Capítulo 4

Al día siguiente...

Todo fue una farsa.

No sabía si la persona con la que me casé, me odiaba o simplemente no le agradaba. Normalmente me considero mensa el 90% de las veces, pero esta persona me hace ver como una inútil siempre.

Ante sus ojos, soy la bruja malvada de una historia de jefe y empleada.

A mí no me importa, yo a él lo odio.

¿Cómo se le ocurre tratarme así?

«Tantas empresas en el mundo y a este le dio por ser el presidente de la compañía más importante de Alemania» pensé, abrumada.

Tantos años buscando un buen empleo que reconociera mis habilidades administrativas y ahora que lo consigo, mi ausente esposo es el jefe.

Debo estar enloqueciendo o me falta muy poco para eso.

Todo ha sido bastante complicado para mí. He gastado dos resmas de hojas tamaño carta por culpa de mi jefe y la secretaria que me ayudaba. Según él, no hice el trabajo correctamente y ella me entregó los documentos que se necesitaban con urgencias, mal. Me he saltado la hora de comer y a él, su comida le llegó a tiempo.

¿Hay un problema con eso? ¡Claro que lo hay! Mi jefe no come pollo frito, pero en la libreta de anotaciones que me entregaron decía todo lo contrario.

He recibido más regaños por parte de mi jefe que de mi propia familia.

Lo bueno de esto es que me pagan una parte en euros y la otra en dólares. El seguro de vida de mis padres podré pagarlos cuando reciba mi pago. Las cuotas las cobran en dólares y no quise usar el dinero que me dieron por el matrimonio falso.

Tengo conciencia y no quiero pagar su salud con el dinero de algo que ellos no apoyan.

«En algún momento podrán perdonarme, pero ellos también han disfrutado del dinero que me dieron», alejo esos pensamientos de mi mente y termino de armar las carpetas para la reunión.

Ojalá me paguen las horas extras.

—¿Dormiste aquí? —me pregunta, Tina—. No suelo meterme en la vida privada de mis compañeras, pero tus ojos lucen agotados y llevas la misma ropa que ayer.

—No tuve oportunidad de ir a casa porque se necesitaban estos documentos a primera hora —la veo fruncir el ceño, cosa que me hace dudar—. ¿Hay algún problema? He estado haciendo esto desde ayer y aunque tuve algunos inconvenientes, he logrado sacar todo a flote.

—Cariño, el señor Schwarzgruber se fue de viaje de negocios y regresa esta noche. La reunión con los españoles se pospuso hasta el jueves —me informa y con ojos de preocupación, me pregunta—. ¿En la agenda que te dieron no están los cambios de itinerario?

¿Así que el muy imbécil se fue de viaje y me dejó haciendo todo esto y sin poder dormir? Todavía tenía 3 días para sacar el trabajo.

¡No era necesario omitir esa información y dejarme en estas condiciones!

Creo que la agenda y la libreta de anotaciones del señor Schwarzgruber, me la han entregado mal, ya que en ella no hay ninguna cancelación de reunión o cambio de fecha —respondo, apilando las carpetas terminadas.

Oh, lo comprendo, pero yo sé todo esto porque mi jefa me ha indicado sobre las modificaciones con los españoles —me entrega un café y un emparedado—. No es un mal tipo, solo hay que tenerle un poco de paciencia.

¿A quién debo entregarle esto? —pregunto—. No hay nadie aquí para que pueda comerlo.

—Es tu desayuno, cariño —sonríe con sinceridad—. Todos traemos una muda de ropa por si la necesitamos usar. Nunca es bueno quedarse después de las 10 de la noche. La imagen de nuestros jefes también depende mucho de sus asistentes y lo seguro que nos vemos cuando estamos con ellos.

Acaricio mi frente procesando todo lo que está sucediendo ahora.

¿Le costaba mucho decirme el funcionamiento de este lugar? En mi anterior trabajo las cosas no eran así.

No volví a saber de mi jefe durante el día, eso me sirvió para estudiar hasta lo imposible sobre él. En su agenda tenía muchas citas por confirmar y en su libreta, tenía un incontable número de cosas que no come, viste y disgusta. Suele comer lo mismo todos los días porque le gusta mantener el control.

Mi familia siempre fue liberal, sobre todo en lo que se refería a mi crianza. El respeto es la base de todos nosotros, honestidad, hospitalidad, pero jamás hacer las cosas esperando recibir algo a cambio.

Por eso el enojo cuando acepté la propuesta del señor Müller.

Todo en mi vida es especial y aterrador. Tengo un antes y un después de lo que hice, creyendo que había hecho una buena elección.

Supe por Tina, cuando salía del trabajo, que mi esposo ausente, había tenido un problema con su vuelo de regreso a Berlín y por esa razón, no pudo llegar antes.

Estoy agradecida de que el karma llegará a su vida. No todo puede salirle bien, mientras a mí me hace la vida difícil.

Regreso a la realidad y recién me acabo de dar cuenta que hay un pequeño restaurante de comida tailandesa.

Este es el único restaurante que acepta mi esposo ausente para tener sus almuerzos.

«Debe ser bueno porque él se queja de todo», miro el letrero en un idioma que desconozco y sonrió al ver el rostro de satisfacción de un niño mientras come.

Mis pensamientos eran verdad.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla, señorita? —me pregunta un chico con acento tailandés, cuando entré al restaurante.

Es muy mono. ¡Me encanta como habla!

—No sé si se deba hacer una reserva, pero me gustaría cenar aquí —le contesté amablemente.

—No hay problema. Ya la llevo a una mesa —sus ojos se achinan, al sonreír—. Sígame, por favor. La llevaré a una mesa vacía y volveré con usted después de unos minutos para que me diga su orden.

Es un lugar con vidrios completamente. Todos pueden ver lo que sucede en este lugar y de alguna manera, llama la atención por las expresiones que tienen los clientes al comer y disfrutar de lo que pasa aquí.

Realmente me hacen sentir cómoda y me inspira paz. Es diferente la decoración, ya que es un lugar donde te hacen sentir fuera de Alemania.

Nada europeo, pero todo tailandés.

Es lindo, solo que todas las personas me miran, porque observo el lugar sin discreción.

«Y todos me miran, me miran, me miran porque sé que soy linda y todos me admiran», recordé la canción de Gloria Trevi y la conciencia de Amaya.

Amaya es la protagonista de En Nombre de su Majestad. Un libro que leí hace unos años y por alguna razón, me acordé de ambas chicas.

Llego a la mesa vacía y tomo asiento después que me lo indicó el chico. Estaba en medio de otras mesas, pero mi vista daba hacia la calle. El menú se encontraba incrustado en la tabla de la mesa, cosa que no era necesario pedirlo. Estaba escrito tanto en tailandés como en inglés y español.

Me agrada que tomen en cuenta los dos idiomas más hablados a nivel mundial.

—Esto debe ser una desgracia o estoy pagando alguna maldición pasada.

La voz familiar de alguien, me hacen enojar con rapidez.

Mi sueño frustrado es ser secretaría, que mi jefe esté bueno, nos enamoremos y vivamos felices para siempre. El problema es que soy asistente de mi esposo ausente, no lo amo y sí, mi jefe está bueno, pero es un imbécil.

—Ni creas que me agrada tener que verte aquí también —me quejo—. No es agradable ver a una persona que odias, cuando quieres tener un momento de paz.

Miro que sus ojos dejaron de ser azules y ahora están color avellana, también que le está creciendo la barba y es castaña...

¿Tiñe su cabello?

—¿Se te perdió alguien igual a mí? —pregunta, incómodo.

—Por suerte no —regreso la vista al frente.

Es que justamente en la mesa de al lado... Suspiro y reviso el menú porque se acerca el mesero.

—Te recomiendo el Pad Thai. Es una de las comidas principales que te harán enamorarte de su gastronomía —su voz, me hace volver a verlo—. Es solo una recomendación, no tienes que probarla.

¿Se puede hablar con él?

—Nunca he probado comida tailandesa. ¿Qué es el Pad Thai? —pregunto interesada.

Antes de que él pudiera responder, el mesero ya estaba aquí, así que tuve mi respuesta por el joven.

—Se trata de un plato salteado en wok a base de tallarines de arroz con huevos, salsa de pescado Thai, pasta de tamarindo, y cualquier combinación de brotes de soja, camarones, pollo decorado con cacahuates picados igual que tostados y cilantro. En Tailandia puede ser servido decorado con una flor de plátano, azúcar de palma y chile tostado en polvo.

—Por alguna razón, me gustaría probarlo —el chico me sonríe—. Quiero un Pad Thai, por favor.

El chico se marcha y la voz de mi esposo ausente, vuelve a invadir mi espacio personal.

—De nada —le lanzo una mala mirada—. Pues es que gracias a mí es que tendrás una gran cena.

—¿No estaba de viaje? —cambio de tema—. Podía haberme avisado para que un auto fuera por usted y así también hacer modificaciones a su agenda.

—No me gustan los tratos que me dan —veo como toma de su cerveza—. Tengo un auto y puedo manejar. Las modificaciones las iba a enviar, pero no tengo su correo o número de celular —me ve serio—. Pospuse la reunión con los españoles para darte tiempo de terminar el trabajo y cuando iba a avisarte sobre todos los cambios, ya me encontraba en el avión.

Me hace sentir un poco culpable porque creía que él lo había hecho a propósito.

—No sabía que había pensado en mí mientras hacía eso —admito.

—Era tu primer día de trabajo. No soy una mala persona, Daphne —por alguna extraña razón, parece honesto.

Cuando me traen mi cena, veo llegar a mi mejor amigo, muy alegre.

—Hola, guapa —se sienta frente a mí—. ¿No estoy interrumpiendo nada?

Nos mira a mi esposo ausente y a mí.

—No, cariño —el mesero deja la comida en la mesa y se retira.

La mesa a mi lado queda en silencio, haciéndome sentir incómoda. No porque mi esposo ausente hiciera algo... Más bien parece enojado.

—Comeré de tu plato —Albert, señala el plato.

—No es nada justo —finjo quejarme.

¿Por qué está molesto? Es bastante extraño porque además de respirar, no he hecho nada.

Nunca he hecho nada por las actitudes que recibo de mi jefe, pero le vale.

Yo le valgo.

[...]

Llegué a casa y me sentía sucia y agotada mentalmente. Ignoré que debía hacer la colada y fui directo a tomar un baño. Al salir del proceso de desintoxicación y malas energías, ya me encontraba relajada y tranquila.

Me vestí con un pijama de short corto y camisa de tirantes, solté mi cabello y me tiré en la cama viendo al techo.

Tan cansada...

El sonido de llamada de mi celular, me hace mover la mano por toda la cama, hasta dar con el y atender la llamada sin ver quién era.

Llamada telefónica:

—Yo aquí, ¿quién allá?

—Es el plomero, Daphne.

Aparto el celular de mi oreja y reviso la pantalla... pero no tengo ese número.

¿Cómo consiguió el mío?

Cierto, es mi jefe.

—No sabía que mi jefe me llamaría y tengo excusa, no tengo agregado su número de celular, jefe —respondo, cuando vuelvo a poner mi celular en mi ojera.

—Debo dar contigo para hacer las cosas correctamente. Eres mi asistente, no mi asistonta.

Por un momento pensé que él podía hablar sin ser un imbécil. Por eso eres un idiota ausente.

Realmente quiero gritarlo, golpearlo, lanzarlo desde la terraza, pero no puedo.

Fui educada con valores.

¡Cómo me molesta tener que fingir que no me molesta todo de él!

—¿Quién le dijo que usted debía irse de la oficina si teníamos mucho trabajo por hacer?

¿Otro regaño por respirar?

—¿Quién le dio mi número? —pregunto.

—Te dije, no me importa lo que hagas con tu vida. No me des explicaciones innecesarias, y también te dije que tu respiración y presencia me incomoda, pero por lo visto no entendiste. Cuando yo no esté presente o cuando esté, debes respetarme. Te recuerdo que eres una mujer casada y tu esposo soy yo —su voz estaba llena de enojo mientras me hablaba.

¿Qué le hice? No entiendo ¿Qué fue lo grave que le hice?

—No sé a qué se refiere —admito.

—Recuerda que tu esposo, soy yo.

Dicho eso, terminó la llamada.

Miro la pantalla del celular sin entender lo que había sucedido. Siempre discutimos, pero lo que sucedió hace segundos, no lo entiendo. Lo trato con respeto para trabajar en armonía, ni siquiera le mencioné las cosas que me molestan de él, pero ante sus ojos, todo lo hago mal. Me odia, no me soporta y me hace parecer una inútil con mi trabajo.

Debe ser el tipo de hombre que te maltrata psicológicamente y como es inestable emocionalmente, te hace sentir culpable para llenarse el ego de buen tipo.

Ok, eso es demasiado, pero simplemente mi esposo ausente es un imbécil.

¿Qué tanto me odia? Bien, yo también lo hago y así como lo haces para que no te entienda, te voy a hacer la vida imposible.

Ya recibí el dinero por un matrimonio al que ninguno de los dos fuimos y nos casamos con sustitutos, pero ni creas que esto será fácil para ti.

Oh, querido esposo ausente, prepárese que esto apenas comienza.

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