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Capítulo 2. "Arde como el mismo infierno"

El callejón está solo, la pared del local de la pizzería y la otra pared de departamentos son los únicos testigos. Mi respiración es agitada, me paso el brazo por mi frente para limpiar el sudor. Una sonrisa aparece en mis labios, esa sonrisa que puedes ver en una villana de telenovela, ya lista para empezar su venganza, se te pone la piel de gallina y dices desde tu lugar: “Hija de su madre, “¿Ahora que va a hacer?” Pero en esta parte, estoy en el lugar de la villana. Había encontrado de camino al departamento un contenedor y he pasado dos horas bajando por las escaleras de incendio y en este momento estoy por cumplir mi meta propuesta:

     —Y arderás como el mismo infierno. —tiro el cerillo encendido en el montonal de cosas qué se encuentran dentro del contenedor, todo lo de él ya no es, “Tim, mi amor”, es ahora Timothy “El imbécil”. En segundos todo lo que he juntado de él, está ardiendo como el mismo infierno, va a querer que el mismo diablo se lo lleve cuándo se entere que hasta sus más preciados juegos de XBOX, esa misma consola, su ropa, cosas personales coleccionables que me tenía harta de tener regadas por todo el departamento, la ropa que le había regalado con mi bono navideño hace unos meses, que tanto adora y que parecía fotografía cada salida… todo eso está ardiendo.

     No puedo evitar sentir esa opresión en mi pecho, un sentimiento de tristeza, de decepción, de cansancio…y si me pongo a llorar, juro que voy a apagar el fuego que he desatado.

     —No llores, Emma Jones—mis labios hacen malabares para evitar soltar unas cuantas palabras, después puede que el sollozo y luego salga un moquero que no me hace ver bonita. Cierro los ojos y las lágrimas que mantenía a raya desde esta tarde, se deslizan por mis mejillas que arden de la ira. Todos los recuerdos de mi relación con Timothy “El imbécil”, pasan dentro de mi cabeza como un último momento de tortura.

     — ¡¿Qué es lo que estás quemando, Emma?!—escucho la voz cantada de Timothy a mi espalda, abro los ojos, me limpio las lágrimas con el dorso de mi mano, me vuelvo hacia él y no puedo evitar pensar: “Todos merecemos una segunda oportunidad” Pero luego recuerdo que Timothy “El imbécil” ha tenido cuatro y se me pasa. La ira sale de su escondite lista para atacar. Lo miro detenidamente, sus ojos se abren casi a punto de salir de su órbita cuándo comienza a caer en cuenta lo que estoy haciendo. Levanta la mirada hacia el segundo piso de la pizzería dónde yo lo llamaba “Nuestro nido de amor” y tiene la ventana abierta, quizás se me ha caído una que otra cosa en el transcurso al bajar, puede, he dicho. Y efectivamente, una camisa cuelga de la esquina de la ventana, como pidiendo: “auxilio, no quiero que me quemen.” Baja su mirada lentamente hasta mí y puedo ver: Pánico. —Dime que mi XBOX está dónde siempre, cariño.

Levanto el dedo índice y lo señalo:

     —Última vez que me dices, cariño. Definitivamente has perdido ese derecho, Timothy—de nuevo sus ojos están casi a punto de salir de órbita, su labio inferior tiembla… ¿Va a llorar? ¡Vaya, esto es nuevo! Estoy a punto de aplaudir por tal escena.

     —M-M-e has dicho Timothy. —Una sonrisa se expande de nuevo por mi hermoso rostro lleno de pecas.

     —A menos que en eso también me hayas visto la cara de tonta, así te llamas, ¿Verdad? —me cruzo de brazos, él está en total shock, su mirada recae en mí y luego al contenedor que arde a mi lado.

     — ¿Entonces esto es…es en serio? —pregunta con un gesto de esos que uno le dice “Me puso ojos del gato con botas”.

     — ¿Qué si es en serio? ¿Estás de broma, Timothy? ¡Me has engañado! ¡Dejaaa tú! ¿Cuántas veces? ¡Nunca lo sabré! A menos que cargues con una libretita dentro de tu bóxer dónde lleves la cuenta de con cuanta mujer te has metido, ¡Te dije claramente muchas veces: No me rompas el maldito corazón! ¡Lo has…hecho cuatro malditas veces! ¿Sabes lo que me costó repararme en esas cuatro veces? —agito las manos en el aire acompañando las palabras que han salido fluido de mis lindos y suculentos labios que nadie valora.

     — ¡Dime que no has metido dentro de ahí mi consola de XBOX Emma Jonessssss! —remarca la "s" al final y luego grita algo histérico pero…estoy con cara de: ¡Whatttssss! Bajo de golpe sin delicadeza mis brazos a mis costados.

     —Es lo único que te preocupa, ¿No? El maldito XBOX. —el tipo está a punto de desmayarse al sospechar que realmente está esa maldita consola en el interior de ese contenedor. 

     —¡¡Contéstame!!—sin usar siquiera y lean bien, siquiera usar las palabras, mis labios se expanden en una hermosa, esplendorosa y feliz sonrisa. Timothy grita, me insulta, sigue gritando, señala sus manos en dirección al departamento, supongo que es esa camisa que pide auxilio y es una de sus favoritas, no sé, simplemente me desconecto. Finjo escuchar pero realmente no presto atención ni una palabra, es como en esa película donde te dan un control remoto y le bajas el volumen, daría lo que fuera por tenerlo y adelantar la escena.

     Levanto la mano para que deje de hablar y como perrito obediente se detiene, está agitado, rojo de lo cabreado, su vena de la frente que tanto amaba está a punto de explotar, su pecho sube y baja exageradamente rápido.

     —Solo diré esto: Es mi departamento y oficialmente estás en la calle, quisiera decir: “Fue un gusto” pero la verdad, creo…—me mira como si no se la creyera—…es lo mejor. No soy yo…eres tú.

     Y con una sonrisa lo esquivo, me cuelgo de las escaleras y antes de que tenga la intención de subir detrás de mí, las levanto para que no lo haga. Le hago señas de "Adiós" acompaño de un "Púdrete" con el dedo del medio.

     Sé que es de mala educación ser así con tu ex, (siente mi sarcasmo puro y a toda su potencia) pero seamos sinceros, una persona así ya no quiero en mi vida. Entro al departamento mientras escucho gritos histéricos del infiel que tengo ahora por ex, no me importa y no quiero seguir el mismo patrón, algo en mí festeja, me felicito a mí misma por ser decidida.

     Me detengo cuándo paso por el espejo de cuerpo completo, retrocedo un paso y puedo ver algo diferente en la mujer que está reflejándose en él. Me acerco y con mi mano acaricio mi mejilla, las pecas discretas que hacen un camino por mi nariz. Luego mis dedos suben a mis ojos, luego se deslizan a mi cabellera pelirroja...

     —Emma Jones... ¿Eres tú? —sonrío y luego rompo en risas. Podrían tacharme de loca, pero al fin siento algo dentro de mí que florece, tan así que mis ojos buscan las puertas del armario que están abiertas.   Entro y al final del estante brilla algo.

     Algo en mi quiere salir.

     Las lágrimas no vuelven, el sentimiento de dolor se ha escondido en algún lugar por el momento, -luego en soledad quizás salga en una corta visita y me recuerde lo que ha pasado este día-, pero lo que sí sé es:

     —No más rota ni descosida Emma Jones. 

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