El siguiente fin de semana, Bianca hizo un almuerzo e invitó a su padre y hermanos. Gia, que había pasado toda la semana sumida en la tristeza tuvo que poner buena cara para ir, aun no podía superar lo ocurrido esa noche y no sabía cómo hacerlo. Durante unos días se permitió la leve esperanza de que Fabricio fuera a buscarla y se disculpara, pero nunca ocurrió.En el trascurso de esa larga semana había hablado todos los días con la su abuela, pero no había ido a visitarla, le dio como la excusa que tenía gripe y no quería contagiarla.Bianca los recibió en la puerta de su casa se veía radiante y feliz. Con dieciocho semanas de embarazo su pequeña barriga era visible con ropa ajustada y a ella le encantaba mostrarla.Cuando entraron al comedor vieron que este estaba decorado en tonos rosa y azul. Había un pastel de color blanco decorado con dos bebés, niña y niño, cintas con esos dos colores salían del primer piso del pastel. Su hermana había preparado una fiesta para dar a conocer el
―No, no, es imposible que esté embarazada, doctora ―negó Gia con la cabeza ―Debe haber un error, quizás le entregaron la prueba de otra persona porque nosotros no... todavía soy virgen.Gia tenía ganas de reír por lo absurdo de la situación y de llorar al mismo tiempo. Habían pasado seis semanas desde esa nefasta noche y cinco desde que Fabricio se marchó. Se sentía muy mal del estómago y débil, esa mañana casi se desmaya en clases por eso acudió al servicio médico de la facultad.―Aún sin haber penetración pudiste estar embarazada si estabas ovulando ese día y él eyaculó en la entrada de tu vagina. Inclusive si solo se frotó y dejó líquido preseminal en tu vulva pudo ocurrir porque ese fluido va cargado de espermatozoides que se pegan a la mucosa producida por la ovulación y nadan a través de él por el canal vaginal hasta llegar al útero. El himen es una membrana que separa la vagina de la vulva, pero no está completamente sellado, ya que permite que salga la menstruación.Gia enroje
Bianca estaba en la semana treinta de nueve de embarazo y se sentía agotada, quería que su bebé naciera pronto, le costaba mucho conciliar el sueño porque le dolía la espalda y cuando se dormía se despertaba continuamente por las ganas de ir al baño. Al menos Gianna ya dormía en su habitación, aunque en algunas madrugadas hacía el camino hasta la cama de sus padres.Esa mañana se despertó adolorida su barriga estaba dura, esperó a ver que ocurría y de pronto el dolor pasó, a su lado Lorenzo dormía profundamente, él también pasaba malas noches porque se quedaba despierto cuando ella no podía. Se levantó con cuidado para no despertarlo, fue al baño hizo sus necesidades y miró la ducha, se moría por un baño, abrió la llave, se desvistió, se metió al agua caliente y se relajó.El agua caliente se llevó parte de sus dolores, se enjabonó y aclaró con una sonrisa en la cara, tal vez iría a la cama con Lorenzo para que le hiciera el amor. «Dicen que eso acelera el parto» pensó, se giró para t
Gia estaba parada entre Lorenzo y Dante frente al vidrio de la sala de recién nacidos admirando a Anna Carmela, la hija recién nacida de Bianca, llamada así en honor a su abuela materna. A su lado derecho su padre miraba emocionado a la bebé, del lado izquierdo estaba Lorenzo.La tormenta finalmente había pasado y Lorenzo estaba más tranquilo porque a Bianca se le pudo contener la hemorragia y no hubo necesidad de hacerle la histerectomía, aunque en ese momento no se sabía si lograría un nuevo embarazo.«Si solo son dos hijas lo que tendré me doy por bien servido, lo importante es que mi Bianca se recupere porque no podría vivir sin ella» pensó Lorenzo emocionado.En ese momento Bianca estaba en la sala de recuperación, cuando despertara de la anestesia la pasarían a una habitación―Es tan hermosa ―dijo Gia con un suspiro pensando en cuando su bebé naciera.―Y tan pelirroja como la madre ―replicó Dante con satisfacción ―No pintas nada, Lorenzo ―le dijo a modo de broma.―Después de est
Gia entró por la puerta principal del hospital y se acercó a la recepcionista. Una sonrisa de inocencia adornaba su rostro.―Me puede indicar cual es el consultorio del doctor Fabricio ―preguntó en la recepción.―En el segundo piso, consultorio doscientos treinta y cuatro, si no hay nadie espere un ratito que el doctor debe estar en el desayuno de bienvenida que le hizo el personal.―Gracias, no hay problema, esperaré.Gia estaba furiosa, su rabia se había calentado mucho cuando supo por medio de Bianca, que Lorenzo había podido contactar con él por teléfono y orgulloso le envió unas fotos de Gianna y de Anna Carmela, en una de las fotos salía su hijo Carmelo cuando estaba recién nacido y el único comentario de Fabricio fue que no le sorprendía que ella tuviera un hijo. «¿Quién demonios se cree él para juzgarme?» pensó.Hasta Lorenzo se molestó por el comentario de Fabricio y le dijo que no se atreviera a hablar mal de ella porque no lo toleraría, desde ese día no se habían vuelto a e
La enfermera que arrullaba a Carmelo levantó la cabeza cuando un olor desagradable llegó a su nariz, su jefe, el doctor Fabricio se había quedado mirando la puerta por donde la mamá del bebé había salido. Ella era enfermera de la sala de recién nacidos y recordaba muy bien a Gia de cuando estuvo hospitalizada por el nacimiento del bebé. Era difícil olvidar ese pelo rojo y a la chica que parecía una adolescente parada frente al vidrio de la sala de recién nacidos mientras las lágrimas corrían por su rostro.Sí había cargado al bebé era para que este no llorara más no por compasión a su jefe.―Doctor, debo volver a mi trabajo, tomé al niño ―dijo poniéndole al bebé en los brazos.Fabricio la miró con un brillo de desesperación en sus ojos, como preguntando ¿Y ahora qué hago? Ella lo ignoró y caminó hasta la puerta del salón y antes de salir se giró.―Por cierto, doctor, el bebé tiene el pañal sucio, tiene que cambiarlo ―le soltó antes de desaparecer.Fabricio entrecerró los ojos, sabien
Julia Conte, la madre de Fabricio, iba en el coche junto a su marido, el afamado y retirado doctor Fabián Conte. Se dirigían a casa de su hijo cuando recibió el mensaje de auxilio de este.Una hora antes Julia había recibido una llamada de una amiga del hospital contándole con pelos y señales todo lo ocurrido en el desayuno de bienvenida de Fabricio.Estuvo a punto de llamarlo, pero prefirió ir a constatar con sus propios ojos lo que le habían dicho, así que le pidió a su amiga que averiguara donde se encontraba su hijo. Un rato después recibió una segunda llamada, según la secretaria de Fabricio, este se había marchado a casa con el bebé.Al llegar al edificio el portero les dijo que podían pasar de inmediato, subieron el ascensor hasta el último piso y al llegar Fabricio lo esperaba en la puerta con Carmelo en brazos.―¡Oh! ¡Qué hermoso es! ―exclamó Julia tomando al bebé en brazos, el niño le dio una sonrisa a su nueva abuela reconociendo de inmediato su amor.Al pasar por el lado d
En alguna parte de Rusia La mujer miraba como un grupo de hombres vestidos de trajes negros bajaban a la tierra el ataúd de su marido. El hombre con el que había compartido los últimos años de su vida, aunque por fuera su actitud era contrita, por dentro no podía dejar de sentir cierta satisfacción. ¡Al fin era libre! Ya no lo tendría en su vida para vigilarla y controlarla. Le había costado un poco encontrar la manera de librarse de él, pero en el mundo donde su marido trabajaba los hombres no solían durar mucho. Lo mejor de esos años de sacrificio había sido la fortuna y los contactos que le había dejado. Con ese dinero se operaría para trasformar sus facciones y se compraría una nueva identidad, después podía comenzar a planificar su venganza. Ya tenía todo preparado, al día siguiente saldría muy temprano para Tailandia, el paraíso de las clínicas de cirugía estética, allí iría con un cirujano plástico que era experto en cambiarle la cara a las personas. Su costo era elevado, per