Los días han pasado tan rápido, y a la vez tan lentos...
Cada vez que amanecía esperaba con ansias alguna respuesta de Andrew, una carta en la que me declaraba su amor y su perdón y me decía que no me preocupara, que tenía el plan perfecto para dar esquinazo a mi padre, pero no ha escrito y mañana es el día que debo casarme.
Toda mi habitación está a rebosar de complementos brillantes y caros; unos pendientes de diamantes, una pulsera de oro blanco con otros cuantos diamantes esparcidos, varios anillos y un collar cargado de piedras preciosas y brillos.
Mi vestido lo tiene puesto un maniquí. Si tengo que ser sincera y olvidarme del asco que le tengo a la boda y todo lo que tiene que ver con ella, el vestido es precioso. Es el sueño de cualquier niña. No es el típico blanco, sino que tiene un tono blush, el que te hace pensar que tal vez pueda ser rosado o no, un tono rosa tenue casi imperceptible, ese precioso tono que siempre me ha enamorado. El escote es de tipo
El palacio y todos los jardines, el bosque y los muros se van alejando. En realidad soy yo la que se aleja y cada vez se hace más pequeño hasta que solo es una mota iluminada en medio de la oscuridad.Me separo del cristal. No debería estar huyendo. Mi sitio está allí; junto a los rebeldes y junto a Andrew, al lado de Noah y May ¿Por qué mi padre me obliga a hacer en cada momento lo que no quiero?No puedo quitarme la imagen de Maximilian tirado en el suelo. Todo podría haber sido distinto, pero ese rey solo ha obtenido lo que se merecía.En algún momento he debido de dormirme porque me despierto cuando Rob me levanta y me carga entre sus brazos, por lo menos ahora no soy un saco de patatas.— Puedo andar — murmullo frotándome los ojos.— Lo siento, órdenes de su padre.— ¿Mi padre le ha ordenado que no toque el suelo?Me ignora. Vuelvo a mi casa. El hogar donde
Los días han pasado tan rápido, y a la vez tan lentos...Cada vez que amanecía esperaba con ansias alguna respuesta de Andrew, una carta en la que me declaraba su amor y su perdón y me decía que no me preocupara, que tenía el plan perfecto para dar esquinazo a mi padre, pero no ha escrito y mañana es el día que debo casarme.Toda mi habitación está a rebosar de complementos brillantes y caros; unos pendientes de diamantes, una pulsera de oro blanco con otros cuantos diamantes esparcidos, varios anillos y un collar cargado de piedras preciosas y brillos.Mi vestido lo tiene puesto un maniquí. Si tengo que ser sincera y olvidarme del asco que le tengo a la boda y todo lo que tiene que ver con ella, el vestido es precioso. Es el sueño de cualquier niña. No es el típico blanco, sino que tiene un tono blush, el que te hace pensar que tal vez pueda ser rosado o no, un tono rosa tenue casi imperceptible, ese precioso tono que siempre me ha enamorado. El escote es de tipo
Sujeto el bocadillo como si fuera una piedra preciosa. Lo miro como un león mira a un cervatillo a punto de saltar sobre él, aunque solo es un bocata de jamón y no creo que oponga mucha resistencia.Mientras disfruto de los sabores de la comida otra vez, Andrew saca el teléfono y marca un número.— Estamos llegando. Prepáralo todo.— ¿A quién has llamado?— Espera.Llegamos al aeropuerto. Empiezo a dudar que tenga todos los cabos atados. Si desaparece la princesa supongo que lo primero que van a hacer es investigar todas las posibles salidas, incluidos aeropuertos llenos de cámaras de seguridad.En lugar de aparcar y entrar en el aeropuerto, entra con el coche en la zona de despegue y aterrizaje.— Andrew... Vamos a llamar demasiado la atención — giro la cabeza para comprobar que no hay nadie que pueda fastidiarnos el plan — ¿Sabes lo que haces?— Mujer de poca fe — bromea apretando los labios — espera y verás.Gira el volant
Camina hacia mí con el mismo deseo con el que yo le espero tumbada sobre la cama.Hemos tenido demasiado de todo; demasiado drama, demasiado dolor, demasiada desconfianza y celos. Solo quiero estar junto a él y descansar. Quererlo y que me quiera. Nada más.La puerta se abre y todos mis amigos los rebeldes entran en barullo. Tendríamos que haberlos dejado encerrados un par de horas.Rose y Lou se sientan en la cama conmigo. No puedo reprocharles nada, han venido hasta aquí por mí. Nunca he tenido amigos que no fueran del servicio y ahora tengo tantos que se han arriesgado para ayudarme que ni en mil vidas podré compensarlo.- ¿Cómo estás? Estás más delgada. Voy a tener que hacerte mis famosos potajes para que engordes, pareces un alambrillo - mi madre postiza cuidando una vez más de mí.La abrazo y hundo la cabeza en su hombro.- Muchísimas gracias. Os he echado tanto de menos...La fiesta se traslada de la habitación, donde iba a ser divers
Tenía un libro entre mis manos. Uno de tantos que me había obligado a leer papá, según él: una princesa debe conocer la historia de cabo a rabo, lo que no quita que sea un aburrimiento total.Tocan a la puerta.— Adelante — contesto al sonido dejando el libro sobre la cama. Agradecida por tener una excusa y dejar de leer.— Princesa Katherine, su padre requiere su presencia.No sé de que querrá hablarme ahora. Alguna ley, alguna propuesta nueva o simplemente ponerme a prueba para demostrarme lo verde que sigo estando y todo lo que debería esforzarme para ser una reina como mi madre.Salto de la cama. Me atuso el vestido por si hay alguna arruga invisible de la que él se daría cuenta con solo echarme un vistazo y camino hasta su despacho con paso firme.Tras tocar a la puerta, la abro sin esperar que me dé permiso.— Padre ¿Quería verme?—Siéntate, por favor — pide algo nervioso.Da vueltas a mi alrededor sin quitarme el ojo de en
Paseo por los jardines de palacio mientras colocan mis cosas. Es tan raro estar fuera de casa, dudo que me acostumbré a vivir aquí.Me alejo adentrándome en las profundidades de los jardines. Toda el área que rodea este gran edificio es un césped perfectamente alineado al milímetro, algunos arbustos extraños con flores que jamás había visto, deben ser alguna especie que sólo hay aquí.Giro la cabeza para ver que dejo tras de mí. Nada.Unos enormes árboles ponen fin a los rayos del sol y me adentro en la penumbra fresca, rodeada de troncos tan grandes como rascacielos.Respirar está tranquilidad es agradable. No hay sirvientes persiguiéndote, ni guardias observándote, sólo yo y la naturaleza.En casa solo teníamos un patio gigantesco rodeando el palacio. Nada de jardines ni de flores porque según mi padre ¿Qué puede aportar la belleza? No tiene sentido gastar recursos simplemente para alegrar la
Les pido a las chicas que preparen el vestido azul. Es mi favorito. Sé que es una tontería, pero con él me siento segura y poderosa. Soy capaz de afrontar cualquier situación con él puesto.— Al príncipe Andrew le encanta el azul — fantasea Lucy, la más mayor de mis tres nuevas doncellas —Es tan guapo...En realidad, me da igual si adora el azul o lo odia. Me iba a poner ese vestido de todos modos.Terminan de colocarme unas horquillas en el pelo. Me pongo de pie y me coloco delante del espejo de cuerpo entero.El vestido tiene un cuello de barco, junto con unos minúsculos tirantes que caen sobre los hombros. Así está perfecto. Las chicas querían recogerme el pelo en un moño, pero me he negado. Lo llevo suelto a excepción de unos mechones recogidos estratégicamente para que caiga sobre un hombro.Camino con decisión. Mirando al frente. Me repito una y otra vez que no debo juguetear con los dedos para calmar los nervios que en realidad siento.
Dejo que las burbujas con olor a flores me reconforten. No voy a pensar en ese engreído.Cierro los ojos e intento dejar la mente en blanco, pero la sonrisa de Andrew se apodera de mi cabeza, justo la de después de que los guardias empezarán a acercarse. La media sonrisa que me dedica da miedo, no me gusta.Suelto todo el aire de los pulmones y me hundo en la bañera. Bajo el agua abro los ojos pero las pompas que danzan en la superficie no me dejan ver nada.Salgo de la bañera y me pongo el albornoz. Suave y esponjoso. Podría estar todo el día con él puesto en lugar de los incómodos vestidos.—Nosotras podríamos haberla bañado, Alteza.La más joven de las nuevas doncellas corre hacia mí con el secador en la mano.— Llámame Katherine.—No podría...Antes de que pueda coger el cepillo para