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Capítulo 5. Le habían puesto una trampa.

— Suéltenme. — Gritó Isabella desesperada, sin dejar de luchar, no sabía que estaba haciendo aquí ni que querían estás personas que la estaban reteniendo, pero sabía que debería salir de aquí, no podía ser algo bueno esto si no la dejaban ir.

— Quédate quieta muchachita, aquí viniste a trabajar, así que más te vale que obedezcas. — Se escuchó una voz e Isabella miró hacía la persona de dónde provenía, se trataba de una mujer como de cuarenta años que observaba todo en la distancia y parecía disgustada. — Quítenle la ropa de una vez. — Ordenó e Isabella se estremeció al escuchar esto y cuando sintió que las otras tres mujeres comenzaban a rasgar su vestido, empezó a luchar más fuertemente, tratando de evitar que la desnudaran, terriblemente asustada.

Su corazón latía con demasiada fuerza y sus ojos no dejaban de picar, mientras luchaba y al mismo tiempo gritaba que la dejarán en paz, pero solo consiguió con esto que las otras mujeres la golpearan y fueran más crueles, rasgando su vestido y lastimando su piel en el proceso, dejándola solo con su ropa interior puesta.

Isabella estaba adolorida y de sus ojos no dejaban de caer sus lágrimas, mientras se sentía avergonzada, está era la primera vez que otras personas la veían desnuda y nadie nunca se había atrevido a golpearla, siempre había sido muy respetada, pero ahora cualquiera la podía pisotear e humillar, estaba totalmente desconsolada.

— Señora, ¿Ya podemos llevarla con las demás? — Preguntó una de las mujeres que había ayudado a desnudar a Isabella y la mujer que parecía estar a cargo se acercó.

— Tienes que tener algo muy claro muchachita, tú estás aquí con el único propósito de complacer a los hombres, así que más te vale ser obediente, porque si haces algo para ofender a alguno de los hombres importantes con los que te vas a reunir, tendrás que pagar las consecuencias. — Advirtió Alicia, mirando a Isabella con ojos fríos, llenos de crueldad.

Isabella sintió que una enorme piedra caía sobre su corazón, impidiéndole respirar, ella no quería hacer esto, no deseaba estar aquí, pero ya ni siquiera sentía que tenía suficientes fuerzas para luchar, estaba agotada y tenía mucho miedo de lo que pudiera pasarle.

— Señora yo no vine aquí para esto, me contrataron…— Intentó explicar entre lágrimas antes de recibir una fuerte bofetada.

— Si viniste para esto, así que cállate ya y haz todo lo que te digan. — La interrumpió y luego retiró su mano pasándosela por la ropa con disgusto. — llevenla con la demás y vigílenla para que no haga ninguna estupidez. — Ordenó y de inmediato las mujeres empezaron a llevar a rastras a Isabella a la otra parte del salón para sacarla por otra puerta distinta a por la que entró.

La mujer que estaba a cargo no retiró los ojos de Isabella hasta que la sacaron, sabía muy bien que Isabella no había sido contratada para ser una de las mujeres que se iban a subastar está noche, pero alguien le había pagado una buena cantidad para que ella formará parte de estás y como pensaba que Isabella no tenía ninguna importancia, no tuvo ningún problema en aceptar.

Isabella al entrar en la otra habitación y darse cuenta que había otras chicas hermosas en ropa interior, las cuales parecían estar más calmadas, se dio cuenta de que ellas si sabían antes de venir de que se trataba esto, a diferencia de ella que le habían puesto una trampa, lo que no entendía era porque a ella le habían mentido.

— Tienen que dejarme ir, yo no vine a esto, pueden hablar con quién me contrató y les va a explicar. — Dijo aferrándose a su última esperanza, ella no quería entregar su primera vez a un hombre desconocido y mucho menos de esta manera, ¡No deseaba ser utilizada como un objeto sexual!

Al mismo tiempo que ella terminaba sus palabras el agarre de las mujeres que la habían traído se hizo más fuerte y clavaron las uñas en su piel, lastimándola más e Isabella frunció el ceño, sabía que no serviría de nada quejarse del dolor, porque parecía que estas mujeres disfrutaban haciendo daño.

— Niña más te vale que te quedes tranquila, solo obedece, ya van a pasar al escenario, si tienes suerte puedes conseguirte un hombre que te trate bien y quizás te quiera conservar como su amante si le gustas lo suficiente, pero si sigues llorando y comportándote de esta manera, te van a tratar mal y te pagarán muy poco. — Advirtió una de las mujeres que estaba al pendiente de las chicas en la habitación, sintiendo un poco de lastima por Isabella que se veía realmente afectada por la situación.

«Parece que nadie quiere escucharme y no me dejarán ir.»

Cuando esté pensamiento se instalo en su corazón se sintió mucho más desesperada, pero no había como escapar, las mujeres que la trajeron aquí seguían sosteniéndola y también habían unos hombres custodiando las puertas, era imposible escapar, su única opción sería cuando salieran al escenario.

Pronto empezaron a llevarse a parte de las chicas, eran veinte y con Isabella serían veintiuno y se llevaban en grupos de cuatro, con esto el corazón y los nervios de ella solo crecían y cuando llegó su turno no dejaba de temblar y sollozar, tratando de evitar que la llevarán.

— Te terminarán llevando los peores hombres, pero no quieres aprender. — Se quejó la misma mujer que con sus palabras anteriores pretendía ayudarla y con esto Isabella intentó calmarse, necesitaba tener su mente tranquila par intentar escapar y empezó a caminar.

Desde la salida de ese salón había que subir unas pequeñas escaleras y subieron directamente al escenario, la luz del salón era tenue, pero en el escenario si habían grandes luces que apuntaban hacia ellas, para que los compradores pudieran verlas muy bien.

Isabella observó a los presentes y se dio cuenta que tal como le había dicho Laurence casi todos eran hombres mayores, nada agradables a los que le gustaba divertirse con jovencitas, solo unos pocos parecían ser más jóvenes y se veían un poco mejor, pero no parecían muy interesados. También notó que habían varios hombres encargados de la seguridad.

— Está es la bella Carolina, la subasta de esta noche por ella comienza con veinte mil dólares, ¿Quién da más? — Preguntó la señora que parecía estar a cargo de las chicas a las que se subastaban, la misma que la había golpeado y ahora estaba vestida de una manera más elegante y con una sonrisa, acercándose a la otra chica al lado de Isabella.

Está chica sonrió y dejo que los hombres la observarán y en ese momento comenzaron a ofertar por ella, rápidamente la compraron por un precio de cincuenta mil dólares y la chica tuvo que bajar del escenario para acompañar al hombre, entre los aplausos de los demás.

Isabella al ver esto, se sintió realmente mal por la forma en que estos hombres las veían, como simples cosas que pudieran comprar y cuando pensó en intentar retirarse, Alicia se dio cuenta de sus intenciones y la tomó del brazo.

— También tenemos a Perla, tan hermosa como su nombre y creo que por una belleza tan excepcional, merece un precio más alto, por eso con ella comenzaremos la subasta en cincuenta mil dólares, ¿Quién ofrece más? — Preguntó Alicia con una sonrisa, sabia que Isabella era muy bella y no solo eso, si no que se veía muy refinada, además de muy pura y podía parecer como una chica de clase alta, a diferencia de las demás mujeres que se estaban subastando y creía que los hombres estarían dispuestos a pagar un poco más por ella y tenía razón, porque de inmediato al verla las ofertas comenzaron, mientras Isabella no dejaba de temblar ante su agarre. — Si intentas escapar o hacer algo estúpido igual te van a atrapar y haré que te golpeen y en lugar de complacer está noche a un hombre rico, tendrás que hacerlo con varios y se unirán incluso los de seguridad. — Susurró Alicia en advertencia, al oído de Isabella, solo para que ella pudiera escucharlo.

El corazón de Isabella se apretó con fuerza y la poca voluntad de intentar escapar al menos del escenario se disipó, estaba totalmente aterrorizada y abrumada por todas las luces en sus rostro y la mirada de los hombres llena de lujuria, mientras empezaban a escucharse sus ofertas, se sentía realmente incómoda.

Por otro lado, Meyers miró a su alrededor buscando a Isabella, quería verla de nuevo, es que el parecido que ella tenía con su difunta esposa tenía su corazón completamente enloquecido y necesitaba verla más de cerca.

— ¿Dónde está la traductora? — Preguntó, ella realmente le gustaba y quería poder hablar con ella.

— Ella fue al quinto piso. — Respondió sus asistente y Meyers de inmediato sintió que algo iba mal, su corazón se apretó y corrió hacía el ascensor, esperando poder llegar a tiempo para detener esto, no sabía si ella había ido sabiendo lo que pasaría ahí o no, pero igual no lo permitiría, no iba a soportar que otro hombre la tuviera.

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