Capítulo 39. Alma rota.

Gabriel Uzcátegui.

Era extraño cómo algo tan simple como un pedazo de papel podía pesar tanto. Mis dedos lo sostenían con fuerza, aunque no hubiera viento que pudiera arrebatármelo. La caligrafía de Emma me resultaba inconfundible: esa inclinación ligera hacia la derecha, las letras que parecían fluir con la misma suavidad con la que solía hablar. Pero esas palabras… esas palabras no eran suaves. Eran definitivas.

“Gabriel, anoche fue hermosa, pero también fue un adiós. Necesito este divorcio, no porque no te ame, sino porque no puedo darte lo que más quieres… me siento que no soy suficiente, sé cuánto deseas tener un hijo y yo no puedo dártelo. Amar es también dejar ir, para que puedas cumplir esos sueños que aunque yo soñaba contigo, no puedo dártelos. Seguir juntos nos seguirá haciendo daño y no quiero que el amor se agote y el día de mañana me odies, no podría soportarlo. Siempre te llevaré en mi corazón porque eres el único hombre que he amado, que seguiré amando y que amaré por
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