— ¿Crees que te mantendré con vida mucho tiempo? Tú no me importas demasiado — rezongó la falsa amiga de mi mujer. — ¿Y crees que tú a mí sí? Quizás le importes a mi mujer — bufó —, y te va a doler ver el odio en sus ojos cuando te mire. ¿Sabes por qué? Porque es la única persona que te quiere en este mundo, la única persona que daría la vida por ti. Vi el rostro de ella romperse por un segundo, pero entonces lo endureció y me mostró una sonrisa. — Golpéenlo hasta que calme su arrogancia, pero no lo maten — ordenó, y aunque odiaba estar en esta situación, no demostraría debilidad menos antes una puta como ella. Simplemente sonreí y sabía cuánto le molestaba. Mis músculos gritaban de dolor mientras las cuerdas cortaban mis muñecas, una tortura lenta y constante que había estado soportando durante horas. Los hombres que me tenían prisionero parecían disfrutar cada gemido de agonía que escapaba de mis labios, pero no les daría la satisfacción de verme rendido. — ¿Crees que aguantará
El sonido del teléfono de casa me sobresaltó, enviando un escalofrío por mi espalda. Nadie sabía ese número, nadie excepto yo, porque pertenecían a mis padres. Mis manos temblaban mientras me acercaba al aparato, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Cada toque del teléfono parecía un eco ominoso en la quietud de la casa.— ¿Hola? — dije, tratando de mantener la calma en mi voz, aunque mis nervios estaban al borde del colapso.Hubo un instante de silencio, y luego una voz distorsionada, apenas reconocible, resonó al otro lado de la línea, enviando un escalofrío por mi columna vertebral.— Danishka... — susurró la voz, haciendo que mi corazón se detuviera por un instante —. Sabía que estarías ahí.— ¿Quién es? ¿Qué quieres? — pregunté con urgencia.— Tenemos a Roman y si no apareces pronto, no volverás a verlo. — Antes de que pudiera obtener una respuesta, el teléfono se deslizó de mis manos y golpeó el suelo con un estrépito sordo.Corrí fuera de la habitación, con el corazó
La sangre me hervía y lo único que deseaba tanto en este preciso momento era volarle la cabeza con un solo disparo, pero en el fondo sabía que no era lo correcto.— Dani, debes calmarte — susurró Saúl detrás de mí.— Si yo fuera ella, ya hubiese presionado el gatillo. — Estoy segura que Saúl le dio una mirada de advertencia —. ¡¿Qué?! Habló de su madre. No puedes ser tan cobarde y hablar de alguien que no puede defenderse.— Dale pequeña, presiona el gatillo — dijo —. Sé que no te atreverás porque eres igual que ella.— ¿Letal?— Cobarde — Sonreí y aquello lo desconcertó.Un recuerdo fugaz invadió mi mente de ella hablando conmigo. Una lágrima se escapó de mis ojos.— No es cobardía, es respeto — respondí —. No mataré al hombre que mi madre amaba y por el cual me iba a dejar aquí.Aquello lo desconcertó, dejándolo congelado en su sitio. No me quedaría a esperar a que dijera algo, porque yo tenía que salvar a mi hombre, a mi novio, a mi prometido. No sabía las condiciones en la que est
— Pensé que nunca te conocería, aunque… ya lo hice, cuando fui a confesarme — Quiere molestarme —, y vaya confesión que tuve. Roman folla de…, creo que lo sabes.Me hallaba al lado de Roman en una habitación subterráneo, rodeada por la oscuridad que se cernía como un manto de sombras sobre mí. Mis sentidos estaban alertas, mis oídos atentos a cualquier indicio de peligro que pudiera acechar en la penumbra. Mis ojos escudriñaban el espacio oscuro, tratando de penetrar en la negrura que se extendía ante mí, pero todo lo que encontraba era un vacío impenetrable. Pero esa mujer, no podría conmigo.Levanté el rostro con arrogancia e hice una mueca de desagrado.— ¿Quién eres? — pregunté, mi voz resonando en el silencio con una mezcla de curiosidad falsa. Sabía quién era esta mujer.Una voz suave y melódica respondió desde las sombras.— Soy Sofía, la prometida de Roman — respondió, sus palabras flotando en el aire con una extraña calma.Arqueé una ceja ante la revelación, una sonrisa iróni
ROMAN.Estaba acostado sobre la maldita cama de hospital deseando salir de aquí de una puta vez, pero por orden de mi mujer no me han dado el alta, y la verdad… la verdad es que necesito verla. Desde que me sacaron de aquel lugar en condiciones vergonzosas, no se ha quedado a verme.La única persona que entra y sale de este calvario blanco es Saúl, y el demonio sabe cuánto odio verlo en estos momentos, que estoy a punto de mandarlo con él.— No pienso esperar ni un puto segundo más a que ella venga. ¿Dónde está y por qué no ha venido?Saúl, cansado de mi temperamento, se puso de pie y me presionó a la cama cuando vio mi intento de ponerme de pie.— Quédate.— No me toques. No olvides tu lugar — amenacé. Jamás me había tratado de esa forma.— No lo olvido. Me lo recuerdas todos los putos días, Roman; pero en este momento, entre ella o tú, le tengo más miedo a tu mujercita — respondió, y una sensación de orgullo se instaló en mi pecho —. Le cortó la mano a uno de nuestros hombres.— Ell
Después de días de estar confinado en la estrecha habitación del hospital, el momento de la partida finalmente llegó. Mis músculos aún se sentían débiles, mi mente embotada por la fatiga y el estrés, pero la idea de salir al mundo exterior, de respirar el aire fresco y sentir el sol en mi piel, me infundió una renovada sensación de vida.Miré a Dani, quien estaba sentada en el borde de la cama, con una expresión que era una mezcla de alivio y determinación. Habíamos pasado por tanto juntos en los últimos días, enfrentando desafíos que nunca hubiéramos imaginado, pero cada obstáculo solo había fortalecido nuestro vínculo.— Estás lista para salir de aquí, ¿verdad? — pregunté, tratando de ocultar mi propia ansiedad bajo un tono de confianza.Dani asintió con una sonrisa débil, pero sus ojos reflejaban una determinación feroz que me recordó por qué la admiraba tanto.— Más que lista — respondió, su voz firme a pesar del cansancio que se reflejaba en cada palabra.— Vamos a encontrarla, pa
DANISHKA.— Tu herida, Roman… Oh… sí — jadeé mientras él me acariciaba aquella zona sensible, al que solo él tuvo acceso.— ¿Quieres que entierre mi verga en tu pequeño y apretado coño, pajarita? — preguntó en un susurró en oído.— Hmm — es lo único que pudo salir de mi boca.Levantó solo un poco la cabeza para mirarme a los ojos.— Mi pajarita, has estado increíble. Todos hablaban de lo imponente y peligrosa que eres — Besó mis labios —. Me siento orgulloso, aunque tu creas que no puedas soportarlo.Levantó mi falda y eliminó de la batalla mi ropa interior. Me dio la vuelta, de modo a que mi pecho esté boca abajo, entonces sentí la punta acariciar mi entrada, remojándola con mi excitación, volviéndome loca de que entre.— Roman — gemí, a sabiendas que adoraba torturarme de esta forma.— Ansiosa — susurró.— Sí…Entonces, tomó un puñado de mi cabello, y arqueó mi espalda mientras se introducía en mí, llenándome por completo. Me pegó a su pecho y me obligó a besarlo, aunque más que una
ROMAN.Mis hombres estaban buscando a esa m*****a hija de puta, y mientras lo hacían, yo estaba aquí, esperando a uno de esos políticos de m****a que se atrevió a robarme en mis propias narices.Esos dos hijos de puta, ingresaron en mi oficina con el porte de dueños del mundo. Sus ojos viajaron a la bandeja que tenía sobre la mesa, tres copas con una botella de champagne.— ¿Brindamos por algo? — preguntó uno de ellos.Sonreí de lado mientras los observaba.— Oh, claro — susurré, mientras mi asistente servía el líquido ámbar en la copa —. Estos días he descubierto algo que me ha dejado impresionado, y quería agradecerlo.El cuerpo de ambos se tensó. A este punto de seguro ya dedujeron de que se trataba, pero preferían seguir fingiendo que no. Eran las dos de la madrugada y lo único que deseaba era llegar a mi casa junto a mi mujer. nada más.— No hemos hecho nada — dijo el más joven.— ¿Estás seguro? — preguntó, y entonces éste frunció el ceño mirando a su padre.Entonces destapé la ca