Capítulo 2

Schwarzgruber Company.

Berlín-Alemania.

En la actualidad.

Daphne.

Había pasado un año desde el accidente que tuvimos mi familia y yo, cuando veníamos de nuestro viaje a Rusia. Unas personas chocaron el taxi donde nosotros estábamos y por suerte, aunque fue algo bastante fuerte, no hubo muertos.

Estuvimos en recuperación por varios meses, pero todos salieron bien.

Por lo menos mis padres. Por mi parte, quedé con problemas en mi mano derecha y tengo pequeñas migrañas por el golpe que me di en la cabeza. No tengo ningún problema extra y me encuentro saludable.

Mi padre está decepcionado de mí y me lo hace saber cada vez que puede. Fui criada de una manera más cohibida y al ir creciendo, mi personalidad fue madurando y cambiando. Él era del tipo estricto, pero me dejaba ser. Nunca estuvo de acuerdo en que trabajara tan joven, pero no le quedó de otra cuando empezamos a pasar hambre. Hoy estoy a tan solo dos meses de mi graduación de administrador y siento cada vez como mi corazón se acelera, de solo pensar en tener lo que tanto me ha costado tener.

Me han llamado para una entrevista laboral por mis excelentes notas y mi rendimiento sobresaliente como pasante en la empresa del señor Müller. Aunque los requisitos eran bastante locos cuando apliqué, por suerte fui seleccionada.

Cosas importantes para cumplir con los requisitos del CEO:

1) No hables si no te lo piden.

2) Trabajar bajo presión.

3) No dar información a mujeres ajenas a la empresa.

4) Comprar obsequios de consolación.

5) Soluciones rápidas para las preguntas del CEO.

6) Un error y estás despedida.

Después de pasar las evaluaciones psicológicas y pruebas de conocimiento administrativo, quise olvidar mi aplicación al enterarme de que esta persona probablemente me vaya a hacer la vida imposible. Mientras esperaba la primera vez que vine a presentar la entrevista, los empleados dicen que los castigos laborales van directo al salario.

Fui recomendada por el señor Müller, pero me da miedo un castigo salarial.

No es ético y eso va contra las leyes laborales.

Si la persona es un playboy sin remedio, haré hasta lo imposible para que no se meta conmigo. Podré decir que tengo un marido, aunque esa etiqueta sea innecesaria.

Lo bueno de toda esta locura de mi nuevo empleo, es que viviré cerca de mi recién remodelado departamento. Bueno, no está tan cerca, pero estoy tratando de ser optimista y no sentir nervios ahora mismo.

«Claro y para evitar más estrés en mi extraña vida, voy a hablar sin sentido de mi departamento mientras espero a la secretaria», suspiro ante mis pensamientos.

Y aquí estoy...

Esperando a la persona que será mi nuevo jefe y probablemente crea que podrá someterme con dinero. No soy una interesada, pero a mí nadie me va a quitar el dinero que, con tanto trabajo en el mes, logré hacer.

Solo espero que en este lugar me traten bien.

Alzo mi cabeza al cielo y observo el edificio de paneles solares, que estaba frente a mí. Al bajar de nuevo la cabeza, encima de las puertas giratorias estaba el nombre de la compañía. Es la mejor empresa de seguros de toda Europa. La mayoría de las personas importantes vienen aquí a pedir su seguro de lo que sea.

Regreso a mi realidad, suspirando resignada y con paso firme, decido entrar a la empresa. No me había fijado, pero tienen tantos empleados entrando y saliendo de ahí, que parece un centro comercial.

Bonita comparación.

—Señorita, ¿me permite por favor su identificación y dígame en qué puedo ayudarla? —me habla la recepcionista, una rubia muy hermosa.

—Claro, vine para la entrevista de asistente del presidente —respondo, entregando mi identificación.

La rubia me permite entrar y dice que él no se encuentra en el edificio, pero que lo espere en su piso. Me acompaña al ascensor y subo después de que ella marca con su tarjeta, el último piso.

«¿Cómo será la persona que será mi jefe? Este es un buen empleo y le va de maravilla a mi curriculum», pienso, mientras otras personas siguen subiendo al ascensor en el pasar de los pisos.

Algo bastante inusual es que la mayoría de las mujeres son rubias.

Debo parecer un bicho raro al tener mi cabello rojo. Era castaña hasta mi cumpleaños 22 y conocí el tinte color rojo.

Se abren las puertas del ascensor y miro a mi alrededor, me acercó a una chica que me señala una silla y me pide que espere en ese lugar.

La amabilidad de las personas en este piso es escasa.

—¿Viniste por la entrevista de trabajo? —pregunta, una chica rubia a mi lado, ella me estudia con su mirada haciéndome sentir incómoda.

Lo sé, no soy rubia.

—Sí, hoy es mi tercera vez aquí —me mira horrorizada—. ¿Hay algo malo con eso?

—Es mi segunda vez aquí y es simplemente para firmar el contrato. Uno de los requisitos de la primera entrevista es verse con el CEO de la compañía —me habla sinceramente.

«¿Tienes sexo con el CEO para que te contrate?», pregunto en mi mente.

Ella parece entender por qué empieza a reírse.

¿Qué fue lo divertido?

—Supongo que depende del puesto al que se aplica —respondo con simpleza.

Al parecer no le gustó mi respuesta porque dejó de hablarme.

Tú empezaste, cariño.

—Es una tonta. Cree que toda mujer que viene aquí es igual que ella —otra chica cabello castaño, me habla—. Soy Tina y soy la secretaria de Gabriela —estrecho mi mano con la de ella con una sonrisa.

—Soy Daphne, el gusto es mío. Yo estoy esperando al presidente porque tengo una entrevista con él —ella me señala a la puerta que está cerca del ascensor.

—Tu jefe está con mi jefa. Vendrá pronto —contesta la chica, me estudia por unos segundos y me vuelvo a sentir incómoda.

¿Todos me van a ver así?

¿Soy tan extraña por no ser rubia?

—Es difícil que no nos vean de manera extraña. Aquí los requisitos son ser rubia, pero debes haber venido por parte del padre del CEO —se sienta a mi lado—. Yo también vine por parte de él. Somos contratadas por nuestro conocimiento.

Supongo que el CEO de esta compañía es una persona con gustos muy marcados.

—La hora de descanso terminó. Por eso no me gusta contratar a personas recomendadas —me sobresalto al escuchar una voz ronca—. Ven conmigo. Ni voy a preguntar si eres o no esa persona —el pelinegro de voz sexy, me señala.

Antes de seguirlo, Tina me señala su cubículo y me hace señas de que estará ahí. Le doy una sonrisa amigable y salgo casi corriendo detrás del pelinegro.

Si lo detalló bien y quito la manera en como llegó, es una bendición a la vista.

A pesar de llevar un traje beige, se le marcan muy bien sus músculos y su trasero, es de mandíbula cuadrada, nariz perfilada, cejas pobladas, ojos color avellana y labios carnosos.

«Nadie me dijo cómo es físicamente mi jefe, pero supongo que este es», sigo viendo el piso, mientras ignoro mis pensamientos.

—¿Puedes dejar de verme como si fuera una presa a punto de ser comido? Me resulta incómodo —me pide, pero mi vista viaja hacia él sin entender qué pasaba—. Odio a las mujeres que me consideran comida.

—Disculpe, pero lo menos que hice fue verlo. Estaba admirando su piso porque es la primera vez que estoy aquí —contesto avergonzada—. ¿Usted es la persona con la que tendré una reunión?

Él me ve de arriba hacia abajo y con una mirada llena de soberbia, vuelve a hablarme.

—No hubieses avanzado más si yo no fuera la persona a quien buscas —suspira—. Müller sabe perfectamente que no me gusta que envíe personas recomendadas sin antes pasar mi inspección —empieza a caminar de nuevo—. Vamos a mi oficina, te explicaré que debes hacer.

Tal vez deberías pedirme disculpas.

Eres sexy, pero te gana lo imbécil.

 [...]

Llegamos a su oficina unos minutos después y para abrir la puerta, tuvo que poner su mano, en un detector de huellas. Todo fue en total silencio, abrió la puerta de la oficina y me hizo señas para que entrara.

Es un lugar bastante grande, con decir que mi departamento es del mismo tamaño que esta oficina y con todo y eso, mi casa se queda pequeña.

Hacia la izquierda está una mini sala con dos sofás, uno en el centro color negro de tres puestos, y el segundo que da con una ventana. Una mesa de café en el medio y una televisión que abarca la mitad de la pared de su oficina. A la derecha hay un bar con varios libros, y, en el centro, está su escritorio.

Todo en blanco y negro.

—Aquí las reglas son muy sencillas y si eres lo suficientemente inteligente podrás cumplirlas —se dirige secamente hacia mí.

Camina al bar y me pide que me siente en una de las sillas.

—No creo que la inteligencia sea lo que suele buscar usted, señor —la comisura de su labio derecho se alza levemente, mientras me ve interesado por unos segundos cuando estoy tomando asiento en las sillas que me señaló.

—No me importa lo que digas, pero escucha las reglas, acátalas y evitemos encontrarnos innecesariamente —se sirve un trago en un vaso y posa su mirada fría en mis ojos.

Bastardo infeliz.

—¿Te puedes teñir el cabello de rubio? —niego con la cabeza—. Bueno, no me gustan las personas que llegan escalando pisos sin importar a quien se llevan de por medio. Sé que todas son rubias en este lugar, pero cada una se ha ganado su posición de acuerdo a sus conocimientos —suspira—. Serás mi asistente, así que trata de hacer las cosas bien. Me gusta la perfección y tu imagen debe combinar perfectamente con la mía. No me gustan los errores y mucho menos que arreglen las cosas llorando. ¿Si me entiendes?

No, imbécil. Lo que pasa es que tú hablas el idioma alienígena y no entiendo que es lo que dices.

—Por favor, si ves que no es necesario aparecer frente a mí, no lo hagas. Me gusta el silencio. Y las dudas que tengas sobre mi agenda, la secretaria de Gabriela puede asistirte. ¿Entendiste o debo ser más claro? —parpadeo varias veces mientras lo escucho hablar—. No me acuesto con mis empleadas, así que no te hagas ningún tipo de ilusiones. ¿Por qué no me respondes a lo que te estoy preguntando? —espeta entre dientes, mientras se sentaba en la silla del escritorio frente a mí.

—Me dijo que le gusta el silencio y que mi opinión no le importa. ¿Qué esperaba? —una risita malvada se le escapa—. No pretendo causar molestias en usted. Soy muy profesional en mi trabajo, señor. Así que puede estar tranquilo porque no sentirá mi presencia —me levanto de la silla, ocultando mi molestia—. Si no tiene más nada que decir, por favor, me puede indicar ¿dónde está recursos humanos para poder retirarme? —sonrío fingida.

Yo que creí que mis días como asistente serían como siempre lo soñé.

—Eres inteligente, pelirroja —hace énfasis en la última palabra­—. Sigue las normas y no me interesa saber qué haces con tu vida, pero a mi empresa llegas puntual —hace ademanes en círculos a su alrededor—. Todo es mío. Mantente alejada y todos seremos felices —señala la puerta—. Dile a la secretaria que te asista. Yo no tengo tiempo.

—Solo dos cosas, señor —me ve a los ojos—. Seré su asistente porque fui la persona más calificada para el puesto. Así que eso, de mantenerme alejada, le resultará difícil —se encoge de hombros sin darle importancia—. ¿Cuál es su nombre, señor?

—Soy Günther Schwarzgruber —ladeo la cabeza al escuchar su nombre—. Soy Günther, el CEO de esta compañía y el hijo mayor del viejo Müller... o sea, la persona que te recomendó.

La piel se me eriza al escuchar su respuesta y con total calma, decido presentarme.

—Un gusto conocerlo, señor —sonrío con superioridad—. Yo soy Daphne Weber y desde hoy seré su asistente personal.

Abre los ojos con sorpresa y antes de que él pueda decir algo, di por terminada la conversación y me retiré de la oficina.

¿Entonces ese es el aspecto que tiene mi esposo?

Ja, qué cosas tiene la vida.

Mi ausente marido es el CEO de este lugar y yo soy su nueva asistente personal.

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