Ava se encontraba sentada en el acogedor salón de la casa de su hermana Sara, las paredes adornadas con fotografías familiares y recuerdos de tiempos más sencillos. El crepitar del fuego en la chimenea proporcionaba un telón de fondo cálido y reconfortante, pero no lograba disipar la tensión que Ava sentía en su pecho. Con una taza de té entre las manos, miraba fijamente el líquido, sus pensamientos enredados en una maraña de preocupaciones.—Sara, la situación con Sebastián se está volviendo insoportable —dijo Ava finalmente, rompiendo el silencio. Sus palabras flotaban en el aire, pesadas y cargadas de angustia—. No confío en Martha, y ahora Sebastián parece estar de su lado, ignorando todo lo que le digo.Sara, siempre atenta y solidaria, frunció el ceño. Dejó su propia taza de té en la mesa y se acercó a su hermana, tomándola de la mano en un gesto de apoyo silencioso.—Ava, sé que es difícil, pero debes mantener la calma. Sebastián está cegado por esa mujer, pero las cosas puede
El cementerio estaba envuelto en un silencio sepulcral, solo roto por el crujido ocasional de las hojas secas bajo los pies de Alexandre. La lluvia caía en una suave llovizna, impregnando el aire con un olor a tierra mojada y melancolía. Alexandre se encontraba frente a la tumba de su padre, sus pensamientos un torbellino de emociones encontradas.—Papá, no sé si estoy haciendo lo correcto —murmuró, sintiendo la fría piedra bajo sus dedos—. Me enseñaste sobre la justicia y la honestidad, pero ahora todo parece confuso. Te amo, aunque nunca te conocí, y quiero hacer lo correcto.De pronto, sintió una presencia detrás de él. Se giró lentamente y su corazón se detuvo al ver a Valeria de pie, empapada por la lluvia, con una expresión de dolor y traición en su rostro.—¿Valeria? —preguntó Alexandre, su voz quebrándose.Ella lo miró con ojos llenos de lágrimas y resentimiento.—Así que es cierto —dijo Valeria, su voz temblorosa—. Eres el hijo de Alejandro y Marie.Alexandre intentó acercars
Ava llegó al hospital con el corazón en un puño, cada paso resonando en los fríos pasillos como un eco de su ansiedad. El edificio, con sus luces fluorescentes y su ambiente aséptico, solo intensificaba su preocupación. Apenas había aparcado el auto cuando recibió la llamada de Sebastián. Su hija Valeria había sufrido un accidente, y ahora se encontraba en el hospital. El miedo y la angustia la habían acompañado durante todo el trayecto, pero ahora, al acercarse a la sala de espera donde Sebastián la esperaba, esos sentimientos se transformaban en una mezcla de esperanza y temor.Sebastián estaba sentado en una de las sillas, su postura tensa y su rostro surcado por las preocupaciones. Cuando vio a Ava, se levantó rápidamente y la abrazó con fuerza.—El médico dijo que está estable —dijo Sebastián con voz temblorosa—. Tiene un brazo fracturado, pero está fuera de peligro.Ava asintió, tratando de calmarse. Juntos, siguieron al médico que los condujo por el laberinto de pasillos hasta
Alexandre despertó con un dolor agudo recorriendo su cuerpo. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar la vista en la habitación desconocida. Las paredes blancas y el olor a desinfectante le indicaron que estaba en algo parecido a un hospital. Trató de moverse, pero un dolor punzante en su pierna lo hizo gemir. Bajó la mirada y vio su pierna derecha enyesada, colgada en una tracción. Los recuerdos del accidente comenzaron a inundar su mente: la pelea con Valeria, el forcejeo, el choque contra el árbol.Se incorporó ligeramente en la cama, sus ojos recorriendo la habitación hasta que se detuvieron en la figura en la ventana. Su corazón se hundió al reconocer a su madre, Marie, de pie, con una expresión de furia contenida.—¿Qué haces aquí? —preguntó Alexandre, su voz rasposa por la falta de uso—. ¿Dónde está Valeria?Marie se volvió lentamente hacia él, sus ojos destellando con una mezcla de ira y desdén.—¿De verdad te importa esa chica? —espetó—. Después de todo lo que ha pasado, ¿
Antony esperaba en uno de los largos y desolados pasillos de la universidad. La lluvia torrencial caía con furia, creando un ruido constante y ensordecedor contra las ventanas. Sus pensamientos estaban llenos de preocupación por la familia Montenegro y el reciente accidente de Valeria. Cada minuto que pasaba parecía estirarse eternamente mientras esperaba que Valentina saliera de clase.Finalmente, vio a Valentina aparecer al final del pasillo, su cabello mojado por la lluvia, y sus ojos llenos de curiosidad y una leve expectativa. Antony se acercó a ella con rapidez, con el rostro serio y la voz baja pero firme.—Valentina, debemos irnos. La lluvia está muy fuerte y no quiero que te quedes aquí sola —dijo, extendiendo una mano para guiarla hacia la salida.Valentina tomó su mano, sintiendo una conexión eléctrica que siempre había estado allí pero que hoy parecía más intensa. Mientras caminaban hacia el auto, su mente estaba llena de pensamientos y sentimientos encontrados. ¿Sería es
Valeria, aún algo pálida y con un brazo enyesado, llegó a su casa acompañada de Ava y Sebastián. La casa, habitualmente acogedora y cálida, se sentía ahora como un refugio necesario tras el tumulto del accidente. La lluvia seguía golpeando las ventanas con fuerza, como si el mundo exterior quisiera recordarles la fragilidad de la vida.Al abrir la puerta, Valentina, su hermana, la esperaba con ansias. Sin decir una palabra, corrió hacia Valeria y la envolvió en un abrazo cálido y apretado. Valeria, sorprendida por la intensidad del abrazo, sintió una mezcla de alivio y emoción.—¿Por qué no viniste al hospital? —le preguntó Valeria con un tono suave, aunque había un toque de reproche en su voz.—Prefería verte en casa, donde estás más cómoda y segura —respondió Valentina, tratando de sonreír, pero sus ojos reflejaban la preocupación que sentía.Ava y Sebastián observaban desde el umbral, intercambiando miradas de alivio y preocupación. Después de unos momentos, Valeria, aún apoyada en
En el interior del auto de Antony, la atmósfera estaba cargada de deseo y conflicto. La lluvia torrencial golpeaba el techo del coche, creando un sonido rítmico que solo acentuaba la intensidad del momento. Valentina y Antony se encontraban en un lugar apartado, lejos de las miradas indiscretas. Sus labios se habían encontrado en un beso apasionado, y el calor entre ellos aumentaba con cada segundo.Antony finalmente se separó, con la respiración entrecortada y los ojos llenos de una mezcla de arrepentimiento y deseo. Su voz, aunque suave, llevaba una firmeza que Valentina no pudo ignorar.—Esto está mal, Valentina —dijo Antony, pasando una mano temblorosa por su cabello desordenado—. No puedo hacerle esto a tus padres, a Ava y Sebastián. Ellos nunca aceptarían una relación entre nosotros.Valentina, con los ojos brillantes por la emoción y la frustración, negó con la cabeza y se acercó a él nuevamente, sus manos buscando consuelo en las de Antony.—Pero si mantenemos nuestra relación
La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la elegante sala de desayuno de la mansión Montenegro. La mesa estaba adornada con una variedad de platillos exquisitos: frutas frescas, panes recién horneados, y una selección de jugos. Por primera vez en semanas, la familia Montenegro se reunía para desayunar junta. Sebastián, Ava, y sus hijos, Valentina y Bastián, se sentaban alrededor de la mesa, intentando disfrutar de un momento de paz en medio de la tormenta de problemas que habían enfrentado.Ava sonreía mientras miraba a su familia. Ver a Sebastián relajado, charlando con Bastián, le llenaba de alegría. Valentina reía suavemente por algún comentario divertido de su hermano. Por un instante, todo parecía perfecto, como si los problemas que los habían atormentado estuvieran muy lejos.De pronto, el sonido simultáneo de notificaciones de mensajes de texto interrumpió la tranquilidad. Los cinco tomaron sus teléfonos casi al unísono, sus rostros reflejando curiosidad y l