Este capítulo es dedicado a ROSVELY HIGUERA, muchas gracias por tu apoyo
Capítulo 83—Dios… extrañaba estar en casa… —el abuelo se recostó a las almohadas, mientras Samara se apresuró por buscar más para colocar alrededor, y que este obtuviera mayor comodidad.Y en cuanto terminó esto, ella se sentó a los pies de la cama. Ahora se encontraban solos, porque André había recibido una llamada en cuanto dejó al abuelo, y salió de la habitación. —¿Cómo es que estás más linda que nunca? Incluso aquí en esta casa cómoda puedo detallarte mejor… —Inquirió el abuelo cómo para empezar la conversación.Había mucho tema por hablar, pero quería tantear un poco el terreno.—Gracias… —Samara le sonrío—. ¿Cómo te sientes? —Estoy bien, no te preocupes… No puedo negarte que hay debilidad en mí, pero me siento mejor ahora fuera de esa clínica. No veía la hora de salir… —y haciendo una pausa la observó detenidamente—. Ahora más bien dime qué fue lo que pasó allá al salir de la clínica… Este nieto mío no deja de sorprenderme cada día… Ella negó rápidamente para quitarle impo
Después de unos minutos y de qué Samara volviera a ajustar las almohadas en el abuelo, vio que él estaba parpadeando varias veces y pensó que los medicamentos estaban haciendo algún efecto ante su adormecimiento. Entonces, después de que le dio agua junto con las pastillas que decía la receta, tomó la bandeja que estaba en la encimera, y salió de la habitación mientras André la siguió. —Sabes que no fui yo el que inició esto, ¿no es así…? —Ella se giró dejando la bandeja en la mesa, mientras apretó los dedos varias veces por los nervios que le provocaba su presencia. —Lo sé… estaba allí, sin embargo, no era necesario un golpe. Además, nunca utilizaría a Iván para crear un problema entre nosotros… no es mi manera de enfrentar esto… —André achicó sus ojos y luego apretó su mandíbula para acercarse dos pasos hacia ella. —Sé que necesitas un espacio entre nosotros dos, pero creo que ya va siendo el momento de qué hablemos sobre esto. No me gusta que este hombre esté a tu alrededor todo
—¿Nerviosa? —Samara levantó el rostro cuando Iván se sentó delante de ella en la oficina de su madre, ese viernes por la mañana. Habían pasado algunos días desde que el abuelo había salido de la clínica y se había instalado en la mansión de André. Algunos de sus familiares se regresaron a Francia por petición del mismo, y ahora solo quedaban Francois, y René, porque Lucie también se había devuelto por su programa en la universidad. No había un día en que Samara dejara de asistir, y aunque ella pensaba que André podría estar merodeando el lugar para aprovechar la oportunidad y atajarla, esta vez se había equivocado muchísimo. No hubo un solo día, desde que el abuelo se instaló en la mansión y André le prometió demostraciones, en que el millonario volviera a aparecer frente a ella. Por supuesto había rosas en su escritorio todos los días. Mensajes subliminales como “Mi cama está disponible”, o “Podemos escaparnos”, lo que ella prefirió ignorar. Y no porque no deseara hacerlo, incluso
El impacto fue devastador en su estómago. Incluso sentía que la piel se le contraía del puro éxtasis que le provocó su entrada y su mirada puesta en ella, además de esa sonrisa que era siniestra, y que a estas alturas era su favorita. Samara bajó la cabeza para quitarle la mirada, y esto le sentó mal a André, que esperaba que ella la sostuviera después de una eternidad sin verse. Porque a pesar de toda esta gente, y de la situación, André solo quería mandar al carajo todo, y arrástrala y llevársela al fin del mundo, acabando con toda esta mierd@ que lo tenía cansado. —¿Cuál es mi asiento? —preguntó caminando—. Claro, debe ser este… —y tomó uno al lado de Samara, donde al otro lado estaba Sophie e Iván. —Creo que se ha equivocado de reunión, señor Roussel… —Sophie apretó con evidente amargura, y en ese momento, un segundo hombre entró a la sala. —Connor… puedes darle estas carpetas a la señora Walton… Dale una también a sus compañeros, esto nos hará avanzar en la reunión. La mujer
—¡Hanna! ¡Hanna, espera…! —Sophie la llamó infinidad de veces, pero ella no se detuvo, y más bien se deba de prisa, entre tanto una que otra lágrima bajaba por sus mejillas. Estaba por tomar el ascensor para salir, cuando fue con Michael, con quien se topó antes que eso ocurriera. —¿Hanna? —él se separó un poco para retenerla—. ¿Qué ocurre? —Papá… ¿Podemos irnos de aquí? —Claro, cariño… —expresó Michael tomándola del brazo, pero en ese momento, Sophie llegó a ellos, incluso Iván detrás de ella, interrumpiendo su camino. —¡Michael…! ¿Cómo has podido? —Tío… ¿Pensaste en nosotros antes de hacer o que hiciste? —Michael arrugó el ceño ante el escándalo, y sin decir una palabra se giró hacia su hija, que por lo visto, necesitaba de él. —¿A dónde quieres ir? Ella negó. —Lejos de mi madre… —Sophie abrió los ojos, quedándose completamente estoica ante la petición de Samara, mientras Michael miró a su esposa un poco decepcionado. No hubo una sola palabra después de esto, Sophie estaba
Era viernes por la noche, exactamente las diez, cuando Samara estaba en la terraza de su habitación, mientras apretaba la chaqueta en su pecho. El cielo se veía hermosamente estrellado, y había una luna radiante. Ella tomó un suspiro cansino, mientras cerró sus ojos. Le dolía incluso la piel, todo su cuerpo tenía este efecto que describían las drogas en internet, cuando la persona intentaba alejarse de ellas, y se declaraba inmersamente, necesitaba incluso de mirar a ese cínico que no dejaba sus pensamientos en paz. En el siguiente minuto, pudo notar como sus padres estaban saliendo de la casona, ella misma les había preparado una cena en un restaurante prestigioso de New York, porque habían tenido unas peleas fuertes por su causa, y cuando Sophie se giró hacia ella para hacer un ademán con la mano parta despedirla, Samara le envió un beso con la mano, entre tanto Michael sonrió antes el gesto. No iba a permitir que, con su llegada, y con todos los problemas que se había presentado
—Es increíble… —Amanda MacMillan sonrió llevando su sexta copa a la boca mientras su otra pierna, se subió para cruzarse, haciendo que su vestido se abriera un poco. André tomó una calada del puro, que la mujer le había regalado unas horas antes, incluso cuando su padre todavía estaba comiendo con ellos, en una cena normal de negocios. Sin embargo, ahora eran ellos dos en el mismo restaurante, tomando una botella que la misma loca había insistido en abrir. La verdad es que André ya se sentía cansado de responder de forma monótona, desde hace media hora estaba esperando ese supuesto negocio extra que la mujer prometió asomar, después de que su padre se retiró, y aquí ella ahora solo hablaba estupideces, que a la larga lo estaban sacando de la paciencia. Pero nada, la situación se había alargado más y más, y aunque ni siquiera sabía de lo que estaba hablando, y que lo tenían sin cuidado, podía notar que, evidentemente, ella se estaba retorciendo en esa silla como si fuera una gata en
Samara sentía el corazón en el estómago cuando estacionaron en ese edificio, donde una vez vino a recoger a André, en estado de ebriedad cuando su abuelo estaba en la clínica. Lo vio desajustar su cinturón rápidamente, y ante su estado de shock también desajustó el de ella, mientras vino a morderle los labios incendiando más su piel. —Tenemos toda la noche… pero no podremos llegar a la suite en este momento… —ella abrió los ojos ante una advertencia, además de que las manos de André temblaban como si se estuviese controlando. —André… ¿Qué estás diciendo? —su cuerpo fue sacado del asiento como su contestación, y luego André corrió el de él hacia atrás hasta el tope, dándole el espacio necesario para que ella quedara encima de su cuerpo totalmente cómodo. Ahora que lo pensaba debía cambiar el sentido de su vestimenta, porque este vestido hasta las rodillas, solo le daba la facilidad a André de ser un descarado donde quisiera. —No pretenderás que… —sus palabras fueron cortadas con su