Un pensamiento improbable que tuve al conocer a Leah Brown era que nuestra relación llegase a este punto. ¿Cuál punto? Pues uno muy extraño en el que estamos compartiendo una caminata por el jardín de la propiedad familiar. Sé que si alguien me preguntase cuántas veces habíamos hecho esto, mi respuesta los dejaría incrédulos, pero era la verdad.El paseo de hoy era el número diez, y es que el tiempo estaba pasando a una velocidad indescriptible. Tampoco es que me hubiese convertido en la mejor amiga de mi suegra. Nuestros paseos a lo largo del mes pasado se resumían en lo siguiente: Iba a chequear cómo estaba los martes y viernes, confirmaba que no se hubiese hecho ningún daño mayor y le proponía a Manuel o a Hugo que diésemos un paseo por el bosque.En todas las ocasiones he obtenido una afirmativa. Tampoco eran paseos muy largos, y solían ser en silencio. Cualquier tema que quisiera abordar era respondido escuetamente por Leah. No había sido agresiva conmigo desde lo de la tina, sol
Los dedos de mis pies tocan el piso como si se tratase de un piano. La ansiedad me sienta mal en el estómago y me aferro a la encimera de mármol de este baño. Lo que haría a continuación sería levantarme del inodoro y ver el rojo característico de mi menstruación en el agua. Por igual, usaría el papel higiénico que estoy enrollando en mi mano para limpiarme, encontrando así, más de ese deseado rojo.—Vamos Lucía, que sea rojo, será rojo — hablo conmigo misma.Tomo el último impulso necesario y me levanto como lo había planeado. Cierro los ojos con desesperación después veo al agua.Limpia.El papel también está limpio al usarlo como último recurso. Suelto un sonido de desesperación ante los resultados de este nuevo día esperando una menstruación que no llega. Tiro del papel, del inodoro, lavo mis manos y al apreciar mi reflejo en el espejo, era tiempo de enfrentarlo.—El retraso que tienes no es normal Lucía. No lo es. Tendré que salir de dudas ¿no?Hago lo que no quería terminar haci
Estacionó el auto en una plaza cercana por la que estábamos pasando. Al momento de voltear para chequear su estado, el suelo de este automóvil era difícil de describir. Lleno de vómito y con una Selena a duras penas con nosotras. —Dios mío. ¿Estás bien? — pregunto en medio del impacto. —Sí, sí, estoy absolutamente bien — contesta ella tanteando la puerta para abrirla. —¿Para dónde te irás tía? ¿Para qué estás saliendo? — pregunta esta vez preocupadísima Sara. Selena sale del auto con paso de zombi, se dirige al cesto de basura más cercano y vuelve a vomitar. —Wacala. Huele horrible — se queja Sara. Vaya que olía terrible, le pido que salga, esta lo hace y apago el auto. Para el momento que estoy acercándome a Selena y a Sara, la primera está sentada en el banco próximo al bote de basura. Mirando al cielo, será en búsqueda de respuestas. —Ve a comprar una botella de agua para tu tía en ese kiosco — le pido sacando de mi cartera un billete. —¿Puedo comprar para mí también? — preg
Un viaje sumamente incómodo nos espera de regreso. Nos devolvemos en el auto de Leandro, y el que me llevé es conducido por un empleado que trajo con él. Cuando dejamos a Sara en casa de sus padres, a duras penas se despide de Leandro. Con el sonido de la puerta de ella saliendo, es que puedo reaccionar.—¿Tenías que gritarme frente a Sara y esa señora? — le reclamo.—No te grité Lucía. Reaccioné como cualquier hombre preocupado reaccionaría ante la desaparición de su esposa — asegura.—¿Disculpa Leandro? ¿Te estás escuchando? No me desaparecí. Salí a una diligencia.—Pudiste escribirme, pudiste esperar que Sergio llegase por ti. Solo tenías que llamarlo.—¿Llamarlo para esperar que llegase y luego qué? Tenía que ir a un lugar con urgencia.—¿Cuál lugar? Tu seguridad es mi prioridad.No podía revelarle a Leandro que estábamos esperando mellizos con esta actitud desagradable que se cargaba hoy. No quería que la revelación se diese en este tipo de ambiente. Sería sumamente doloroso.—Te
Sabía que estaba despierta, pero dudaba al pasar de los segundos mi estado. Todavía tenía a Roberta al otro lado del celular. También a la señora Celia observándome desconcertada ante mi reacción.—¿Sigues ahí Lucy? ¿Dónde estás en este momento? — pregunta mi amiga.Tomo valor para continuar hablando.—¿Dónde estás tú más bien Roberta? ¿Estás de guardia?—No, estoy libre. ¿Puedes acercarte a mi departamento o quieres que vaya a tu-—Iré al hospital a averiguar qué está ocurriendo — le corto a pesar de que la puedo escuchar desalentándome a ello.Después me dirijo a la salida de esta casa, porque no tenía tiempo que perder. Ni un minuto más lo haría. Llamo la atención de Selena y de Clara con mi paso acelerado.—¿Nos vamos ya a nuestra cita importantísima con tu pedicurista? Es que no la podemos hacer esperar — Selena está acercándose a mí, como si fuese a acompañarme.—Lo siento, pero hay un cambio de planes. Puedes reprogramar para después o ir sola, tú decides — le informo.El rostr
Narrado por Leandro BrownLuché, luché lo más que pude por mantener a Lucía separada de mi corazón. Por no ceder a mis sentimientos, por no atarla más a mí. Pero su insistencia por acercarse, para que le aclarase mis sentimientos, me indujeron a esto.La tentación de tenerla para mí. Una a la que cedí con dos acontecimientos en particular que me empujaron a actuar de esta forma. El primero de ellos, fue el descubrimiento del sótano. El segundo de ellos, la aparición de Rosa.Encontrar los restos humanos de una persona en tu casa no es sencillo, ni normal, ni bueno para tu salud mental. La mía estaba en cenizas, sin embargo, que mi familia estuviese involucrada en un asesinato había marcado mi límite final. Lucía me había ayudado a entender que, sin importar mis cargas, todavía tenía motivos para seguir luchando por mi vida. Era la nueva cabeza de los Brown, de nuestro legado, no podía continuar revolcándome en mi miseria. Tenía que despertar y quitarle la satisfacción a Misael y Leah
Narrado por Leandro BrownCuesta tener la visión que estoy teniendo. A la mujer que amo bañada en lágrimas que yo he provocado. Su dolor es mi dolor, pero si el arrepentimiento pudiese borrar esas lágrimas, no usaría ese recurso.—Hice lo que tuve que hacer — le digo.—¿Qué es lo que tuviste que hacer? — responde destrozada — ¿Ocultarme que Rosa estaba muerta y tenerme que enterar de ello por una señora que conocí ayer?Mis celos de tener a Lucía resguardada en la mansión, me parecen más justificados que nunca. También la reacción que tuve al sospechar de esas salidas a la casa de Selena. El hospital donde trabaja Lucía quedaba cerca de ese vecindario, había posibilidad de que se conociesen y mis sospechas fueron acertadas. Por eso perdí el temperamento al verla allí.—No tenías que enterarte de esta forma. Te lo contaría luego, con más calma.—¿Con más calma? ¡Con más calma! — me grita molesta — ¡Incluso tuviste la sangre fría como para advertir a Roberta de que no me contase nada! ¿
No subestimes en qué se le puede ir el tiempo a una mujer embarazada sumamente hormonal y con un presupuesto ilimitado para compras online. Así han pasado varios días de mi vida desde la habitación en la que expulsé a mi marido por nuestra discusión. Conmigo en la cama al pendiente de la computadora, o sacándole el brillo a mi tarjeta negra o viendo series.¿Responsabilidades en esta casa? Metí un reposo sin previo aviso de mis obligaciones como señora Brown. ¿Posibilidades de reconciliación con Leandro? Todavía no me sentía preparada.Una de las características que me enamoraron de Leandro fue su nobleza, y saber que usó esas estrategias para hacer “justicia” fue un trago muy amargo. A ello hay que sumársele la mentira, lo más doloroso de esta circunstancia.Que siguiese sacando la ropa de su closet por las mañanas y dándome vueltas por las noches, estaba en huelga. Además, tampoco es que tuviese a dónde ir con un suegro psicópata acechándome y dos bebés creciendo dentro de mí.Me to