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Capítulo 4. Una subasta secreta.

— Me complace anunciar que el ganador de este importante premio por todos sus maravillosos logros en la industria de la moda, por innovar constantemente y por cada año sorprendemos con diseños increíbles, es el señor François Meyers, un enorme aplauso para él por favor. — Pidió Isabella con una enorme sonrisa que la hacía lucir mucho más bella, esperando que se subiera al escenario un señor mayor, porque aunque ya Meyers le había dicho que estaba equivocada, ella no estaba segura si era así o no.

Meyers que observó lo hermosa que era Isabella y lo mucho que se parecía a su difunta esposa sintió que su corazón se aceleraba y como era de costumbre, su asistente estaba por levantarse a recibir el premio por él, ya que él nunca estaba interesado en subir al escenario, pero como se sintió tan atraído por Isabella, negó con la cabeza y fue él quien se levantó.

Con su aura poderosa y toda su imponencia Meyers subió al escenario, ante la atenta mirada de todos los presentes que no dejaban de aplaudir.

Isabella apenas lo vio frunció el ceño, le parecía un hombre demasiado atractivo, con estatura de 1.9 metros, su cabello negro, su cuerpo musculoso, su rostro perfecto y sus fríos pero hermosos ojos grises, además todo el aura de poder que emanaba lo hacía parecer casi sobrenatural, algo divino, pero no era a quien ella esperaba, él no era un hombre de 55 años, a quien le pertenecía el premio, así que cuando François llegó a su lado, en lugar de entregarle el enorme premio, ella lo sostuvo del otro lado de su cuerpo.

— ¿Quién es usted? ¿El asistente del señor Meyers? — Cuestionó Isabella en voz baja, confundida y al escuchar su pregunta François se sintió un poco molesto por un segundo, antes de querer reírse, nunca nadie había sido tan imprudente como para llegar a confundirlo con su asistente, pero está chica tan parecida a su difunta esposa, podía ser tan atrevida como para decirle algo así sin ni siquiera pensarlo bien y además esconder su propio premio de él, como si se lo fuese a robar.

Los presentes miraban lo que pasaba en el escenario, atónitos, sin entender muy bien que era lo que Isabella estaba haciendo.

— Yo soy François Meyers y ese premio que no me quieres dar me pertenece. — Aclaró él en voz baja también, pero con una mirada como si estuviese viendo a un tonto e inmediatamente Isabella abrió los ojos de par en par, incrédula, pero se dio cuenta que está era la misma voz del hombre que estaba siendo escoltado y que además nadie había venido a decir nada, así que evidentemente debería ser él.

— Lo siento, aquí tiene. — Musitó con sus mejillas ruborizándose por la vergüenza y en la boca de Francois se formó una sonrisa imperceptible.

— Il faut que tu réfléchisses avant d'agir de façon aussi insolente, ma fille. — le susurró, inclinándose un poco, quedando más cerca de ella, dejando que el aroma de Isabella llegara a su nariz y quedando mucho más fascinado.

Aunque Isabella quería replicar a esto, simplemente no pudo decir nada, ella se había equivocado gravemente y estaba terriblemente avergonzada por su error.

— Muchas gracias por estar aquí con nosotros y felicidades por todos sus logros, el micrófono es todo suyo por si quiere decir unas palabras. — Musitó Isabella apartándose un poco.

— Muchas gracias señorita por la entrega de este importante premio y muchas gracias a todos por celebrarlo conmigo, sin más que decir, sigan disfrutando de la velada. — Espetó Meyers y rápidamente bajó del escenario ante los aplausos de los presentes, que aún estaban bastante sorprendidos, tanto por la forma en que él miraba a Isabella, como por el hecho de que hubiese subido al escenario y hubiese dicho esas pocas palabras, porque esto era algo que él muy poco hacía, a pesar de ir a eventos, nunca recibía los premios el mismo y siempre hablaba lo menos posible con las personas a su alrededor y en ese momento parecía tener cierta interacción con Isabella.

Ella también se alejo para ir hacía el baño, necesitando despejar su mente, esperando que este error no le trajera ninguna consecuencia y así recibir su pago como se había concertado.

Esto de lo que todos se dieron cuenta, tampoco pasó desapercibido para Valeria, que empezó a sentirse un poco celosa, no podía creer que aún a pesar de que Isabella se había visto reducida a tener un padre criminal y a ser una chica sin ningún estatus siguiera llamando la atención de las personas y peor cuando se trataba de alguien tan importante como François Meyers, con quién todo el mundo quería hacer negocios y era realmente importante y poderoso.

No podía permitir que él pudiera interesarse en ella y que Isabella volviese a tener poder, porque incluso hace como una hora se había burlado de ella, así que necesitaba hacer algo cuánto antes, ya que Isabella había caído, no la dejaría levantarse nunca.

Valeria Acosta fue al baño a retocarse el maquillaje, pero un hombre la detuvo cuando salió.

— ¡Espere! ¡Señorita Acosta! ¡Necesito hablar contigo!

— ¿Quién te crees? ¿Eres lo suficientemente digno de saludarme? —maldijo Valeria, observando a Laurence con mala cara.

— Es un placer conocerla, Srta Valeria Acosta. Soy Laurence. — Laurence fue el primero en romper el hielo, tan pronto como veía a la bella mujer, dio un paso adelante para halagarla y rápidamente extendió su mano.

— Y qué? No te conozco. Aléjate, estoy de mal humor. — Masculló ella sin darle la mano y mirándolo de forma despectiva.

— Señorita Acosta, se equivoca, soy el joven Laurence, mi padre fue ayer a hablar de negocios con su padre. — Explicó él con una sonrisa, quería ver si podría agradarle ahora que la conocía, ya que podría ayudarle a su padre para que el de ella aceptará hacer negocios juntos.

— Oh, hay tanta gente que quiere ganarse el favor de mi familia, lamento no poder recordarlos a todos. ¿Qué quieres?

— Veo que no estas contenta, señorita, porque Isabella De León es una perra. Está acostumbrada a seducir cualquier hombre rico. Yo también soy una víctima. Fui engañada por ella durante cuatro meses y luego me traicionó y me abandonó. Ahora ella es tan arrogante y quiere seducir al Sr. Meyers.

Valeria comprendió de inmediato que Laurence también quería vengarse de Isabella De León y sonrió internamente.

— Si sabes que Isabella es una víbora por naturaleza, aléjate tú de ella, ¿para qué me buscas?

— Señorita, estoy dispuesto a hacer algo por usted si me lo dice. Siempre y cuando su padre esté de acuerdo en que mi padre se una al negocio. — Respondió Laurence de inmediato, él ya quería vengarse de Isabella y si hacerlo podría traer beneficios a su familia estaba mucho más dispuesto.

— Con quién hacer negocios es asunto de mi padre. ¿Cómo puedo controlar eso? — Preguntó ella restándole importanci, mientras miraba sus uñas con gestos de aburrimiento.

— Por favor Srta Acosta. Deme una oportunidad. Le aseguro que este asunto no tendrá nada que ver con usted. — Insistió él, sin querer rendirse.

— Vale, bueno. Sólo te diré una cosa, pronto habrá una subasta secreta en la 5ª planta, por supuesto está cerrada, no sé lo que se subasta allí, puedes subir y echar un vistazo, ¿ves de lo que hablo?

Al escuchar esto, Laurence asintió y empezó su plan, cuando anunciaron que pronto comenzaría la subasta y que las mujeres que quisieran participar deberían ir al quinto piso a prepararse.

Meyers vio como muchas se emocionaban y se disponían a dirigirse a ese lugar, un poco disgustado, no entendía como algunas mujeres podían rebajarse a ese nivel tan alegremente.

— Tráeme otra copa de vino.— Le ordenó a su asistente.

— Si señor. — Accedió y se dirigió a buscar el vino, justo en el momento en que Isabella volvía al salón y pudo notar que un mesero se acercó a ella.

— Señorita por favor venga por aquí, la persona que la contrató la necesita. — Le indicó e Isabella frunció el ceño confundida.

— Pero es que tengo que ir a cambiarme primero según el protocolo.

— Si, pero ahora necesita que vaya primero al quinto piso, si no cumple con lo que le piden dudo que pueda recibir su pago. — Replicó el mesero.

— Está bien, iré. — Aceptó Isabella, como ella estaba en el baño no había escuchado nada sobre el anuncio anterior y pensando en que no podía perder el pago por este trabajo y que podría tratarse de un ligero cambio en los planes, accedió.

El mesero de inmediato asintió y la empezó a guiar hasta el ascensor y luego de salir de ahí, la llevó a una puerta un poco más apartada.

— Es aquí, pase que ya la está esperando. — Indicó y en el momento que Isabella iba a abrir la puerta dudo por un momento, por alguna razón que no entendía su corazón comenzó a latir muy rápido y sintió ganas de alejarse, pero antes de que consiguiera retroceder, el mesero abrió la puerta y la empujó adentro, para luego cerrar la puerta de inmediato.

El primer instinto de Isabella fue voltearse de nuevo e intentar abrir la puerta, pero rápidamente unas manos la sostuvieron e intento luchar contra estás y liberarse en su desesperación, pero eran varias personas contra ella sola.

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