CAPÍTULO 34 – Un infierno.

Los siguientes días en la mansión fueron una nueva prueba a su resistencia. David la trataba con una distancia y una frialdad casi insoportable, imponiéndole, a cada momento, cada vez más reglas y restricciones. El desprecio y la arrogancia que mostraba hacia ella la hacían sentir como una prisionera en aquella mansión.

Una noche, durante la cena, a la cual Jenna era bienvenida por el único hecho de que Noah se negaba a comer con David si su madre no estaba presente, después de que el niño se marchara a jugar con sus juguetes, David miró a Jenna con desdén mientras decía:

—Por cierto, hay una nueva regla.

Jenna, sorprendida, alzó la cabeza hacia él y lo miró con los ojos abiertos de par en par.

—¿Qué regla? —preguntó, conteniendo un suspiro.

—Desde ahora no tendrás acceso a ninguna parte de la mansión sin mi permiso. Mantente en tu habitación y en la cocina o en las áreas designadas para ti y para Noah —respondió, sin mirarla.

—¿Qué? A ver, señor, entiendo que esté enojado conmigo, pe
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