Parte 1

El cielo de aquella noche fue incapaz de lucir sus estrellas. La totalidad del firmamento estaba cubierto por una espesa capa de nubes grises que de vez en cuando destellaban para anunciar la proximidad de un trueno. Sucesos sumamente escandalosos, algunos incluso rozando lo violento con cada conexión a tierra. Con cada descarga la parte posterior de las nubes se teñía de un blanco tan poderoso que encandilaba a cualquier que estuviera concentrado en aquella lluvia.

Y ni hablar de aquellos que estando distraídos eran sorprendidos por el rugido de los truenos, responsables de pequeños infartos a lo largo y ancho de la región. Las calles de la ciudad y los barrancos de las carreteras parecían unos pequeños arroyos que encontraban su destino en los desagües estratégicamente colocados en la arquitectura de las zonas habitables.

Aunque aquella ingeniería humana sólo servía para que las calles no se inunden por completo, convirtiéndose en peligrosos ríos artificiales que se lleven en su cauce gran parte de las viviendas. Pues para salvar el resto del terreno de la humedad no había muchas opciones, todo lo que la vista alcanzaba estaba mojado, cubierto por un acuoso brillo que resaltaba con la luz de las farolas. 

El largo camino que llevaba hasta la mansión de los Lestter no era la excepción. Las rocas que lo cubrían estaban bañadas completamente y la infinidad de gotas que se desprendían de las nubes rompían con furia contra todo el trayecto, tanto en el relleno rocoso como en los arbustos floridos que estaban dispuestos a los costados, incluso en los árboles detrás de estos que se extendían hasta las profundidades de la oscuridad para formar un amplio y frondoso bosque. Al final de aquel largo sendero posaban las rejas que formaban el portón de la entrada.

Las mismas se abrieron por sí mismas con algún mecanismo electrónico controlado de forma remota. Cuando las mismas dejaron de bloquear el camino, el vehículo con vidrios polarizados avanzó para adentrarse en los jardines propiamente dichos de la gravosa propiedad.

A simple vista era muy fácil reconocer la gran inversión que había en el edificio, además de su innegable antigüedad. La parte superior de las paredes estaba cubierta por una gruesa capa de enredaderas que decoraban la fachada cayendo en forma de lianas con hojas verdes. Los techos en forma de punta denotaban una suerte de estilo gótico, aunque los colores de las flores en el jardín rompían un poco aquella oscuridad.

Los visitantes habían oído rumores sobre aquellos inquilinos y no se esperaban aquella decoración tan colorida, pues los habitantes del pueblo no perdieron oportunidad para explicarle a los turistas que en la susodicha mansión vivían vampiros.

Lo que ninguno de esos pobladores sabía es que aquellos visitantes en un auto lujoso no eran ni de cerca unos “turistas” normales. Pues en el costoso automóvil que se adentraba en los jardines de la mansión, iba una figura muy importante del mundo de los negocios. Erick Pharrow, un inversionista veterano, aunque por su aspecto nadie diría que tiene más de treinta años, cuando en realidad duplica esa edad. 

—¿Puedes creer a esos pueblerinos? —se burló el millonario desde el asiento trasero—. Hablando de vampiros y esas tonterias. 

—Las zonas rurales suelen ser muy supersticiosas, señor —respondió el chofer con las manos en el volante. 

—Es lo que provoca la falta de educación —continuó Erick. Luego giró el rostro a su izquierda—. ¿Y tú? ¿Crees que estás personas sean vampiros? —preguntó con cierta ironía a la chica que iba sentada junto a él. Una jovencita de ojos cafés y profundos un poco ocultos tras su cabello lacío oscuro, llevaba puesta una camisa blanca debajo de un saco corto color negro y de algodón. En las piernas una falda hasta las rodillas del mismo material y color, dejando expuestas sus piernas hasta los zapatos de correas que decoraban sus pies. La pregunta fue ignorada, y los dedos de la chica que sostenían el bolígrafo continuaron escribiendo sobre el cuaderno encima de su falda. Estaba lleno de anotaciones y números—. ¡Oye! Te estoy hablando, Nila… —exclamó el hombre al verse ignorado. La asistente tuvo un ligero sobresalto, pero sin perder en ningún instante su compostura y su seriedad. Subió con el índice sus anteojos por el puente de su nariz de manera lentamente y respondió de manera tranquila

—Estoy tratando de que estos números cierren —dijo con absoluta seriedad, casi ofendida por la interrupción, luego encogió los hombros—. No tiene ninguna importancia si son vampiros o extraterrestres mientras que estén dispuestos a hacer el trato con nosotros, ¿Verdad? —dijo finalmente y ante aquella declaración su jefe mostró una ligera sonrisa de orgullo.

—Tienes toda la razón —admitió Erick volteando la cabeza para mirar por la ventana, el auto había llegado hasta la mansión. Tuvo que rodear una fuente de agua que estaba dispuesta justo delante de la puerta principal para estacionarse frente a la misma. 

—Hemos llegado… —anunció el chofer y tanto jefe como asistente se bajaron con sus respectivos paraguas abiertos. 

El sonido de las gotas rompiendo sobre la lona de esas sombrillas los acompañó mientras subían por las escaleras del enorme pórtico. La escasez de luces en el jardín contribuyó al ambiente lúgubre, solo un farol dispuesto sobre la entrada hizo sombra en los invitados.

Erick estiró el dedo y presionó el enorme botón del timbre, el cual al sonar se asemejaba más a una campana. Los socios se miraron un poco extrañados por ello y luego clavaron la vista en la puerta. Tras unos segundos el picaporte se movió y un anciano encorvado apareció desde el interior, por la ropa que vestía era muy fácil deducir que se trataba del mayordomo.  

—Buenas noches… —saludó Erick y Nila asintió en forma amigable.

—Ustedes deben ser los inversionistas, pasen, el señor Lestter los está esperando… 

Al ingresar se toparon con un enorme salón y aunque la iluminación era mucho mejor que afuera, tampoco se podría decir que era muy visible. Solo un par de focos eléctricos a los costados y el resto eran velas dispuestas sobre lujosos muebles que brillaban con la danza del fuego—. ¿Le puedo ofrecer algo? —preguntó el anciano, pero antes de que pudiera recibir una respuesta una cuarta voz se sumó a la conversación. 

—Eso no se pregunta, Heralio —dijo una mujer que apareció desde uno de los pasillos aledaños de la sala principal, llevaba puesto un largo vestido carmesí que le llegaba hasta los talones y en la mano traía una copa de vino casi vacía—. Nuestros invitados deben estar exhaustos por el viaje, prepara para ellos un té y luego asegúrate que su habitación esté en condiciones… 

—Sí, señora —respondió el mayordomo con una sonrisa antes de marcharse a cumplir la tarea. 

—Usted debe ser Deva —supuso Erick extendiendo su mano para un apretón de saludo, pero la dueña de casa extendió su mano con los dedos estirados hacia abajo y mostrando el dorso de la misma, fue cuando se pudieron ver con claridad sus uñas puntiagudas y negras. Él interpretó de manera correcta esa acción y la tomó por la palma para dejar un beso rápido sobre los nudillos de la mujer—. Es un placer conocerla… —admitió por cortesía y luego dio unos pasos hacía atrás—. Yo soy Erick y ella es mi asistente Nila.

—Buenas noches… —dijo la chica con una mirada seria debajo de sus anteojos. 

—El placer es nuestro… —respondió la anfitriona sin perder la elegancia. Mostró una ligera sonrisa, pero fue suficiente para que sus pómulos se redondearan notablemente—. Tomen asiento… —señaló unos sillones dispuestos alrededor de una mesita de té—. Mi esposo ha tenido que salir, pero pronto llegará. Debo decir que nos emociona mucho el interés que tienen sobre nuestras tierras.

—Bueno, como debe saber hay rumores de que puede estallar la guerra en oriente… —explicó Erick.

—Tengo algunos contactos importantes que lo aseguran… —replicó Deva moviendo ligeramente su copa para remover un poco el vino estacionado. 

—Así es —continuó el invitado—. Las acciones de la industria ganadera oriental están cayendo. Lento, pero seguro. Es por eso que está puede ser una gran oportunidad para ustedes. 

—Es una pena que tenga que pasar una tragedia semejante para ello… —comentó la señora Lestter antes de dar un sorbo profundo. Todos sus movimientos eran lentos y elegantes, con una postura erguida y las piernas cruzadas. 

—Nosotros no somos responsables de las decisiones de los políticos… —interrumpió Nila, siempre miraba fijamente a aquellos a los se dirigía, y ni siquiera parpadea.

Los zapatos de Heralio sonaron desde el pasillo de la cocina, los presentes se voltearon hacía él y guardaron silencio mientras se acercaba a depositar la bandeja sobre la pequeña mesa. Dejó las tazas con la infusión desprendiendo vapor delante de los respectivos invitados, los cuales le agradecieron sinceramente antes de que el anciano se retirara. 

—En fin… —rompió Erick la situación silenciosa—. No tengo ninguna duda que los mercados no tardarán en voltear hacía aquí, y creo que podemos ayudarlos a sacar buenas ganancias de sus cultivos. 

Nila tomó un pequeño sorbo de su taza no por la temperatura del mismo, que era alta, sino más por su desagrado hacía el té. Solo estaba tratando de no despreciar la hospitalidad. Erick en cambio lo tomó con gusto, en menos de cinco tragos largos se acabó la infusión, algo que despertó una sonrisa en Deva, parecía de agradecimiento, pero la chica de antojos pudo notar algo extraño en la mirada de la refinada mujer. Un aura casi siniestra. Algo en el interior de la joven despertó una especie de instinto, como un sexto sentido que le hizo dejar la taza que sostenía en las manos inmediatamente en su respectivo sitio.

La conversación entre los otros dos derivó a temas más mundanos, algo que hizo perder el interés de Nila al instante y prefirió distraerse con los alrededores. Echó un vistazo a la habitación. Lo primero que pudo notar fue que los muebles estaban extremadamente cuidados a pesar de ser añejos, por los diseños consiguió deducir que eran demasiado antiguos, con una estética gótica que ya casi no se ve.

Sobre los mismos había distintos tipos de decoraciones, jarrones, cajas de música y retratos familiares de pie. El lugar era más amplio de lo que parecía a simple vista, cuando se prestaba atención se podía descubrir la extensión del salón. Al fondo del mismo había una escalera con incrustaciones de ópalo para redondear los bordes de los escalones.

La escalera se abría en dos en la mitad de altura, consiguiendo dos caminos a los pisos superiores. Justo en esa bifurcación, sobre la pared había un enorme vitral. Una ventana construida con distintos trozos de colores que formaban la figura de un hombre, debido a la falta de sol no era posible ver su efecto en ese momento. 

La vista de Nila continuó subiendo hasta posar los ojos en los corredores superiores que estaban descubiertos, haciendo que sean una suerte de extensos balcones en ambos lados del salón. Al recorrerlos con los ojos disimuladamente se topó directamente con otra mirada.

De pie junto a la barandilla había un joven que la observaba directamente. La conexión visual se mantuvo unos segundos, las voces de la conversación entre los otros dos sonaron de fondo sin importancia. La chica no hizo ninguna manifestación, solo se limitó a mirarlo fijamente y él hizo lo mismo. 

El muchacho desencajaba un poco con la estética del sitio. Su cabello ondulado y despeinado y cubierto con un suéter tan largo que llegaba a parecer un vestido, mientras la extensión de sus mangas solo permitían ver la punta de sus dedos y en las piernas unos jeans modernos con unas zapatillas de lona negras.

Aunque quizás lo más distintivo eran sus profundas ojeras que se remarcaban aún más debido a su blanquísima piel. Él también prestó atención a su aspecto, aunque luego de unos segundos simplemente se dio media vuelta y se perdió por una de las puertas de los pisos superiores. 

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