Esa tarde cuando Fabricio entró en la habitación de Giorgia para la última revisión del día. Gia estaba mirando su teléfono, al verlo llegar lo bajó para escuchar el reporte médico de cómo estaba su abuela y después de que él terminó de hablar volvió a sus ojos a la pantalla ignorándolo totalmente. Si él no quería nada con ella, no podía hacer nada más que respetar su decisión. Fabricio se dio cuenta de que ella en ningún momento lo miró, lo que le provocó una extraña opresión en el pecho, se había acostumbrado a su charla incesante y a sus sonrisas. «Es mejor de esa manera, se le pasará» se dijo a sí mismo. Al día siguiente cuando Fabricio llegó a darle el alta a Giorgia, Gia no estaba, en su lugar estaba una feliz y parlanchina Bianca. ―Muchas gracias por todo, Fabricio ―le dijo Bianca cuando estaban listas para irse y el enfermero llegó con la silla de ruedas para llevar a Giorgia al coche. ―Siempre a la orden para lo que necesiten, Giorgia nos vemos en unos días para la consu
El aire fresco de la noche los golpeó al salir del bar lo que le refrescó un poco la cabeza a Fabricio, Gia lo llevaba abrazado por la calle lo que le produjo una inmensa satisfacción. ―¿Cuál es tu edificio? ―preguntó Gia. ―Ese ―respondió Fabricio señalándolo con la mano. ―Dame las llaves. Fabricio metió la mano en el bolsillo de su pantalón y le entregó una llave. Llegaron al lujoso edificio y él saludo al portero, entraron y subieron al ascensor. Fabricio marcó el último piso. Cuando entraron al apartamento, Gia solo le dio una mirada rápida al bonito y acogedor ambiente. ―Ahora puedes besarme todo lo que quieras, doctor estirado ―dijo Gia un poco nerviosa. Lorenzo se giró hacia ella y la besó de nuevo, Gia le pasó los brazos por el cuello y se pegó más a él. Las manos de Lorenzo comenzaron una lenta y sensual exploración de su espalda, levantó el borde de la blusa para pasar las yemas de los dedos por debajo de esta, al darse cuenta de que no había ninguna prenda íntima debaj
El siguiente fin de semana, Bianca hizo un almuerzo e invitó a su padre y hermanos. Gia, que había pasado toda la semana sumida en la tristeza tuvo que poner buena cara para ir, aun no podía superar lo ocurrido esa noche y no sabía cómo hacerlo. Durante unos días se permitió la leve esperanza de que Fabricio fuera a buscarla y se disculpara, pero nunca ocurrió.En el trascurso de esa larga semana había hablado todos los días con la su abuela, pero no había ido a visitarla, le dio como la excusa que tenía gripe y no quería contagiarla.Bianca los recibió en la puerta de su casa se veía radiante y feliz. Con dieciocho semanas de embarazo su pequeña barriga era visible con ropa ajustada y a ella le encantaba mostrarla.Cuando entraron al comedor vieron que este estaba decorado en tonos rosa y azul. Había un pastel de color blanco decorado con dos bebés, niña y niño, cintas con esos dos colores salían del primer piso del pastel. Su hermana había preparado una fiesta para dar a conocer el
―No, no, es imposible que esté embarazada, doctora ―negó Gia con la cabeza ―Debe haber un error, quizás le entregaron la prueba de otra persona porque nosotros no... todavía soy virgen.Gia tenía ganas de reír por lo absurdo de la situación y de llorar al mismo tiempo. Habían pasado seis semanas desde esa nefasta noche y cinco desde que Fabricio se marchó. Se sentía muy mal del estómago y débil, esa mañana casi se desmaya en clases por eso acudió al servicio médico de la facultad.―Aún sin haber penetración pudiste estar embarazada si estabas ovulando ese día y él eyaculó en la entrada de tu vagina. Inclusive si solo se frotó y dejó líquido preseminal en tu vulva pudo ocurrir porque ese fluido va cargado de espermatozoides que se pegan a la mucosa producida por la ovulación y nadan a través de él por el canal vaginal hasta llegar al útero. El himen es una membrana que separa la vagina de la vulva, pero no está completamente sellado, ya que permite que salga la menstruación.Gia enroje
Bianca estaba en la semana treinta de nueve de embarazo y se sentía agotada, quería que su bebé naciera pronto, le costaba mucho conciliar el sueño porque le dolía la espalda y cuando se dormía se despertaba continuamente por las ganas de ir al baño. Al menos Gianna ya dormía en su habitación, aunque en algunas madrugadas hacía el camino hasta la cama de sus padres.Esa mañana se despertó adolorida su barriga estaba dura, esperó a ver que ocurría y de pronto el dolor pasó, a su lado Lorenzo dormía profundamente, él también pasaba malas noches porque se quedaba despierto cuando ella no podía. Se levantó con cuidado para no despertarlo, fue al baño hizo sus necesidades y miró la ducha, se moría por un baño, abrió la llave, se desvistió, se metió al agua caliente y se relajó.El agua caliente se llevó parte de sus dolores, se enjabonó y aclaró con una sonrisa en la cara, tal vez iría a la cama con Lorenzo para que le hiciera el amor. «Dicen que eso acelera el parto» pensó, se giró para t
Gia estaba parada entre Lorenzo y Dante frente al vidrio de la sala de recién nacidos admirando a Anna Carmela, la hija recién nacida de Bianca, llamada así en honor a su abuela materna. A su lado derecho su padre miraba emocionado a la bebé, del lado izquierdo estaba Lorenzo.La tormenta finalmente había pasado y Lorenzo estaba más tranquilo porque a Bianca se le pudo contener la hemorragia y no hubo necesidad de hacerle la histerectomía, aunque en ese momento no se sabía si lograría un nuevo embarazo.«Si solo son dos hijas lo que tendré me doy por bien servido, lo importante es que mi Bianca se recupere porque no podría vivir sin ella» pensó Lorenzo emocionado.En ese momento Bianca estaba en la sala de recuperación, cuando despertara de la anestesia la pasarían a una habitación―Es tan hermosa ―dijo Gia con un suspiro pensando en cuando su bebé naciera.―Y tan pelirroja como la madre ―replicó Dante con satisfacción ―No pintas nada, Lorenzo ―le dijo a modo de broma.―Después de est
Gia entró por la puerta principal del hospital y se acercó a la recepcionista. Una sonrisa de inocencia adornaba su rostro.―Me puede indicar cual es el consultorio del doctor Fabricio ―preguntó en la recepción.―En el segundo piso, consultorio doscientos treinta y cuatro, si no hay nadie espere un ratito que el doctor debe estar en el desayuno de bienvenida que le hizo el personal.―Gracias, no hay problema, esperaré.Gia estaba furiosa, su rabia se había calentado mucho cuando supo por medio de Bianca, que Lorenzo había podido contactar con él por teléfono y orgulloso le envió unas fotos de Gianna y de Anna Carmela, en una de las fotos salía su hijo Carmelo cuando estaba recién nacido y el único comentario de Fabricio fue que no le sorprendía que ella tuviera un hijo. «¿Quién demonios se cree él para juzgarme?» pensó.Hasta Lorenzo se molestó por el comentario de Fabricio y le dijo que no se atreviera a hablar mal de ella porque no lo toleraría, desde ese día no se habían vuelto a e
La enfermera que arrullaba a Carmelo levantó la cabeza cuando un olor desagradable llegó a su nariz, su jefe, el doctor Fabricio se había quedado mirando la puerta por donde la mamá del bebé había salido. Ella era enfermera de la sala de recién nacidos y recordaba muy bien a Gia de cuando estuvo hospitalizada por el nacimiento del bebé. Era difícil olvidar ese pelo rojo y a la chica que parecía una adolescente parada frente al vidrio de la sala de recién nacidos mientras las lágrimas corrían por su rostro.Sí había cargado al bebé era para que este no llorara más no por compasión a su jefe.―Doctor, debo volver a mi trabajo, tomé al niño ―dijo poniéndole al bebé en los brazos.Fabricio la miró con un brillo de desesperación en sus ojos, como preguntando ¿Y ahora qué hago? Ella lo ignoró y caminó hasta la puerta del salón y antes de salir se giró.―Por cierto, doctor, el bebé tiene el pañal sucio, tiene que cambiarlo ―le soltó antes de desaparecer.Fabricio entrecerró los ojos, sabien