Tres días después. —¿Dónde diablos te habías metido? —exclamó Susan, notoriamente molesta, cuando Amanda por fin atendió a una de sus infinitas llamadas que le había hecho—. Ya ha pasado el tiempo que te di y no he tenido noticias tuyas. ¿Qué ha pasado? ¿Has logrado dar con algo de interés sobre la vida de Jenna Miller?Amanda suspiró y sonrió, antes de exclamar con voz triunfante:—Sí, encontré algo que nos puede ser de gran utilidad; siento no haber contestado antes, pero estaba atando todos los cabos y armando un posible plan.—Está bien, olvida lo de la llamada. Dime, ¿qué descubriste? —inquirió Susan, con ansiedad.Amanda tomó una bocanada de aire y comenzó a narrarle con lujo de detalles todo lo que había descubierto sobre el pasado de Jenna, antes de hacer lo mismo con el plan que había ideado.Una vez que la joven terminó de hablar, Susan le dio el visto bueno, notablemente emocionada:—Me parece perfecto. Haz lo que tengas que hacer y hazlo cuanto antes. No podemos dejar pas
David ladeó la cabeza, y frunció el ceño, mirando a Jenna, de manera interrogativa.—¿Quién es? —preguntó, notablemente irritado.Sin embargo, Jenna no respondió, sino que tragó saliva y le devolvió la mirada, sintiéndose completamente incómoda.¿Qué diablos hacía Harvey allí? De todos los sitios en los que podría haber imaginado que lo vería, la mansión de David Whitmore era el último. Aquello no tenía ni el más mínimo sentido. ¿Qué estaba pasando? Si bien sabía que no era difícil dar con ella después de que había ganado el concurso, no comprendía qué podía querer su ex, tras más de dos años de haber roto su relación.Mirando fijamente a Jenna, David no pasó por alto que la muchacha había empalidecido, como si hubiera visto un fantasma.Succionando sus mejillas, ladeó la cabeza y abrió la boca para cuestionarla, pero, antes de que pudiera decir nada, Margaret apareció en los altos de las escaleras.—Oh, señorita Jenna —repuso Margaret, al encontrarlos en el rellano de las escaleras—.
—¿Su esposo? —repitió envarándose como una cobra y enfrentándose a David—. No me hagas reír. Ella jamás se casaría con alguien que no sea yo.—Estás muy equivocado —replicó David, acercándose a Harvey de manera intimidante, con el rostro enrojecido por la ira—. Si no escuché mal, Jenna acaba de dejarte claro que no quiere saber nada de ti. Ella es mi esposa y no voy a permitir que quieras sobrepasarte con ella. ¡Vete ya mismo, si no quieres que llame a seguridad! —vociferó.—No pienso irme hasta que Jenna reconozca que me envió un mensaje pidiendo verme, diciendo que me extraña y que aún me ama —repuso Harvey, con la vena de la frente a punto de explotar, tomando a David por las solapas de la chaqueta de su traje de alta costura.Jenna inspiró profundamente y, temblando de pies a cabeza, se acercó a ellos y los separó, colocando una mano sobre el pecho de cada uno.—¡Ya basta! —exclamó con la voz quebrada—. Harvey esto no tiene ni el más mínimo sentido, por favor, vete. Ya no hay nada
David y Jenna intercambiaron una mirada, cargada de tensión, por unos segundos, tras los cuales David avanzó hacia Jenna con el rostro desfigurado por la ira y la desconfianza que habían germinado nuevamente en él. —¿Es que no me escuchaste? —preguntó David, con su voz resonando en la amplia sala—. Quiero que me cuentes toda la verdad. ¡Ahora! —¿Qué quieres que te cuente? ¿Acaso dudas del análisis de ADN que tú mismo solicitaste? —preguntó Jenna, mirándolo con incredulidad. No podía entender que la estuviera interrogando respecto a eso.—No, no hablo de eso. Sé que tú no pudiste manipular esos estudios. Es verdad que por un momento dudé de que lo hicieras, pero no creo que tengas ese poder. No me cabe duda de que Noah es mi hijo —repuso con frialdad—, pero no puedo creer que tú no enviaste ese mensaje y que tú no le pediste a ese tipo que viniera hasta aquí. Jenna abrió los ojos de par en par, y lo miró boquiabierta, mientras negaba con la cabeza. —No te entiendo. ¿En serio crees
Jenna atravesó los jardines de la villa con Noah y las maletas en sus manos, mientras su corazón latía con fuerza, al punto en el que sentía que se le saldría del pecho. Sentía que con cada paso que daba en dirección a la valla, más se alejaba del hombre que, pese a todo, amaba. No sabía qué haría a partir de ese momento, pero lo que sí tenía presente era que debía proteger a su hijo y a sí misma de la toxicidad que los había envuelto desde que David Whitmore había llegado a sus vidas. Mientras andaba hacia el taxi que ya la esperaba en la puerta, una figura se movió, detrás de ella, entre las sombras de un grupo de árboles. Amanda, agazapada, observaba aquella escena con una enorme sonrisa de satisfacción. Había logrado su propósito en tiempo récord.Todavía sonriendo, Amanda se lamió los labios, como si acabara de degustar el más costoso plato, y, tras sacar su teléfono móvil, marcó un número a toda velocidad.—Querida Susan, déjame decirte dos palabras que te encantarán —dijo, c
El rostro de David se endureció y su mandíbula se tensó por completo.—¿Qué haces aquí, Amanda? ¡Lárgate! —dijo en voz baja, pero amenazante.Amanda, sorprendida por el tono de David, se detuvo.—Ay, ¿por qué eres así? —Hizo un puchero—. Solo me preocupo por…Sin embargo, antes de que pudiera terminar, David se puso de pie con brusquedad, derramando el poco de whisky que le quedaba en el vaso.—¿Preocuparte? —gritó, furioso—. ¿En serio? No seas hipócrita. No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas de que tú tienes algo que ver en todo esto. ¡Lárgate en este preciso instante!Amanda dio un paso atrás, intentando mantenerse firme.—David, ¿de qué hablas, mi amor? —preguntó ella, intentando acercarse a él, seductoramente.—Sabes exactamente de qué hablo —replicó David, con los dientes apretados—. Desde que apareciste de nuevo no has hecho más que entrometerte en mi vida. ¿En serio crees que no me doy cuenta de cuál es tu plan? Desde el principio, quisiste separarme de Jenna. ¡Te felicito
—Susan —dijo en un suspiro y tragó saliva con fuerza—, tenemos un grave problema.—¿Qué pasó ahora? —preguntó la matriarca de los Whitmore, tras inspirar profundamente.Amanda apretó el móvil contra su oreja, y, mirando la mansión con odio, respondió:—La segunda parte del plan no funcionó. Tu hijo me echó de la mansión —repuso en un susurro y tragó saliva con dificultad.—¿Cómo así? —inquirió Susan, alzando levemente la voz.—Como lo escuchas. Tu queridísimo hijito me acusó de haberle arruinado la vida, me echó casi a las patadas y me prohibió la entrada a la villa. El guardia me sacó a la rastra. Ahora estoy en la calle, al otro lado de la verja.—¡Maldita sea, Amanda! ¡Solo tenías un trabajo y lo estropeaste todo! ¿Qué hiciste mal? —exclamó Susan, con la voz cargada de desaprobación.—Hice todo lo que estaba a mi alcance —repuso, apretando la mano libre en un puño, tan fuerte que sus uñas se le clavaron en la palma de la mano—. Sin embargo, lamento decirte que parece que esto va a
Tres días después. Habían transcurrido poco más de setenta y dos horas desde que Jenna y Noah habían salido de la mansión, y la tensión no hacía más que aumentar en ella, quien, si bien intentaba mantenerse calmada para no transmitirle sus nervios al pequeño, no lograba hacerlo del todo. Cada segundo que pasaba se le antojaba una eternidad.Se había instalado de la mejor manera posible en la casa de su padre, a las afueras de la ciudad, rogando porque David Whitmore tardara en dar con ella. Necesitaba pensar con claridad para tomar una decisión con respecto a su futuro y al de su hijo.Aquella mañana, mientras Noah dormía profundamente, abrazado al osito de peluche, del cual no se separaba ni un solo momento, Jenna se dejó caer en el viejo sofá de la sala y encendió su móvil, sin ser consciente de que ese simple gesto lo complicaría todo.—Jenna, ¿en dónde diablos te has metido? —preguntó Rachel, en cuanto se estableció la conexión—. Me tenías preocupada, llevas tres días sin dar una