La oficina de Sebastián era un santuario de orden y precisión. Desde el brillante escritorio de caoba hasta las paredes decoradas con certificados y premios, todo reflejaba el éxito y la diligencia del hombre que la ocupaba. Sin embargo, la serenidad de ese espacio se vio bruscamente interrumpida cuando su teléfono sonó con insistencia. Era Martha, su asistente, con una urgencia en su voz que nunca había escuchado antes.—Sebastián, tienes que venir a la empresa de inmediato. Bastián ha decidido invertir en una nueva empresa y... ha perdido una gran suma de dinero.El mundo de Sebastián se sacudió. Sin perder un segundo, se levantó y salió de su despacho, su mente llena de preguntas y temores. Conducía con rapidez, cada segundo aumentando su ansiedad. ¿Cómo podía haber sucedido esto? ¿En qué estaba pensando Bastián?Al llegar a la empresa, su corazón latía con fuerza. Subió a grandes zancadas las escaleras hasta la oficina de su hijo. Bastián estaba sentado detrás de su escritorio, la
Bastián manejaba furioso por las calles de la ciudad, el eco de la pelea con su padre resonando en su mente. El dolor y la frustración se mezclaban en su interior, creando un torbellino de emociones que necesitaba desahogar. Le había escrito a su novia, Angy, pero sabía que necesitaba más, alguien con quien realmente pudiera hablar. Angela había sido su confidente durante años, pero después de su declaración, no se atrevió a escribirle para no incomodarla.Sin pensarlo demasiado, giró el volante en dirección a la casa de Angela. El impulso lo llevó hasta allí, pero al llegar, se dio cuenta de su error. No podía simplemente aparecer después de lo que había pasado. Con un suspiro de resignación, dio la vuelta, decidido a dejarla en paz. Pero entonces, algo llamó su atención.A lo lejos, vio a Angela en un auto con un hombre. Detuvo su propio vehículo y observó, su corazón acelerándose cuando vio que se besaban. El rostro del hombre se hizo claro cuando ellos se separaron, y Bastián sin
Los pasillos de la universidad estaban llenos de murmullos y risas, pero para Valeria, todo parecía un eco distante. Caminaba al lado de su hermana Valentina, sumida en sus pensamientos. Desde aquella noche con Alexandre, había pasado una semana entera sin recibir una llamada, un mensaje, ni siquiera una mirada de su parte en la universidad. La ausencia de Alexandre la atormentaba, llenándola de dudas y miedos.Valentina notó la distracción de su hermana y frunció el ceño.—¿Qué te pasa, Vale? —preguntó, su voz teñida de preocupación.Valeria suspiró profundamente, sus ojos llenos de una tristeza que no podía ocultar.—Tuve relaciones con Alexandre —confesó en un susurro—. —¿Y me lo dices hasta ahora? —le grito Valentina a su hermana. —¡Shhhh! Cállate!—Pero eso es grandioso. —exlcamó con orgullo Valentina. —Desde ese día no he sabido nada de él. Tengo miedo de haberlo asustado, de haber hecho algo mal. —dijo avergonzada Valeria. Valentina se quedó en silencio por un momento, asi
Angela seguía el auto de Bastián con una mezcla de preocupación y determinación. Desde hace una semana, tras la acalorada discusión con Sebastián, Bastián había desaparecido, dejando a su familia en la incertidumbre. Ava, su madre, estaba desesperada por su regreso, pero ninguna de sus llamadas había sido respondida, ningún mensaje contestado. Angela, sabiendo que Bastián tenía un apartamento secreto que solo ella conocía, decidió que era hora de ir a buscarlo.Cuando llegó al edificio, el corazón de Angela latía con fuerza. Subió al ascensor con nerviosismo, observando cómo los números de los pisos subían lentamente. Al llegar a su destino, justo cuando las puertas del ascensor se abrieron, vio a Bastián despidiéndose de una mujer en el pasillo. La mujer era claramente mayor, algo que la sorprendió profundamente. Se despidieron con un beso, y Angela se escondió rápidamente detrás de una columna, espiando mientras la mujer se alejaba.Cuando la mujer finalmente desapareció en el asc
Ava se encontraba sentada en el acogedor salón de la casa de su hermana Sara, las paredes adornadas con fotografías familiares y recuerdos de tiempos más sencillos. El crepitar del fuego en la chimenea proporcionaba un telón de fondo cálido y reconfortante, pero no lograba disipar la tensión que Ava sentía en su pecho. Con una taza de té entre las manos, miraba fijamente el líquido, sus pensamientos enredados en una maraña de preocupaciones.—Sara, la situación con Sebastián se está volviendo insoportable —dijo Ava finalmente, rompiendo el silencio. Sus palabras flotaban en el aire, pesadas y cargadas de angustia—. No confío en Martha, y ahora Sebastián parece estar de su lado, ignorando todo lo que le digo.Sara, siempre atenta y solidaria, frunció el ceño. Dejó su propia taza de té en la mesa y se acercó a su hermana, tomándola de la mano en un gesto de apoyo silencioso.—Ava, sé que es difícil, pero debes mantener la calma. Sebastián está cegado por esa mujer, pero las cosas puede
El cementerio estaba envuelto en un silencio sepulcral, solo roto por el crujido ocasional de las hojas secas bajo los pies de Alexandre. La lluvia caía en una suave llovizna, impregnando el aire con un olor a tierra mojada y melancolía. Alexandre se encontraba frente a la tumba de su padre, sus pensamientos un torbellino de emociones encontradas.—Papá, no sé si estoy haciendo lo correcto —murmuró, sintiendo la fría piedra bajo sus dedos—. Me enseñaste sobre la justicia y la honestidad, pero ahora todo parece confuso. Te amo, aunque nunca te conocí, y quiero hacer lo correcto.De pronto, sintió una presencia detrás de él. Se giró lentamente y su corazón se detuvo al ver a Valeria de pie, empapada por la lluvia, con una expresión de dolor y traición en su rostro.—¿Valeria? —preguntó Alexandre, su voz quebrándose.Ella lo miró con ojos llenos de lágrimas y resentimiento.—Así que es cierto —dijo Valeria, su voz temblorosa—. Eres el hijo de Alejandro y Marie.Alexandre intentó acercars
Ava llegó al hospital con el corazón en un puño, cada paso resonando en los fríos pasillos como un eco de su ansiedad. El edificio, con sus luces fluorescentes y su ambiente aséptico, solo intensificaba su preocupación. Apenas había aparcado el auto cuando recibió la llamada de Sebastián. Su hija Valeria había sufrido un accidente, y ahora se encontraba en el hospital. El miedo y la angustia la habían acompañado durante todo el trayecto, pero ahora, al acercarse a la sala de espera donde Sebastián la esperaba, esos sentimientos se transformaban en una mezcla de esperanza y temor.Sebastián estaba sentado en una de las sillas, su postura tensa y su rostro surcado por las preocupaciones. Cuando vio a Ava, se levantó rápidamente y la abrazó con fuerza.—El médico dijo que está estable —dijo Sebastián con voz temblorosa—. Tiene un brazo fracturado, pero está fuera de peligro.Ava asintió, tratando de calmarse. Juntos, siguieron al médico que los condujo por el laberinto de pasillos hasta
Alexandre despertó con un dolor agudo recorriendo su cuerpo. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar la vista en la habitación desconocida. Las paredes blancas y el olor a desinfectante le indicaron que estaba en algo parecido a un hospital. Trató de moverse, pero un dolor punzante en su pierna lo hizo gemir. Bajó la mirada y vio su pierna derecha enyesada, colgada en una tracción. Los recuerdos del accidente comenzaron a inundar su mente: la pelea con Valeria, el forcejeo, el choque contra el árbol.Se incorporó ligeramente en la cama, sus ojos recorriendo la habitación hasta que se detuvieron en la figura en la ventana. Su corazón se hundió al reconocer a su madre, Marie, de pie, con una expresión de furia contenida.—¿Qué haces aquí? —preguntó Alexandre, su voz rasposa por la falta de uso—. ¿Dónde está Valeria?Marie se volvió lentamente hacia él, sus ojos destellando con una mezcla de ira y desdén.—¿De verdad te importa esa chica? —espetó—. Después de todo lo que ha pasado, ¿