Al escuchar esto, David y Jenna se dieron la vuelta hacia la entrada, en donde una pequeña pero imponente figura se recortaba contra la luz del pasillo.—¿Qué te pasa, David? ¿Te has vuelto completamente loco? —gritó Susan, la madre de David, con los ojos brillando de ira.El juez de paz, visiblemente incómodo, dio un paso atrás, mientras David y Jenna intercambiaban una rápida y preocupada mirada. ¿Qué diablos hacía Susan Whitmore allí? ¿Cómo diablos se había enterado de que se casarían en ese momento?David, armándose de paciencia, dio un paso al frente, con la mandíbula sumamente tensa. —Mamá, ¿qué haces aquí? —preguntó con un tono más frío que el que solía utilizar con Jenna.—Evitar que cometas una locura —respondió la mujer, avanzando hacia él con el rostro contorsionado en un gesto de ira—. Pensé que habías tenido un estúpido arrebato al querer divorciarte de Madison, por eso no dije nada, después de todo, tenía la esperanza de que recapacitaras. Pero veo que me equivoqué. Te
Una vez llegaron a la villa, tras salir del Registro Civil, David y Jenna se adentraron en la mansión en silencio, envueltos por una palpable tensión.David, sin siquiera mirar a su ahora esposa, se encaminó directamente a su despacho.Inquieta, Jenna lo observó marcharse y, tras soltar un suspiro cansado, decidió pasar por la cocina, en busca de algo para comer, antes de subir a su dormitorio. ¡Se sentía agotada! ¡Había pasado tanto en tan poco tiempo!En cuanto David se adentró en el estudio, se encaminó hacia el escritorio y se sirvió un generoso vaso de whisky, y luego otro, otro y otro más. El alcohol bajaba por su garganta, quemando su esófago y nublando su mente.Sintiéndose agotado, se mantuvo sentado en su sillón de cuero, esperando que su malestar por fin se apaciguara.Luego de un tiempo, David, con la ayuda de su bastón, se levantó, sin siquiera tambalearse, a pesar de la ebriedad, y salió del despacho, decidido a irse a la cama.Cuando por fin se encontró en el piso super
«Tu padre no está bien. Vamos de camino al hospital».Tras leer aquel mensaje, David no pudo evitar maldecir.Preocupado, se vistió de manera mecánica, tomó las llaves del coche y se dirigió al garaje de la mansión.Cuando sacó el automóvil de la villa, la noche era fría e, inevitablemente, los cristales del coche se empañaron por su respiración, por lo que se vio obligado a encender la calefacción.Tras solo cinco minutos de conducción, aparcó en el estacionamiento del hospital, se bajó tan rápido como sus piernas se lo permitieron y se encaminó hacia la sala de espera, en la que se encontró con Susan con el rostro contorsionado en una expresión de preocupación.—¿Cómo está papá? —preguntó David en un susurro cargado de ansiedad.—No lo sé, aún lo están atendiendo —contestó Susan con la voz ronca y las lágrimas rodando por sus mejillas.Tras este breve intercambio de palabras, y sin saber qué más decir, David se sentó en una de las sillas azules de la sala de espera y se dispuso a es
Siete días más tarde. Una semana después de la llegada de Ronald y Susan a la mansión, temprano por la mañana, Jenna se encontraba trasteando en la cocina, preparando el desayuno, con la misma destreza y atención de siempre.A pesar de la tensión que sentía a su alrededor, Jenna se había esforzado en mantener una actitud atenta y amable para con sus ahora suegros; pese a que sabía que esto sería especialmente difícil con Susan, quien se había encargado de demostrarle, una y otra vez, que ella no era de su agrado.Desde que se habían trasladado a la mansión, Susan, siempre con una sonrisa que no llegaba a sus ojos y con los brazos cruzados sobre su pecho, observaba con mirada crítica cada uno de sus movimientos.Y esa mañana no fue la excepción.Mientras David y Ronald se preparaban para bajar a desayunar, Susan aprovecho su oportunidad a solas con Jenna para menospreciarla y humillarla una vez más.—¿No se supone que eras chef? —preguntó Susan con veneno en la voz, examinando el desa
—David, cariño, Amanda está aquí, ¿no piensas venir a saludarla? —preguntó Susan a voz de grito, desde la sala con la voz cargada de emoción.David frunció el ceño e inspiró con fuerza, con una expresión de molestia en su rostro, antes de girarse y salir de la cocina, seguido de Ronald.Ante aquello, Jenna no pudo evitar sentir que se le estrujaba el corazón; algo le decía que aquella visita no auguraba nada bueno, y, por un momento, pensó que lo mejor era esconderse.Sin embargo, la curiosidad la obligó a salir, con la intención de ver qué pasaba.Cuando se adentró en la sala de estar, vio cómo Amanda se acercaba a David, de una manera demasiado sugerente, mientras, con una sonrisa radiante, digna de un comercial de dentífrico, exclamaba:—¡David! ¡Qué bueno verte después de tanto tiempo! Los años han hecho un gran trabajo contigo. Estás mucho más guapo de lo que recordaba.Diciendo esto, se acercó aún más a él y posó sus manos en el pecho del hombre, acariciándolo con suavidad y de
Dos noches después, Jenna se encontraba sentada junto a la ventana del salón, mirando las estrellas con un libro sobre las piernas. Había intentado distraerse, pero no podía dejar de sentir un extraño nudo del estómago, pensando en el evento benéfico que David había organizado y al que ella no había asistido.—No te preocupes —le había dicho David, con voz inexpresiva, mientras se acomodaba el moño del traje frente al espejo de la sala—, es solo una reunión de negocios. No es algo en lo que debas estar presente. Quédate con Noah.Tras esto, y a pesar de que había procurado convencerse de que no tenía sentido la sensación de rechazo que le habían generado sus palabras; al fin y al cabo, él era libre de hacer y deshacer con su vida como le viniera en gana, no había podido evitarlo y eso la hacía sentirse una idiota.***En el evento.La atmósfera en el salón, en que se llevaba a cabo aquella acción benéfica, era sofisticada y alegre.David se movía con soltura, con la ayuda de su bastón
Al día siguiente. —Todo está saliendo tal y como lo planeamos —repuso Susan, con una sonrisa satisfecha—. La foto del beso fue una excelente idea. La tensión entre David y esa mujerzuela es más que evidente.—¿Estás segura? —preguntó Amanda, sonriendo con emoción.—Totalmente —respondió Susan—. Si bien no hay que confiarnos, uno nunca sabe con qué clase de mosquita muerta estamos tratando, está claro que entre esos dos hay tensión. Jenna anoche durmió sola en el cuarto de servicio.Amanda sonrió y alzó la mano llamando a la camarera, para pedirle la cuenta. Ambas se habían reunido en una cafetería del centro, en la que sabían que podían hablar tranquilas, sin que nadie las molestara o se entrometiera en sus asuntos.—Ten —dijo Susan, deslizando un sobre por encima de la mesa—. Aquí tienes una cuarta parte de lo acordado.Amanda alzó las cejas, tomando el sobre y contando rápidamente el dinero del interior.—Esto es mucho más de lo que habíamos hablado —repuso sorprendida—. Es mucho m
Cuando Amanda y David quedaron a solas, la mujer se acercó a él de manera seductora. Sin embargo, él la detuvo, tomándola por los brazos y alejándola de él.—Que te haya «defendido» frente a Jenna no quiere decir que ella no tenga razón en que no eres bienvenida. Simplemente, no quiero armar escándalos —dijo con una frialdad mayor que con la que se había dirigido a Jenna, segundos antes.Amanda frunció el ceño. Su fachada comenzaba a resquebrajarse y la preocupación se apoderó de ella, consciente de que su plan debía ser perfecto.—David —dijo con una vocecita infantil mientras lo miraba a través de sus pestañas—. Entiende que lo hago por tu bien. Ambos sabemos que soy mucho mejor que esa cocinera que te has conseguido como esposa. Ella jamás será suficiente para ti. ¿Por qué no recapacitas, mi amor?—Deja de llamarme así —repuso David con los dientes apretados, mirándola fijamente a los ojos—. No soy tu amor.Amanda, sintiendo que estaba perdiendo el control de la situación, se esfor