—J-Jenna —balbuceó David, acercándose a ella con paso errático—. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Noah? —la interrogó, con el ceño fruncido, esforzándose por enfocar el rostro de quien aún, pese a todo, seguía siendo su esposa. Al menos, en el plano de lo legal.Jenna abrió los ojos de par en par y lo miró con una mezcla de sorpresa y de disgusto.—David, ¿estás bien? ¿Qué te sucede? ¿Estás borracho? —preguntó Jenna, más preocupada que furiosa.Porque sí, a pesar de que ella no quería saber más nada de él, su corazón aún seguía acelerándose ante la simple mención de su nombre. Y en ese momento no era la excepción. Su corazón latía desbocado al tenerlo de nuevo frente a ella, en carne y hueso, y no en sus sueños.—¿Q-qué haces aquí? —tartamudeó David, tambaleándose como una pirinola—. ¿Dónde está Noah, Jenna?Rachel, consciente de lo peligroso de ese encuentro, se interpuso entre ambos, cubriendo a su amiga con su cuerpo y enfrentándose a David Whitmore.—David, creo que este no es el mome
Esa misma noche. Departamento de Amanda. Susan, Amanda y Harvey se encontraban reunidos una vez más, en el salón del departamento de Amanda, después de que Susan hubiera recibido la noticia de que Noah se encontraba hospitalizado y, por el estado en el que David había llegado a la mansión aquella misma noche, había comprobado que su hijo estaba emocionalmente involucrado en la vida de aquel niño y de esa mujerzuela, mucho más de lo que ella hubiera deseado.—No hay duda de que el mayor impedimento para que esos dos se divorcien definitivamente es ese bastardo que tienen en común —repuso Susan con voz fría, tamborileando sus dedos sobre la mesa—. Ese niño se interpone en nuestro objetivo de que David se saque a esa mujerzuela de la cabeza. Porque, aunque no me lo haya confirmado, sé que él está enamorado de ella —añadió con una mueca de asco.Amanda asintió con lentitud, con una expresión que reflejaba su comprensión y complicidad con Susan.—Te entiendo y tienes razón, Susan. Ese niñ
Cuando Jenna y David salieron del consultorio, lo hicieron en silencio, preocupados y con la mente llena de pensamientos oscuros y catastróficos. Tras escuchar al médico, el miedo se había apoderado de ellos.Sin decir nada, ambos se encaminaron hacia la sala de espera, donde Rachel y Joseph se encontraban esperándolos con los rostros llenos de preocupación.Sin embargo, antes de acercarse a ellos, David se detuvo en seco y tomó a Jenna por el brazo, para, a continuación, mientras la miraba fijamente, romper el silencio.—Jenna, sé que no quieres saber nada conmigo… —comenzó a decir, antes de tragar saliva.La mujer lo miró fijamente y se deshizo de su agarre, volteándose hacia él y cruzándose de brazos.—Me alegra mucho que lo tengas claro —dijo con sarcasmo, alzando la barbilla.—A ver, por favor, Jenna, tenemos que hablar —insistió David y suspiró.—Bien, habla. —Jenna le sostuvo la mirada, sabiendo que no podía evitar esa conversación.—Esto…, ¿podríamos hablar en un lugar más pri
Cuando Jenna y Rachel se sentaron ante unas de las mesas del buffet del hospital, lo hicieron cada una con una taza de café frente a ellas y la preocupación grabada en sus rostros.—Jenna, cuéntame qué ha pasado —le pidió Rachel con voz ansiosa.Jenna soltó un suspiro cargado de angustia, sintiendo como el peso de lo que había sucedido en las últimas horas caía sobre sus hombros.—Pues, por lo que nos dijo el médico, a David y a mí, Noah, gracias a Dios, está estable; pero tuvieron que inducirlo al coma. Encontraron una droga en su sangre que no debía estar allí.—¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿Quieres decir que…? —preguntó Rachel, sin atreverse a terminar la última pregunta.Jenna asintió con pesar.—Sí, Rachel, tristemente sí. Alguien intentó… —comenzó a decir y su voz se le quebró—. Alguien intentó matarlo, Rachel. Si no hubiera sido por la rápida reacción de los médicos y las enfermeras… —Negó con la cabeza, sin poder imaginar qué hubiera sido de ella, si eso no hubiera sido así.
Sin saber qué hacer con lo que había escuchado, Jenna desanduvo sus pasos hacia el buffet del hospital, a toda velocidad. Su mente era un tornado de emociones y pensamientos intensos y confusos.Cuando se adentró en el buffet, vio que Rachel aún estaba allí, como había imaginado, tamborileando los dedos sobre la mesa, con nerviosismo.Al ver a su amiga, Rachel alzó la vista, percibiendo la preocupación en el rostro de su amiga.—¿Qué ha pasado? —inquirió Rachel, con las cejas en alto.Jenna movió la cabeza de un lado a otro, mientras tragaba saliva y tomaba asiento frente a Rachel.—La seguí… —respondió con la voz entrecortada.—¿Y? —insistió Rachel con los ojos abiertos de par en par, ansiosa.—La seguí hasta una esquina, cuando hizo una llamada. La escuché decir… —Jenna inspiró profundamente, antes de continuar—. La escuché decir que Noah sigue vivo, que había fallado en su intento de quitarlo del camino.Rachel se quedó sin aliento, mirando a su amiga boquiabierta, por unos segundo
—Tenemos que ser mucho más inteligentes. Las cosas hasta ahora no han hecho que complicarnos más. El coma de ese niñito no ha hecho más que unir a esa mujer y a David —dijo Susan, con los dientes apretados, y miró a Harvey con intensidad—. Para colmo de males, Jenna sabe algo de todo esto. Por lo que he podido averiguar, tiene pruebas contra Amanda y no podemos permitir que dé con nosotros.Harvey suspiró y asintió.—Lo sé. Tenemos que ser cuidadosos. Jenna parece que tiene pruebas y David ya está sospechando. Sus contactos son muy poderosos; tanto como los míos. No podemos permitirnos que den con Amanda y que esa estúpida hable. —Golpeó la mesa con la palma abierta—. Te dije que, después de que Jenna se marchó de la vivienda, lo mejor era que ella no se metiera más en todo esto. Le pagabas y adiós.—A ver, Harvey, te recuerdo que soy yo la que pone el dinero. Tú tienes una deuda, ¿verdad? ¿Quieres pagarla?Harvey asintió. Después de todo, si no pagaba la deuda que tenía con sus jefes
Una semana más tarde. Noah, poco a poco, había comenzado a mostrar signos de mejoría. Si bien los médicos habían considerado que lo mejor era mantenerlo en coma, por el momento, Jenna no podía evitar sentir un atisbo de esperanza, al ver que su pequeño luchaba con uñas y dientes por salir adelante.Sin embargo, a pesar de los avances en la salud de su hijo, Jenna no se permitía bajar la guardia, por ningún motivo, y pasaba todo el tiempo posible en el hospital, atenta; aun cuando los guardias que David había contratado permanecían allí las veinticuatro horas.Esa tarde, mientras esperaba tener noticias de su hijo y bebía café de un vaso térmico, Jenna recibió una llamada de Rachel.—¿Cómo estás, Jenna? —preguntó Rachel, en cuanto se estableció la conexión.—Estoy bien… bueno, tan bien como puedo estar —respondió Jenna en un suspiro—. Noah está mostrando signos de mejoría y los médicos me han asegurado que es buena señal; aunque aún es muy pronto para despertarlo del coma.Rachel, al
Esa tarde, en la habitación de Rachel. Jenna se encontraba frente al espejo, acomodándose la blusa negra que había escogido. Sus manos temblaban ligeramente. No estaba segura de que pudiera dar el cien por ciento de su talento. Después de todo, su mente estaba llena de preocupaciones.Sin embargo, se obligó a inspirar profundamente, buscando relajarse. Pese a su nerviosismo, estaba segura de dar, como siempre, lo mejor de sí misma.Mientras tanto, Rachel, quien se encontraba sentada en la cama con las piernas cruzadas, la observaba con una sonrisa entre divertida y maliciosa.—Ay, estás guapísima. A Steven le dará un infarto cuando te vea —dijo Rachel, con los ojos brillando con picardía.—Deja de decir bobadas, Rachel —dijo Jenna, riendo—. Sabes bien que esto es por negocios.—Ah, ¿sí? —preguntó Rachel con una media sonrisa—. Pues no sé tú, pero ese hombre siempre gustó de ti.—Por favor, Rachel —replicó Jenna, girándose para mirarla—. Repito, deja de decir tonterías. Steven y yo si