Capítulo 31

Franco observó a Daniela con fiereza, aunque también trataba de luchar contra los nervios que lo atacaron.

En el pasado, después de que Erika salió de su vida, tener encuentros sexuales con algunas mujeres no le era dificultoso, como tampoco recordaba haber tenido ni una pizca de nervios ante del acto.

Pero ahora se trataba de Daniela, su ratona. Es por esto que sentía una mezcla de emociones, por el simple hecho de imaginarse tener tal intimidad con ella.

Él tragó pesado ante la invitación de Daniela y la miró con deseo, uno fuerte e irrefrenable; uno que esperaba poder saciar porque no creía que podría reprimirlo más.

En silencio, ambos se dirigieron hacia la habitación de Daniela y, una vez adentro, se quedaron estáticos en su lugar por un rato. De momento, los dos se miraron a los ojos y se sonrojaron, entonces Daniela empezó a hurgar entre las gavetas.

—Toma; aquí tienes una toalla y un cepillo dental. —Le extendió los objetos—. El baño está allí. —Apuntó en dirección a un rincón
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