Los pasillos de la universidad estaban llenos de murmullos y risas, pero para Valeria, todo parecía un eco distante. Caminaba al lado de su hermana Valentina, sumida en sus pensamientos. Desde aquella noche con Alexandre, había pasado una semana entera sin recibir una llamada, un mensaje, ni siquiera una mirada de su parte en la universidad. La ausencia de Alexandre la atormentaba, llenándola de dudas y miedos.Valentina notó la distracción de su hermana y frunció el ceño.—¿Qué te pasa, Vale? —preguntó, su voz teñida de preocupación.Valeria suspiró profundamente, sus ojos llenos de una tristeza que no podía ocultar.—Tuve relaciones con Alexandre —confesó en un susurro—. —¿Y me lo dices hasta ahora? —le grito Valentina a su hermana. —¡Shhhh! Cállate!—Pero eso es grandioso. —exlcamó con orgullo Valentina. —Desde ese día no he sabido nada de él. Tengo miedo de haberlo asustado, de haber hecho algo mal. —dijo avergonzada Valeria. Valentina se quedó en silencio por un momento, asi
Angela seguía el auto de Bastián con una mezcla de preocupación y determinación. Desde hace una semana, tras la acalorada discusión con Sebastián, Bastián había desaparecido, dejando a su familia en la incertidumbre. Ava, su madre, estaba desesperada por su regreso, pero ninguna de sus llamadas había sido respondida, ningún mensaje contestado. Angela, sabiendo que Bastián tenía un apartamento secreto que solo ella conocía, decidió que era hora de ir a buscarlo.Cuando llegó al edificio, el corazón de Angela latía con fuerza. Subió al ascensor con nerviosismo, observando cómo los números de los pisos subían lentamente. Al llegar a su destino, justo cuando las puertas del ascensor se abrieron, vio a Bastián despidiéndose de una mujer en el pasillo. La mujer era claramente mayor, algo que la sorprendió profundamente. Se despidieron con un beso, y Angela se escondió rápidamente detrás de una columna, espiando mientras la mujer se alejaba.Cuando la mujer finalmente desapareció en el asc
Ava se encontraba sentada en el acogedor salón de la casa de su hermana Sara, las paredes adornadas con fotografías familiares y recuerdos de tiempos más sencillos. El crepitar del fuego en la chimenea proporcionaba un telón de fondo cálido y reconfortante, pero no lograba disipar la tensión que Ava sentía en su pecho. Con una taza de té entre las manos, miraba fijamente el líquido, sus pensamientos enredados en una maraña de preocupaciones.—Sara, la situación con Sebastián se está volviendo insoportable —dijo Ava finalmente, rompiendo el silencio. Sus palabras flotaban en el aire, pesadas y cargadas de angustia—. No confío en Martha, y ahora Sebastián parece estar de su lado, ignorando todo lo que le digo.Sara, siempre atenta y solidaria, frunció el ceño. Dejó su propia taza de té en la mesa y se acercó a su hermana, tomándola de la mano en un gesto de apoyo silencioso.—Ava, sé que es difícil, pero debes mantener la calma. Sebastián está cegado por esa mujer, pero las cosas puede
El cementerio estaba envuelto en un silencio sepulcral, solo roto por el crujido ocasional de las hojas secas bajo los pies de Alexandre. La lluvia caía en una suave llovizna, impregnando el aire con un olor a tierra mojada y melancolía. Alexandre se encontraba frente a la tumba de su padre, sus pensamientos un torbellino de emociones encontradas.—Papá, no sé si estoy haciendo lo correcto —murmuró, sintiendo la fría piedra bajo sus dedos—. Me enseñaste sobre la justicia y la honestidad, pero ahora todo parece confuso. Te amo, aunque nunca te conocí, y quiero hacer lo correcto.De pronto, sintió una presencia detrás de él. Se giró lentamente y su corazón se detuvo al ver a Valeria de pie, empapada por la lluvia, con una expresión de dolor y traición en su rostro.—¿Valeria? —preguntó Alexandre, su voz quebrándose.Ella lo miró con ojos llenos de lágrimas y resentimiento.—Así que es cierto —dijo Valeria, su voz temblorosa—. Eres el hijo de Alejandro y Marie.Alexandre intentó acercars
Ava llegó al hospital con el corazón en un puño, cada paso resonando en los fríos pasillos como un eco de su ansiedad. El edificio, con sus luces fluorescentes y su ambiente aséptico, solo intensificaba su preocupación. Apenas había aparcado el auto cuando recibió la llamada de Sebastián. Su hija Valeria había sufrido un accidente, y ahora se encontraba en el hospital. El miedo y la angustia la habían acompañado durante todo el trayecto, pero ahora, al acercarse a la sala de espera donde Sebastián la esperaba, esos sentimientos se transformaban en una mezcla de esperanza y temor.Sebastián estaba sentado en una de las sillas, su postura tensa y su rostro surcado por las preocupaciones. Cuando vio a Ava, se levantó rápidamente y la abrazó con fuerza.—El médico dijo que está estable —dijo Sebastián con voz temblorosa—. Tiene un brazo fracturado, pero está fuera de peligro.Ava asintió, tratando de calmarse. Juntos, siguieron al médico que los condujo por el laberinto de pasillos hasta
Alexandre despertó con un dolor agudo recorriendo su cuerpo. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar la vista en la habitación desconocida. Las paredes blancas y el olor a desinfectante le indicaron que estaba en algo parecido a un hospital. Trató de moverse, pero un dolor punzante en su pierna lo hizo gemir. Bajó la mirada y vio su pierna derecha enyesada, colgada en una tracción. Los recuerdos del accidente comenzaron a inundar su mente: la pelea con Valeria, el forcejeo, el choque contra el árbol.Se incorporó ligeramente en la cama, sus ojos recorriendo la habitación hasta que se detuvieron en la figura en la ventana. Su corazón se hundió al reconocer a su madre, Marie, de pie, con una expresión de furia contenida.—¿Qué haces aquí? —preguntó Alexandre, su voz rasposa por la falta de uso—. ¿Dónde está Valeria?Marie se volvió lentamente hacia él, sus ojos destellando con una mezcla de ira y desdén.—¿De verdad te importa esa chica? —espetó—. Después de todo lo que ha pasado, ¿
Antony esperaba en uno de los largos y desolados pasillos de la universidad. La lluvia torrencial caía con furia, creando un ruido constante y ensordecedor contra las ventanas. Sus pensamientos estaban llenos de preocupación por la familia Montenegro y el reciente accidente de Valeria. Cada minuto que pasaba parecía estirarse eternamente mientras esperaba que Valentina saliera de clase.Finalmente, vio a Valentina aparecer al final del pasillo, su cabello mojado por la lluvia, y sus ojos llenos de curiosidad y una leve expectativa. Antony se acercó a ella con rapidez, con el rostro serio y la voz baja pero firme.—Valentina, debemos irnos. La lluvia está muy fuerte y no quiero que te quedes aquí sola —dijo, extendiendo una mano para guiarla hacia la salida.Valentina tomó su mano, sintiendo una conexión eléctrica que siempre había estado allí pero que hoy parecía más intensa. Mientras caminaban hacia el auto, su mente estaba llena de pensamientos y sentimientos encontrados. ¿Sería es
Valeria, aún algo pálida y con un brazo enyesado, llegó a su casa acompañada de Ava y Sebastián. La casa, habitualmente acogedora y cálida, se sentía ahora como un refugio necesario tras el tumulto del accidente. La lluvia seguía golpeando las ventanas con fuerza, como si el mundo exterior quisiera recordarles la fragilidad de la vida.Al abrir la puerta, Valentina, su hermana, la esperaba con ansias. Sin decir una palabra, corrió hacia Valeria y la envolvió en un abrazo cálido y apretado. Valeria, sorprendida por la intensidad del abrazo, sintió una mezcla de alivio y emoción.—¿Por qué no viniste al hospital? —le preguntó Valeria con un tono suave, aunque había un toque de reproche en su voz.—Prefería verte en casa, donde estás más cómoda y segura —respondió Valentina, tratando de sonreír, pero sus ojos reflejaban la preocupación que sentía.Ava y Sebastián observaban desde el umbral, intercambiando miradas de alivio y preocupación. Después de unos momentos, Valeria, aún apoyada en