaldas fingiendo buscar a alguien, pero sabe que es a él a quien estoy mirando y desafiando con los ojos.— ¿Qué sucede, pajarita? Te escuché hablando con Saúl respecto a los negocios y que tu tío te necesita — suelto.Se remueve incómodo.— Puede arreglarlo.— ¿Realmente puede? ¿O solo no as porque tienes la necesidad de cuidarme? — pregunté.— Siempre que estoy lejos, pasa algo y eso me rustra demasiado. O te secuestran, intentan matarte o huyes — suspira —. Y si vuelve a pasarte algo yo…— Esta vez no escaparé. Ve a hacer tu trabajo, Roman y yo haré el mío — manifesté.— ¿Me estás dando una orden, pajarita? — Sonreí —. Espera ver cuando estés completamente recuperada, y te a
ROMAN.El sol del mediodía brillaba sobre las calles empedradas mientras conducía hacia el almacén donde mi tío me aguardaba. Una reunión con los árabes se aproximaba, y la anticipación burbujeaba en mi pecho. Era una oportunidad crucial para consolidar alianzas y expandir nuestros negocios en el mercado negro.Mis labios se curvaron en una sonrisa confiada mientras avanzaba, disfrutando del cálido abrazo del sol y del bullicio de la ciudad que me rodeaba. La vida con mi mujer era cada vez mejor, y estaba bastante feliz de lograr ser aceptado y correspondido; pese a que la situación aún siga tensa.Sin embargo, el destino tenía otros planes para mí en ese día soleado. Mientras me aproximaba al almacén, fui abordado por varias camionetas de los cuales bajaron una banda hombres como lobos hambrientos. Aunque mis guardaespaldas reaccionaron al instante, la emboscada fue rápida y brutal.El caos estalló a mi alrededor, el sonido de golpes y gritos llenaba el aire mientras luchaba por mant
— ¿Crees que te mantendré con vida mucho tiempo? Tú no me importas demasiado — rezongó la falsa amiga de mi mujer. — ¿Y crees que tú a mí sí? Quizás le importes a mi mujer — bufó —, y te va a doler ver el odio en sus ojos cuando te mire. ¿Sabes por qué? Porque es la única persona que te quiere en este mundo, la única persona que daría la vida por ti. Vi el rostro de ella romperse por un segundo, pero entonces lo endureció y me mostró una sonrisa. — Golpéenlo hasta que calme su arrogancia, pero no lo maten — ordenó, y aunque odiaba estar en esta situación, no demostraría debilidad menos antes una puta como ella. Simplemente sonreí y sabía cuánto le molestaba. Mis músculos gritaban de dolor mientras las cuerdas cortaban mis muñecas, una tortura lenta y constante que había estado soportando durante horas. Los hombres que me tenían prisionero parecían disfrutar cada gemido de agonía que escapaba de mis labios, pero no les daría la satisfacción de verme rendido. — ¿Crees que aguantará
El sonido del teléfono de casa me sobresaltó, enviando un escalofrío por mi espalda. Nadie sabía ese número, nadie excepto yo, porque pertenecían a mis padres. Mis manos temblaban mientras me acercaba al aparato, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Cada toque del teléfono parecía un eco ominoso en la quietud de la casa.— ¿Hola? — dije, tratando de mantener la calma en mi voz, aunque mis nervios estaban al borde del colapso.Hubo un instante de silencio, y luego una voz distorsionada, apenas reconocible, resonó al otro lado de la línea, enviando un escalofrío por mi columna vertebral.— Danishka... — susurró la voz, haciendo que mi corazón se detuviera por un instante —. Sabía que estarías ahí.— ¿Quién es? ¿Qué quieres? — pregunté con urgencia.— Tenemos a Roman y si no apareces pronto, no volverás a verlo. — Antes de que pudiera obtener una respuesta, el teléfono se deslizó de mis manos y golpeó el suelo con un estrépito sordo.Corrí fuera de la habitación, con el corazó