-¡No! ¡No podía moverse! Estaba completamente paralizada, las manos abiertas y los brazos extendidos a los costados. Dudó: Quedarse y seguir o salir corriendo. Si es que aún estaba a tiempo. No debía haber aceptado ir con él, se lamentó demasiado tarde. Era un error, ella era camarera. Camarera. ¿Sólo? Se repitió a si misma para intentar embotar su mente. ¡No! No era ninguna estúpida, pronto la obligarían a ser otra cosa, se le acababan el tiempo y las excusas. Mientras estuviera retenida en ese lugar no tenía escapatoria. Había escuchado alguna que otra conversación, presentía que Juárez tenía preparado algo especial para ella. Doris llevaba burlándose varios días, se divertía asustándola mientras le comentaba que no olvidaría jamás en la vida su primera vez. Analizó nuevamente su situación, el hombre era joven, bien parecido, hasta podría decirse que guapo, muy guapo. Y la trataba con delicadeza, al menos de momento. ¿Qué más daba? Un día u otro tenía que decidirse, mejor
Los movimientos cesaron, el cuerpo duro que la aprisionaba se apartó dejándola otra vez con esa fea sensación de frío. Quedó pegada a la pared, aún en el aire, sujeta con dureza por las mismas manos fuertes que momentos antes recorrían su piel con ansia. Esos ojos ambarinos ahora la miraban con furia, al tiempo una voz masculina repetía una y otra vez que era un estúpido. Nadie la había mirado así en la vida. Se asustó y ya no pudo parar, rompió a llorar cubriendo su cara con las manos. Escuchar el lloro de la muchacha lo volvió a la realidad y con una mueca de asco la soltó. Débora intentó que sus pies se apoyaran nuevamente en el suelo, pero las piernas no la sostenían, se fue escurriendo hasta caer al suelo, sin saber que decir, lloraba y temblaba, no sabía si de miedo o de frío, seguramente por ambos motivos. Continuaban sonando en su cabeza las palabras del hombre, estúpido, estupidez… Ruido de objetos cayendo al suelo, cristales rotos… Eso la devolvió a la realidad y lev
Otra vez esos ojos mirándola, creía que eran ambarinos, pero ahora habían oscurecido, se habían vuelto oscuros, muy oscuros. Miedo… ese miedo a lo incierto que no la dejaba reunir un mínimo de valor para responder, y, que encima, parecía enfurecer más a ese hombre que la tenía retenida en esa habitación… Dos preguntas, dos preguntas le había formulado ese desconocido hasta el momento, ¿Cuál de ellas responder primero? Su cabeza no daba más de sí, intentó balbucear…, pero su boca se negaba a hablar, tampoco ayudó que él la agarrase por los hombros zarandeándola con fuerza. Las lágrimas volvieron a asomar con fuerza a sus ojos, se tapó la cara. La áspera voz del hombre le gritó que estaba esperando. Se decidió por la más fácil, precisamente la que menos interesaba a Daniel y ella lo sabía. Pronunció su nombre con un susurro: -Débora…-¿Débora qué? –Escuchó nerviosa la nueva pregunta de él.-Débora, me llamo Débora Rojas.-Bueno ya hemos empezado, al fin… Dijiste que eras mexicana
La soltó y ella volvió a sentarse en la cama, observándolo con disimulo. Se había quedado ya sin lágrimas, pero no le hubiera servido de mucho, no parecía un hombre que se compadeciera de una mujer llorosa. Quizá pasaron sólo unos segundos, a Débora se le antojaron los más largos de su vida, mientras veía a ese desconocido mesarse los cabellos morenos desesperadamente para seguidamente masajearse con fuerza la sien, una y otra vez, al tiempo que movía la cabeza y repetía una y otra vez la palabra estúpido. Finalmente cerró los puños con rabia y centró su atención nuevamente en ella, de su boca salieron unas agrias y duras palabras:-No sé en tu país, ni me importa. Pero aquí eres menor de edad, Lo sabes, ¿verdad? … – no esperó respuesta, ¿para qué?, evidentemente si lo sabía - ¿Eres consciente que por lo que acabo de hacer puedo ir a la cárcel? Ahora entiendo la expresión del maldito barman, soy un imbécil, un maldito estúpido que cayó en vuestra trampa… – Repitió nuevamente murmuran
-¿Estás segura? Eres una menor y encima virgen, ¿O lo eras...? No hay duda posible, en tu cuerpo están las pruebas –Levantó su dedo en dirección a sus muslos manchados – Así que no te queda de otra que hacer lo que yo diga, al menos hasta que desaparezcan las pruebas físicas o a mí se me ocurra alguna idea para salir de este embrollo.-¡No!, no… ¡Por favor! Se lo suplico, por lo que más quiera, deje que me vaya… - rogó con todas sus fuerzas, consciente pero que no iba a servirle de nada pues la determinación que veía en el rostro de ese hombre oscuro indicaba todo lo contrario.-No soy tan estúpido para dejarte aquí en ese estado preparada para ir a la policía y echarme de cabeza al río…– añadió ante el nuevo intento de la joven de rechazar irse con él. – tengo demasiadas cosas que perder y no estoy dispuesto a malbaratar mi reputación por nadie y mucho menos por una desconocida. Así que vas a obedecerme. ¡Entendido!-Pero… ¿Que va a hacer conmigo?La incógnita de Débora quedó sin res
-¡Las manos quietas, a la vista! ¡No necesito robar la mísera recaudación de hoy!– Aseveró Danny con suficiencia, observando sus manos evitaba que el hombre lo apuntara con el arma que seguro escondía en bajo la mesa - Mala noche, ¿Verdad?, y ahora va a ser peor. Necesito la documentación de la chica. Y rapidito que no tengo demasiado tiempo. -¿Por qué? – preguntó el hombre haciéndose el remolón. – Esa mujer trabaja para mí…-No se si le queda demasiado la expresión mujer…- sonrió Danny - … puedes meterte en un buen lío si la policía la encuentra aquí. Piensa que te hago un favor sacándotela de encima. – ironizó - Así que tranquilito y devuélvele sus papeles.-¿Lío? No tengo idea de que me está hablando señor… -intentó disimular Juárez, aunque su tímido titubeo no convenció a nadie. Y la frase que pronuncio a continuación menos aún. – ¿No la buscará la policía…? No te puedes fiar de ninguna de estas rameras siempre están mintiendo…-Basta, no quiero escuchar más bobadas. ¿Su documen
El fresco de la noche impactó en su cara al salir del local. Tras demasiadas semanas encerrada en el Menfis sin poder respirar aire en libertad, lo habría agradecido si no hubiera estado tan asustada. Los primeros días, acostumbrada a vivir en el campo, no conseguía adaptarse al ambiente cerrado y pegajoso de ese burdel. Lamentablemente a todo se acostumbra uno y poco a poco, casi sin darse cuenta esa sensación se convirtió en el menor de sus problemas.Esos problemas: ¿Se habían terminado? O se le venían encima otros peores. Miraba asustada al hombre que tiraba insistentemente de ella. ¿Qué papel jugaría en su vida? Sería su liberador, o quizá un nuevo captor y mucho peor que el anterior.El local de comida rápida y música country con el que el Menfis compartía explanada cerraba los lunes, aun así, quedaban algunos coches aparcados, posiblemente pertenecientes a los borrachos que dormían la mona en el bar y a algún cliente que ocupaba los reservados. De entre todos destacaba una
El coche enfiló la carretera estatal, en un silencioso e incómodo viaje, cada uno iba a lo suyo, la joven callaba mientras el parecía concentrado en la conducción. Débora recordó que aún tenía el dinero en el bolsillo, quizá si se lo devolvía, la dejaría ir, a lo mejor pasaban cerca de otro núcleo urbano:.. – dijo depositando los billetes encima de la guantera – creo que esto es suyo.-Olvídate del dinero – respondió el hombre con un gruñido acompañado por una más que evidente mueca de asco…-Además, no debía haberle dado nada Juárez, yo no le debía nada. – Insistió ella, mintiendo para aparentar un poco de la dignidad que ya no poseía. No le veía ninguna ganancia al cambio, deber a Juárez o a un desconocido, que más daba. Empezaba a sospechar que había salido del fuego para caer en las brasas.-No le di dinero por ti, únicamente compensé el estropicio…- le recordó intentando calcular lo que podía haber en el puñado de billetes que dejó encima de la mesa de Juárez. No demasiado pue