Cuando la chica regresó su atención a la conversación esta ya estaba llegando a su fin.
—Oh… creo que me ha caido todo el cansancio junto —anunció Erick con los ojos entrecerrados—. Siento que voy a desmayarme —alegó con un profundo bostezo. Su asistente lo miró extrañada, conocía la resistencia de su jefe, que podía pasarse semanas enteras durmiendo un par de horas para no dejar de trabajar. Asumió que el viaje había sido más pesado de lo que parecía y no le dio mayor importancia.
—¡Heralio! ¡Lleva a nuestros invitados a su habitación! —gritó Deva en tono de orden, luego redujo el volumen para dirigirse a ellos—. Estoy segura que el trayecto ha sido agotador, será mejor que ahora descansen y mañana podremos hablar con mayor tranquilidad.
—Sí, creo que será lo mejor… —respondió Erick poniéndose de pie y su asistente hizo lo propio. El mayordomo ya los estaba esperando a los pies de la escalera—. Pido disculpas, es descortés irme a dormir sin haberme presentado con el señor Bastián…
—No te preocupes, es entendible el cansancio… —respondió la señora de la casa antes de despedirlos cuando comenzaron a subir las escaleras.
La joven ahora estaba inmersa en la zona que hace un momento solo recorrió con un vistazo. El vitral en medio de la escalera era mucho más grande y hermoso cuando lo vio a pocos centímetros, y las velas repartidas a lo largo del corredor/balcón desprendían un suave calorcito que causaba placer al pasar cerca, sobre todo luego de venir de afuera, donde la tormenta aún arremetía contra el mundo.
Tras dejar algunas habitaciones detrás Nila se volteó disimuladamente en la puerta donde se había escabullido el misterioso muchacho. No estaba cerrada del todo, solo había una pequeña abertura, aunque fue suficiente para echar un rápido vistazo al interior. No es que pudiera ver mucho, aunque alcanzó a reconocer un lienzo colocado en un atril donde había pintado algunas formas en distintos tonos de rojo.
Al llegar al extremo del corredor doblaron en la esquina y continuaron hasta la mitad de ese nuevo pasillo, hasta una puerta de madera clara. Desde esa habitación salieron dos sirvientas con algunas mantas en las manos. “El cuarto está listo”, anunció una de ellas y con una pequeña reverencia hacia los invitados se alejaron.
—Por favor, pasen por aquí —dijo Heralio entrando al cuarto que abandonaron sus compañeras de trabajo. Era bastante amplio, supusieron que todos eran iguales dentro de la enorme vivienda. Había camas de sobra, siendo unas cinco en total. Un alto armario en uno de los costados y el ingreso al baño privado junto al mismo. En uno de los colchones reconocieron al chofer completamente dormido. Ninguno de los inversionistas recordaban su nombre, ya que fue contratado a última hora específicamente para ese viaje—. Pueden utilizar el baño y sentirse como si estuvieran en su casa. Si tienen hambre pueden ir a la cocina, siempre hay un criado dispuesto a preparar algo. La habitación de los señores es la del fondo a la derecha… —su semblante se oscureció un poco antes de continuar—. Les recomiendo evitarla durante la noche —aconsejó finalmente con seriedad. Tras ello se marchó con una media vuelta.
—No parece estar acostumbrado a recibir las gracias… —comentó Nila.
—Da igual, es su trabajo… —respondió su jefe con desgano y arrastró los pies hasta una de las camas libres y se dejó caer sobre la misma boca abajo, balbuceó algo con el rostro hundido en las mantas, por lo que fue inentendible.
—Deberías darte una ducha primero… —aconsejó Nila al acercarse hasta los bolsos de mano que ya habían sido trasladados hasta el lugar. Abrió el suyo para conseguir unos sobres de shampoo y la ropa para dormir que simplemente consistía en un conjunto de ropa interior y un largo camisón morado que la cubría hasta los tobillos. En todo ese movimiento se sorprendió por la falta de respuesta por parte de Erick, se volteó con las cejas curvadas hacia abajo y replicó—. ¡Oye! ¡Te estoy hablando! —y entonces consiguió su respuesta, aunque no fue lo que esperaba. Unos fuertes ronquidos llegaron hasta sus orejas, incrementando el enojo de la chica—. Que tarado… —masculló—. No me pagas para esto… —le dijo a su jefe al acercarse hasta él para quitarle los zapatos junto a los calcetines. Luego hizo un gran esfuerzo para voltearlo, si no fuera por los ruidosos ronquidos podría haber pasado por muerto, aunque girarlo resultó ser lo más fácil, porque quitarle el cinturón para luego remover los pantalones no fue una tarea nada sencilla, mucho menos con alguien que no ponía ayuda de su parte. Hizo un poco más de trabajo con el saco, pero ya con la camisa decidió que sería demasiado. Tras cubrir al hombre con las mantas y doblar la ropa lo más perfectamente posible a un costado se dirigió directamente hasta el baño.
La estadía dentro de la tina no fue nada fugaz. La contadora se tomó su buen tiempo sumergida en el agua caliente, disfrutando la sensación de sus pulmones al ser regenerados con el vapor que cubría todo el sitio. El espejo empañado solo mostró una figura borrosa de su desnudez y algunas gotas condensadas hicieron trayecto hasta abajo sobre ese cristal.
Salió con el cabello sin rastros de humedad gracias a su secador y cubierta con el camisón, dispuesta a dormir plácidamente. Una ojeada veloz sobre la pantalla de su smartphone le reveló que habían pasado las tres de la mañana.
El sonido de la lluvia sería un relajante perfecto para conciliar el sueño. O al menos eso es lo que creyó, pues los sonidos típicos de una casa añeja hicieron presencia de inmediato. No es que fueran realmente alarmantes, pero los crujidos de las maderas eran un poco incómodos, sobre todo por la frecuencia.
—Demasiado frecuentes… —susurró la chica para sí misma luego de un rato metida dentro de las sabanas. Volteó hacia los costados, sus dos compañeros de cuarto estaban completamente desmayados, era imposible que pudieran oír el sonido que ella había identificado. Además la lluvia, aunque desde allí dentro sonaba distante, opacaba bastante el mismo, sin mencionar que ya de por sí era muy poco audible. Sin embargo, la constancia del ruido despertó inevitablemente la atención de Nila, hasta el punto que toda su concentración optó por gastar energías allí, haciendo la tarea de dormir absolutamente imposible.
Echó otro vistazo hacía sus compañeros solo para comprobar de nuevo que no podía contar con ellos. Vencida por la curiosidad se quitó las mantas de encima y apoyó las plantas de los pies sobre el helado suelo. Avanzó hasta la puerta y la abrió con mucha cautela, el pasillo estaba mucho menos iluminado que antes, los pocos focos de la casa se habían apagado en su totalidad, y de las velas solo quedaban menos de la mitad.
Quizás eso sería una ventaja para ella, aunque en su condición de inquilina le causó una suerte de temor. Al salir, había corrido con mucha suerte de que las bisagras nos hicieran ruido, por lo que no quiso arriesgarse y dejó la puerta del dormitorio abierta. De todas formas, a los otros dos no parecía importarles demasiado.
Agudizó las orejas lo máximo posible y cerró los ojos como una acción innata para oír mejor, como si al cancelar ese sentido incrementara la eficacia de los demás. Y en cierta forma funcionó, pues solo tardó unos segundos en identificar la dirección del susodicho sonido.
Giró lentamente la cabeza sobre su hombro, ante ella se desplegó la visión del largo corredor a oscuras, con el entorno solo identificable por tenues luces danzantes. Aquello quería decir que los habitantes o estaban dormidos, o prescindían de iluminación para moverse.
La fuente de sonido parecía provenir desde el fondo. Los arcos de los pies se elevaron, para caminar de puntillas y amortiguar un poco el sonido de sus pasos. Además de andar con lentitud por el mismo motivo. Mientras más avanzaba más iba tomando forma el misterio sonoro.
Lo que antes parecían ligeros golpes en realidad era una especie de rechinar, además al acercarse casi al final del corredor, y a la fuente del enigma, aparecieron otros sonidos, que los primeros instantes fueron irreconocibles, pero no tardó en reconocerlos. Se trataban de jadeos y gemidos. Supo entender entonces que aquellos chirridos eran de una cama.
La puerta de la última habitación estaba completamente abierta y no había dudas de que allí era el origen de todo el alboroto. Nila se asomó ligeramente por el borde y se encontró directamente con una escena privada de los dueños de la casa. Aunque de privada tenía poco al dejar la entrada despejada completamente.
Las piernas de la intrusa temblaron con ligereza y su primera reacción fue apartarse, sin embargo, al reconocer que los dueños de casa ni siquiera se habían inmutado volvió a asomar un poco, solo la mitad del rostro, lo suficiente para espiar. La señora Deva estaba sentada sobre su esposo dando pequeñas embestidas sobre la parte erecta, sin dejarlo salir del todo de adentro.
Él la sostenía por la cintura para marcar el ritmo, los dos estaban completamente desnudos y sus cuerpos brillaban por algún tipo de líquido. Al hacer una inspección más minuciosa, la contadora descubrió algunas copas de vino derramadas sobre el colchón y entendió que era eso lo que llevaban untado.
Los esposos aumentaron el ritmo y Nila sintió una gota tibia cayendo por el interior de sus piernas hasta la altura de su rodilla. No pudo evitar moverse los labios y una de sus manos se movió automáticamente, desplazándose con lentitud sobre la tela que cubría su muslo. La escena provocó un fuerte calor en ella y estaba a punto de ceder al mismo cuando algo la interrumpió súbitamente.
Un ligero toque sobre su hombro la hizo voltear con premura, sus ojos se abrieron ampliamente por la sorpresa y estuvo a punto de soltar un estruendoso grito, pero una mano firme presionó sobre su boca evitando que eso ocurra. Era el misterioso muchacho que había visto antes.
La luz tenue de las velas le otorgaron un contorno anaranjado mientras solo mostraban una mitad del rostro, fue en esta donde Nila reconoció la profundidad de su mirada. Y tal vez culpa de las hormonas despiertas, o quizás por la cercanía que no había estado en el primer encuentro, la chica quedó hipnotizada por aquellos ojos.
Él subió su índice hasta sus labios en un claro gesto de silencio. La chica asintió levemente y su expresión de sorpresa se aplacó un poco sin deshacerse del todo. Solo entonces el muchacho liberó la boca.
—No debes estar aquí… —susurró él.
—Lo siento, yo no quería… es solo que…
—Sígueme… —ambos se alejaron por el pasillo lentamente para no causar ruidos delatores—. Soy yo el que debe disculparse… —dijo él cuando la distancia fue prudente, aunque seguían susurrando—. Mis padres nunca cierran la puerta, y menos cuando tienen sexo. Es alguna clase de morbo que tienen.
—¿Tú eres el hijo del señor y la señora Lestter?
—Sí, mi nombre es Asher Lestter —el muchacho ni siquiera la miraba, y parecía competir en seriedad con ella, pues en ningún momento mostró ni la más remota expresión. Su rostro en todo momento, desde el principio, estuvo inerte, si no fuera por esa profundidad que ella había divisado en las pupilas, cualquiera hubiera dicho que ese joven carecía de alma.
—El mío es Nila Amery…
—Ajá… —respondió de forma indiferente el otro y se detuvo en la habitación de huéspedes—. Aquí está tu cuarto… —afirmó antes de darse media vuelta dispuesto a marcharse, aunque fue la chica quien impidió eso.
—Espera… —susurró de manera fuerte—. Tengo un poco de hambre, ¿Puedes indicarme dónde está la cocina?
—Abajo a la izquierda —ni siquiera se volteó a mirarla, y finalmente se marchó, perdiéndose en las penumbras de la casa.
Ella se quedó de pie, un poco confundida, un poco ofendida, aunque lo que más abundó en su interior fue una ferviente atracción hacia ese misterioso joven. Le tomó unos cuantos segundos recuperarse de aquel remolino de emociones, y aunque no era cierto del todo que tenía hambre, decidió bajar de todas formas a pedir algo, pues lo que rotundamente no poseía luego de aquel encuentro era sueño. Fue fácil reconocer la cocina porque era la habitación más iluminada de toda la casa, y además la más moderna. Pues la estética antigua y gótica se perdía completamente entre tantos elementos modernos. Cafeteras, microondas, estufas eléctricas y alacenas brillantes. Al igual que los demás, era un cuarto muy amplio, en medio había una enorme mesada rectangular de acero inoxidable con algunos recipientes con semillas y otras especias encima. Las mesadas de las paredes eran del mismo material y era donde se lucían los electrodomésticos además de una gran cantidad de cuchillos profesionales. Alred
A pesar de sus claras intenciones por cumplir con la premisa que había manifestado, fue imposible para Nila conciliar el sueño. Los sonidos desconocidos de la mansión inundaban el ambiente, aunque los más penetrantes fueron aquellos golpes constantes que venían desde la habitación del fondo y se volvían aún más incómodos al tener certeza de qué los estaba provocando. Por momentos los ronquidos de su jefe conseguía opacar el ruido ambiental, pero evidentemente no facilitaban la tarea de dormir. Sin embargo, entre todas aquellas distracciones había una que lograba sobreponerse a las demás. Y es que esos profundos ojos negros que la sorprendieron fisgoneando regresaban a su cabeza constantemente, un recuerdo que venía acompañado por la sensación de la mano sobre su boca, la suavidad de la palma apretando sus labios fue una reminiscencia que le hizo remojar los mismos con la lengua mientras una ligera liviandad se desparramaba dentro de su estomago. “¿Qué me pasa?”, se cuestionó a sí mis
El largo suéter fue lo suficientemente extenso como para cubrir las partes nobles del muchacho. Aunque a Nila no le alcanzaron los dedos para cubrir su rostro enrojecido de vergüenza, algo que de todas formas no le impidió mantener la mirada firme en él. Quedó fija en las piernas desnudas más segundos de los que podría considerarse apropiado. La única pupila que tenía paso libre entre los dedos de la chica subió hasta localizar el rostro del joven que la observaba con una expresión nula. Fue la primera vez en su corta estadía que ella demostró una reacción sincera, sin embargo eso no evitó que el Asher fuera ajeno a esas emociones y se dispusiera a quitarse el suéter tomándolo por la parte de abajo. —¡Espera! —gritó Nila desde el pasillo—. ¡¿Qué haces?! ¡¿Eres degenerado o algo así?! —¿De qué estás hablando? —se confundió él, interrumpiendo su acción—. Eres tú la que está parada ahí husmeando en mi habitación… —Pero al menos cierra la puerta… —ella sabía en su interior que aquella
La vegetación a su alrededor estaba completamente humedecida. Tanto por el paso de la lluvia como por el cotidiano rocío matutino, aunque claro, no había manera de diferenciar entre ambos fenómenos. Las botas se hundían un poco en el barro con cada paso y le resultó casi imposible camuflar el sonido de su avance entre los árboles que se interponían en su camino. El rifle imponía todo su peso sobre el hombro de Bastián, aunque su postura no se veía afectada por ello, su mirada al frente desbordaba seguridad, pues al parecer su prodigioso olfato le indicaba exactamente dónde se hallaban los invasores. Una tenue niebla cubría el ambiente, un vaho silvestre imposible de fracturar, pues hasta la más espesa bruma es capaz de amoldarse incluso en los terrenos más hostiles. Tras subir una pendiente el hombre dio de súbito con una escena que a estas alturas ya le resultaba familiar. Chasqueó los dientes con desprecio al ver a un grupo de tres lobos devorando a una oveja, o al menos lo que qu
Una tenue calma se deslizó en el terreno, se mezcló con el aliento emanado por ambos contendientes. La humedad ambiental hizo visibles aquellas respiraciones, el vaho salía de las bocas con una frecuencia casi constante, pues aquella templanza no era más que una ilusión, un engañoso anuncio de la violencia que estaba a punto de estallar. —Sabía que no tardarías en aparecer, Gratter —entonces lanzó al animal que tenía apretado entre sus dedos con tanta fuerza que llegó hasta los pies de la imponente criatura—. Te he estado buscando en las largas noches… —Por supuesto que una alimaña como tú se esconde entre la oscuridad —vociferó el lobo humanoide, el sonido era grueso y extendido. —¡Siempre es lo mismo con ustedes! —enfureció Bastián, sin permitir que su expresión oculte ese sentimiento—. Llegan estas fechas y se vuelven un grano en el culo… —masculló casi para sí mismo esta vez. Seguido de un largo y desganado suspiro que soltó mientras metía un par de proyectiles dentro de su ri
Gratter resopló con fuerza y giró un poco la vista en dirección a su espalda.—¡¿Esos de ahí atrás te parecen que tienen algo que ver con tu estúpida venganza?! —gritó con furia, haciendo referencia a sus hermanos caninos. —¿Esos? —Bastián hizo un esfuerzo con su cuello apresado para poder mirar a los cadáveres—. Me robaron mis ovejas… —luego continuó con cierto tono de burla—. Digamos que los maté por gusto… —concluyó al mostrar una pequeña sonrisa. —¡ERES UN HIJO DE PUTA! Las venas se marcaron por los músculos del brazo que el hombre lobo levantó para fulminar a su enemigo. Un puñetazo capaz de partir un árbol al medio ciertamente es una potencia que el cráneo de Bastián no podría soportar. Sin embargo, este no parecía estar bajo ninguna presión. Todo lo contrario, la pequeña sonrisa se incrementó al darse cuenta que su provocación tuvo efecto. Tanto fue el gozo de acertar aquella mofa que dicha sonrisa creció, y creció, hasta desgarrar los labios más allá de sus límites La piel
—Estás tardando demasiado —se quejó Asher mientras veía bajar por las escaleras del pórtico a Nila, a las espaldas de esta la puerta de la mansión Lestter se cerró con premura. De inmediato se percató de que ella traía puestos los tenis y los pantalones joggers que se le habían prestado, pero además, se permitió la libertad de tomar una sudadera negra con algunos diseños rojos en los brazos—. ¡Oye, yo no te dije que podías usar eso! —exclamó el muchacho un poco molesto al ver que habían tomado una de sus prendas favoritas. —Pues te jodes por dejarme sola en tu cuarto… —respondió Nila con cierto tono de satisfacción, como si hubiera consumado una especie de venganza contra el chico que la rechazó. Al bajar el último peldaño quiso saber— No iremos en esto, ¿Verdad? —preguntó refiriéndose al enorme caballo que el hijo de los terratenientes sostenía por las riendas. —Los lobos siempre se adentran en el bosque y me temo que este es el vehículo más eficiente para ese terreno —respondió Ash
El tropel de la yegua rompió la tierra, hundió el barro y moldeó el camino hasta el bosque con la forma de sus herraduras. Los jóvenes que iban sobre la espalda del animal, no solo vibraron por la fuerza de la carrera, sino que además la cercanía de sus cuerpos les hizo estremecer desde la carne hasta el alma. Asher mantuvo su pecho pegado a la espalda de Nila, al tiempo que su mejilla rozaba suavemente el cabello de ella. Al darle la espalda al muchacho, y también debido a la concentración de este puesta en el sendero, la chica no reprimió sus anhelos de contacto, y hundió la espalda en el pecho de él todo cuanto le fuera posible. Aquella cercanía extrema le obligó a soltar un sincero y extenso suspiro, salió de manera autónoma, le hubiera sido imposible contenerlo aún poniendo hasta la última gota de su voluntad. El paisaje rural no solo se abría frente a ellos coronado con una hermosa acuarela de nubes grises, además parecía engullirlos dentro, el caballo se hacía pequeño en medi