CAPÍTULO 99

Ava estaba sentada en el banco del parque, disfrutando del sonido de las risas de su hijo Bastián mientras jugaba en los columpios bajo la atenta mirada de su niñera Martha. Aunque la ceguera le impedía ver las travesuras de su hijo, el alegre eco de su risa le llenaba el corazón de alegría y serenidad. Sentía el cálido sol de la tarde en su piel y el suave susurro del viento en las hojas de los árboles, creando un momento de paz que tanto necesitaba.

De pronto, percibió una presencia a su lado. Una sombra se movió sobre ella y el banco crujió ligeramente bajo el peso de alguien que se había sentado. Su tranquilidad se desvaneció cuando reconoció la voz que le habló.

—Hola, Ava. —dijo Alejandro, su tono impregnado de una condescendencia que hacía hervir la sangre.

Ava se tensó al instante, su cuerpo rígido y alerta. —¿Qué haces aquí, Alejandro? —preguntó con frialdad, tratando de mantener la calma.

—Solo quería disfrutar de un paseo por el parque. —respondió él con una sonrisa que ell
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