Aquello tenía que ser una pesadilla, no podía ser real lo que le estaba ocurriendo.Kathleen se encontraba dando a luz en mitad de un sótano mugriento, en el suelo sucio, con el cadáver de una mujer a su lado y James había salido corriendo hacia la parte superior de la casa.Intentó levantarse, pero una nueva contracción la hizo dar un grito.Cada vez eran más seguidas y sentía la presión de los bebés en su bajo vientre.—Uf, uf, uf, vamos Kath —se dijo a sí misma mientras miraba al techo—, antes las mujeres no necesitaban un hospital para traer a sus hijos al mundo.Sentía tanto dolor, mezclado con el miedo y los nervios que le entró una risa nerviosa.«Voy a traer a mis hijos al mundo mientras estoy secuestrada por un loco y con un cadáver como espectador». En ese momento, James bajó, traía una manta y varias cosas más en las manos, pero Kath no quiso continuar mirándolo.No quería ver lo que ese loco había dispuesto para ella.—Te escuché reír, amor —le dijo en cuanto llegó a su l
Había transcurrido más de una semana sin saber de su esposa.William estaba desesperado.—Debe dormir, señor Hudson —le dijo Benjamín—. Si se queda sin fuerzas cómo podrá estar bien en el momento en el que la encontremos.Quería tener la misma esperanza que Benjamín, entre los dos habían buscado sin descanso.La policía solo comenzó a hacer su trabajo más de veinticuatro horas después, cuando le presentaron suficientes pruebas de que la marcha de Kathleen no había sido voluntaria.Tenían los teléfonos intervenidos por si llamaban para pedir un rescate, pero nada de eso había ocurrido.Y su hermano seguía sin dar señales de vida desde que Kathleen desapareciera.Era el primer sospechoso, pero nadie sabía dónde estaba metido.Su rostro había salido en todas las noticias, estaba en búsqueda y captura, pero hasta el momento nada.Por más que la policía indagó en todas sus propiedades, no había rastro de su esposa.—No quiero perder la esperanza, Benjamín, pero cada hora que pasa es peor,
Kathleen luchó contra el efecto del medicamento, pero era casi imposible.Todavía estaba consciente cuando escuchó a James llevarse a sus hijas y salir del sótano.Intentó abrir los párpados, pero sentía todo el cuerpo pesado.«No puedo rendirme», pensó, pero era más fácil pensarlo que llevarlo a cabo.Intentó levantarse una y otra vez, pero la cabeza le daba vueltas y sentía la visión borrosa.Le pareció escuchar el sonido de un auto, quizá era su imaginación que la engañaba, pero si estaba en lo correcto James acababa de irse.Si había agarrado el coche es que no pensaba matar a sus hijas, iba a entregarlas.Debía aprovechar que no estaba atada para escaparse.No sabía hacia dónde, pero su única oportunidad era dar con alguien y explicarle lo ocurrido para que la ayudara.Con un nuevo impulso logró alzar la mitad del cuerpo.Con las manos colocadas en el suelo se mantuvo en esa postura.Parpadeó varias veces para intentar aclarar la visión.Estaba casi desnuda, con las piernas ensan
William no lo pensó dos veces, en cuanto tuvieron las localizaciones de las propiedades estuvo dispuesto a salir.—Señor Hudson, lo mejor es que se quede y nos deje hacer nuestro trabajo. Vamos a tener que dividirnos para poder registrar las casas, no podemos arriesgarnos, el factor sorpresa es con lo que contamos —le dijo Benjamín.—Sí, señor Hudson —dijo otro de los hombres—. Si no registramos todas las casas ahora mismo y ella está en alguna, corremos el riego de que se la lleve a otro lugar.—No pienso quedarme, dame un arma —ordenó y el guardia emitió un suspiro—. Lo acaban de decir, hay que registrar todas y necesitan toda la ayuda posible.Nada lo haría cambiar de opinión y Benjamín lo sabía.—Entonces vaya con la policía a registrar las otras propiedades, nosotros iremos a la que se encuentra en el bosque. No sabemos si está armado, si es solo su hermano o tiene más hombres con él. ¿Acaso quiere recuperar a su esposa, pero morir usted?—No me harás cambiar de opinión, iré con
—Asegurarse de que está muerto —ordenó en cuanto llegó junto a los guardias—. Avisen a la policía y si quieren a un culpable, fui yo el que disparé. Mis hijas están desaparecidas y mi esposa necesita llegar a un hospital.William entró en el coche con Kathleen en sus brazos.Benjamín comenzó a dar órdenes y los guardias corrieron a cumplirlas.—Yo organizaré la búsqueda, enviaré a uno de mis hombres con usted al hospital, quédese junto a su esposa. Confíe en mí, no le fallaré de nuevo.—Ni lo sueñes —gruñó—. Da aviso para que envíen escoltas para mi esposa y que nadie entre o salga de la habitación que no sea del personal médico. Quiero que cuando despierte lo primero que vea sea a sus hijas.Cerró la puerta del coche y lo dejó con la palabra en la boca.Cuando llegaron al hospital y los médicos comenzaron a atenderla, Will deseó quedarse allí con ella, pero sus hijas estaban desaparecidas y le había prometido recuperarlas.—Confíe en Benjamín, señor Hudson, las encontrará —le dijo un
Cinco años después…Kathleen observó a sus gemelas de casi seis, Sofia y Abigail, caminar por el pasillo de la iglesia mientras llevaban los anillos.Tras ellas, sus otras dos gemelas de casi cuatro años, Emma y Mia, seguían a sus hermanas lanzando pétalos de flores en las cabezas de los invitados en lugar de en el suelo.Kath se frotó el vientre, de nuevo estaba embarazada, se había hecho la prueba esa mañana y había salido positiva.Todavía no le había dicho nada a su marido, pero Will, que estaba a su lado, observó ese gesto involuntario y alzó una ceja.—¿Me ocultas algo, esposa? —La miró con intensidad y esperó a que le respondiera.—Nada, solo que estoy nerviosa, hoy se casa mi mejor amiga y no aparece. ¿Crees que Clarisse dejará plantado en el altar a Raimon? Se ve tan nervioso el pobre.A William le había costado perdonar a Clarisse, pero con el tiempo logró comprender que su amiga nunca pensó que iba a ocurrirle algo tan terrible.Pero incluso, de lo malo sucedió algo bueno.
«No me queda mucho tiempo y quisiera conocer a mi nieto antes de morir».Enterarse de que su madre estaba enferma y de que tenía un tumor en el cerebro que era inoperable, había dejado a William en shock.Llevaba dos horas sentado en la barra de un bar con la intención de ahogar en cada trago la nefasta noticia, pero a su mente llegaba la conversación una y otra vez.—No puede ser —le dijo y negó con la cabeza, pero su madre comenzó a mostrarle informes médicos.—No hay nada que hacer, hijo. Nunca tuve síntomas, todo ocurrió de repente.—¡¿De repente?! —gritó y se arrepintió al instante—. Lo siento, madre, pero me niego a creer que no se pueda hacer nada. Iremos a los mejores doctores, te llevaré…—El dinero no siempre compra la vida, Will. Antes de darte la noticia me aseguré de ver todas las posibilidades, no hay solución.Odió ver la aceptación de su madre, desde que su padre había fallecido dos años atrás, no había vuelto a ser la misma. Parecía como si aquella noticia no le causa
Kathleen estaba desesperada.Desde el accidente de tráfico que la había dejado huérfana de madre y con un padre en silla de ruedas, ella se había convertido en el único sostén de su casa.Tuvo que abandonar sus estudios para hacerse cargo de su padre y de su hermano pequeño cinco años atrás.Desde entonces, Kath era empleada de la compañía Hudson, una de las empresas tecnológicas más importantes del país. Su jefe, William Hudson, era uno de los empresarios que encabezaban la lista de los más adinerados y poderosos.Suspiró al recordar las contadas ocasiones en las que coincidió con él. Era un hombre guapo a la par de enigmático. Amable con todos los empleados sin importar a qué se dedicaran.En su primer día allí estaba tan nerviosa, que al verlo no pudo evitar tropezarse con la cubeta que usaba para limpiar el suelo de la entrada. Con el ruido que provocó, y el desastre del agua esparciéndose por las baldosas, quiso escapar de su humillación, pero terminó ocurriendo lo peor.Kathleen