—A ver, cuéntame bien qué pasó y cuáles son tus sospechas —pidió Rachel, mientras le daba un mordisco a su hamburguesa.Después de que Jenna la había llamado, tras salir de la visita a David Whitmore, y le contara todo lo sucedido con el hombre y con Noah, Rachel había salido corriendo hacia el hospital, agradecida de que fuera su día libre. Por lo que, ahora, ambas se encontraban almorzando en el bufet del nosocomio.—Algo me dice que la responsable puede ser Madison. Y Whitmore también piensa que puede ser una posibilidad —respondió Jenna, tras beber un sorbo de agua.—¿La esposa de Whitmore?—Exesposa —la corrigió Jenna—. Se divorciaron recientemente, después de que Whitmore descubriera que ella le era infiel con el hermano de él.—¿Qué dices? —preguntó Rachel con los ojos abiertos de par en par.—Lo que oyes. Whitmore le pidió el divorcio en ese mismo momento… —Jenna se encogió de hombros y le dio un bocado a su sándwich. Aunque no tenía demasiada hambre, sabía que necesitaba ener
Una vez que David cortó la comunicación, Jenna miró su móvil, sintiendo cómo su corazón latía a mil por hora, al saber que, si la estaba llamando, era por algo verdaderamente importante. Su voz al otro lado de la línea había sonado sumamente fría y más distante de lo habitual, lo que hizo que un nudo se le formara en el estómago. Rápidamente, consciente de que a David Whitmore no le gustaba esperar, se puso de pie, dedicándole a Rachel una mirada de disculpas.—Lo siento, Rachel, pero debo irme. Whitmore quiere que vaya a la habitación ahora mismo. —¿Ha descubierto algo? —preguntó su amiga, interesada. —No lo sé, pero es mejor que vaya y no lo haga esperar. Rachel esbozó una sonrisa, que no logró ocultar su preocupación, y asintió. —Anda, ve. Yo me quedaré por la zona, por si necesitas algo. Cualquier cosa, llámame.Jenna asintió y, luego de despedirse rápidamente, salió hacia la habitación de David y Noah, casi corriendo, con su cabeza trabajando a toda velocidad, intentando an
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, dando paso al doctor Smith, quien se adentró rápidamente, alertado por el grito de David, a quien observó con gesto preocupado.—¿Está bien, señor? —preguntó, acercándose rápidamente.David se enderezó, forzando una sonrisa.—S-sí, doctor. Es solo que la pobre Jenna tropezó y cayó sobre mis piernas.Jenna alternó la mirada entre David y el doctor Smith, confundida por cómo David se había referido a ella. Sin embargo, no dijo nada, sino que se limitó a observar, casi pegada contra la pared.—Sonó como un grito de dolor —repuso el médico confundido.—Así es… —asintió David y el doctor alzó las cejas, inquisitivo—. Como ha podido ver en mi historia clínica, sufrí un accidente hace dos años, que me dejó postrado en una silla de ruedas, debido a la pérdida de movilidad de mis piernas. En su momento me dijeron que mi condición era algo irreversible, pero… he comenzado a sentirlas y a poder moverlas, aunque solo un poco. ¿Hay alguna explic
Cuando Jenna salió del hospital, se dirigió a la mansión, tan rápido como le fue posible. El aire fresco y el sol del mediodía, no lograron disipar la preocupación que se había instalado en su pecho. Los últimos días habían sido una completa locura; una montaña rusa de emociones que la tenían al borde.Al llegar a la villa, Jenna se encontró con un hombre sumamente alto, de cabello oscuro como la noche y de ojos grises y penetrantes, que aguardaba en la entrada.—Buenos días —saludó el hombre, con voz grave y firme, mientras le tendía la mano—. Mi nombre es Víctor Cole. Imagino que el señor Whitmore le dijo que vendría. Usted debe ser Jenna Miller, ¿verdad?—Hola, señor Cole —respondió la joven, con un asentimiento, mientras estrechaba su mano—. En efecto, soy Jenna. Gracias por venir.—Es un placer, señora. Es necesario que revisemos la mansión, cuanto antes, en busca de cualquier cosa que pueda esclarecer lo sucedido.Jenna sonrió y asintió, antes de que ambos se adentraran en la ma
Al escuchar las palabras de David, Jenna sintió que todo su mundo se desmoronaba. ¿A qué se refería con aquella pregunta? ¿Cómo que quién era?Preguntándose esto, tragó saliva, sintiendo que el estómago se le estrujaba en un puño, y, con voz temblorosa, contestó:—Disculpe, señor, pero no lo entiendo. ¿De qué habla? ¿A qué se refiere? Claramente, soy Jenna Miller…David apretó los puños, mientras la miraba con una mezcla de furia y confusión. Por mucho que había pensado, desde que el médico le había dado aquella noticia, no había logrado recordar quién diablos era aquella mujer y cómo diablos tenía un hijo con ella.—En serio, Jenna, ¿crees que soy estúpido? —repuso con el ceño fruncido y una voz helada, como un témpano de hielo—. Dime la verdad. ¿Quién diablos eres?Jenna retrocedió, de manera instintiva, mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Algo le decía que él sabía algo, pero ¿qué y cuánto sabía?—¿Qué es lo que quiere que le cuente? —preguntó, en un intento de ganar tiem
A la mañana siguiente, cuando el sol apenas empezaba a asomar en el horizonte, el pequeño Noah recibió, por fin, el alta médica. Si bien aún tenía que recibir ciertos cuidados, ya se había recuperado lo suficiente como para poder regresar con su madre.Por su parte, David aún esperaba los resultados de los análisis del medicamento y las pruebas que le habían hecho con relación a la mejora de su condición física.La habitación se encontraba cargada de una extraña y agridulce sensación, y, Noah, ajeno a la tensión de los dos adultos, se encontraba feliz de por fin salir del hospital.—David, por favor, recupérate rápido —le pidió el pequeño con una sonrisa inocente—. Recuerda que me prometiste que me comprarías el avión y que jugarías conmigo.David, quien permanecía en su cama, miró al niño, sin poder creer que fuera su hijo, y su rostro endurecido se suavizó con una sonrisa.—Tranquilo, pequeño, ya verás que cuando menos lo esperemos estaré de regreso en la mansión —dijo con calma—. Y
Dos semanas más tarde.Después de quince días, tras los últimos e impactantes descubrimientos sobre Madison, el medicamento y su paternidad, David fue dado de alta del hospital; y en el transcurso de estas dos semanas Jenna había acudido por insistencia de Noah. Al fin y al cabo, su hijo tenía derecho a pasar tiempo con su padre, aun cuando cada visita le resultaba una difícil prueba de resistencia emocional.El día en que fue dado de alta, David llegó a la mansión, caminando con la ayuda de un bastón.Al verlo, Jenna se apresuró a ayudarlo. Y, aunque él aceptó su ayuda, lo hizo con renuencia y con la desconfianza grabada en sus azules y penetrantes ojos.—No necesito de tu compasión —gruñó, mientras ella lo sostenía.—No es así, señor. Solo quiero ayudarlo —respondió ella, con suavidad, sintiendo cómo el corazón se le estrujaba en el pecho.David soltó una risa irónica, antes de apartar la mirada de ella.—Y yo tengo que creerte —bufó.Una vez en el interior de la mansión, Margaret y
Los siguientes días en la mansión fueron una nueva prueba a su resistencia. David la trataba con una distancia y una frialdad casi insoportable, imponiéndole, a cada momento, cada vez más reglas y restricciones. El desprecio y la arrogancia que mostraba hacia ella la hacían sentir como una prisionera en aquella mansión.Una noche, durante la cena, a la cual Jenna era bienvenida por el único hecho de que Noah se negaba a comer con David si su madre no estaba presente, después de que el niño se marchara a jugar con sus juguetes, David miró a Jenna con desdén mientras decía:—Por cierto, hay una nueva regla.Jenna, sorprendida, alzó la cabeza hacia él y lo miró con los ojos abiertos de par en par.—¿Qué regla? —preguntó, conteniendo un suspiro.—Desde ahora no tendrás acceso a ninguna parte de la mansión sin mi permiso. Mantente en tu habitación y en la cocina o en las áreas designadas para ti y para Noah —respondió, sin mirarla.—¿Qué? A ver, señor, entiendo que esté enojado conmigo, pe