Este capítulo es dedicado a Mirtha, me encanto como amas el personaje, muchas gracias.
—¡Hanna! ¡Hanna, espera…! —Sophie la llamó infinidad de veces, pero ella no se detuvo, y más bien se deba de prisa, entre tanto una que otra lágrima bajaba por sus mejillas. Estaba por tomar el ascensor para salir, cuando fue con Michael, con quien se topó antes que eso ocurriera. —¿Hanna? —él se separó un poco para retenerla—. ¿Qué ocurre? —Papá… ¿Podemos irnos de aquí? —Claro, cariño… —expresó Michael tomándola del brazo, pero en ese momento, Sophie llegó a ellos, incluso Iván detrás de ella, interrumpiendo su camino. —¡Michael…! ¿Cómo has podido? —Tío… ¿Pensaste en nosotros antes de hacer o que hiciste? —Michael arrugó el ceño ante el escándalo, y sin decir una palabra se giró hacia su hija, que por lo visto, necesitaba de él. —¿A dónde quieres ir? Ella negó. —Lejos de mi madre… —Sophie abrió los ojos, quedándose completamente estoica ante la petición de Samara, mientras Michael miró a su esposa un poco decepcionado. No hubo una sola palabra después de esto, Sophie estaba
Era viernes por la noche, exactamente las diez, cuando Samara estaba en la terraza de su habitación, mientras apretaba la chaqueta en su pecho. El cielo se veía hermosamente estrellado, y había una luna radiante. Ella tomó un suspiro cansino, mientras cerró sus ojos. Le dolía incluso la piel, todo su cuerpo tenía este efecto que describían las drogas en internet, cuando la persona intentaba alejarse de ellas, y se declaraba inmersamente, necesitaba incluso de mirar a ese cínico que no dejaba sus pensamientos en paz. En el siguiente minuto, pudo notar como sus padres estaban saliendo de la casona, ella misma les había preparado una cena en un restaurante prestigioso de New York, porque habían tenido unas peleas fuertes por su causa, y cuando Sophie se giró hacia ella para hacer un ademán con la mano parta despedirla, Samara le envió un beso con la mano, entre tanto Michael sonrió antes el gesto. No iba a permitir que, con su llegada, y con todos los problemas que se había presentado
—Es increíble… —Amanda MacMillan sonrió llevando su sexta copa a la boca mientras su otra pierna, se subió para cruzarse, haciendo que su vestido se abriera un poco. André tomó una calada del puro, que la mujer le había regalado unas horas antes, incluso cuando su padre todavía estaba comiendo con ellos, en una cena normal de negocios. Sin embargo, ahora eran ellos dos en el mismo restaurante, tomando una botella que la misma loca había insistido en abrir. La verdad es que André ya se sentía cansado de responder de forma monótona, desde hace media hora estaba esperando ese supuesto negocio extra que la mujer prometió asomar, después de que su padre se retiró, y aquí ella ahora solo hablaba estupideces, que a la larga lo estaban sacando de la paciencia. Pero nada, la situación se había alargado más y más, y aunque ni siquiera sabía de lo que estaba hablando, y que lo tenían sin cuidado, podía notar que, evidentemente, ella se estaba retorciendo en esa silla como si fuera una gata en
Samara sentía el corazón en el estómago cuando estacionaron en ese edificio, donde una vez vino a recoger a André, en estado de ebriedad cuando su abuelo estaba en la clínica. Lo vio desajustar su cinturón rápidamente, y ante su estado de shock también desajustó el de ella, mientras vino a morderle los labios incendiando más su piel. —Tenemos toda la noche… pero no podremos llegar a la suite en este momento… —ella abrió los ojos ante una advertencia, además de que las manos de André temblaban como si se estuviese controlando. —André… ¿Qué estás diciendo? —su cuerpo fue sacado del asiento como su contestación, y luego André corrió el de él hacia atrás hasta el tope, dándole el espacio necesario para que ella quedara encima de su cuerpo totalmente cómodo. Ahora que lo pensaba debía cambiar el sentido de su vestimenta, porque este vestido hasta las rodillas, solo le daba la facilidad a André de ser un descarado donde quisiera. —No pretenderás que… —sus palabras fueron cortadas con su
Cuando Samara llegó con André a la suite, pudo notar como él volvió a desactivar el sensor de luz, y todo el lugar quedó a oscuras. Sin embargo, había una ventaja en ese espacio enorme, y era que toda la pared que daba al exterior, era completamente de vidrio y este facilitaba que toda la iluminación externa, hiciera parecer irreal el espacio. —Así está mejor… —sintió la voz de André en su oído, mientras sus ojos se cerraron—¿Quieres vino, mon amour? —Y aunque ella negó, lo vio caminar hasta esa nevera de vinos y licores, que estaba en la parte amplia de la cocina. —Todos dulces… aunque te digo que esos no son los más costosos, ni mis favoritos… sin embargo, conseguí unos especiales para ti… —André… esto no hace falta… —ella se cruzó de brazos, y él giró la cabeza un tanto impresionado. —¿Cómo has cambiado tanto? ¿Entonces puedo pensar que viniste a follar y te vas? ¡Wowww qué ruda y falta de sentimientos…! ¿Eres de mi obra? —¿No crees que hay cosas que hablar primero? —ella pregu
Samara parpadeó de forma lenta, mientras el calor arropaba todo su cuerpo. Se movió un poco solo para que los brazos de André la abrazaran más, pero ella sabía que era hora de irse. Aunque había dejado un mensaje con el guardia de seguridad cuando salió de su casa por la noche, sus padres debían estar preocupados, y además, hoy era el gran día para ellos, en especial para Sophie, que tanto empeño había colocado en esta fiesta, que a la final sería su respiro cuando terminara. Se removió varias veces de forma lenta, colocó unas almohadas en los brazos de André, y luego se vistió a la velocidad de un rayo teniendo cuidado de hacer el menor ruido posible. Fue a la sala para ver las llaves de diferentes autos que él tenía en el sótano, y tomó una, para intentar llevarse alguno que la llevara a su casa. Había tomado clases de conducción desde que su madre comenzó hacer sus papeles legales, y pensó que no sería complicado llegar hasta su casa con el GPS. El trayecto le tomó el doble de
Eran las seis de la tarde cuando Samara se encontraba en su habitación, con una peluquera profesional y dos maquillistas que habían comenzado hace unos diez minutos. Su vestido color negro, largo y exquisito, estaba encima de la cama, junto a unas sandalias plateadas que tenían un diseño único. La mujer que estaba haciendo ondas en su cabello solo comentaba de lo largo que lo tenía mientras ella solo tecleaba chateando con André, preguntándole qué hacía en este momento. Le hubiese gustado decirle que viniera, pero prefería llevar la fiesta en paz con su madre, y más cuando al otro día pensaba decirle que iba a regresar con él. El tema de Iván, aún no lo procesaba, y prefirió hablarlo con André primero para tomar una decisión en cuanto a eso. Sus hombros estaban lo suficientemente tensionados, y vio que la mujer que estaba colocando crema en su rostro y una especie de base sobre su cuello esparcía el producto sobre su piel, sus mejillas se enrojecieron y solo le tomó la mano para p
Iván se fue contra André sin mediar palabras como si una antorcha se hubiese encendido en su misma alma, y a la vez, intentando dar el primer golpe, pero fue atajado por Michael de inmediato. —¡Iván, no! Sophie se levantó, mientras Samara vio como el abuelo se sentó en la silla y se arregló la chaqueta como si nada estuviera pasando. —¿Abuelo? —ella preguntó alarmada, pero él negó sin darle importancia. —No te preocupes mucho, no será André el que arruinará esta fiesta… Samara negó con los ojos abiertos, y también se apresuró en intervenir en el lugar, pero ya su padre tenía agarrado a Iván, junto con otro hombre de seguridad, mientras André se sacudía la chaqueta y lo miraba de arriba abajo como su sola presencia le causara adhesión. —¿Cómo es posible que hagas este escándalo? ¡No respetas nada! Ni siquiera a Hanna… —La voz de Sophie se escuchó por todo el lugar, pero ella solo se dirigió a André, mientras Samara le tomó brazo para detenerla. —Madre… por favor, no… —¿No puedes