Samara se sentó en el auto, y miró hacia arriba para ver a André sonriéndole, mientras cerró la puerta.De un momento a otro Connor se pegó a su lado como si le dijera algo entre dientes, pero ella pudo notar como la sonrisa del millonario desapareció en un santiamén.«¿Habría dicho Connor algo que lo hiciera enojar?»André se subió al auto amplio y luego lo puso a andar mientras encendió el aire acondicionado. Ella se giró hacía él para detallar su perfil, y no pudo evitar preguntarle, cuando las ansias se la estaban comiendo viva.—¿Qué estás haciendo? ¿A dónde vamos?André se giró un poco hacia ella, y luego esbozó una sonrisa.Los ojos de Samara bajaron a su mano, que ahora tomaba la de ella de forma sutil. Estaba un poco aterrada por el cambio repentino de comportamiento. Ayer parecía odiarla y hoy… era diferente.—Vamos a pasear, te lo dije frente a mi abuelo… te mostraré París, o al menos una parte.—Pero… —ella trató de ser lo más sutil posible—. No necesitas hacer nada de est
Samara se unió más a André cuando el lugar comenzó a cambiar de forma.Había muchos autos estacionados, todos costosos alrededor, mientras mujeres y hombres entraban a un gran lugar, de donde salían luces, y música a reventar.Ella abrió los ojos desmesuradamente cuando vio a las chicas con vestidos excesivamente cortos, y blusas escotadas.Ella había elegido un vestido hasta los tobillos tipo egipcio, y tenía unas sandalias bajas que la hacían ser más pequeña de lo que era, al lado de André. Pero por supuesto estaba segura de que no se dirigían a este sitio brillante que parecía atraer a la gente como a la luz.De un momento a otro los pasos del millonario se detuvieron, y girándose hacia ella, le envió otra sonrisa destructora.Este hombre estaba acabando con sus nervios.—Hemos llegado… —cuando André informó, ella giró la cabeza para notar que sí, este sitio al que nunca entraría por su propia voluntad, era el supuesto lugar a donde la había traído, pero ¿Para qué?Estaba loco.Él
André estaba sentado en una silla frente a la cama donde Samara dormía, mientras soltaba el humo de su boca, y mantenía el puro en sus dedos. El reloj marcaba las cuatro de la mañana, pero él no había podido dormir debido a sus pensamientos. Habían pasado tres días desde ese beso que se había quedado marcado en su piel todo este tiempo, y su cabeza jodida, solo repetía la escena una y otra vez, estremeciendo su cuerpo con rudeza. Se sentía enfermo, tanto que ahora le gustaba ver a Samara dormida mientras sus ojos la detallaban. Esto no era solo por deseo, quería verla para entender qué le atraía de ella, o qué mierd@s era lo que tenía para joderlo de esta forma. Se levantó de forma silente y apagó el puro, para luego irse a la terraza y pensar qué iba a hacer si no lograba conseguir su cuerpo. Cerró los ojos. Por supuesto, ella no aceptaría dinero, y el que no se adecuara a sus métodos, solo lo exasperaba más. Durante estos tres días no habían hablado ni una vez de aquel beso, p
André estaba bebiendo su cuarto vaso de whisky en la biblioteca, mientras afuera ya había anochecido. Si decía que se sentía asfixiado ahora mismo, era quedarse corto, y antes de que sus manos tambaleantes prendieran el puro, el encendedor se le resbaló de los dedos y terminó por explotar. Lanzó el puro a la pared con furia y luego dio varios puños en la madera cuando supo que todo se había salido de control. Nada estaba a su alcance. Estaba odiándose ahora mismo más que nadie, iba a defraudar a su abuelo, y tendría que ver su mirada decepcionada. Lo mataría, su rostro triste lo aniquilaría. —¡André! —esa voz dulce y plana, pero a la ve seductora, llegó a sus oídos, y cuando levantó la mirada, los ojos de Samara solo lo detallaban con miedo. —¿Qué quieres? —en ese momento no tenía en mente que aún seguía jugando su papel para llevarla a la cama, pero que más daba, todo estaba perdido ahora. —¿Qué pasó? ¿Por qué…? —Ahora no… —André limpió su frente esperando que lo dejara solo—.
Pierre se despidió de Samara con un abrazo, mientras André los miraba de pie en las escaleras, y Connor apuntaba su mirada como un taladro hacia él todo el tiempo. Sabía lo que quería Connor, él estaba pidiéndole que fueran hablar en privado para decirle que detuviera esta locura, pero esta, sencillamente, era su única oportunidad. La cena había terminado hace una hora, por supuesto, el abuelo habló de otros temas seculares, y luego le comentó a Samara que ahora que estuvieran en Estados Unidos, estaría más disponible para compartir cenas como estas todo el tiempo. André apretó sus labios para amortiguar su felicidad, y luego le pasó el brazo a su abuelo cuando por fin soltó a Samara. —Que descanses abuelo, vas a necesitar estar despejado para el viaje… Recuerda que aún estás débil… ni siquiera quiero imaginar a la familia cuando llegue a saber lo que harás… Pierre negó haciéndole un ademán con la mano. —No soy un niño, y nadie me dice qué hacer… además, cuando lo sepan, estaré m
Samara retrocedió varios pasos hasta que casi se cae a no ser porque André la retuvo rápidamente de un brazo. Su corazón le palpitaba muy fuerte contra su pecho, y sus labios, aunque querían una respuesta, no lograban articular palabra. Una cosa es que estuvieran siguiendo un papel, pero otra muy diferente es que cruzaran la línea de lo irreal a lo posible. —Que… ¿Qué estás diciendo? —su pregunta fue demasiado débil para su gusto, pero fue inevitable no sentir su garganta apretada por el momento y la situación que la había envuelto. —Samara… —André se acercó para tomar su rostro, porque básicamente esta era el arma más poderosa que tenía para con ella—. Sé que no… sé que no tienes sentimientos por mí más que la gratitud, pero, las cosas pueden cambiar… André comenzó con lo primordial. Si le decía a Samara que seguirían en su trato y jugando a un papel, jamás podría estar entre sus piernas, pero si le aseguraba que en el futuro podrían sostener una relación, ella sedería a la primer
Samara se removió en la cama de nuevo para posicionarse a su lado derecho, mientras otra lágrima cayó por su mejilla húmeda. Sentía que la cabeza iba a estallarle de tanto pensar, pero lo que más la tenía compungida, era esa sensación que no la dejaba respirar. No sabía qué hora de la madrugada era, y no quería saberlo. Literalmente se sentía sofocada, con ganas de salir corriendo, sin saber a qué sentido, sin preocuparse qué diría su madre, o Hagar, Jalil o cualquier otra persona que pudiera recriminar el tipo de pensamientos que ahora mismo la envolvían. Esta era la primera vez que se cuestionaba acerca de lo que ella era. Era la primera vez que una decisión estuviera al punto del declive, porque, aunque ya tenía varias horas pensando qué es lo que tenía que hacer, su corazón no dejaba de latir con fuerza como un imán, halándola al lado contrario de su decisión. Era claro que debía quedarse en Francia. Estaba demasiado claro que debía esperar a Jalil, y era evidente que seguir el
Samara continuó mirando por la ventana del avión, mientras admiraba como desde esta altura, el cielo se veía como otro mar. El abuelo de André estaba dormido dos asientos más adelante después de unas horas de vuelo y charla, entre tanto ella, se encontraba frente a la silla de André, mientras de vez en cuando notaba que el hombre la miraba como si buscara encontrar algo oculto en ella. Podía imaginar lo que André estaba pensando. ¿Qué la había hecho tomar la decisión de irse con él, aun sin saber lo que Jalil hiciera en último momento? Ella también estaba consternada con su repentina decisión, pero en el momento en que se levantó y pensó en quedarse en Francia, esperando lo incierto, o sintiendo el vacío en su estómago, simplemente el pensamiento, la hizo desesperarse para empacar las cosas con rapidez. Era evidente que sentía un gran agradecimiento por André, pero tampoco podía mentirse a ella misma si se decía que no sentía una extraña atracción por el hombre que le había salvad