Ella se acercó hasta él, los pies humedecidos chapoteaban suavemente mientras avanzaba por el suelo húmedo de la cripta. Los dos amantes se encontraron de pie, desnudos, en algún lugar perdido de las mazmorras.
—¿Por qué huyes de mí? —quiso saber la chica a unos metros de distancia—. Tú eres el vampiro, soy yo la que debería tener miedo… Pero…
—No lo entiendo —interrumpió él mientras la luz de la luna caía sobre su tez pálida a través de la ventana—. Sabes bien que no puedo amarte, no hay nada dentro de mí que se parezca a un sentimiento… ¿Por qué no me dejas en paz?
—Es que no me lo puedo creer, no es posible que seas tan frío… —replicó ella avanzando unos pasos lentamente.
—No es mi culpa… —él retrocedió para evitar la cercanía—. Los de tu especie, los hombres lobo, han invocado una magia muy poderosa, han sellado mi corazón, no soy capaz de amar, solo de sufrir… —levantó la mano para señalar su pecho. Una marca oscura con bordes violáceos se encontraba justo en medio del mismo, como si se tratase de un moretón a la altura de su corazón—. Nuestros pueblos han luchado durante siglos, deberíamos estar tratando de matarnos en ese momento…
—Ese hecho es lo que me da la razón, tú no eres como los demás. Te he observado, he visto cómo tratas a la naturaleza, tu forma de relacionarte con el mundo tiene una dulzura que no he visto nunca, ni en humanos, ni en vampiros…
—¡Ya basta! —gritó Asher y enseñó sus colmillos al verse acorralado—. Debes alejarte de mí, no quiero lastimarte…
—¿Crees que puedes hacerlo? —respondió ella de manera desafiante, sus uñas crecieron hasta convertirse en filosas garras y su aspecto cambió ligeramente al de un lobo.
—No me refiero a eso… —el vampiro bajó un poco el tono de su voz, pero no abandonó su postura de defensa—. Si te enamoras de mí tu destino será la agonía, no hallarás sitio en mi alma, no hay en mi corazón rastro alguno de calidez. Solo serás el eco de una pasión que se suma al implacable silencio que abunda en mi interior…
El cielo de aquella noche fue incapaz de lucir sus estrellas. La totalidad del firmamento estaba cubierto por una espesa capa de nubes grises que de vez en cuando destellaban para anunciar la proximidad de un trueno. Sucesos sumamente escandalosos, algunos incluso rozando lo violento con cada conexión a tierra. Con cada descarga la parte posterior de las nubes se teñía de un blanco tan poderoso que encandilaba a cualquier que estuviera concentrado en aquella lluvia. Y ni hablar de aquellos que estando distraídos eran sorprendidos por el rugido de los truenos, responsables de pequeños infartos a lo largo y ancho de la región. Las calles de la ciudad y los barrancos de las carreteras parecían unos pequeños arroyos que encontraban su destino en los desagües estratégicamente colocados en la arquitectura de las zonas habitables. Aunque aquella ingeniería humana sólo servía para que las calles no se inunden por completo, convirtiéndose en peligrosos ríos artificiales que se lleven en su c
Cuando la chica regresó su atención a la conversación esta ya estaba llegando a su fin. —Oh… creo que me ha caido todo el cansancio junto —anunció Erick con los ojos entrecerrados—. Siento que voy a desmayarme —alegó con un profundo bostezo. Su asistente lo miró extrañada, conocía la resistencia de su jefe, que podía pasarse semanas enteras durmiendo un par de horas para no dejar de trabajar. Asumió que el viaje había sido más pesado de lo que parecía y no le dio mayor importancia. —¡Heralio! ¡Lleva a nuestros invitados a su habitación! —gritó Deva en tono de orden, luego redujo el volumen para dirigirse a ellos—. Estoy segura que el trayecto ha sido agotador, será mejor que ahora descansen y mañana podremos hablar con mayor tranquilidad.—Sí, creo que será lo mejor… —respondió Erick poniéndose de pie y su asistente hizo lo propio. El mayordomo ya los estaba esperando a los pies de la escalera—. Pido disculpas, es descortés irme a dormir sin haberme presentado con el señor Bastián…
Ella se quedó de pie, un poco confundida, un poco ofendida, aunque lo que más abundó en su interior fue una ferviente atracción hacia ese misterioso joven. Le tomó unos cuantos segundos recuperarse de aquel remolino de emociones, y aunque no era cierto del todo que tenía hambre, decidió bajar de todas formas a pedir algo, pues lo que rotundamente no poseía luego de aquel encuentro era sueño. Fue fácil reconocer la cocina porque era la habitación más iluminada de toda la casa, y además la más moderna. Pues la estética antigua y gótica se perdía completamente entre tantos elementos modernos. Cafeteras, microondas, estufas eléctricas y alacenas brillantes. Al igual que los demás, era un cuarto muy amplio, en medio había una enorme mesada rectangular de acero inoxidable con algunos recipientes con semillas y otras especias encima. Las mesadas de las paredes eran del mismo material y era donde se lucían los electrodomésticos además de una gran cantidad de cuchillos profesionales. Alred
A pesar de sus claras intenciones por cumplir con la premisa que había manifestado, fue imposible para Nila conciliar el sueño. Los sonidos desconocidos de la mansión inundaban el ambiente, aunque los más penetrantes fueron aquellos golpes constantes que venían desde la habitación del fondo y se volvían aún más incómodos al tener certeza de qué los estaba provocando. Por momentos los ronquidos de su jefe conseguía opacar el ruido ambiental, pero evidentemente no facilitaban la tarea de dormir. Sin embargo, entre todas aquellas distracciones había una que lograba sobreponerse a las demás. Y es que esos profundos ojos negros que la sorprendieron fisgoneando regresaban a su cabeza constantemente, un recuerdo que venía acompañado por la sensación de la mano sobre su boca, la suavidad de la palma apretando sus labios fue una reminiscencia que le hizo remojar los mismos con la lengua mientras una ligera liviandad se desparramaba dentro de su estomago. “¿Qué me pasa?”, se cuestionó a sí mis
El largo suéter fue lo suficientemente extenso como para cubrir las partes nobles del muchacho. Aunque a Nila no le alcanzaron los dedos para cubrir su rostro enrojecido de vergüenza, algo que de todas formas no le impidió mantener la mirada firme en él. Quedó fija en las piernas desnudas más segundos de los que podría considerarse apropiado. La única pupila que tenía paso libre entre los dedos de la chica subió hasta localizar el rostro del joven que la observaba con una expresión nula. Fue la primera vez en su corta estadía que ella demostró una reacción sincera, sin embargo eso no evitó que el Asher fuera ajeno a esas emociones y se dispusiera a quitarse el suéter tomándolo por la parte de abajo. —¡Espera! —gritó Nila desde el pasillo—. ¡¿Qué haces?! ¡¿Eres degenerado o algo así?! —¿De qué estás hablando? —se confundió él, interrumpiendo su acción—. Eres tú la que está parada ahí husmeando en mi habitación… —Pero al menos cierra la puerta… —ella sabía en su interior que aquella
La vegetación a su alrededor estaba completamente humedecida. Tanto por el paso de la lluvia como por el cotidiano rocío matutino, aunque claro, no había manera de diferenciar entre ambos fenómenos. Las botas se hundían un poco en el barro con cada paso y le resultó casi imposible camuflar el sonido de su avance entre los árboles que se interponían en su camino. El rifle imponía todo su peso sobre el hombro de Bastián, aunque su postura no se veía afectada por ello, su mirada al frente desbordaba seguridad, pues al parecer su prodigioso olfato le indicaba exactamente dónde se hallaban los invasores. Una tenue niebla cubría el ambiente, un vaho silvestre imposible de fracturar, pues hasta la más espesa bruma es capaz de amoldarse incluso en los terrenos más hostiles. Tras subir una pendiente el hombre dio de súbito con una escena que a estas alturas ya le resultaba familiar. Chasqueó los dientes con desprecio al ver a un grupo de tres lobos devorando a una oveja, o al menos lo que qu
Una tenue calma se deslizó en el terreno, se mezcló con el aliento emanado por ambos contendientes. La humedad ambiental hizo visibles aquellas respiraciones, el vaho salía de las bocas con una frecuencia casi constante, pues aquella templanza no era más que una ilusión, un engañoso anuncio de la violencia que estaba a punto de estallar. —Sabía que no tardarías en aparecer, Gratter —entonces lanzó al animal que tenía apretado entre sus dedos con tanta fuerza que llegó hasta los pies de la imponente criatura—. Te he estado buscando en las largas noches… —Por supuesto que una alimaña como tú se esconde entre la oscuridad —vociferó el lobo humanoide, el sonido era grueso y extendido. —¡Siempre es lo mismo con ustedes! —enfureció Bastián, sin permitir que su expresión oculte ese sentimiento—. Llegan estas fechas y se vuelven un grano en el culo… —masculló casi para sí mismo esta vez. Seguido de un largo y desganado suspiro que soltó mientras metía un par de proyectiles dentro de su ri
Gratter resopló con fuerza y giró un poco la vista en dirección a su espalda.—¡¿Esos de ahí atrás te parecen que tienen algo que ver con tu estúpida venganza?! —gritó con furia, haciendo referencia a sus hermanos caninos. —¿Esos? —Bastián hizo un esfuerzo con su cuello apresado para poder mirar a los cadáveres—. Me robaron mis ovejas… —luego continuó con cierto tono de burla—. Digamos que los maté por gusto… —concluyó al mostrar una pequeña sonrisa. —¡ERES UN HIJO DE PUTA! Las venas se marcaron por los músculos del brazo que el hombre lobo levantó para fulminar a su enemigo. Un puñetazo capaz de partir un árbol al medio ciertamente es una potencia que el cráneo de Bastián no podría soportar. Sin embargo, este no parecía estar bajo ninguna presión. Todo lo contrario, la pequeña sonrisa se incrementó al darse cuenta que su provocación tuvo efecto. Tanto fue el gozo de acertar aquella mofa que dicha sonrisa creció, y creció, hasta desgarrar los labios más allá de sus límites La piel