Nos dejamos llevar, solo eso

William despertó con un fuerte dolor de cabeza.

La noche anterior se había excedido con el alcohol y su cuerpo pagaba las consecuencias en ese momento.

Parpadeó varias veces para ir acostumbrando a su vista a la luz que entraba por la ventana.

«¡Un momento! ¿Es de día? Dios, me quedé dormido», pensó e intentó moverse, pero tenía un cuerpo femenino apretado contra él. El calor tan agradable que desprendía le hizo acurrucarse con la mujer y abrazarla con más fuerza.

—No quiero levantarme —musitó en voz baja—. Se está tan bien aquí —ronroneó como un gato y sintió un leve movimiento a su lado—. Shirley, no quisiera dejarte, pero debo ir a… ¿Shirley?

William abrió los ojos de golpe sin importar que la luz le provocara un intenso dolor de cabeza. El cabello que caía sobre su pecho no era rubio, era castaño y el cuerpo menudo que dormía a su lado nada tenía que ver con el voluptuoso y lleno de curvas de su prometida.

Las imágenes de la noche anterior llegaron una tras otra provocando q
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