Franco no daba crédito a lo que estaba sucediendo; sin embargo, no perdería la oportunidad de saborear los bellos labios de su amiga, aunque aquello no fuera real.La textura suave y humectada con el sabor a chocolate del labial, lo hizo flotar en el aire por el deleite. Había pasado tanto tiempo desde que se besó con alguien, que ya no recordaba lo bien que se sentía.Aunque, a decir verdad, ninguna de las bocas que saboreó en el pasado podría compararse con los labios gruesos, dulces y habilidosos de Daniela. No solo por la delicia de aquel beso pausado, pero intenso al mismo tiempo, también por todas las emociones que este le despertaba.El sonido de labios en movimiento, le puso la piel de gallina y un escalofrío aterrador, pero placentero a la vez, le recorrió el cuerpo, mientras que su corazón saltaba con frenesí dentro de su pecho.—Ahora lo recuerdo... —susurró ella sobre los labios de él—. Mi primer beso. Fue tan delicioso, pero único, que me he sentido frustrada al no encont
Daniela se quedó helada en su lugar al escucharlo, en un trance, donde los latidos rápidos e intensos de su corazón estallaron en su oído de manera tortuosa.Sus ojos avellanedos se encontraban enfocados en el rostro nervioso y sonrojado de él, pero ella no se sentía capaz de contestarle porque el cuerpo no le respondía.Le fue inevitable viajar al pasado y sentir la frustración de la Daniela adolescente, quien nunca escuchó esa pregunta con la que tanto soñó, pero que, en ese momento, casi siete años adelante, se volvía una realidad.—Dime algo, por favor —imploró Franco con voz trémula y los nervios de punta. Por un leve momento, se arrepintió de haberle pedido aquello y la vergüenza se tornó insoportable.Por su parte, Daniela se aclaró la garganta y tragó saliva, puesto que la resequedad le era impedimento para articular las palabras que él necesitaba escuchar.—¿No estoy soñando, Franco? ¿De verdad me estás pidiendo que sea tu novia? —Las lágrimas le nublaron la vista.—Sí, si qu
PasadoFranco llegó muy tarde en la noche, exhausto, con dolor de cabeza y muy estresado. Trabajar y estudiar al mismo tiempo era una tarea difícil, pero no tenía otra opción.A sus veinte años, llevaba una vida demasiado cargada y con responsabilidades fuertes; además de sufrida y con muchos problemas. Ya no había más salidas con sus amigos, ni siquiera de esos tenía; tampoco momentos de ocio ni ningún tipo de diversión. En realidad, la única que podía sacarle una sonrisa era su bebé, puesto que la tristeza era su pan de cada día.De un momento a otro, tuvo que dejar de ser el chiquillo soñador e inmaduro, para convertirse en un adulto con mucho peso sobre sus hombros.—¿Hay algo de comer? —preguntó a su esposa, quien estaba viendo la televisión.—Si no comiste nada en donde estabas te tocará cocinar, porque yo no soy tu sirvienta —espetó Erika con indiferencia.—Por lo menos espero que hayas comprado comida. Ayer no había nada en la despensa —dijo él mientras se dirigía a la cocina,
La situación de Franco empezó a mejorar debido al empleo que consiguió en la escuela. Ya tenía un mes allí, por lo tanto, pudo cobrar su primer sueldo.Hacía mucho tiempo que este no veía esa cantidad de dinero en sus manos que, aunque para la mayoría de personas era una miseria, para él representaba el poder suplir las necesidades básicas de su hija.—Hola... —Franco jaló a Daniela por la cintura y la acercó a él, entonces se adueñó de sus labios.—Ummm... —susurró ella sobre la boca de su novio—. ¡Qué buen recibimiento! —le agarró el rostro y empezó a saborear esos labios que tanto le gustaban.—Exquisito... —musitó Franco extasiado.Después de unos minutos de disfrute, Daniela miró a todos los lados y arrugó el rostro.—¿Dónde está Ashley? —preguntó.—La vecina se la llevó para la fiesta de un cumpleaños que queda a dos casas de aquí. Cada cierto tiempo me paso por allí para echarle un ojo —respondió mientras le llenaba el rostro de besos.—Entonces estamos solos... —musitó sonroja
Daniela levantó a Ashley temprano y la llevó al baño, donde la ayudó a asearse. Después de que ambas estuvieron listas, se dirigieron a la cocina para preparar el desayuno, que consistió en panqueques con chocolate caliente.—¡Qué rico, profe! —exclamó ella con ojitos brillosos, y se lamió el dedo que se le ensució con el jarabe. —¡Ay! ¡Qué lindo que te hayan gustado! —celebró Daniela con fuertes palmadas—. Hoy te compraré varios paquetes para que tu papi te los prepare.—¡Sí! —vociferó con alegría.—Claro, tengo una condición para comprarte los panqueques y otras cositas.—¿El qué? —Ashley la miró a la expectativa.—Que dejes de llamarme 'profe', en su lugar, me gustaría que me dijeras Daniela o Dani.—Oh... —Ashley la miró con picardía—. Eso es porque tú ya eres novia de mi papi. Yo vi que se dieron un besito anoche, así que pronto tendré un hermanito.Daniela escupió el contenido de la boca y se puso nerviosa.—¿Un hermanito? Los hermanitos no se hacen con besitos, mi amor —dijo s
Franco se limpió las lágrimas, después de haber llorado por un largo rato en el regazo de Daniela.¡Cómo necesitaba aquello!Tantos años sufriendo en silencio, teniendo que tragarse su dolor y fingiendo que todo estaba bien, cuando en realidad su vida era un infierno, y la frustración y el sentimiento de culpa eran su día a día.No sabía que necesitaba tanto ser escuchado hasta ese momento, donde derramó su sufrimiento en frente de Daniela y por fin pudo tener un consuelo por sus pérdidas.—Gracias por regresar a mí, Ratona —dijo él con voz trémula y mirada aliviada, puesto que sintió que se había quitado un peso de encima, al dejar salir el dolor que había guardado dentro de sí por esos años.—No tienes que agradecerme nada, no te imaginas lo feliz que soy a tu lado. Tantas veces te busqué en otros y no te encontré, ahora entiendo que mi corazón solo te pertenece a ti. —Ella lo besó en los labios con una intensidad que lo estremeció.—Siempre me había sentido culpable por el malenten
Franco dejó a Ashley en la escuela y, como tenía por costumbre, le dio la vuelta a toda la edificación y entró por los portones de atrás.Con disimulo, se dirigió a uno de los baños y se cambió de ropa, luego se amarró un trapo en la cabeza para cubrirse del sol y empezó a ejecutar su trabajo.Odiaba hacer aquello, pero era demasiado cobarde como para enfrentar a su hija y explicarle su situación, por tal razón, prefería mentirle y fingir que todo estaba bien, asimismo, que él había conseguido un empleo en una oficina.Daniela le había dicho que a los niños se les enseñaba el valor del trabajo y que este era digno, sin importar de qué se tratara. Él estaba de acuerdo con ella, pero temía mucho decepcionar a su pequeña.***Daniela arrancó una uva del frutero que estaba encima de la barra, que separaba a la cocina del comedor, y se la llevó a la boca, al tiempo en que sostenía su celular.Una vez se tragó la pequeña fruta, esbozó un suspiro e interrumpió a su hermana, quien le peleaba
Franco observó a Daniela con fiereza, aunque también trataba de luchar contra los nervios que lo atacaron.En el pasado, después de que Erika salió de su vida, tener encuentros sexuales con algunas mujeres no le era dificultoso, como tampoco recordaba haber tenido ni una pizca de nervios ante del acto.Pero ahora se trataba de Daniela, su ratona. Es por esto que sentía una mezcla de emociones, por el simple hecho de imaginarse tener tal intimidad con ella.Él tragó pesado ante la invitación de Daniela y la miró con deseo, uno fuerte e irrefrenable; uno que esperaba poder saciar porque no creía que podría reprimirlo más.En silencio, ambos se dirigieron hacia la habitación de Daniela y, una vez adentro, se quedaron estáticos en su lugar por un rato. De momento, los dos se miraron a los ojos y se sonrojaron, entonces Daniela empezó a hurgar entre las gavetas.—Toma; aquí tienes una toalla y un cepillo dental. —Le extendió los objetos—. El baño está allí. —Apuntó en dirección a un rincón