Samara abrió sus ojos cuando en la cama estaba dando vueltas sin poder conciliar el sueño, y se sentó encendiendo una lámpara a su lado, mientras restregaba un poco sus ojos.Miró el reloj digital para comprobar que eran la una y media de la mañana, y pasando un trago, de pronto sintió la necesidad de tomar mucha agua.Tomó una bata a su lado, y unas pantuflas de algodón que incluso eran de André, y caminó para salir de la habitación e ir por un poco de agua.Quizás había sido el vino de la cena, que en últimas instancias tuvo que beber cuando todos de pronto comenzaron con preguntas incisivas.La familia de André se había despedido a eso de las diez de la noche, pero se quedó conversado con Pierre una hora más, mientras él le ofrecía sus chocolates favoritos.Todavía recordaba que estaba un poco escéptico cuando le informó que André había tenido un asunto urgente, y no se había despegado de ella en ningún momento, porque se consideró responsable en ausencia de su nieto.Justo cuando
Samara se dio por vencida cuando luchó por una hora contra el cuerpo de André, y no obtuvo resultado.Connor se había ido dejando el café, que ahora debía estar helado en la mesita, y ella decidió no forzar sus brazos que ya le dolían.Se removió dejando caer su cuerpo hacia atrás contra la almohada, y ella pudo notar como el hombre se acomodaba para quedar lo más abrazado a ella posible.—¿André? ¿Estás despierto? Estoy agotada, pesas mucho… yo… —la boca de Samara soltó el aire, y colocando un brazo encima de su cabeza, cerró los ojos, mientras la otra mano la dejó extendida hacia abajo, al lado de su cuerpo.Era demasiado tarde, y por la lucha que tuvo que ejercer, su cuerpo se fue soltando, y poco a poco fue cediendo al sueño…En cuanto André escuchó la respiración lenta de Samara, abrió los ojos sin moverse del lugar. Era imposible quedarse dormido después de haber abusado de todo lo que consumió y bebió, y, además, de este olor a… «Dulce», que Samara desprendía de su cuerpo.Giró
André cerró la puerta y luego soltó un bufido mientras su piel se contrajo.«¿Qué había sido toda esa mierd@? ¿Y de dónde había salido?»Se estaba convirtiendo en un mitómano por excelencia y bajó rápidamente las escaleras, a pesar de estar sin camisa y con los pantalones de ayer.Fue directamente a la cocina, y luego tomó una botella de agua, porque su garganta quemaba.Necesitaba dormir un poco más, aunque sea dos horas para que su mente no colisionara, y luego se prepararía para tener otro día de Show frente a Samara y a su abuelo.Tres horas más tarde le avisaron que el desayuno estaba listo, como también que su abuelo se encontraba en la cocina junto con Samara y Connor. Estaba usando mucho más perfume cuando salió del baño, y dejó su cabello mojado cuando se puso una franela negra, y un pantalón de jean negro también.En el momento en que se asomó en la cocina, estaba Pierre muerto de la risa, mientras las manos de Samara estaban mezclando alguna cosa. Y aunque quería gritarle q
Samara se sentó en el auto, y miró hacia arriba para ver a André sonriéndole, mientras cerró la puerta.De un momento a otro Connor se pegó a su lado como si le dijera algo entre dientes, pero ella pudo notar como la sonrisa del millonario desapareció en un santiamén.«¿Habría dicho Connor algo que lo hiciera enojar?»André se subió al auto amplio y luego lo puso a andar mientras encendió el aire acondicionado. Ella se giró hacía él para detallar su perfil, y no pudo evitar preguntarle, cuando las ansias se la estaban comiendo viva.—¿Qué estás haciendo? ¿A dónde vamos?André se giró un poco hacia ella, y luego esbozó una sonrisa.Los ojos de Samara bajaron a su mano, que ahora tomaba la de ella de forma sutil. Estaba un poco aterrada por el cambio repentino de comportamiento. Ayer parecía odiarla y hoy… era diferente.—Vamos a pasear, te lo dije frente a mi abuelo… te mostraré París, o al menos una parte.—Pero… —ella trató de ser lo más sutil posible—. No necesitas hacer nada de est
Samara se unió más a André cuando el lugar comenzó a cambiar de forma.Había muchos autos estacionados, todos costosos alrededor, mientras mujeres y hombres entraban a un gran lugar, de donde salían luces, y música a reventar.Ella abrió los ojos desmesuradamente cuando vio a las chicas con vestidos excesivamente cortos, y blusas escotadas.Ella había elegido un vestido hasta los tobillos tipo egipcio, y tenía unas sandalias bajas que la hacían ser más pequeña de lo que era, al lado de André. Pero por supuesto estaba segura de que no se dirigían a este sitio brillante que parecía atraer a la gente como a la luz.De un momento a otro los pasos del millonario se detuvieron, y girándose hacia ella, le envió otra sonrisa destructora.Este hombre estaba acabando con sus nervios.—Hemos llegado… —cuando André informó, ella giró la cabeza para notar que sí, este sitio al que nunca entraría por su propia voluntad, era el supuesto lugar a donde la había traído, pero ¿Para qué?Estaba loco.Él
André estaba sentado en una silla frente a la cama donde Samara dormía, mientras soltaba el humo de su boca, y mantenía el puro en sus dedos. El reloj marcaba las cuatro de la mañana, pero él no había podido dormir debido a sus pensamientos. Habían pasado tres días desde ese beso que se había quedado marcado en su piel todo este tiempo, y su cabeza jodida, solo repetía la escena una y otra vez, estremeciendo su cuerpo con rudeza. Se sentía enfermo, tanto que ahora le gustaba ver a Samara dormida mientras sus ojos la detallaban. Esto no era solo por deseo, quería verla para entender qué le atraía de ella, o qué mierd@s era lo que tenía para joderlo de esta forma. Se levantó de forma silente y apagó el puro, para luego irse a la terraza y pensar qué iba a hacer si no lograba conseguir su cuerpo. Cerró los ojos. Por supuesto, ella no aceptaría dinero, y el que no se adecuara a sus métodos, solo lo exasperaba más. Durante estos tres días no habían hablado ni una vez de aquel beso, p
André estaba bebiendo su cuarto vaso de whisky en la biblioteca, mientras afuera ya había anochecido. Si decía que se sentía asfixiado ahora mismo, era quedarse corto, y antes de que sus manos tambaleantes prendieran el puro, el encendedor se le resbaló de los dedos y terminó por explotar. Lanzó el puro a la pared con furia y luego dio varios puños en la madera cuando supo que todo se había salido de control. Nada estaba a su alcance. Estaba odiándose ahora mismo más que nadie, iba a defraudar a su abuelo, y tendría que ver su mirada decepcionada. Lo mataría, su rostro triste lo aniquilaría. —¡André! —esa voz dulce y plana, pero a la ve seductora, llegó a sus oídos, y cuando levantó la mirada, los ojos de Samara solo lo detallaban con miedo. —¿Qué quieres? —en ese momento no tenía en mente que aún seguía jugando su papel para llevarla a la cama, pero que más daba, todo estaba perdido ahora. —¿Qué pasó? ¿Por qué…? —Ahora no… —André limpió su frente esperando que lo dejara solo—.
Pierre se despidió de Samara con un abrazo, mientras André los miraba de pie en las escaleras, y Connor apuntaba su mirada como un taladro hacia él todo el tiempo. Sabía lo que quería Connor, él estaba pidiéndole que fueran hablar en privado para decirle que detuviera esta locura, pero esta, sencillamente, era su única oportunidad. La cena había terminado hace una hora, por supuesto, el abuelo habló de otros temas seculares, y luego le comentó a Samara que ahora que estuvieran en Estados Unidos, estaría más disponible para compartir cenas como estas todo el tiempo. André apretó sus labios para amortiguar su felicidad, y luego le pasó el brazo a su abuelo cuando por fin soltó a Samara. —Que descanses abuelo, vas a necesitar estar despejado para el viaje… Recuerda que aún estás débil… ni siquiera quiero imaginar a la familia cuando llegue a saber lo que harás… Pierre negó haciéndole un ademán con la mano. —No soy un niño, y nadie me dice qué hacer… además, cuando lo sepan, estaré m