—Susan —dijo en un suspiro y tragó saliva con fuerza—, tenemos un grave problema.—¿Qué pasó ahora? —preguntó la matriarca de los Whitmore, tras inspirar profundamente.Amanda apretó el móvil contra su oreja, y, mirando la mansión con odio, respondió:—La segunda parte del plan no funcionó. Tu hijo me echó de la mansión —repuso en un susurro y tragó saliva con dificultad.—¿Cómo así? —inquirió Susan, alzando levemente la voz.—Como lo escuchas. Tu queridísimo hijito me acusó de haberle arruinado la vida, me echó casi a las patadas y me prohibió la entrada a la villa. El guardia me sacó a la rastra. Ahora estoy en la calle, al otro lado de la verja.—¡Maldita sea, Amanda! ¡Solo tenías un trabajo y lo estropeaste todo! ¿Qué hiciste mal? —exclamó Susan, con la voz cargada de desaprobación.—Hice todo lo que estaba a mi alcance —repuso, apretando la mano libre en un puño, tan fuerte que sus uñas se le clavaron en la palma de la mano—. Sin embargo, lamento decirte que parece que esto va a
Tres días después. Habían transcurrido poco más de setenta y dos horas desde que Jenna y Noah habían salido de la mansión, y la tensión no hacía más que aumentar en ella, quien, si bien intentaba mantenerse calmada para no transmitirle sus nervios al pequeño, no lograba hacerlo del todo. Cada segundo que pasaba se le antojaba una eternidad.Se había instalado de la mejor manera posible en la casa de su padre, a las afueras de la ciudad, rogando porque David Whitmore tardara en dar con ella. Necesitaba pensar con claridad para tomar una decisión con respecto a su futuro y al de su hijo.Aquella mañana, mientras Noah dormía profundamente, abrazado al osito de peluche, del cual no se separaba ni un solo momento, Jenna se dejó caer en el viejo sofá de la sala y encendió su móvil, sin ser consciente de que ese simple gesto lo complicaría todo.—Jenna, ¿en dónde diablos te has metido? —preguntó Rachel, en cuanto se estableció la conexión—. Me tenías preocupada, llevas tres días sin dar una
Cuando David salió de la mansión y se adentró en la cochera, lo hizo con el corazón latiéndole a toda velocidad, consciente de que no se podía permitir perder ni un solo segundo.Con la determinación de viajar las cinco horas que lo separaban de Jenna y su hijo, se subió al coche, encendió el motor y pisó salió a la calle, en donde pisó el acelerador a fondo, con la ansiedad retorciéndose en su pecho.Durante todo el camino, su mente giraba en un tumulto de pensamientos vertiginosos, mientras intentaba dar con la fórmula correcta para convencer a Jenna de que regresara con él. No podía dejar de pensar en todo lo que debía decirle, en cómo le explicaría que había sido un imbécil, que se había dejado llevar por su orgullo, de que su madre había orquestado todo aquello para separarlos…—Tengo que lograr que por lo menos acepte regresar a la ciudad. Quizás no pueda convencerla de que me perdone ahora, pero… —murmuró, negando la cabeza, apretando el volante con fuerza—. No puedo perderlos.
—Mamá, ¿quién es? —oyó David que decía el pequeño Noah.Pensando que esa era su oportunidad para que Jenna cediera, David volvió a golpear la puerta, y con voz suave, dijo:—Noah, campeón, soy yo, papá, dile a mamá que me abra, por favor.—¿Papá? ¡Papá! —dijo el pequeño con los ojitos llorosos y llenos de ilusión—. Mami, papá está aquí, quiero verlo.—Noah, no es bueno que…—¡Por favor, mami, por favor! —suplicó Noah, mirando a su madre con las lágrimas comenzando a desbordarse de sus ojitos.Jenna cerró los ojos con fuerza, inspiró profundo, maldiciendo a David y maldiciéndose a sí misma por haber permitido que él la encontrara tan fácilmente. Había creído que cinco horas de distancia eran suficientes como para tener, como mínimo, una semana de tranquilidad, antes de tener que enfrentarse nuevamente a él. Sin embargo, allí estaba, maldiciéndose por ser tan idiota.—Mami, por favor, quiero ver a papá —repitió el niño con una mirada suplicante.Con el corazón en un puño y sintiendo que
Al escuchar esto, Jenna dio un paso atrás y soltó una risa llena de sarcasmo:—¡Ja, ja, ja! No te conocía esa faceta de payaso, David. En serio, no estoy de ánimos para tolerar tus bromas de mal gusto. Ve al maldito grano —ordenó, cortante, con los ojos llenos de furia y dolor.Sin embargo, no podía ignorar que lo amaba profundamente, aun cuando el resentimiento no le permitía reconocerlo. Durante meses había soñado con que David le decía que la amaba, que se moría por ella, que quería estar con ella… Pero ahora, después de todo lo que le había hecho, no podía creerle ni una sola palabra.En ese momento, mientras Jenna se sumergía en sus pensamientos, con la mirada perdida, como un túnel, David aprovechó para acercarse aún más a ella y, buscando su mirada, la tomó por las mejillas y, sin poder resistirse, la besó, como nunca antes lo había hecho. Ya no era un compromiso, un deber, era porque así lo quería, porque la amaba y la deseaba.Ante aquel inesperado contacto, Jenna se sintió d
Cuando David regresó a la villa, lo hizo sintiendo una mezcla de agotamiento y frustración. El intento de que Jenna se ablandara, que lo perdonara y que ella y Noah regresaran a la mansión había sido completamente infructuoso y su mente estaba sumida en una densa neblina de preocupación, preguntándose cómo diablos haría para recuperar a su hijo y a la mujer que amaba.Apenas cerró la puerta a sus espaldas, se topó con su madre, quien lo estaba esperando en el vestíbulo con una expresión de severidad en el rostro, con los ojos llenos de reproche.—Hijo, ¿dónde te habías metido? —lo interrogó Susan, con una voz fría y llena de autoridad, aun cuando ya conocía la respuesta. Después de todo, había monitoreado cada uno de los movimientos de David.David suspiró y la miró con frialdad, tensando su mandíbula.—¿Dónde crees, mamá? Fui a buscar a Jenna y a Noah —contestó con voz firme, sin ceder ante la intimidación de su madre.Susan frunció el ceño y fingió preocupación, a pesar de que su mi
Un mes después. Un mes más tarde, luego del enfrentamiento que había tenido con David en la casa de su infancia, en la casa de su padre, Jenna y Noah se encontraban sumergidos en una monótona pero estable rutina.La angustia no la había abandonado, pero, poco a poco, se había ido apaciguando. Había mantenido el menor contacto posible con David, simplemente lo atendía por las noches, cuando él la llamaba, con la excusa de hablar con Noah. Si bien le hubiera gustado tener contacto cero con él, no era capaz de hacerle eso a su hijo.Sin embargo, esa noche, de madrugada, la calma se vio interrumpida abruptamente.Eran más de las cuatro de la madrugada, cuando Jenna se despertó alertada por un extraño ruido. Al girarse hacia el lado de la cama que ocupaba su hijo, quien dormía con ella, vio que este se movía inquieto, con el rostro pálido y la frente llena de sudor.Con el corazón en un puño, y sumamente preocupada, Jenna se puso de pie, se calzó las pantuflas y lo tomó en brazos, notando
La noche siguiente, después de que Noah fuera trasladado, Jenna se encontraba en el pasillo del Hospital Central en el que se encontraba internado su hijo. Y, si bien él ya se encontraba estable, Jenna no podía desprenderse de la preocupación.Poco después de que Noah y Jenna llegaran al Hospital Central por la mañana, Rachel había corrido hacia allí, con la esperanza de que su compañía le ayudara a Jenna a tranquilizarse, al menos un poco.—Jenna, amiga, tranquila, por favor —dijo Rachel mientras la abrazaba con fuerza—. Noah ahora está en las mejores manos. Los médicos están preparados para esto. Ellos saben lo que hacen. Tranquila, ¿sí?Jenna inspiró profundamente y soltó el aire con lentitud, intentando consolarse en las palabras de Rachel. Sin embargo, le era sumamente difícil; la angustia, por mucho que lo intentara, no desaparecía.Sintiendo cómo la jaqueca comenzaba a apoderarse de ella, se llevó una mano a la frente, mientras tomaba asiento en una de las sillas de plástico az