—Mamá, ¿quién es? —oyó David que decía el pequeño Noah.Pensando que esa era su oportunidad para que Jenna cediera, David volvió a golpear la puerta, y con voz suave, dijo:—Noah, campeón, soy yo, papá, dile a mamá que me abra, por favor.—¿Papá? ¡Papá! —dijo el pequeño con los ojitos llorosos y llenos de ilusión—. Mami, papá está aquí, quiero verlo.—Noah, no es bueno que…—¡Por favor, mami, por favor! —suplicó Noah, mirando a su madre con las lágrimas comenzando a desbordarse de sus ojitos.Jenna cerró los ojos con fuerza, inspiró profundo, maldiciendo a David y maldiciéndose a sí misma por haber permitido que él la encontrara tan fácilmente. Había creído que cinco horas de distancia eran suficientes como para tener, como mínimo, una semana de tranquilidad, antes de tener que enfrentarse nuevamente a él. Sin embargo, allí estaba, maldiciéndose por ser tan idiota.—Mami, por favor, quiero ver a papá —repitió el niño con una mirada suplicante.Con el corazón en un puño y sintiendo que
Al escuchar esto, Jenna dio un paso atrás y soltó una risa llena de sarcasmo:—¡Ja, ja, ja! No te conocía esa faceta de payaso, David. En serio, no estoy de ánimos para tolerar tus bromas de mal gusto. Ve al maldito grano —ordenó, cortante, con los ojos llenos de furia y dolor.Sin embargo, no podía ignorar que lo amaba profundamente, aun cuando el resentimiento no le permitía reconocerlo. Durante meses había soñado con que David le decía que la amaba, que se moría por ella, que quería estar con ella… Pero ahora, después de todo lo que le había hecho, no podía creerle ni una sola palabra.En ese momento, mientras Jenna se sumergía en sus pensamientos, con la mirada perdida, como un túnel, David aprovechó para acercarse aún más a ella y, buscando su mirada, la tomó por las mejillas y, sin poder resistirse, la besó, como nunca antes lo había hecho. Ya no era un compromiso, un deber, era porque así lo quería, porque la amaba y la deseaba.Ante aquel inesperado contacto, Jenna se sintió d
Cuando David regresó a la villa, lo hizo sintiendo una mezcla de agotamiento y frustración. El intento de que Jenna se ablandara, que lo perdonara y que ella y Noah regresaran a la mansión había sido completamente infructuoso y su mente estaba sumida en una densa neblina de preocupación, preguntándose cómo diablos haría para recuperar a su hijo y a la mujer que amaba.Apenas cerró la puerta a sus espaldas, se topó con su madre, quien lo estaba esperando en el vestíbulo con una expresión de severidad en el rostro, con los ojos llenos de reproche.—Hijo, ¿dónde te habías metido? —lo interrogó Susan, con una voz fría y llena de autoridad, aun cuando ya conocía la respuesta. Después de todo, había monitoreado cada uno de los movimientos de David.David suspiró y la miró con frialdad, tensando su mandíbula.—¿Dónde crees, mamá? Fui a buscar a Jenna y a Noah —contestó con voz firme, sin ceder ante la intimidación de su madre.Susan frunció el ceño y fingió preocupación, a pesar de que su mi
Un mes después. Un mes más tarde, luego del enfrentamiento que había tenido con David en la casa de su infancia, en la casa de su padre, Jenna y Noah se encontraban sumergidos en una monótona pero estable rutina.La angustia no la había abandonado, pero, poco a poco, se había ido apaciguando. Había mantenido el menor contacto posible con David, simplemente lo atendía por las noches, cuando él la llamaba, con la excusa de hablar con Noah. Si bien le hubiera gustado tener contacto cero con él, no era capaz de hacerle eso a su hijo.Sin embargo, esa noche, de madrugada, la calma se vio interrumpida abruptamente.Eran más de las cuatro de la madrugada, cuando Jenna se despertó alertada por un extraño ruido. Al girarse hacia el lado de la cama que ocupaba su hijo, quien dormía con ella, vio que este se movía inquieto, con el rostro pálido y la frente llena de sudor.Con el corazón en un puño, y sumamente preocupada, Jenna se puso de pie, se calzó las pantuflas y lo tomó en brazos, notando
La noche siguiente, después de que Noah fuera trasladado, Jenna se encontraba en el pasillo del Hospital Central en el que se encontraba internado su hijo. Y, si bien él ya se encontraba estable, Jenna no podía desprenderse de la preocupación.Poco después de que Noah y Jenna llegaran al Hospital Central por la mañana, Rachel había corrido hacia allí, con la esperanza de que su compañía le ayudara a Jenna a tranquilizarse, al menos un poco.—Jenna, amiga, tranquila, por favor —dijo Rachel mientras la abrazaba con fuerza—. Noah ahora está en las mejores manos. Los médicos están preparados para esto. Ellos saben lo que hacen. Tranquila, ¿sí?Jenna inspiró profundamente y soltó el aire con lentitud, intentando consolarse en las palabras de Rachel. Sin embargo, le era sumamente difícil; la angustia, por mucho que lo intentara, no desaparecía.Sintiendo cómo la jaqueca comenzaba a apoderarse de ella, se llevó una mano a la frente, mientras tomaba asiento en una de las sillas de plástico az
—Susan, ¿qué ha hecho? —preguntó Margaret con los ojos desorbitados por la sorpresa—. La señora Jenna necesitaba dejarle un mensaje al señor David —explicó, mientras se acuclillaba y comenzaba a juntar los fragmentos en los que se había convertido el móvil.—¿Yo? ¿De qué me acusas? Yo no he hecho nada, solo tropecé y… —repuso Susan con fingida inocencia.«Esa mujerzuela no es más que una molestia», pensó Susan con los dientes apretados, antes de darse media vuelta y dejar a Margaret a solas.El ama de llaves suspiró, consciente de que aquello no había sido un mero accidente, pero no dijo nada. Después de todo, conocía a Susan Whitmore y sabía que no tenía sentido discutir con ella; además de que ella no era más que una simple empleada.***En el hospital. Al ver que no podía comunicarse nuevamente con el móvil de la mansión Whitmore, Jenna suspiró y, contra todo lo que deseaba, marcó al número de David. Sin embargo, su teléfono parecía estar apagado.Frunciendo el ceño, apretó el móv
—J-Jenna —balbuceó David, acercándose a ella con paso errático—. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Noah? —la interrogó, con el ceño fruncido, esforzándose por enfocar el rostro de quien aún, pese a todo, seguía siendo su esposa. Al menos, en el plano de lo legal.Jenna abrió los ojos de par en par y lo miró con una mezcla de sorpresa y de disgusto.—David, ¿estás bien? ¿Qué te sucede? ¿Estás borracho? —preguntó Jenna, más preocupada que furiosa.Porque sí, a pesar de que ella no quería saber más nada de él, su corazón aún seguía acelerándose ante la simple mención de su nombre. Y en ese momento no era la excepción. Su corazón latía desbocado al tenerlo de nuevo frente a ella, en carne y hueso, y no en sus sueños.—¿Q-qué haces aquí? —tartamudeó David, tambaleándose como una pirinola—. ¿Dónde está Noah, Jenna?Rachel, consciente de lo peligroso de ese encuentro, se interpuso entre ambos, cubriendo a su amiga con su cuerpo y enfrentándose a David Whitmore.—David, creo que este no es el mome
Esa misma noche. Departamento de Amanda. Susan, Amanda y Harvey se encontraban reunidos una vez más, en el salón del departamento de Amanda, después de que Susan hubiera recibido la noticia de que Noah se encontraba hospitalizado y, por el estado en el que David había llegado a la mansión aquella misma noche, había comprobado que su hijo estaba emocionalmente involucrado en la vida de aquel niño y de esa mujerzuela, mucho más de lo que ella hubiera deseado.—No hay duda de que el mayor impedimento para que esos dos se divorcien definitivamente es ese bastardo que tienen en común —repuso Susan con voz fría, tamborileando sus dedos sobre la mesa—. Ese niño se interpone en nuestro objetivo de que David se saque a esa mujerzuela de la cabeza. Porque, aunque no me lo haya confirmado, sé que él está enamorado de ella —añadió con una mueca de asco.Amanda asintió con lentitud, con una expresión que reflejaba su comprensión y complicidad con Susan.—Te entiendo y tienes razón, Susan. Ese niñ