Tenía un libro entre mis manos. Uno de tantos que me había obligado a leer papá, según él: una princesa debe conocer la historia de cabo a rabo, lo que no quita que sea un aburrimiento total.
Tocan a la puerta.
— Adelante — contesto al sonido dejando el libro sobre la cama. Agradecida por tener una excusa y dejar de leer.
— Princesa Katherine, su padre requiere su presencia.
No sé de que querrá hablarme ahora. Alguna ley, alguna propuesta nueva o simplemente ponerme a prueba para demostrarme lo verde que sigo estando y todo lo que debería esforzarme para ser una reina como mi madre.
Salto de la cama. Me atuso el vestido por si hay alguna arruga invisible de la que él se daría cuenta con solo echarme un vistazo y camino hasta su despacho con paso firme.
Tras tocar a la puerta, la abro sin esperar que me dé permiso.
— Padre ¿Quería verme?
—Siéntate, por favor — pide algo nervioso.
Da vueltas a mi alrededor sin quitarme el ojo de encima, casi parece que está haciéndome un examen, y por su ceño fruncido apostaría a que no lo estaba superando.
— Llevo un tiempo manteniendo el contacto con los reyes Stone. Tienen un hijo de tu edad — no entiendo porque me cuenta todo esto. Por regla general los chismorreos no van con él — Nuestro país es pequeño Katherine y su ejército mengua cada año. Necesitamos aliados y no hay aliado más poderoso que los Stone.
—Entiendo padre — Una clase de historia presente. Si el libro era aburrido esto es aun peor.
Se frota la barbilla, ansioso por continuar.
—Solo hay un modo de que esta alianza sea fuerte y duradera. Mediante el matrimonio.
Suelta la bomba sin sentir ni una pizca de remordimiento. Absolutamente nada en su mirada o su rostro me dice que es una broma.
—No voy a casarme con... ¡ Ni siquiera se su nombre, padre! ¿Cómo pretende que me case con alguien a quien no conozco de nada?
Está loco. Ser el rey le ha trastocado. Hace siglos que nadie se casa por esos motivos. Los matrimonios concertados ya no existen.
— He pensado también en eso. Hemos llegado al acuerdo de que permanecerás con ellos un año. Podréis conoceros bien y tendréis tiempo para ello. Transcurrido ese año, se programará la boda.
Si, ahora lo veo claro. Está como una cabra.
— No voy a casarme con ese tal Stone y no puedes obligarme. Solo tengo veinte años.
Me levanto de la silla dando por terminada la conversación.
Golpea la mesa con las palmas de las manos. Me quedo quieta donde estoy sin atreverme a mover ni un solo músculo.
—Te casarás — sisea acercándose a mi — porque tu rey te lo ordena. Ahora ve a preparar tus maletas. Sales mañana a primera hora.
Antes de salir de su despacho dando un portazo que hace temblar todas las ventanas de palacio, le lance una última mirada. Jamás iba a perdonarle esto y él lo sabía.
Entro en mi habitación echa una furia ¿Quién se ha creído que es? el rey, me contesta mi subconsciente. Da igual ¡no tiene derecho a hacer eso! si no quiero ni casarme, al menos todavía no. Quiero viajar, quiero vivir, quiero hacer muchas cosas que ya nunca podré.
Me dejo caer sobre la cama y pego la cara contra la almohada. Dejo que las lágrimas salgan silenciosas en un torrente que poco a poco va mojando el cojín.
— ¿Alteza? — dice Noah entrando — tenemos ordenes de su padre de preparar todas su cosas.
Hago un gesto con la mano dando el visto bueno, aunque mi corazón grita por dentro que no permita que hagan mis maletas y me hagan cruzar miles de kilómetros.
—No esté triste. Nosotras vamos con usted.
Sé que intenta consolarme y debería estar agradecida, pero no son más que palabras vacías.
— ¿Os vais a casar vosotras con un desconocido? NO.
Dejo que deambulen por la habitación vaciando poco a poco todo su contenido. Cuando terminan es casi de madrugada. Todo está tan vacio... mi habitación ya no está. Si mi madre estuviera aquí, no lo permitiría.
Por la mañana temprano y sin haber podido pegar ojo. Estoy muy nerviosa. Salgo de palacio sin despedirme de mi padre, aunque él espera al final de las escaleras.
— Padre — sigo caminando ignorando los brazos extendidos hacia mí.
Un coche me lleva hasta el avión privado. Una vez acomodada, pienso en como se ha terminado mi vida de un día para otro. Un año en un palacio desconocido, con una familia desconocida. Un año prometida de un joven al que ni conozco ni quiero. Un año eterno que no se terminará nunca porque solo va a terminar en boda.
— ¿Alteza? — La voz de May me despierta — estamos llegando.
Toda la noche sin poder dormir me ha pasado factura y al poco de despegar el avión me dormí. Si pudiera dormir todo esté tiempo... Si hubiera una fórmula mágica para que todo esto pasara sin que me enterase, la tomaría sin dudar.
Bajo del avión con las piernas entumecidas por el viaje. Un coche nos espera en la pista para llevarnos hasta el palacio. Durante el trayecto miro por la ventanilla blindada. Enormes prados verdes hasta donde alcanza la vista nos rodea. Todo está lleno de tulipanes, hermosos tulipanes. Quizás pueda pedirle al rey que me deje venir aquí de vez en cuando y tumbarme sobre ellos.
Antes de que me dé cuenta ya hemos llegado y mis nervios y mis corazón se disparan. No había pensado demasiado en el momento de estar frente a... ¿alguien me ha dicho su nombre? Debería saber su nombre.
Todos los sirvientes esperan en la entrada de palacio, en una ordenada fila. La guardia real está colocada a ambos lados del coche, perfectamente alineados y frente a mí, la familia real. El rey, la reina y sus dos hijos. Doy por sentado que con quien mi padre ha hecho el trato es con el mayor, el más alto.
Me bajo del coche y camino con seguridad, una seguridad que no siento ni de broma. Bajo el vestido mis piernas son gelatina que tiemblan con cada paso que doy. A tan solo un metro de distancia me paro y me inclino haciendo una reverencia.
— Es un honor estar aquí — miento.
El rey se acerca y me coge las dos manos obligándome a incorporarme.
— El honor es nuestro. Ahora esta es tu casa y espero que lo sientas como tal. ¿Andrew? ven
No me equivocaba. El hijo mayor, el más alto. Lleva el mismo uniforme que la guardia real pero con muchas más medallas y distintivos, Debajo de él, se pueden intuir unos fuertes músculos.
— Katherine, espero que podamos conocernos bien durante este tiempo — sujeta mi mano con delicadeza y deja un dulce beso en ella.
— Seria para mí un honor.
Tengo que mantener la compostura aunque lo que más me apetezca sea largarme de ahí ahora mismo. Debo comportarme y ser la princesa que mi padre siempre ha querido. Tengo que conseguir estos aliados aunque sea infeliz toda mi vida.
Paseo por los jardines de palacio mientras colocan mis cosas. Es tan raro estar fuera de casa, dudo que me acostumbré a vivir aquí.Me alejo adentrándome en las profundidades de los jardines. Toda el área que rodea este gran edificio es un césped perfectamente alineado al milímetro, algunos arbustos extraños con flores que jamás había visto, deben ser alguna especie que sólo hay aquí.Giro la cabeza para ver que dejo tras de mí. Nada.Unos enormes árboles ponen fin a los rayos del sol y me adentro en la penumbra fresca, rodeada de troncos tan grandes como rascacielos.Respirar está tranquilidad es agradable. No hay sirvientes persiguiéndote, ni guardias observándote, sólo yo y la naturaleza.En casa solo teníamos un patio gigantesco rodeando el palacio. Nada de jardines ni de flores porque según mi padre ¿Qué puede aportar la belleza? No tiene sentido gastar recursos simplemente para alegrar la
Les pido a las chicas que preparen el vestido azul. Es mi favorito. Sé que es una tontería, pero con él me siento segura y poderosa. Soy capaz de afrontar cualquier situación con él puesto.— Al príncipe Andrew le encanta el azul — fantasea Lucy, la más mayor de mis tres nuevas doncellas —Es tan guapo...En realidad, me da igual si adora el azul o lo odia. Me iba a poner ese vestido de todos modos.Terminan de colocarme unas horquillas en el pelo. Me pongo de pie y me coloco delante del espejo de cuerpo entero.El vestido tiene un cuello de barco, junto con unos minúsculos tirantes que caen sobre los hombros. Así está perfecto. Las chicas querían recogerme el pelo en un moño, pero me he negado. Lo llevo suelto a excepción de unos mechones recogidos estratégicamente para que caiga sobre un hombro.Camino con decisión. Mirando al frente. Me repito una y otra vez que no debo juguetear con los dedos para calmar los nervios que en realidad siento.
Dejo que las burbujas con olor a flores me reconforten. No voy a pensar en ese engreído.Cierro los ojos e intento dejar la mente en blanco, pero la sonrisa de Andrew se apodera de mi cabeza, justo la de después de que los guardias empezarán a acercarse. La media sonrisa que me dedica da miedo, no me gusta.Suelto todo el aire de los pulmones y me hundo en la bañera. Bajo el agua abro los ojos pero las pompas que danzan en la superficie no me dejan ver nada.Salgo de la bañera y me pongo el albornoz. Suave y esponjoso. Podría estar todo el día con él puesto en lugar de los incómodos vestidos.—Nosotras podríamos haberla bañado, Alteza.La más joven de las nuevas doncellas corre hacia mí con el secador en la mano.— Llámame Katherine.—No podría...Antes de que pueda coger el cepillo para
El murmullo se escucha bastante lejano, así que me armo de valor y poco a poco despego mi cuerpo del tronco.Voy en la dirección de donde proviene. Despacio, acercándome a cada árbol que me voy encontrando para esconderme.Esta es la primera vez que me ocurre algo interesante y por extraño que parezca, detrás de todo el miedo, estoy excitada. Me siento como una espía que está a punto de pillar infraganti a alguien que tampoco debería estar ahí.Identifico dos voces. Una de ellas es de una chica. Me asomo un poco, lo justo para ver de quién se trata. No puedo creer lo que veo. Andrew está tumbado sobre una tela improvisada con una chica que lleva el traje característico de las cocineras.—No te dejará elegir. Voy a perderte — llora sobre el hombro de él.—Shhh — la consuela — no voy a casarme con ella, ni el año que viene ni nunca, te lo prometo.Escucharlos hablar tan íntimamente y referirse a mí con ese desprecio me duele. La envidia que siento e
Llegamos hasta una pradera lejos de los muros de palacio. Dejamos que los caballos beban agua en un pequeño riachuelo. Se parece mucho a la pradera que vi cuando iba en el coche. Las amapolas están abiertas. Mires donde mires, ves su color rojo intenso por todas partes. Es precioso.Los guardias que nos acompañan se mantienen a una distancia prudencial. Es mejor poder salir con guardias a no poder salir. Mi padre es de los segundos.Me tumbo sobre la hierba y cierro los ojos disfrutando del sol.— Dime ¿Cuánto tiempo lleváis juntos? — pregunto por hablar de algo.Entrecierro los ojos haciendo cálculos.— Cuatro años.Es una relación seria. Me parecen muy valientes los dos. Les da igual lo que digan las normas, se quieren y es lo único que importa.Me encantaría poder sentir algún día ese tipo de amor. El que hace que te dé igual todo. Te da alas. Sientes el cosquilleo en el estómago en cuanto lo ves... Por lo menos eso es lo que he leído sie
Han pasado varios días desde el incidente en la ladera. Andrew no ha venido a las citas que teníamos programadas ni a las cenas ni comidas.Empiezo a pensar que se ha echado atrás. Nuestro trato de ser amigos era lo mejor que me había pasado desde que llegamos, y ahora vuelvo a estar sola.He intentado varias veces salir a los jardines, pero no me lo han permitido. Tal vez he hecho algo que no le ha gustado al rey o puede que corramos peligro. Debería irme a casa, allí estoy segura y no hay tantos secretos.Hoy mis doncellas no han venido a prepararme. Ayer estaba tan enfadada y triste a la vez, que las amenacé con que si aparecían hoy por aquí podían buscarse otro trabajo. No esperaba que se lo tomaran al pie de la letra...Busco unos pantalones de tiro alto con unos grande botones plateados, si no voy a tener ninguna cita con Andrew ni a cenar con él o sus padres,
Hay tantos guardias apuntándonos con las pistolas que temo moverme. No me gusta ver tantos cañones de pistolas en mi dirección.La única protección que puedo tener, es intentar hacerme más pequeña encogiéndome sobre mí misma, pero el hombre que me agarra no me lo permite.Tampoco puedo dejar que lo maten. Si es cierto lo que sospecho. Habla desde el miedo y el hambre. Esta comentiendo un acto atroz aún sabiendo que puede costarle la vida. Eso sólo puede ser desesperación.— ¡Suelta el cuchillo! — Grita uno de los guardias — no vamos a permitir que escapes.Lo aprieta un poco más sobre mi cuello.— Si antes de que me matéis acabo con ella, habrá merecido la pena.Nada de lo que le he dicho ha logrado convencerlo ni un poco de que estoy de su parte. Si yo hubiera pasado toda mi vida rodeada de miseria y lo hubiera provocado la gente como yo, tampoco me creería. No puedo culparlo por ello.— Antes de que hagas cualquier movimiento ya habremos d
Esta sentado en el sucio suelo con la espalda pegada a la pared. Tiene la vista fija en el techo, hasta que poco a poco la posa sobre mí.— ¿A qué has venido? — pregunta transformando la cara en una mueca.Ni yo lo sé. Supongo que he bajado sin permiso para que me de alguna explicación, para intentar comprenderle o simplemente, para verle el rostro antes de que lo ejecuten.— ¿Tienes familia? — pregunto deseando que diga que no.— Tres hijos y una esposa que no puede trabajar.— Por qué entraste anoche?— Porque tu dinero no puede caer en manos del rey.Miro hacia el fondo del pasillo. Mi mentira tiene que durar lo suficiente como para comprender lo que está ocurriendo.— ¿Por qué?— Porque solo lo quiere para controlar más a la gente con sus guardias y sus armas. Nos morimos de hambre, por si no lo sabes — suelta una risa cansada — tu dinero traerá muerte.— ¿Por qué? — susurro.Sus palabras me han afectado. Mi diner