Capítulo 04. Eclipse total

   Leonid agarró piedras y una rama en forma de vara, él no entiende ni cree posible que pueda transformarse en lobo.

   —Has lo del fuego, quizás así podamos escapar —susurró Leonid.

   —Es lo que trato de hacer —respondió Aisha desesperada tratando de hacer magia sin obtener resultados.

   Los lobos brincaron encima de ellos atacando con las fauces abiertas.

   Aisha tomó a Leonid y trató de desaparecer con él, pero estaba tan nerviosa que no pudo hacerlo a la primera y en cuestión de segundos se llevaron a Leonid sujetándolo de los brazos.

   A Aisha la tomaron también, pero antes de que pudieran arrancarle la cabeza ella desapareció.

   Cuando Leonid despertó estaba en un calabozo muy oscuro, se sorprendió al darse cuenta que podía ver perfectamente a pesar de la oscuridad.

   Su ropa estaba ensangrentada y sucia, recordó como lo habían arrastrado, pero él no estaba herido.

   Le parecía imposible de creer, pero no tenía ni un rasguño y es por la curación inmediata que le da su lobo.

   Unos ojos brillantes de lobo lo observaron, pero era un hombre y se acercó a la claridad de la luna que se filtraba por una pequeña ventanilla de ventilación.

   — ¿Quién eres? —Preguntó Leonid e instintivamente se pegó a la pared.

   —Mi nombre es Boris Taylan, Alfa de la manada Selenials.

   —No puedo decir que es un gusto —enfatizó Leonid halando sus muñecas encadenadas a gruesas cadenas en el suelo.

   —Pues para mí sí lo es, sobrino.

   —Usted está equivocado señor…

   —Alfa, no señor, soy tu Alfa.

   —Alfa, rey, patriarca o lo que se le antoje, yo no soy su pariente. Desde temprano me confunden con alguien que no soy.

   Boris sonrió de lado.

   —Cuando me dijeron no lo podía creer. Tanto buscarte y llegaste solo con una hechicera del Oriente, nada más y nada menos. ¿Dónde está la bruja?

   —Jamás me habían secuestrado, me pasan de unos a otros y yo ni sé qué está pasando.

   Boris se echó a reír.

   —Verás Leonid Taylan, Allá afuera hay un pueblo que necesita liderazgo, yo quiero tomarlo y lo merezco; pero no puedo porque tú existes.

   Leonid trató de negociar entonces.

   —No necesito una herencia. Yo solo quiero regresar a mi vida, dígame dónde le firmo y le cedo todo lo que necesite y jamás me volverá a ver.

   Boris negó con la cabeza.

   —Eres sincero, en realidad no tienes idea de qué eres.

   —Mejor para los dos, ¿no le parece?

   —Leonid, el problema es que somos lo que somos y tú, sobrino, te pareces bastante a mí. Te gusta el poder, el liderazgo y ser alabado.

   —Solo es mi trabajo…

   —No, es lo que llevas en tu sangre, la magia de la diosa corre por nuestras venas pura sin mestizaje, no es casualidad que atraigas a las masas, tu capacidad e inteligencia para destacar en lo que te propones y que todos te sigan.

   Boris se levantó y se acercó a él, llevaba ropa de marca y una corona en forma de hojas de olivo en su cabeza, paró con las piernas abiertas en postura arrogante, lo miró hacia abajo y continuó.

   —Aunque desaparecieras, mi problema es tu existencia, he hecho demasiado para estar donde estoy; así que cuando te mate esta noche frente a la manada seré el legítimo Alfa sin lugar a dudas.

   No muy lejos de allí Aisha entró a una cueva y los hombres que estaban adentro gruñeron en actitud defensiva listos para atacar.

   Aisha levantó sus manos en señal de paz.

   —Por favor no se transformen, necesito hablar con ustedes.

   — ¿Qué quiere de nosotros una hechicera del Oriente?

   —Buscó a los lobos Beta y Delta del legítimo Alfa de la manada Selenials.

   —Vete de aquí bruja, si no quieres terminar en pedacitos —exclamó el líder de los hombres.

   —He venido a buscarlos porque su verdadero Alfa, Leonid Tarásov los necesita.

   El grupo de hombres era pequeño, apenas unos quince, pero Aisha pudo identificar que dos de ellos eran los más poderosos y los líderes del grupo, tenían que ser el Beta y el Delta de Leonid.

   El hombre que le advirtió irse volvió a dirigirse a ella:

   —Leonid Taylan murió siendo un niño a manos de una hechicera del Oriente, así que tú eres muy estúpida por venir aquí…

   —Eso es una vil mentira, fue Boris Taylan quién mató a su hermano y cuñada, mi madre escondió a Leonid, pero ahora él lo tiene, yo apenas pude escapar y no puedo salvarlo yo sola.

   En la manada Selenials una enorme luna rojiza estaba en su punto más alto.

   Había eclipse total y los lobos sabían que esto era una señal de cambio.

   El pueblo selenita fue reuniéndose como era cotidiano en su forma de lobos.

   Leonid se sentía muy debilitado, lo habían bañado con un agua con olor herbal que lo intoxicaba, no podía mantener los ojos abiertos.

   — ¿Qué diablos es eso? Siento que me quemo y me ahogo en ácido.

   «Cicuta, la hierba es tóxica para los licántropos, tu tío nos necesita débiles» Le explicó Akron.

   Abrieron la puerta y sacaron a Leonid encadenado de pies y manos con amarres impregnados de infusión de cicuta.

   Boris estaba de pie con una armadura de lobo plateada y se dirigió a los lobos.

   —Al morir mi hermano con mi cuñada e hijo en manos de los hechiceros del Oriente a mí me hicieron un maleficio que obstaculiza mis poderes de Alfa de manada. Los hechiceros envían a este hombre que quiere engañarnos.  

   Todos los lobos miraron sin entender quién es este hombre al que detectaban con aroma a Alfa, Boris continuó.

   —Imagino que se sienten confundidos. ¡Selenitas, contemplen a quién asegura ser el Alfa que les ha enviado la diosa! —Exclamó Boris con voz autoritaria.

   Leonid escuchó lamentos y gruñidos de los lobos presentes.

   Boris se acercó a él y lo miró a los ojos con una sonrisa burlona y continuó su teatro de buen líder y exclamó.

   —Si eres el legítimo Alfa de la manada Selenials, reclama tu liderazgo ante este tu pueblo.

   Leonid estaba muy debilitado para objetar.

   Boris exclamó disfrutando de su ardid.

   — ¡No puede!, es una marioneta de los hechiceros del Oriente, si él es el verdadero Alfa, la diosa Selene evitará su muerte.

   Nada pasó y Leonid no estaba sorprendido de que no llegara ninguna deidad a salvarlo.

   Boris desenvainó una espada.

   —No te mataré como lobo, no mereces el honor.

   De la nada un trueno ensordecedor dio paso a un aguacero.

   Boris miró al cielo arrugando las cejas, no había nubes de tormenta, para nada era una lluvia normal.

   El viento sopló tan furioso que los árboles batían a punto de caer y el agua y brisa lavaban la cicuta limpiando a Leonid que se iba sintiendo más fuerte.

   —Nos atacan —gritó Boris a la vez que un grupo de lobos que ya se vio descubierto saltó en contra de los guardias.

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