David y Jenna intercambiaron una mirada, cargada de tensión, por unos segundos, tras los cuales David avanzó hacia Jenna con el rostro desfigurado por la ira y la desconfianza que habían germinado nuevamente en él. —¿Es que no me escuchaste? —preguntó David, con su voz resonando en la amplia sala—. Quiero que me cuentes toda la verdad. ¡Ahora! —¿Qué quieres que te cuente? ¿Acaso dudas del análisis de ADN que tú mismo solicitaste? —preguntó Jenna, mirándolo con incredulidad. No podía entender que la estuviera interrogando respecto a eso.—No, no hablo de eso. Sé que tú no pudiste manipular esos estudios. Es verdad que por un momento dudé de que lo hicieras, pero no creo que tengas ese poder. No me cabe duda de que Noah es mi hijo —repuso con frialdad—, pero no puedo creer que tú no enviaste ese mensaje y que tú no le pediste a ese tipo que viniera hasta aquí. Jenna abrió los ojos de par en par, y lo miró boquiabierta, mientras negaba con la cabeza. —No te entiendo. ¿En serio crees
Jenna atravesó los jardines de la villa con Noah y las maletas en sus manos, mientras su corazón latía con fuerza, al punto en el que sentía que se le saldría del pecho. Sentía que con cada paso que daba en dirección a la valla, más se alejaba del hombre que, pese a todo, amaba. No sabía qué haría a partir de ese momento, pero lo que sí tenía presente era que debía proteger a su hijo y a sí misma de la toxicidad que los había envuelto desde que David Whitmore había llegado a sus vidas. Mientras andaba hacia el taxi que ya la esperaba en la puerta, una figura se movió, detrás de ella, entre las sombras de un grupo de árboles. Amanda, agazapada, observaba aquella escena con una enorme sonrisa de satisfacción. Había logrado su propósito en tiempo récord.Todavía sonriendo, Amanda se lamió los labios, como si acabara de degustar el más costoso plato, y, tras sacar su teléfono móvil, marcó un número a toda velocidad.—Querida Susan, déjame decirte dos palabras que te encantarán —dijo, c
El rostro de David se endureció y su mandíbula se tensó por completo.—¿Qué haces aquí, Amanda? ¡Lárgate! —dijo en voz baja, pero amenazante.Amanda, sorprendida por el tono de David, se detuvo.—Ay, ¿por qué eres así? —Hizo un puchero—. Solo me preocupo por…Sin embargo, antes de que pudiera terminar, David se puso de pie con brusquedad, derramando el poco de whisky que le quedaba en el vaso.—¿Preocuparte? —gritó, furioso—. ¿En serio? No seas hipócrita. No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas de que tú tienes algo que ver en todo esto. ¡Lárgate en este preciso instante!Amanda dio un paso atrás, intentando mantenerse firme.—David, ¿de qué hablas, mi amor? —preguntó ella, intentando acercarse a él, seductoramente.—Sabes exactamente de qué hablo —replicó David, con los dientes apretados—. Desde que apareciste de nuevo no has hecho más que entrometerte en mi vida. ¿En serio crees que no me doy cuenta de cuál es tu plan? Desde el principio, quisiste separarme de Jenna. ¡Te felicito
—Susan —dijo en un suspiro y tragó saliva con fuerza—, tenemos un grave problema.—¿Qué pasó ahora? —preguntó la matriarca de los Whitmore, tras inspirar profundamente.Amanda apretó el móvil contra su oreja, y, mirando la mansión con odio, respondió:—La segunda parte del plan no funcionó. Tu hijo me echó de la mansión —repuso en un susurro y tragó saliva con dificultad.—¿Cómo así? —inquirió Susan, alzando levemente la voz.—Como lo escuchas. Tu queridísimo hijito me acusó de haberle arruinado la vida, me echó casi a las patadas y me prohibió la entrada a la villa. El guardia me sacó a la rastra. Ahora estoy en la calle, al otro lado de la verja.—¡Maldita sea, Amanda! ¡Solo tenías un trabajo y lo estropeaste todo! ¿Qué hiciste mal? —exclamó Susan, con la voz cargada de desaprobación.—Hice todo lo que estaba a mi alcance —repuso, apretando la mano libre en un puño, tan fuerte que sus uñas se le clavaron en la palma de la mano—. Sin embargo, lamento decirte que parece que esto va a
Tres días después. Habían transcurrido poco más de setenta y dos horas desde que Jenna y Noah habían salido de la mansión, y la tensión no hacía más que aumentar en ella, quien, si bien intentaba mantenerse calmada para no transmitirle sus nervios al pequeño, no lograba hacerlo del todo. Cada segundo que pasaba se le antojaba una eternidad.Se había instalado de la mejor manera posible en la casa de su padre, a las afueras de la ciudad, rogando porque David Whitmore tardara en dar con ella. Necesitaba pensar con claridad para tomar una decisión con respecto a su futuro y al de su hijo.Aquella mañana, mientras Noah dormía profundamente, abrazado al osito de peluche, del cual no se separaba ni un solo momento, Jenna se dejó caer en el viejo sofá de la sala y encendió su móvil, sin ser consciente de que ese simple gesto lo complicaría todo.—Jenna, ¿en dónde diablos te has metido? —preguntó Rachel, en cuanto se estableció la conexión—. Me tenías preocupada, llevas tres días sin dar una
Cuando David salió de la mansión y se adentró en la cochera, lo hizo con el corazón latiéndole a toda velocidad, consciente de que no se podía permitir perder ni un solo segundo.Con la determinación de viajar las cinco horas que lo separaban de Jenna y su hijo, se subió al coche, encendió el motor y pisó salió a la calle, en donde pisó el acelerador a fondo, con la ansiedad retorciéndose en su pecho.Durante todo el camino, su mente giraba en un tumulto de pensamientos vertiginosos, mientras intentaba dar con la fórmula correcta para convencer a Jenna de que regresara con él. No podía dejar de pensar en todo lo que debía decirle, en cómo le explicaría que había sido un imbécil, que se había dejado llevar por su orgullo, de que su madre había orquestado todo aquello para separarlos…—Tengo que lograr que por lo menos acepte regresar a la ciudad. Quizás no pueda convencerla de que me perdone ahora, pero… —murmuró, negando la cabeza, apretando el volante con fuerza—. No puedo perderlos.
—Mamá, ¿quién es? —oyó David que decía el pequeño Noah.Pensando que esa era su oportunidad para que Jenna cediera, David volvió a golpear la puerta, y con voz suave, dijo:—Noah, campeón, soy yo, papá, dile a mamá que me abra, por favor.—¿Papá? ¡Papá! —dijo el pequeño con los ojitos llorosos y llenos de ilusión—. Mami, papá está aquí, quiero verlo.—Noah, no es bueno que…—¡Por favor, mami, por favor! —suplicó Noah, mirando a su madre con las lágrimas comenzando a desbordarse de sus ojitos.Jenna cerró los ojos con fuerza, inspiró profundo, maldiciendo a David y maldiciéndose a sí misma por haber permitido que él la encontrara tan fácilmente. Había creído que cinco horas de distancia eran suficientes como para tener, como mínimo, una semana de tranquilidad, antes de tener que enfrentarse nuevamente a él. Sin embargo, allí estaba, maldiciéndose por ser tan idiota.—Mami, por favor, quiero ver a papá —repitió el niño con una mirada suplicante.Con el corazón en un puño y sintiendo que
Al escuchar esto, Jenna dio un paso atrás y soltó una risa llena de sarcasmo:—¡Ja, ja, ja! No te conocía esa faceta de payaso, David. En serio, no estoy de ánimos para tolerar tus bromas de mal gusto. Ve al maldito grano —ordenó, cortante, con los ojos llenos de furia y dolor.Sin embargo, no podía ignorar que lo amaba profundamente, aun cuando el resentimiento no le permitía reconocerlo. Durante meses había soñado con que David le decía que la amaba, que se moría por ella, que quería estar con ella… Pero ahora, después de todo lo que le había hecho, no podía creerle ni una sola palabra.En ese momento, mientras Jenna se sumergía en sus pensamientos, con la mirada perdida, como un túnel, David aprovechó para acercarse aún más a ella y, buscando su mirada, la tomó por las mejillas y, sin poder resistirse, la besó, como nunca antes lo había hecho. Ya no era un compromiso, un deber, era porque así lo quería, porque la amaba y la deseaba.Ante aquel inesperado contacto, Jenna se sintió d