Hace dos años…
Para Alessia todo es más complicado, en especial porque decidió que estar en un hogar no era lo suyo. Odia la disciplina innecesaria, o sea… toda esa que no tiene que ver con el violín, y hasta esa la vuelve loca de vez en cuando.
Tras la muerte de su padre, perdió todo lo que tenía en su casa, la cual era alquilada, el casero se quedó con todo lo que había dentro, alegando que su padre hacía dos meses que no pagaba la renta. Alessia quedó en la calle de un momento a otro, servicios sociales estaban sobre ella y como no había nadie que se hiciera cargo de ella, terminó en un hogar de menores.
Allí las cosas no funcionaron para ella, porque debía levantarse a una hora determinada y seguir una rutina que le parecía de lo más aburrida e inútil. Lo único que ella necesitaba era una hora para practicar el violín y ni siquiera eso se le permitía, porque perturbaba la tranquilidad de los demás jóvenes.
En una de sus «revueltas» conoció a quien se convertiría en su mejor amigo hasta hoy, Roger Ricci, un muchacho un año mayor a ella que fue abandonado por su padre luego de que su madre muriera de cáncer y el hombre quisiera irse por el mundo a buscar suerte, el problema es que parece que no la encontró, porque jamás regresó.
El talento de Roger es la pintura, por lo que, cuando los dos deciden irse de allí, comienzan un trabajo colaborativo, en donde Alessia toca alguna melodía de las que aprendió de memoria, mientras él pinta lo que se le venga a la mente con aquellos acordes.
La gente que pasa por la esquina en donde se paran paga para oír la música o para ver las pinturas que Roger termina. Algunas veces pinta delicados paisajes que algún afortunado se lleva a casa o parejas enamoradas que sirven para demostrar el amor a la pareja amada.
Tras estar parados tres horas en una de las esquinas más abundantes con las propinas, los dos deciden que es hora de parar de trabajar. Guardan sus cosas en silencio, hasta que una mujer se acerca a ellos interesada en el cuadro de Roger.
—Buenas tardes, quisiera saber cuánto por el cuadro, me ha encantado y seguro a mi esposo le fascinará ponerlo en su oficina.
—Buenas tardes —le responde Roger con cortesía—. No sé si quiera pagar por él, porque mis cuadros se venden por setenta euros.
—Me temo que es demasiado costoso para mí, tal vez si me dejaras pagarte cuarenta…
—Hecho —le dice Roger, que prefiere venderlos a que se queden amontonados en la casucha en la que viven junto a otros chicos de la calle.
La mujer le da el dinero, Roger se asegura que no sean billetes falsos y le da el cuadro a la mujer, que se va feliz con él.
—¡Esto es buenísimo! Hace semanas que no vendía un cuadro, con esto podremos comprar las cuerdas nuevas para tu violín y pintura para mí.
—Y zapatos… no te olvides de que se te ven los dedos —se ríe Alessia mientras se cuelga en el hombro el estuve que contiene su violín.
—No son la prioridad, pero sí… seguro que encontramos algo por allí.
La chica le ayuda a recoger las últimas cosas que le quedan y caminan lentamente hasta la tienda en donde compran sus provisiones, compran algo de comer y después se van directo a una zapatería.
Nada más verlos, el dependiente se para frente a ellos para que no entren, lo que molesta profundamente a Alessia.
—¿Acaso cree que venimos a robar? Si no confía en nosotros, al menos traiga un par de zapatos para él.
—¿Y cómo sé que no correrá una vez se los pruebe? —pregunta con suspicacia el hombre.
—Vamos, todos saben que solo se prueba un zapato… ¿o también tengo que enseñarle a vender?
—Largo de aquí, mocosos malhablados, aquí no necesitamos su dinero, que seguro robaron.
—¡¿Qué?! —le dice Alessia, saltándole encima, pero Roger la detiene—. ¡Nos ganamos ese dinero con nuestro talento!
—Ahora robar es un talento, que graciosa —dice con sarcasmo el hombre y Alessia solo empuña las manos.
—¿No me cree? Le apuesto un par de zapatos que en menos de treinta minutos gano lo que usted gana en una hora.
—Que sea en menos de veinte y yo mismo se los ato —le dice con burla, pero Alessia solo extiende su mano para cerrar el trato.
—Sin arrepentimientos —y aquella advertencia hace a Roger sonreír, porque sabe que Alessia puede hacer lo que sea, con tal de ganar.
Saca el violín del estuche, cierra los ojos y piensa en la mejor melodía para tocar, porque hay algunas que llaman más la atención que otras. Se decide iniciar por el tema de la película La lista de Schindler, que ganó innumerables premios y reconocimientos, un grupo de personas se detiene a oírla y Roger deja una pequeña caja frente a su amiga, mientras la oye tocar.
Poco a poco va cayendo el dinero en la caja y el hombre de la tienda se pone nervioso. Cuando Alessia termina, sonríe a quienes se han quedado a oírla, cierra los ojos y respira un par de veces, hasta que comienza a tocar una canción que para ella es sumamente difícil, pero que logró aprender sola a tocarla.
Inicia poco a poco, hasta que toma el ritmo de la canción y una mujer se adelanta impresionada.
—¡No puede ser! —exclama sin poder creer que Alessia esté interpretando Marriage D’Amour en el violín, puesto que se supone es una melodía originalmente para piano, compuesta por Chopin bajo el nombre de Vals de Primavera.
Alessia no mira el violín en ningún momento, se mantiene con los ojos cerrados, mientras Roger la mira de brazos cruzados y lleno de orgullo. La mujer se queda estupefacta, se acerca a la caja de los donativos y coloca varios billetes.
Para cuando la chica termina, los presentes aplauden fascinados, ella se atreve a abrir los ojos y hace una reverencia. Camina hasta la caja y mira soprendida, hay muchísimo dinero, pero cuando se vuelve hacia el dependiente de la tienda, camina con esa seguridad que el haber ganado le da y le entrega la caja.
—Cuente el dinero —le dice con satisfacción y el hombre pone mala cara—. Me temo que con eso podemos comprar el par de zapatos y hasta dejarle una buena propina, claro… si usted mismo le ata los zapatos.
—Alessia —le dice Roger, pero ella no lo mira.
—Mi padre me enseñó que no se deben hacer apuestas si no las cumplirás.
—Está bien, pero solo él puede entrar.
Alessia se dedica a guardar su violín, mientras que la gente se dispersa poco a poco, excepto por la mujer, que llama desesperada a alguien más.
Roger se tarda algunos minutos en elegir los zapatos, pero cuando sale se siente más cómodo y feliz, le extiende una caja a Alessia y ella se ríe.
—No me digas que quieres que te lleve los zapatos viejos a casa…
—No son mis zapatos, son los tuyos —ella abre los ojos y le tiembla el labio, pero no llora—. Eso que hiciste fue fabuloso y tú también mereces unos zapatos bonitos.
Ella los abre y se da cuenta que son unos zapatos de tacón bajo, de color azul oscuro, demasiado delicados y elegantes para ella, sobre todo con esa ropa toda raída y sucia.
—Pero no tengo con qué usarlos… —aun así, se lanza a los brazos de su amigo para agradecer el gesto que ha tenido.
—Con el próximo cuadro que venda, compraremos un vestido bello, para que toques con él en el teatro más importante de Italia.
—Estás loco, esos sueños para mí se terminaron.
Deciden irse a casa, mientras hablan del día y de la cara del vendedor. En cierto punto, Roger toma del brazo a Alessia y la obliga a caminar más rápido.
—No me digas que te duele el estómago otra vez.
—No es eso, ese auto negro de atrás no está siguiendo desde hace unas calles —le dice entre dientes, como si lo fuesen a oír.
Pero Alessia, en lugar de asustarse, se voltea enojada y se acerca al auto con la clara intención de enfrentarlos, Roger le grita que no lo haga, pero ya es demasiado tarde, se para justo en frente del auto para que se detenga y luego lo rodea para ver al chofer.
—¿Le debo algo? ¿Me quiere secuestrar? ¿Por qué nos está siguiendo?
—Este, yo… —pero la puerta de atrás se abre y se baja un hombre de ojos azules, alto, muy lindo, aunque con la expresión de dolor marcada en su rostro. Alessia lo mira de arriba abajo como un claro desafío y él solo se ríe.
—Disculpen, es que me hablaron de una chica que toca el violín de maravilla y no sé si eres tú.
—Eso depende de quién me busque —esa expresión de rebeldía y desafío hace sonreír al hombre, porque le recuerda a alguien muy importante para él.
—Mi nombre es Daryl Marchetti, soy el fundador de una organización que busca apoyar a jóvenes talentos como tú.
—Sí, algo oí de usted… ¿me quiere llevar?
—Sí, puedo proveerte un hogar, todo lo que necesites, educación y por supuesto, una tutora para que te ayude con tus clases, la mejor de toda Europa.
—Mmm… no me interesa, gracias —se da la vuelta y Roger la detiene.
—¡¿Estás loca?! ¡Es tu oportunidad!
—¿Y la tuya? —pregunta ella molesta—. Eres un artista magnífico y no me iré sin ti a ninguna parte, ¿entiendes?
—¿Cuáles tu talento, muchacho? —pregunta Daryl, al tiempo que le extiende la mano.
—Solo pinto…
—¡¿Solo pintas?! Eres el pintor más famoso del país y nadie lo sabe —Alessia se gira para ver a Daryl y le dice con la barbilla en alto—. No puede llevarse solo a uno, porque mientras yo toco, el pinto y yo me inspiro en lo que él pinta… somos un equipo.
—Bien, vamos por sus cosas y luego vamos a la mansión.
—Mire, mis cosas me importan muy poco, lo más importante lo tengo aquí —le dice tomando del brazo a Roger y mostrando su violín—. Lo demás, no me interesa.
Se sube al auto sin esperar a nada y Roger mira con vergüenza a Daryl, que se ríe de la chica. Se sube junto a ellos y le pregunta el nombre.
—Yo soy Roger Ricci, mucho gusto.
—Y yo Alessia Vitale.
—Eres una chica talentosa y rebelde… una combinación peligrosamente exitosa, espero que pueda ayudarlos, estoy seguro que si su talento es tan grande como me dijeron, entonces llegarán a ser grandes artistas y yo los veré con orgullo.
—Más le vale, porque acabo de quedarme desempleada.
Daryl suelta una carcajada y en el trayecto les pregunta por sus vidas, sin dejar de admirar a aquella muchacha, se notaba su fuerza y carácter. Veía en ella un potencial único y haría lo que fuera para ayudarla.
Hoy…El teléfono en el escritorio de su asistente suena insistentemente, con un bufido se pone de pie, observa a todos lados y no se ve por ninguna parte a la tonta esa, porque así es como Amaro pensaba de Claire.—¡Aló! —le grita al interlocutor.—Di-disculpe, le estoy llamando de la fundación Darling Marchetti, para saber si confirmará la asistencia a la gala de beneficencia de pasado mañana.—Si no me queda más remedio, pues ya qué…—¿E-ese es un sí? —pregunta la chica asustada y Amaro le grita.—¡¡Sí!!Corta la llamada con violencia y se regresa a la oficina, pero no lleva ni la mitad del camino cuando suena otra vez el teléfono. Camina de regreso al escritorio y en lugar de responder el teléfono, arranca el cable, para luego encerrarse en su oficina con un fuerte golpe de la puerta.Se sumerge en el trabajo, que ahora mismo es revisar un nuevo proyecto de domótica, uno que podría revolucionar la industria si se desarrolla de la mejor manera posible.La puerta se abre, levanta la
La señorita D’Angel se lleva los dedos pulgar e índice al puente de la nariz, aprieta fuerte, cierra los ojos y cuenta hasta el infinito para lograr calmarse, porque si no terminará lanzando a su alumna por la ventana. —Alessia, desde el inicio —le dice un poco más compuesta—, te estás adelantando medio tiempo en la tercera… —Esa es la idea, no quiero que sea la melodía aburrida que compuso Bach —le dice la chica adquiriendo la postura de nuevo frente al atril. —Si no vas a tocar como él la compuso, no tiene sentido que la toques —le dice la mujer con voz firme cerrado el libro de partituras, pero Alessia no deja de lado el violín, acerca el arco a las cuerdas y comienza a tocar suavemente la melodía que su mentora le ha cerrado. —¿Qué sentido tiene que toque tal como él lo ha hecho? —dice la muchacha sin dejar de mirar a los ojos a su mentora—. ¿No quiere decir eso que no tengo talento? —¿Crees que puedes hacer algo diferente? Entonces hazlo… —le dice la mujer levantando las mano
Daryl sabe que está en problemas con esa chiquilla, así que se apresura a explicarle antes de que le dé con el violín. —¡¿Qué?! Sólo es el dinero que me diste aquella vez y que yo metí en el banco, pero ya que no daría muchos frutos, se lo di a alguien para que lo manejara… te alcanza para un vestido de diseñador si se te da la gana y para zapatos. —Sólo el vestido, lo zapatos ya me los dio Roger —los dos la observan sorprendidos—. Sí, son los de aquel día… están intactos en su caja y aún me quedan —deja salir un bufido y rueda los ojos—. Vámonos antes de que ya no quiera salir. Pero saben que es mentira, Alessia adora salir, casi todos los días, para respirar aire, ver gente y soñar que un día no podrá hacerlo de lo famosa que será. Cuando se suben al auto, Roger se ríe de ella porque dramatiza todo lo que le pasa, mira la tarjeta que Daryl le dio y le entra la curiosidad de saber cuánto dinero hay allí. «Pero sabes que hay cosas que es mejor no tener idea», le dice su consciencia
Los toques en la puerta de Alessia la sacan de su meditación, se pone de pie y camina hasta ella, para ver quién demonios la interrumpe. Al abrirla se queda con la boca abierta, lista para pelear, pero no lo hace, porque quien está allí es Daryl. —Llegó la estilista. —Gracias… —Tranquila, será tu noche, aun cuando no consigas a nadie, te aseguro que te oirán y nunca te olvidarán. —Eso sería posible solo si consigo ser yo misma, no la copia de una melodía ya hecha. —Lo harás bien, anda… te quiero hermosa. La estilista entra y Alessia solo suspira con resignación, pero luego de dos horas, cuando se mira al espejo y se ve maquillada y peinada, solo puede tocar su reflejo sin dejar de sonreír. —Gracias, ha quedado perfecto. La mujer solo sonríe y se despide de ella, deseándole toda la suerte del mundo. Luego de eso es colocarse el vestido, alistar su violín y esperar a que Roger pase por ella para bajar juntos del brazo. Vu
Amaro podría ver a la chica que se mueve por todo el lugar con gracia y esa sonrisa pegada a su cara, o a Roger que parece inmerso en un mundo de pintura, pero no… está clavado en los dedos de Alessia, quien no deja de moverlos para producir aquella melodía tan hermosa, tiene el ceño fruncido, absolutamente concentrada y pareciera que solo existe ella y el violín.Cuando la chica deja los últimos acordes en el aire con suavidad, Jazmine queda en la misma posición que comenzó y Roger deja el pincel a un lado, para mostrar su trabajo.Alessia se permite abrir los ojos, para mirar a Roger y sonreírle.«Dios, esa sonrisa… es bellísima», se dice internamente Amaro, quien entiende que solo el chico es merecedor de aquella expresión tan limpia y pura. Sin darse cuenta, se encuentra aplaudiendo junto a los demás observadores. Alessia se acerca a Roger, lo abraza
Aquellos ojos de Alessia que no notó el otro día en la cafetería lo envuelven de una manera que no se puede explicar, son de un celeste tan puro, tan hermoso y es casi como si pudiese ver su alma a través de ellos.Lo que Amaro no sabe es que el alma de Alessia está bloqueada para todos, incluso para sus más cercanos.—Lo siento —le repite Amaro, porque le ha dañado aquel vestido tan hermoso. Se quita el pañuelo de seda que lleva en el traje y se lo entrega.—Pues parece que se le hizo costumbre derramarme cosas encima —el tono que usa es muy suave y precisamente por eso Amaro sabe que es hombre muerto, aunque no es que le tema a una enana que seguro no sabe ni cruzar la calle sola.Le acepta el pañuelo y se limpia un poco, pero lo cierto es que no servirá de nada, así que se lo regresa. En lugar de recibirlo, Amaro la toma del brazo y se la lleva de all&i
La mujer recibe el cheque y se ahoga con su propia saliva, porque aquella cantidad era más de lo que se había reunido para los cinco juntos. —¿E-está seguro? —Sí, al menos por los próximos seis meses, si la señorita Vitale consigue componer una melodía que me satisfaga, entonces lo extenderé por seis meses más, pero para la fundación. —Claro —responde la mujer casi sin aliento y lo hace firmar un documento de acuerdo para justificar los montos. Amaro se aleja de allí en cuanto estampa su firma y deja una nota para Alessia en un sobre cerrado, vuelve a buscarla y se da cuenta que no está por ninguna parte. Por alguna razón, decide caminar hacia la escalera, pero se da cuenta que está el paso restringido. Se dirige a la puerta principal, para irse de allí, pero la mujer de antes se le acerca y lo detiene. —¿Te gustaría ir a otro lugar? ¿Tal vez uno más íntimo? —se le pega y comienza a pasar sus manos por los brazos del hombre, quien la observa serio. Tal vez podía permitirse por e
Luego de pasarlo fatal con aquella mujer, Amaro sale de la cama por completo molesto. Si algo detesta en una mujer es que esté tomada, a él le gusta que sus mujeres estén lúcidas y coordinadas, una mujer borracha solo es más escandalosa, pero no aporta nada en la cama. —¿No dormirás conmigo, cariño? —le dice la mujer estirando su mano por la cama para alcanzarlo y él la mira con asco. —Por supuesto que no, si hay algo que detesto es el olor a alcohol y a vómito en las mañanas… y yo no duermo con nadie. Sale de allí sin esperar alguna respuesta de la mujer y baja por el ascensor con la rapidez de quien escapa de sus demonios. En la entrada del edificio lo espera su chofer y lo lleva a casa, en cuanto llega se va directo a la ducha, para quitarse el olor a perfume caro en una mujer barata, y se va al gimnasio a correr. Para las siete de la mañana vuelve a bañarse, cierra los ojos mientras el agua le corre por el cuerpo y pega la frente en la fría pared de baldosas. Y de la nada, com