El hospital estaba sumido en un silencio pesado, roto únicamente por el incesante pitido de las máquinas que mantenían a Lorelai con vida. A pesar de los rayos de sol que comenzaban a filtrarse por las ventanas, la atmósfera en la habitación era tan densa como la noche más oscura. Logan, Rachel y Charlie permanecían en la pequeña habitación, cada uno atrapado en sus pensamientos, con el peso de la incertidumbre hundiéndolos cada vez más. El aire parecía cargado de angustia, miedo, y una silenciosa desesperación.Lorelai seguía inmóvil en la cama, con el rostro demacrado y pálido, apenas reconocible después del trauma que había atravesado. Tubos y cables rodeaban su frágil cuerpo, y las máquinas trabajaban incansablemente para mantenerla en ese estado de coma inducido que los médicos consideraban su mejor oportunidad de recuperación. Pero la verdad era que el pronóstico seguía siendo incierto. Su vida pendía de un hilo.—La cirugía fue más complicada de lo que habíamos anticipado —les
Un par de días más tarde. Victor Cole estaba sentado en su oficina, rodeado de papeles, informes y mapas. Llevaba dos días sin dormir lo suficiente, pero la adrenalina lo mantenía en pie. Sabía que estaban cerca, que la verdad se encontraba al alcance de su mano. Y lo más importante, sabía que el bebé de Lorelai y Charlie estaba en peligro inminente, si no hacían algo cuanto antes. Las pistas que había conseguido hasta ahora habían sido simples fragmentos, sin embargo, algo lo mantenía alerta. Ese niño no era el único. Había algo mucho más siniestro detrás de toda aquella operación. Mientras revisaba sus notas por enésima vez, su teléfono sonó, rompiendo el tenso silencio que lo rodeaba. —¿Cole? —respondió, llevándose el teléfono a la oreja. —Tenemos algo grande —dijo una voz familiar al otro lado. Era uno de sus hombres de mayor confianza—. Un informante nos ha dado una pista sobre una red de tráfico infantil que opera desde el muelle. Están preparando una venta en las próximas ho
Victor Cole sentía la presión como una soga apretándose lentamente alrededor de su cuello. Sabía que estaban cerca, muy cerca, de desmantelar algo mucho más grande de lo que había imaginado al inicio de su investigación.El tráfico de bebés no era una simple venganza personal de Joseph y Caroline, sino una parte de una red criminal que operaba en las sombras. Y ahora, todo su instinto le gritaba que debían moverse rápido. Si no lo hacían, los bebés, incluyendo al hijo de Lorelai y Charlie, desaparecerían para siempre.Mientras conducía hacia el muelle, su teléfono vibró de nuevo, iluminando la pantalla en el asiento del pasajero. Era Logan.Victor suspiró, consciente de que no podía evitar esa llamada por mucho que quisiera. Logan James lo llamaría una y otra vez hasta que por fin lo atendiera, así que, sabiendo que no le quedaba más remedio, contestó sin apartar los ojos del camino.—¿Qué pasa, Logan? Voy por la carretera.La voz de Logan, tensa y cargada de emoción, llenó el coche,
Lejos del bullicio del muelle, en una exclusiva terraza de un hotel de lujo, Joseph y Caroline se encontraban inmersos en una pequeña y privada celebración. El horizonte de la ciudad brillaba a lo lejos, mientras las suaves luces del lugar se reflejaban en sus copas de champán. El ambiente estaba impregnado de una falsa calma, como si el mundo alrededor se hubiera detenido momentáneamente para que ambos pudieran disfrutar de su éxito, o al menos lo que ellos creían que era un éxito.Caroline alzó su copa en un brindis y el sonido del cristal resonó suavemente en el silencio de la noche.—¿Puedes creer que todo salió tal y como lo planeamos? —dijo con una sonrisa maliciosa, mientras tomaba un sorbo de champán—. Por fin, todo el poder que siempre debió ser nuestro está al alcance de nuestras manos. Solo es cuestión de esperar.Joseph asintió, aunque en su interior no podía sacudirse una horrible sensación de inquietud que lo había estado acechando desde que habían dejado atrás la escena
El muelle se encontraba sumido en una bruma densa y gris, que envolvía todo en un ambiente de misterio y peligro. Las luces parpadeantes de los grandes contenedores de carga proyectaban sombras inquietantes sobre el pavimento húmedo, mientras el aire frío de la noche cortaba el rostro de Victor Cole al bajar del coche. El tiempo parecía ralentizarse, cada segundo contaba, y el destino de los bebés, incluido el sobrino de Logan, pendía de un hilo.Victor avanzó con pasos decididos hacia el oficial Samuel Montgomery, quien ya coordinaba a su equipo de SWAT para la operación. Las caras de los hombres del equipo mostraban una mezcla de concentración y tensión. Sabían que no podían cometer errores. Una sola acción precipitada, una distracción, y las consecuencias serían irreparables.—¿Está todo listo? —preguntó Victor, su voz baja pero cargada de urgencia.Montgomery, un hombre curtido en mil operaciones, asintió con gravedad. No era su primera misión de rescate, pero sabía que la presenc
El aire era espeso y gélido en el muelle, con una bruma que se aferraba al suelo como una manta de incertidumbre. Los agentes del equipo SWAT avanzaban con una precisión milimétrica, con sus botas apenas tocando el suelo mientras se deslizaban en la penumbra. El eco de las olas rompiendo contra los pilares del puerto era lo único que perturbaba el silencio sepulcral de la noche. La tensión era palpable, y la brisa del mar solo hacía que todo pareciera más frío, más oscuro, más… peligroso y urgente.Victor Cole caminaba detrás de Montgomery, con la respiración controlada, pero con la adrenalina corriendo por sus venas. A su lado, Logan se encontraba más tenso que nunca, con los ojos fijos en el contenedor donde los bebés, entre ellos su sobrino, estaban retenidos. Sabía que debían ser cautelosos, pero la furia que lo invadía lo hacía difícil. Cada segundo que pasaba, cada paso que daban, sentía el impulso incontrolable de correr hacia el contenedor, abrir las puertas y llevarse a su so
Seis cajones que funcionaban como cunas improvisadas estaban dispuestos de manera caótica, rodeados de cajas de cartón, cobijas sucias y plásticos. Los pequeños cuerpos de los bebés estaban arropados en mantas raídas y descoloridas. Algunos dormían, ajenos a la terrible situación en la que se encontraban, mientras que otros se movían inquietos y lloriqueaban, como si pudieran ser conscientes del peligro en el que se encontraban.Logan avanzó con lentitud, sintiendo como su corazón martilleaba en su pecho, buscando frenéticamente con la mirada a su sobrino, a quien ni siquiera conocía, entre los rostros indefensos. Sin embargo, el parecido con su hermana, a pesar de ser un recién nacido era innegable, por lo que su respiración se detuvo por un instante al verlo en uno de los últimos cajones.—Ahí está —dijo en un susurro, señalando la cuna donde el pequeño, aún con restos de sangre seca en su piel, respiraba con suavidad.Montgomery lo detuvo, posando una mano sobre su hombro, y en voz
Rachel se encontraba sentada en el sillón de la sala de espera del hospital, donde había decidido esperar a tener noticias de la operación de rescate de los bebés.Se sentía nerviosa y sumamente inquieta. Sabía que Logan estaba en el muelle con Victor, lidiando con los traficantes y tratando de recuperar a los pequeños, que en su mayoría eran recién nacidos, incluido su sobrino. Miraba su teléfono, deslizando el dedo en modo automático, aunque la realidad era que no podía concentrarse en nada más que la necesidad urgente de dar con los responsables de aquel crimen. Porque, si bien su relación con Lorelai no era cercana, ni siquiera lo era del todo con Logan, lo que sí era cierto era que, como mujer que esperaba un hijo, no podría por nada del mundo que se lo arrebataran de esa manera.En momentos como esos, no importaba quién fuera la víctima, ni qué relación te uniera a ella, si odio, amor o indiferencia; lo importante era estar unidos; y Lorelai, al igual que su esposo Charlie, nece