Paseo por los jardines de palacio mientras colocan mis cosas. Es tan raro estar fuera de casa, dudo que me acostumbré a vivir aquí.
Me alejo adentrándome en las profundidades de los jardines. Toda el área que rodea este gran edificio es un césped perfectamente alineado al milímetro, algunos arbustos extraños con flores que jamás había visto, deben ser alguna especie que sólo hay aquí.
Giro la cabeza para ver que dejo tras de mí. Nada.
Unos enormes árboles ponen fin a los rayos del sol y me adentro en la penumbra fresca, rodeada de troncos tan grandes como rascacielos.
Respirar está tranquilidad es agradable. No hay sirvientes persiguiéndote, ni guardias observándote, sólo yo y la naturaleza.
En casa solo teníamos un patio gigantesco rodeando el palacio. Nada de jardines ni de flores porque según mi padre ¿Qué puede aportar la belleza? No tiene sentido gastar recursos simplemente para alegrar la vista. Si estuviera aquí comprendería que si merece la pena, o tal vez no, es tan testarudo.
— ¡Alteza! — grita Noah corriendo a mi encuentro — os están buscando.
Ojalá no me haya metido en un lío el primer día.
—Quería ver los árboles ¿Has visto lo grandes que son?
Levanta la cabeza para admirar las copas que casi tocan el cielo. Asiente con la cabeza nerviosa porque aún no hayamos emprendido el camino de vuelta.
Resoplo.
— Volvamos.
Hay varios guardias esperando en las lindes de lo que para mí es un bosque. Tienen cara de pocos amigos.
—Alteza... Está prohibido entrar en la zona de caza.
Me paro en seco. Estaba ensimismada admirándolo todo y en cualquier momento alguien me podría haber disparado ¿Ha quien se le ocurre cazar tan cerca de palacio?
Los ignoro y continúo caminando. Lo último que quiero es que se den cuenta del escalofrío que ha recorrido mi cuerpo. Alguien de mi estatus jamás dejaría ver el miedo, la alegría o un berrinche. Es inadmisible.
La reina pasea por los jardines rodeada de sus damas de compañía. Están enfrascadas en algo muy interesante, o al menos eso parece.
— ¡Querida! — levanta la mano invitándome a acercarme a ella.
— Reina Elisabeth — hago una pequeña reverencia.
Ella sonríe mirando a las demás mujeres.
— Cuando estemos solas no hace falta utilizar el protocolo querida. Estás lejos de tu familia, soy consciente, así que me gustaría que me consideraras tu madre aquí.
Me tiende una mano que acepto sin dudar. No tenía ni idea de que esta mujer que por la televisión parece la perfección personificada, pueda ser tan dulce.
— Gracias — contesto tragándome la emoción.
Pasean si ningún tipo de orden. En realidad creo que sólo es una excusa para que nadie las molesten mientras buscan maneras de financiar ayudas para los pobres y los sin techo, que según entiendo, cada vez son más y quieren menos a la familia real.
La reina está segura de que es un problema serio al que Maximilian, el rey, debería prestar algo de atención.
Da igual que pasen mil años o dos mil. Habiendo hombres al mando, a las mujeres les cuesta mucho hacer que entren en razón.
— Debo ir a ocuparme de unos asuntos que requieren mi atención — se disculpa la reina — perdonadme.
En cuanto desaparece de nuestra vista, la reunión se termina. Creo que no caigo demasiado bien a estas mujeres. No entiendo el motivo, todavía no me ha dado tiempo a hacer nada que ofenda a nadie.
Con el ánimo por los suelos vuelvo a mi habitación. Mis doncellas, May y Noah están limpiando sobre limpio y terminando de colocar todo. Llevan horas aquí. Me siento un poco culpable por haberme olvidado de ellas.
— ¿Por qué no descansáis un poco? No hace falta que todo quede perfecto hoy.
—Alteza... Katherine — se corrige Noah cuando giro ligeramente la cabeza al escuchar esa palabra. Les he pedido tantas veces que no me llamen alteza que ya ni me acuerdo — sólo nos queda esa maleta de ahí.
— Entonces podéis terminarlo mañana. Estoy un poco cansada.
Me apetece estar sola y pensar en todos los cambios, así que, como no podía ser de otro modo, llaman a la puerta.
Noah se apresura a abrirla. Tres chicas algo más jóvenes que yo entran con la cabeza gacha.
– Buenas tardes, Alteza. Nosotras seremos sus doncellas de palacio – musita la que parece algo más mayor que las demás.
Si querían ser mis doncellas, deberían haber venido a primera hora y haber organizado todo. Aparecen ahora que ya está todo el trabajo hecho.
– Ya tengo mis propias doncellas. Podéis informar a quien sea necesario.
– Pero...– habla la misma chica de antes. Es tan insólito escucharlas responder que no puedo hacer otra cosa que prestar atención, pero no sigue hablando al darse cuenta de su error.
– ¿Pero qué?
–Nada, alteza.
No me gusta que me teman. Nunca he tenido amigos y estas chicas son las únicas con las que he podido contar cuanto necesitaba un hombro sobre el que llorar.
– Dilo, por favor.
– Si vamos ante el rey y le decimos que nos ha rechazado, no despedirá. Tenemos familia – lloriquea – hermanos, padres enfermos.
Había dado por sentado que si no las necesitaba, las mandarían a trabajar a la cocina, o a los jardines, pero que no se quedarían sin su único modo de sobrevivir.
– Entonces, supongo que ahora tengo cinco doncellas – sonrío amigablemente – ponedlas al día – pido a Noah.
Antes de que den un solo paso. La más valiente, la que se ha atrevido a decir ese pero, saca un sobre de debajo del delantal.
– Esto es para usted.
Me lo tiende sujetándolo con las dos manos y agacha la cabeza. Odio todo el protocolo y que me traten de una forma tan superficial, simplemente por haber tenido suerte al nacer.
Me siento en el escritorio. Cojo un abrecartas y rompo el sello real para poderlo abrirlo.
Querida princesa Katherine.
Debido a lo insólito de la situación en la que se encuentra tanto su familia como la mía, hemos llegado a la conclusión de que lo mejor es seguir el proceso con un poco de orden. Con la finalidad de que todo termine de la manera adecuada, cada semana recibirás un informe con las citas a las que deberéis asistir tanto el príncipe Andrew con usted.
Atentamente :
Rey Maximilian Stone.
Fantástico. No solo no dejaremos al libre albedrío el hacernos los encontrados, sino que el mismísimo rey nos va a decir donde y cuando debemos quedar.
Supongo que tengo que dar gracias de que no me haya mandado otro informe completo con las contestaciones que tengo que darle a su magnífico hijo.
Tal y como dice el rey en su carta, dentro de dos horas tenemos una cita para pasear por los jardines.
Guardo el sobre en uno de los cajones. Tengo que empezar a prepararme. No puedo dejar mal el nombre de los Wells aunque lo último que me apetezca sea quedar con ese presuntuoso.
Les pido a las chicas que preparen el vestido azul. Es mi favorito. Sé que es una tontería, pero con él me siento segura y poderosa. Soy capaz de afrontar cualquier situación con él puesto.— Al príncipe Andrew le encanta el azul — fantasea Lucy, la más mayor de mis tres nuevas doncellas —Es tan guapo...En realidad, me da igual si adora el azul o lo odia. Me iba a poner ese vestido de todos modos.Terminan de colocarme unas horquillas en el pelo. Me pongo de pie y me coloco delante del espejo de cuerpo entero.El vestido tiene un cuello de barco, junto con unos minúsculos tirantes que caen sobre los hombros. Así está perfecto. Las chicas querían recogerme el pelo en un moño, pero me he negado. Lo llevo suelto a excepción de unos mechones recogidos estratégicamente para que caiga sobre un hombro.Camino con decisión. Mirando al frente. Me repito una y otra vez que no debo juguetear con los dedos para calmar los nervios que en realidad siento.
Dejo que las burbujas con olor a flores me reconforten. No voy a pensar en ese engreído.Cierro los ojos e intento dejar la mente en blanco, pero la sonrisa de Andrew se apodera de mi cabeza, justo la de después de que los guardias empezarán a acercarse. La media sonrisa que me dedica da miedo, no me gusta.Suelto todo el aire de los pulmones y me hundo en la bañera. Bajo el agua abro los ojos pero las pompas que danzan en la superficie no me dejan ver nada.Salgo de la bañera y me pongo el albornoz. Suave y esponjoso. Podría estar todo el día con él puesto en lugar de los incómodos vestidos.—Nosotras podríamos haberla bañado, Alteza.La más joven de las nuevas doncellas corre hacia mí con el secador en la mano.— Llámame Katherine.—No podría...Antes de que pueda coger el cepillo para
El murmullo se escucha bastante lejano, así que me armo de valor y poco a poco despego mi cuerpo del tronco.Voy en la dirección de donde proviene. Despacio, acercándome a cada árbol que me voy encontrando para esconderme.Esta es la primera vez que me ocurre algo interesante y por extraño que parezca, detrás de todo el miedo, estoy excitada. Me siento como una espía que está a punto de pillar infraganti a alguien que tampoco debería estar ahí.Identifico dos voces. Una de ellas es de una chica. Me asomo un poco, lo justo para ver de quién se trata. No puedo creer lo que veo. Andrew está tumbado sobre una tela improvisada con una chica que lleva el traje característico de las cocineras.—No te dejará elegir. Voy a perderte — llora sobre el hombro de él.—Shhh — la consuela — no voy a casarme con ella, ni el año que viene ni nunca, te lo prometo.Escucharlos hablar tan íntimamente y referirse a mí con ese desprecio me duele. La envidia que siento e
Llegamos hasta una pradera lejos de los muros de palacio. Dejamos que los caballos beban agua en un pequeño riachuelo. Se parece mucho a la pradera que vi cuando iba en el coche. Las amapolas están abiertas. Mires donde mires, ves su color rojo intenso por todas partes. Es precioso.Los guardias que nos acompañan se mantienen a una distancia prudencial. Es mejor poder salir con guardias a no poder salir. Mi padre es de los segundos.Me tumbo sobre la hierba y cierro los ojos disfrutando del sol.— Dime ¿Cuánto tiempo lleváis juntos? — pregunto por hablar de algo.Entrecierro los ojos haciendo cálculos.— Cuatro años.Es una relación seria. Me parecen muy valientes los dos. Les da igual lo que digan las normas, se quieren y es lo único que importa.Me encantaría poder sentir algún día ese tipo de amor. El que hace que te dé igual todo. Te da alas. Sientes el cosquilleo en el estómago en cuanto lo ves... Por lo menos eso es lo que he leído sie
Han pasado varios días desde el incidente en la ladera. Andrew no ha venido a las citas que teníamos programadas ni a las cenas ni comidas.Empiezo a pensar que se ha echado atrás. Nuestro trato de ser amigos era lo mejor que me había pasado desde que llegamos, y ahora vuelvo a estar sola.He intentado varias veces salir a los jardines, pero no me lo han permitido. Tal vez he hecho algo que no le ha gustado al rey o puede que corramos peligro. Debería irme a casa, allí estoy segura y no hay tantos secretos.Hoy mis doncellas no han venido a prepararme. Ayer estaba tan enfadada y triste a la vez, que las amenacé con que si aparecían hoy por aquí podían buscarse otro trabajo. No esperaba que se lo tomaran al pie de la letra...Busco unos pantalones de tiro alto con unos grande botones plateados, si no voy a tener ninguna cita con Andrew ni a cenar con él o sus padres,
Hay tantos guardias apuntándonos con las pistolas que temo moverme. No me gusta ver tantos cañones de pistolas en mi dirección.La única protección que puedo tener, es intentar hacerme más pequeña encogiéndome sobre mí misma, pero el hombre que me agarra no me lo permite.Tampoco puedo dejar que lo maten. Si es cierto lo que sospecho. Habla desde el miedo y el hambre. Esta comentiendo un acto atroz aún sabiendo que puede costarle la vida. Eso sólo puede ser desesperación.— ¡Suelta el cuchillo! — Grita uno de los guardias — no vamos a permitir que escapes.Lo aprieta un poco más sobre mi cuello.— Si antes de que me matéis acabo con ella, habrá merecido la pena.Nada de lo que le he dicho ha logrado convencerlo ni un poco de que estoy de su parte. Si yo hubiera pasado toda mi vida rodeada de miseria y lo hubiera provocado la gente como yo, tampoco me creería. No puedo culparlo por ello.— Antes de que hagas cualquier movimiento ya habremos d
Esta sentado en el sucio suelo con la espalda pegada a la pared. Tiene la vista fija en el techo, hasta que poco a poco la posa sobre mí.— ¿A qué has venido? — pregunta transformando la cara en una mueca.Ni yo lo sé. Supongo que he bajado sin permiso para que me de alguna explicación, para intentar comprenderle o simplemente, para verle el rostro antes de que lo ejecuten.— ¿Tienes familia? — pregunto deseando que diga que no.— Tres hijos y una esposa que no puede trabajar.— Por qué entraste anoche?— Porque tu dinero no puede caer en manos del rey.Miro hacia el fondo del pasillo. Mi mentira tiene que durar lo suficiente como para comprender lo que está ocurriendo.— ¿Por qué?— Porque solo lo quiere para controlar más a la gente con sus guardias y sus armas. Nos morimos de hambre, por si no lo sabes — suelta una risa cansada — tu dinero traerá muerte.— ¿Por qué? — susurro.Sus palabras me han afectado. Mi diner
Conforme se acerca la hora me doy cuenta de que todo es una locura. Me la voy a jugar, me voy a poner en peligro solo para salvar a un desconocido que intento matarme... Muy lógico.Camino por la habitación. No puedo sentarme y simplemente esperar. Coloco una mano sobre mi pecho para sentir el corazón que me va a mil.Unos golpes en la puerta detienen mis pasos. Una de las doncellas nueva corre a abrir, estoy tan nerviosa que no recuerdo ni su nombre.Andrew asoma la cabeza. Lleva un traje azul marino y una corbata. Esta noche el rey ha decidido que para celebrar que el altercado no fue a mayores y que no ocurrió nada que tuviéramos que lamentar, vamos a cenar por todo lo alto, así que yo también llevo mis mejores galas. Un vestido palabra de honor blanco con unos toques difuminados lilas. Llevo el pelo suelto a escepción de unas pocas horquillas que entrelazan dos trenzas.— ¿Cóm