Otra vez esos ojos mirándola, creía que eran ambarinos, pero ahora habían oscurecido, se habían vuelto oscuros, muy oscuros. Miedo… ese miedo a lo incierto que no la dejaba reunir un mínimo de valor para responder, y, que encima, parecía enfurecer más a ese hombre que la tenía retenida en esa habitación… Dos preguntas, dos preguntas le había formulado ese desconocido hasta el momento, ¿Cuál de ellas responder primero? Su cabeza no daba más de sí, intentó balbucear…, pero su boca se negaba a hablar, tampoco ayudó que él la agarrase por los hombros zarandeándola con fuerza. Las lágrimas volvieron a asomar con fuerza a sus ojos, se tapó la cara. La áspera voz del hombre le gritó que estaba esperando. Se decidió por la más fácil, precisamente la que menos interesaba a Daniel y ella lo sabía. Pronunció su nombre con un susurro: -Débora…-¿Débora qué? –Escuchó nerviosa la nueva pregunta de él.-Débora, me llamo Débora Rojas.-Bueno ya hemos empezado, al fin… Dijiste que eras mexicana
La soltó y ella volvió a sentarse en la cama, observándolo con disimulo. Se había quedado ya sin lágrimas, pero no le hubiera servido de mucho, no parecía un hombre que se compadeciera de una mujer llorosa. Quizá pasaron sólo unos segundos, a Débora se le antojaron los más largos de su vida, mientras veía a ese desconocido mesarse los cabellos morenos desesperadamente para seguidamente masajearse con fuerza la sien, una y otra vez, al tiempo que movía la cabeza y repetía una y otra vez la palabra estúpido. Finalmente cerró los puños con rabia y centró su atención nuevamente en ella, de su boca salieron unas agrias y duras palabras:-No sé en tu país, ni me importa. Pero aquí eres menor de edad, Lo sabes, ¿verdad? … – no esperó respuesta, ¿para qué?, evidentemente si lo sabía - ¿Eres consciente que por lo que acabo de hacer puedo ir a la cárcel? Ahora entiendo la expresión del maldito barman, soy un imbécil, un maldito estúpido que cayó en vuestra trampa… – Repitió nuevamente murmuran
-¿Estás segura? Eres una menor y encima virgen, ¿O lo eras...? No hay duda posible, en tu cuerpo están las pruebas –Levantó su dedo en dirección a sus muslos manchados – Así que no te queda de otra que hacer lo que yo diga, al menos hasta que desaparezcan las pruebas físicas o a mí se me ocurra alguna idea para salir de este embrollo.-¡No!, no… ¡Por favor! Se lo suplico, por lo que más quiera, deje que me vaya… - rogó con todas sus fuerzas, consciente pero que no iba a servirle de nada pues la determinación que veía en el rostro de ese hombre oscuro indicaba todo lo contrario.-No soy tan estúpido para dejarte aquí en ese estado preparada para ir a la policía y echarme de cabeza al río…– añadió ante el nuevo intento de la joven de rechazar irse con él. – tengo demasiadas cosas que perder y no estoy dispuesto a malbaratar mi reputación por nadie y mucho menos por una desconocida. Así que vas a obedecerme. ¡Entendido!-Pero… ¿Que va a hacer conmigo?La incógnita de Débora quedó sin res
-¡Las manos quietas, a la vista! ¡No necesito robar la mísera recaudación de hoy!– Aseveró Danny con suficiencia, observando sus manos evitaba que el hombre lo apuntara con el arma que seguro escondía en bajo la mesa - Mala noche, ¿Verdad?, y ahora va a ser peor. Necesito la documentación de la chica. Y rapidito que no tengo demasiado tiempo. -¿Por qué? – preguntó el hombre haciéndose el remolón. – Esa mujer trabaja para mí…-No se si le queda demasiado la expresión mujer…- sonrió Danny - … puedes meterte en un buen lío si la policía la encuentra aquí. Piensa que te hago un favor sacándotela de encima. – ironizó - Así que tranquilito y devuélvele sus papeles.-¿Lío? No tengo idea de que me está hablando señor… -intentó disimular Juárez, aunque su tímido titubeo no convenció a nadie. Y la frase que pronuncio a continuación menos aún. – ¿No la buscará la policía…? No te puedes fiar de ninguna de estas rameras siempre están mintiendo…-Basta, no quiero escuchar más bobadas. ¿Su documen
El fresco de la noche impactó en su cara al salir del local. Tras demasiadas semanas encerrada en el Menfis sin poder respirar aire en libertad, lo habría agradecido si no hubiera estado tan asustada. Los primeros días, acostumbrada a vivir en el campo, no conseguía adaptarse al ambiente cerrado y pegajoso de ese burdel. Lamentablemente a todo se acostumbra uno y poco a poco, casi sin darse cuenta esa sensación se convirtió en el menor de sus problemas.Esos problemas: ¿Se habían terminado? O se le venían encima otros peores. Miraba asustada al hombre que tiraba insistentemente de ella. ¿Qué papel jugaría en su vida? Sería su liberador, o quizá un nuevo captor y mucho peor que el anterior.El local de comida rápida y música country con el que el Menfis compartía explanada cerraba los lunes, aun así, quedaban algunos coches aparcados, posiblemente pertenecientes a los borrachos que dormían la mona en el bar y a algún cliente que ocupaba los reservados. De entre todos destacaba una
El coche enfiló la carretera estatal, en un silencioso e incómodo viaje, cada uno iba a lo suyo, la joven callaba mientras el parecía concentrado en la conducción. Débora recordó que aún tenía el dinero en el bolsillo, quizá si se lo devolvía, la dejaría ir, a lo mejor pasaban cerca de otro núcleo urbano:.. – dijo depositando los billetes encima de la guantera – creo que esto es suyo.-Olvídate del dinero – respondió el hombre con un gruñido acompañado por una más que evidente mueca de asco…-Además, no debía haberle dado nada Juárez, yo no le debía nada. – Insistió ella, mintiendo para aparentar un poco de la dignidad que ya no poseía. No le veía ninguna ganancia al cambio, deber a Juárez o a un desconocido, que más daba. Empezaba a sospechar que había salido del fuego para caer en las brasas.-No le di dinero por ti, únicamente compensé el estropicio…- le recordó intentando calcular lo que podía haber en el puñado de billetes que dejó encima de la mesa de Juárez. No demasiado pue
Demasiadas preguntas para las que no tenía respuesta. La chica no era muy habladora y ya le había mentido un par de veces, así que no era de mucho fiar. Mañana le tocaría ganarse su confianza e intentar averiguar alguna cosa…, en caso contrario presentía la llegada de infinidad de problemas. De momento estaba con él, Juárez la había dejado ir sin oponer mucha resistencia. ¿Tendría algún cómplice? Pronto lo sabría, si había alguno se dejaría ver enseguida. Ese tipo de gente no es de tener mucha paciencia.Gracias a su primera esposa que estuvo a punto de hacerle salir canas verdes tenía el culo pelado de tratar con tipos de toda clase. En ese entonces se mantuvo firme y no cedió a ningún chantaje, por él podían airear lo que quisieran de Rebeca, pero ahora el asunto le implicaba directamente a él y…y ya no estaba solo, debía pensar en su hijo, en su madre y en el prestigio de sus empresas. ¡Bien! Esperaría que ellos movieran ficha, luego vería.-Quizá estuviera de suerte y resul
La muchacha, desorientada también por las circunstancias y sin saber que hacer quedó parada en medio de la estancia, observó con interés la cabaña, pero lo que vio no era demasiado alentador. Una sala pobremente amueblada: únicamente con una mesa y algunas sillas, al frente tras una barra de madera lo que parecía una cocina, pero compuesta por unos pocos armarios de suelo, un fregadero y un par de fogones. En la pared colgaban diversos utensilios básicos: una olla no demasiado grande, un cazo y un par de sartenes… Y eso era todo. A su derecha le pareció ver una puerta, pero no estaba segura y tampoco se decidía a avanzar. No sabía donde estaban, durmió buena parte del trayecto, así que no se dio cuenta de a donde se dirigían. Y si lo hubiera hecho tampoco sabría nada pues no conocía la zona. Al parecer la única certeza era lo que le había dicho ese hombre: Que se encontraban en medio de la nada. Que más daba, tenía otras cosas más importantes en que pensar, y no era tanto el dónde