Las vacaciones llegaron, pero Daniela todavía tenía que ir a la escuela para preparar las calificaciones de sus alumnos.En esos días Erika se había acercado bastante a Ashley, gracias a los regalos que le hacía para ganarse su cariño.Por otro lado, Daniela se tragaba la incomodidad y los celos que la nueva amistad de Franco con Erika le provocaba, debido a que sentía que esa mujer le coqueteaba a su novio.—Me da mucha vergüenza contigo, Franco —le dijo con las mejillas sonrojadas.Él negó con la cabeza, tomó el delantal que Daniela solía usar cuando iba a ayudarlo con las ventas y se lo pasó a Érika.—No tienes de qué avergonzarte. Yo he pasado por momentos muy críticos, así que entiendo lo que es no tener un trabajo. Además, me ayuda bastante tenerte como empleada porque no quiero que mi ratona trabaje tanto.Érika disimuló el disgusto que la mención de Daniela le provocó y fingió una sonrisa.—Eres tan considerado. —Ella suspiró y puso una expresión de arrepentimiento—. Yo tenía
Las lágrimas mojaban la almohada, mientras que su cuerpo se sacudía gracias al llanto. Sola, sin el calor de Franco en la cama, ella dejaba salir toda la frustración que la noticia de la mudanza le estaba causando.No entendía aquella decisión tan drástica, como tampoco que él continuara durmiendo en otra habitación.—¿Por qué el amor duele tanto? —sollozó—. Franco, es la segunda vez que me rompes el corazón.Detrás de la puerta, él escuchaba sus llantos, sus dudas y sus reclamos; entonces se sintió el hombre más malvado y cobarde del universo.«Ratona, perdón por hacerte sufrir tanto. Te prometo que voy a enmendar mi error», pensó con lágrimas en los ojos.Dado que se sentía incapaz de enfrentarla en ese momento, decidió ir a dormir con Ashley.En la mañana, se fue más temprano de lo regular y habló con su jefe para que le diera un empleo a Erika, para no sentirse culpable por lo que haría. Una hora más tarde, ellos se encontraron cerca del restaurante como él le había propuesto.Por
En forma de imágenes lacónicas que se le reflejaban en la mente, el pasado trajo a colación todos esos pequeños eventos que él pasó por alto en aquel entonces. La manera en que ella lo miraba, su trato dulce y la buena química que había surgido entre ellos.Luego recordó aquel beso tímido que ella intentó darle y que él rechazó. Todo ¿por qué? Ni siquiera lo recordaba.Pero se arrepentía, siempre lo hizo.Sin embargo, tuvo la oportunidad de hacer todo diferente una vez más; no obstante, volvió a cometer el mismo error.«Soy un imbécil», se acusó a sí mismo mientras corría en dirección a Daniela.—Ratona, despierta... —Él la levantó entre sus brazos y la cargó, entonces se apresuró con ella encima en dirección a la camioneta, ya que era el vehículo que más cercano le quedaba.Por su parte, Ashley recogió las llaves que yacían en el pavimento y se las entregó a Franco; quien, después de abrir la puerta del copiloto, colocó a Daniela con delicadeza y le puso el cinturón de seguridad.Ash
Tres meses después...Aquel día, Franco fue a supervisar los puestos, ya que en las últimas semanas no había podido porque estaba cuidando a Daniela y llevándola al hospital, cada vez que ella aseguraba que ya los bebés iban a nacer, pero siempre los devolvían porque no estaba en labor de parto.Daniela, en cambio, salió con Ashley al centro comercial para comprar lo que, según ella, le faltaba para el nacimiento de los mellizos.—Hoy estás muy animada, mami. Es raro que estés tan activa porque te la pasas tirada en el sofá.Daniela sonrió porque todavía le provocaba mariposas en el estómago que la niña la llamara "mami". Ella empezó a decirle así semanas atrás y, para Daniela, ser considerada como tal era una razón de felicidad y alivio.Cuando empezaron los malestares propios de su estado, ella estaba mortificada porque no quería que la niña se sintiera desplazada por las atenciones y cuidado que requería un embarazo; pero muy contrario a lo que temía, Ashley le había sido de gran a
«Y Caperucita roja y la abuelita hicieron un sancocho en celebración».—El cuento no es así —reclamó la niña con el ceño fruncido—. En el mundo de Caperucita no existe el sancocho.—¿No? Eso es una falacia, el sancocho debería existir en todos los mundos —respondió él, haciéndose el ofendido. La niña entrecerró los ojos y luego estalló de la risa.—Ay, papi, tú solo piensas en sancocho. Total, tanto que te gusta y ni lo preparas. —Ella bostezó y se le recostó en el pecho. La pequeña sonrió al sentir la firmeza del musculoso torso, que tan segura la hacía sentir.—Ah, pero eso es porque no tengo tiempo. Soy todo un empresario que trabaja duro para que compremos esa hermosa casa que viste en la revista.—¿Falta mucho? Ya quiero vivir allí... —balbuceó soñolienta.Él le acarició el cabello y esbozó un suspiro. Mentirle a su hija lo hacía sentir culpable, pero ¿cómo decirle cuál era su realidad a una inocente criatura?—Se tomará su tiempo, pero viviremos allí.Ella no respondió porque ya
—Franco y Daniela, ¿ya terminaron de conversar? —espetó la maestra con expresión de disgusto—. ¿Acaso quieren ser expulsados de la clase?—¡No! —exclamaron al unísono.—Solo la ayudo, se le cayó el lápiz. —Él extendió el objeto en dirección a la maestra para mostrarle.—La próxima vez, deje que los demás resuelvan sus problemas y enfóquese en la clase. Estoy segura de que Daniela no es manca y ella solita puede levantar sus cosas —replicó ella con tono brusco.«Ogro», pensó él.Daniela se levantó del piso abochornada. Odiaba con todas sus fuerzas que le llamaran la atención, en especial si se trataba de los maestros.—¡El amor! —vociferó Joel con sorna y todos empezaron a reír.Una mirada asesina de parte de la maestra fue suficiente para que ellos hicieran silencio; por supuesto, aquella burla no se quedaría allí.—Lo siento... —dijo Daniela con timidez. Por su parte, Franco la observó con intriga; esa chica era tan rara que le era inevitable no escudriñarla.«Esos ojazos son muy lin
—¡Claro que no! Solo somos amigos y ya —se excusó Franco con voz temblorosa.—¿Amigos? Nadie es amigo del esperpento; ella es rara y descuidada. Si tiene el cabello como un gallinero, ya te podrás imaginar otras zonas.Franco agrandó los ojos al escuchar a su amigo decir tremenda estupidez.—Y ¿por qué debo imaginar eso? Los amigos no ven "esas zonas" que tú mencionas. Qué me importa a mí ese asunto. Estás loco, Joel.—¿Que no ves cómo luce? De seguro tiene mal olor, no creo que se bañe. —El chico hizo cara de disgusto.—No te pases, Joel. Somos amigos, pero no permitiré que te metas con Daniela. ¡Ya déjala en paz!—¿La estás poniendo por encima de mí? —cuestionó el mulato con cara de disgusto.—Solo te pido que la respetes. Lo que haces está mal y se llama acoso. No te metas con ella o me olvido de que somos amigos. —Franco le dio la espalda, dispuesto a marcharse.—¿Me estás amenazando, jabao? —El tono de su amigo se sintió desafiante.—Te lo estoy advirtiendo, prieto —contraatacó y
Aquella tarde, el sol brillaba imponente en un cielo azul claro con pocas nubes, lo que provocaba un resplandor un poco molestoso a los ojos.—¡Daniela! —Ella se volteó al escuchar los llamados eufóricos de su amigo.Los exámenes habían concluido una semana atrás y, con estos, su último año de bachillerato.—Hola, Franco. —Sonrió con nerviosismo. Cuando lo tuvo frente a ella respiró profundo ante la conmoción, que los latidos frenéticos de su corazón le causaron.—¡Pasé! —celebró él mientras sostenía la tarjeta de calificaciones—. No repetiré el año ni haré clase de refuerzo en verano ¡y todo gracias a ti! ¡Podré participar en la competencia! —Él la cargó por la cintura y dio vueltas con ella encima.Por su parte, Daniela estalló en una estruendosa carcajada y se abrazó a él. Debía aprovechar ese momento de cercanía que era probable no volvería a tener.Cuando él la puso de vuelta al suelo, sus rostros quedaron tan cerca, que sus alientos chocaban. Como respuesta a aquella corta dista