—¿Qué demonios haces aquí? —espetó Caroline con la voz envenenada.Rachel, sin embargo, no se amedrentó, sino que continuó caminando hasta detenerse a solo un metro de distancia. Sentía la adrenalina fluyendo por sus venas, mientras la rabia y el desprecio se mezclaban en su interior.—¿A qué más? A detenerte —respondió Rachel con voz firme y desafiante—. No voy a permitir que sigas engañando a todos con tus mentiras. Esto se acaba aquí y ahora.Caroline la miró con las cejas en alto y una expresión desdeñosa, antes de acercarse a Rachel hasta que sus rostros estuvieron a unos cuantos centímetros de distancia, con los ojos llameando de furia.—No sé qué es lo que insinúas —murmuró Caroline y sonrió de lado—. Pero tú no eres nadie para decirme qué hacer. Este es mi momento y no voy a dejar que lo arruines.Rachel respondió imitando su sonrisa, sin retroceder ni un milímetro.—¿En serio piensas que puedes manipular a todos a tu antojo? —inquirió, con la voz temblando ligeramente—. Tengo
Rachel apenas podía recordar el trayecto de regreso a la mansión. Todo en su mente aparecía nublado, como un borrón: las luces de los coches que pasaban por la carretera y el silencio tenso que llenaba el espacio entre ella y Logan. Ambos se encontraban sumidos en sus propios pensamientos, peleando con sus propios demonios. El enfrentamiento con Caroline había dejado una huella difícil de ignorar, aunque Rachel intentara mostrarse impasible y relajada. Había ganado una batalla, pero el eco de las palabras que aquella mujer le había dicho seguía resonando en su mente.Cuando entraron en la mansión, el aire se sentía denso y cargado, como si las mismas paredes contuvieran el aliento. Logan cerró la puerta detrás de ellos y, por un momento, Rachel se quedó quieta, respirando profundamente, intentando sacudirse la sensación de amenaza que aún la envolvía.—Iré a servirme algo —repuso Logan, de repente, rompiendo el silencio, sin siquiera mirar a Rachel.Rachel asintió, sin siquiera molest
Unos días después. El aire fresco de la mañana parecía cortarle el rostro, mientras Rachel caminaba velozmente por las calles adoquinadas hacia la cafetería en la que Lorelai James, la hermana de Logan, la había citado.La llamada que había recibido temprano aquella mañana la había dejado inquieta, con una extraña sensación de malestar de la cual no podía deshacerse. No había sido una conversación muy larga, solo una invitación fría y tensa, que Rachel había aceptado más por curiosidad que por deseo. Después de todo, las pocas veces que se habían cruzado en la empresa no habían tenido una buena comunicación, y eso, si es que a las palabras que habían intercambiado esporádicamente se le podía llamar comunicación.Cuando Rachel llegó a la pequeña cafetería en una de las esquinas más céntrica, se detuvo frente al ventanal, mirando a través del cristal. Vio a lo Lorelai, que se encontraba sentada no muy lejos de al entrar, con las manos apretadas alrededor de una taza de té, con la mirad
Rachel sintió cómo un peso invisible le aplastaba el pecho, mientras subía en el ascensor hasta el piso veintitrés en el que se encontraba el despacho presidencial. Las palabras de Lorelai no la dejaban en paz y la perseguían, cada una resonando como un eco que le retorcía el estómago. Lo que había hecho Caroline había sido un golpe sumamente bajo, pero enterarse de que Lorelai, la hermana de Logan, había sido una marioneta en manos de aquella mujer, la había dejado al borde del desconcierto. ¿Qué más era capaz de hacer? ¿Qué era lo que quería? ¿A Logan o el dinero que él podía darle? No lo sabía, pero tenía que descubrirlo.Cuando finalmente llegó a la puerta de la oficina, su mano tembló al girar el pomo.Logan estaba sentado detrás de su escritorio, con el ceño fruncido mientras revisaba un informe. Al ver a Rachel, su expresión cambió, y la preocupación se acentuó en sus ojos azules.—Rachel, ¿qué pasa? —preguntó, poniéndose de pie de inmediato al ver la palidez en el rostro de su
En la mansión de Esperanza James.Mientras subían las escaleras de mármol, Logan llevaba el ceño fruncido, y Rachel podía sentir el peso de sus propios pensamientos, denso como una niebla oscura que parecía no querer disiparse.Al llegar a la habitación de Esperanza, en compañía del ama de llaves, el aire se volvió aún más pesado. La habitación, amplia y adornada con antigüedades, estaba levemente iluminada por una lámpara que se encontraba sobre la mesita de noche y que proyectaba sombras alargadas en las paredes. Esperanza se hallaba tendida en la cama, con el rostro pálido y aspecto frágil, muy diferente a como Rachel la había visto aquella misma mañana.Logan se adelantó rápidamente, su preocupación evidente en cada paso.—Abuela… —dijo, rompiendo el silencio con la voz temblorosa—. ¿Cómo te sientes?Esperanza abrió los ojos con lentitud, y luchó por enfocar su mirada en su nieto. Su respiración era errática, cada inhalación parecía acarrearle un esfuerzo monumental.—Estoy bien,
Rachel no podía conciliar el sueño. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes de Rebecca y Esperanza se mezclaban con las palabras crípticas que había escuchado aquella noche; por lo que, sin poder quitarse eso de la cabeza, no podía dejar de dar vueltas en la cama, intentando hallar una posición cómoda. No obstante, el peso de las sospechas que se había instalado en ella la mantenía inquieta y en alerta.Al volverse hacia Logan, lo encontró profundamente dormido, ajeno al torbellino que giraba en su mente y que no la dejaba descansar.«¿Cómo diablos puede dormir tan tranquilo después de todo lo que ha pasado hoy?», se preguntó.Sin embargo, no tenía tiempo para pensar en ello. Algo en su instinto le decía que no podía esperar y que tenía que descubrir qué escondía Rebecca. Después de pensarlo por un momento, el único lugar en toda la mansión en el que podía llegar a encontrar alguna respuesta, era la biblioteca y despacho de Esperanza. El mismo sitio en el que, días atrás, la abuel
Cuando Rachel entró en la habitación, cerró la puerta detrás de sí, con cuidado y con el corazón todavía latiéndole a toda velocidad. El sobre marrón que había encontrado y que ahora se apretaba contra el pecho, seguía oculto debajo de su pijama. Aunque no tenía ni la más mínima idea de qué podían contener esas cartas y documentos, ni qué podía revelar, algo en su interior le decía que eran importante. ¡Muy importantes!Echando un vistazo rápido a Logan, quien se encontraba en la misma posición que cuando ella había salido del dormitorio, Rachel se sentó en la cama, mientras se preguntaba cómo podía dormir tan tranquilo. Sin embargo, en ese momento no tenía tiempo para enfocarse en ello, sino que, con manos temblorosas, comenzó a sacar el sobre, procurando no hacer ruido, listo para abrirlo a la luz de la lámpara de la mesita de noche, cuando un grito desgarrador rompió el silencio de la noche.—¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Esperanza! ¡Oh, Dios mío, alguien venga! ¡Logan! —La voz de Rebecca reson
—Eso es lo que queremos descubrir —respondió el doctor, alternando la mirada entre Logan y Rebecca—. ¿Quedaron algunos de esos bombones?Rebecca se apresuró a asentir.—Sí…, sí. No pensé que pudiera ser algo peligroso… De hecho los guardé para comer algunos más tarde… ¡Oh Dios mío!—¿Alguien más comió de esos dulces? —inquirió el médico con las cejas en alto.Logan, Rachel y Rebecca negaron rápidamente con la cabeza.El médico miró a Rebecca fijamente y dijo:—Mande a buscar esos bombones de inmediato. Necesitamos analizarlos cuanto antes.Rachel observó el intercambio de palabras, con su mente en ebullición. Algo andaba peor que mal. Todo parecía estar demasiado bien orquestado como para que fuera un simple accidente. ¿Y si Caroline había chantajeado a Lorelai, quién le aseguraba que no tenía nada que ver en todo aquello? Después de todo, era uno de los puntos más bajos al que podía atacar a Logan. Su abuela era su todo.Pensando en esto, se volvió hacia Logan, quien continuaba miran