Habían transcurrido tres semanas desde la mañana en que Kath acudió a la empresa y presentó su dimisión. Reconocía que había actuado por impulso y también por cobardía, ella no se creía capaz de enfrentar sus sentimientos, y por ese motivo ahora su familia y ella pagarían las consecuencias. Los primeros días, William intentó localizarla. Le envió mensajes y llamadas, pero, para su suerte, no volvió a presentarse en su casa. Su exjefe quería una explicación que ella no estaba preparada para dar. Aunque terminó por aceptar su falta de respuesta y se rindió. Eso debía haberla hecho sentir más tranquila, pero no era así. Los sentimientos no se marchaban de un día para otro y ella continuaba extrañando los momentos que pasaron juntos. Para su suerte, esos pensamientos solo llegaban en las noches cuando caía agotada en la cama. Día tras día, había estado presentando su hoja de vida, acudiendo a entrevistas y el resultado siempre era el mismo: Una negativa. Se le acababa el dinero porqu
Después de la marcha de Kathleen, William había decidido respetar la decisión de la muchacha, aunque no podía ocultar que estaba muy preocupado.No lograba entender qué la había llevado a dejar el único sustento de su familia y no presentarse a recoger su finiquito. Se sentía muy culpable, supuso que ella, al ser más joven e influenciable, se había asustado cuando salió en las noticias y había preferido huir. Se le estaba haciendo muy difícil comprender que, por sus ansias de ser padre, había arruinado la vida de esa pobre mujer. Eso lo tenía de un malhumor que no era propio de él, y para desgracia de sus empleados todos estaban sufriendo por su estallidos de furia repentinos. Y es que no podía evitarlo. Desde lo ocurrido con Kathleen su vida estaba de cabeza. No había logrado pensar en la petición de su madre y en cómo resolverlo, por suerte esa tarde iba a acompañarla al hospital. Si no tenía suficiente con su complejo de culpa y la enfermedad de su madre, tenía a Shirley que, si
—¡Ni se te ocurra escapar! —gritó Will justo antes de alcanzarla y detenerla. Kathleen no tenía demasiada fuerza para intentar soltarse de su agarre. Las pocas energías que le quedaban las había gastado en su inútil intento por huir. —Qué quiere, señor Hudson, ¿por qué no deja que me vaya? Tengo prisa, ¿sabe?William la observaba con esa enorme sonrisa que a ella le aflojaba las piernas, a pesar de que Kathleen estaba siendo muy arisca. —Pero, Kath, ¡¿qué te ocurre?! Estamos embarazados. ¡Lo conseguimos! Todavía no puedo creerlo. En cuanto mi madre salga de su tratamiento se lo contaré. No puedes imaginarte lo feliz que me haces.Antes de que pudiera evitarlo, Will la abrazó con fuerzas y ella se quejó al golpear su frente contra su pecho. —Señor Hudson, no puedo respirar —murmuró con el rostro pegado a la camisa. Él la apartó, pero no la terminó de soltar—. P-por s-si no lo escuchó dije que usted no es el padre. William alzó una ceja y la miró con cinismo. Era una terrible menti
Cuando William dejó a su madre en casa se dirigió buscar a Frank, el ginecobstetra que se había ocupado de hacerles las pruebas de fertilidad, le hizo una llamada rápida y le pidió que saliera en cuanto llegó al lugar donde vivía. En ese momento, él era el causante de todos sus problemas. Por no hacer bien su trabajo se encontraba con Kathleen enferma y sin querer cumplir el contrato, con una relación haciendo aguas y con su madre comparándolo con su hermano. Frank lo iba a oír y no quería hacerlo frente a su esposa e hijos. Cuando el doctor salió a recibirlo, la expresión de su rostro no era la de alguien a quien le sorprendiera su visita, más bien la de una persona que se sentía culpable. —Frank —gruñó por el enfado que sentía—. Me debes respuestas. El doctor metió las manos en sus bolsillos y miró al cielo por unos segundos, después emitió un sonoro suspiro. —¿Qué te trae aquí a estas horas? Puede que él no se mostrara del mejor humor, pero le extrañó demasiado la actitud tan
Shirley se encontraba frente a la puerta de James, el hermano gemelo de William y su amante desde hacía un par de años, con una maleta y furiosa. —¿A qué debo esta grata sorpresa? —le dijo cuando abrió la puerta y la vio—. ¿El estúpido de mi hermano ya se marchó a dirigir lo que me pertenece?—¡Ya, James! No estoy aquí para que desfogues tu coraje contra tu familia, estoy aquí porque… James no le permitió terminar, la empujó al interior de la casa, la agarró del cuello y la apretó contra la pared. —¿Con quién piensas que estás hablando? Yo no soy mi hermanito, no te confundas porque puedes acabar mal —amenazó con los dientes apretados—. Y no queremos eso, ¿cierto? Cuando aflojó la presión que hacía contra su cuello, Shirley se afanó en respirar. —Lo siento —musitó mientras se frotaba la garganta—, es que el estúpido de tu hermano me echó de la casa. Me dejó. James le hizo una señal con la cabeza para que entrara. Era un hombre de pocas palabras, con un aura oscura y su personal
La casa de la madre de William era impresionante. Aunque llamarlo casa sería mentir, más bien era una enorme mansión rodeada de jardines. Kathleen la miró anonadada desde la ventanilla del auto. —¿Te gusta? —escuchó que le preguntaba Will y ella asintió con rapidez—. Ha pertenecido a la familia por varias generaciones. Nuestro hijo la heredará. «Nuestro hijo», casi no podía creerlo. Todavía le costaba pensar que aquello era real. —Es hermosa, Will —murmuró, fascinada. —No más que tú —le pareció escuchar, pero cuando lo miró, él se encontraba serio y con la mirada al frente. Se frotó el oído con suavidad y negó con la cabeza. Se estaba volviendo loca, ya hasta comenzaba a imaginarse cosas. En cuanto el coche se detuvo, William salió con rapidez y se apresuró a abrirle la puerta. —Ella… ¿Tu madre se parece a ti? —preguntó en cuanto salió. Estaba muy nerviosa, quería caerle bien a la abuela de su hijo, darle una buena impresión. Si William había heredado su carácter de ella esta
Cuando salieron de la casa de su madre lo hicieron en silencio. William no podía dejar de arrepentirse de haberla llevado hasta allí y haberla expuesto a esa situación en su estado. Escuchar los sollozos contenidos de Kathleen a su lado y cómo no se atrevía ni a mirarlo le partía el alma. Quería hablar, decir cualquier cosa que la hiciera sentir mejor, pero se sentía perdido. —Quiero ir a casa —rompió el silencio ella—. Por favor, ¿podrías llevarme? —Ya casi llegamos, Kath, tranquila. —Sin percatarse de lo que hacía y por costumbre, colocó su mano sobre su pierna y la acarició. El jadeo que emitió fue lo que hizo apartar la mano—. Lo siento, no quería, yo…—Quiero ir a casa —repitió—. A la mía, con mi familia. —Lo siento, Kath, pero tenemos un contrato, no puedes echarte atrás ahora. De reojo vio como los ojos se le volvían a llenar de lágrimas y se maldijo por no saber actuar en ese tipo de situaciones. Cuando veía a una mujer llorando solo pensaba en dos cosas: o en abrir la ca
—¡Elena! —Shirley entró llorando a la casa de la madre de Will. En realidad nunca había soportado a esa vieja decrépita, por su culpa James no tenía lo que le pertenecía. Desde que los gemelos eran unos niños esa mujer siempre tuvo preferencias por William. Por ese motivo, manipuló a su suegro para que le legara todos los negocios a su exprometido. La única explicación que dieron para mantener al margen a James era que tenía un carácter irascible y que los inversionistas no confiaban en él. Eso solo ayudó a que ambos hermanos se distanciaran y que el rencor de James creciera. Por culpa de esos dos viejos mugrosos ella había tenido que sufrir cinco años de relación con un hombre al que no amaba. —Shirley, querida —la vieja insoportable llegó a su lado y le acarició el rostro para limpiarle las lágrimas falsas—. No hace falta que me cuentes nada, ya lo sé todo, estoy tan indignada. —Entonces sabes que tu hijo me engañó y con una pordiosera —sollozó sobre el hombro de Elena—. La ha