Franco se limpió las lágrimas, después de haber llorado por un largo rato en el regazo de Daniela.¡Cómo necesitaba aquello!Tantos años sufriendo en silencio, teniendo que tragarse su dolor y fingiendo que todo estaba bien, cuando en realidad su vida era un infierno, y la frustración y el sentimiento de culpa eran su día a día.No sabía que necesitaba tanto ser escuchado hasta ese momento, donde derramó su sufrimiento en frente de Daniela y por fin pudo tener un consuelo por sus pérdidas.—Gracias por regresar a mí, Ratona —dijo él con voz trémula y mirada aliviada, puesto que sintió que se había quitado un peso de encima, al dejar salir el dolor que había guardado dentro de sí por esos años.—No tienes que agradecerme nada, no te imaginas lo feliz que soy a tu lado. Tantas veces te busqué en otros y no te encontré, ahora entiendo que mi corazón solo te pertenece a ti. —Ella lo besó en los labios con una intensidad que lo estremeció.—Siempre me había sentido culpable por el malenten
Franco dejó a Ashley en la escuela y, como tenía por costumbre, le dio la vuelta a toda la edificación y entró por los portones de atrás.Con disimulo, se dirigió a uno de los baños y se cambió de ropa, luego se amarró un trapo en la cabeza para cubrirse del sol y empezó a ejecutar su trabajo.Odiaba hacer aquello, pero era demasiado cobarde como para enfrentar a su hija y explicarle su situación, por tal razón, prefería mentirle y fingir que todo estaba bien, asimismo, que él había conseguido un empleo en una oficina.Daniela le había dicho que a los niños se les enseñaba el valor del trabajo y que este era digno, sin importar de qué se tratara. Él estaba de acuerdo con ella, pero temía mucho decepcionar a su pequeña.***Daniela arrancó una uva del frutero que estaba encima de la barra, que separaba a la cocina del comedor, y se la llevó a la boca, al tiempo en que sostenía su celular.Una vez se tragó la pequeña fruta, esbozó un suspiro e interrumpió a su hermana, quien le peleaba
Franco observó a Daniela con fiereza, aunque también trataba de luchar contra los nervios que lo atacaron.En el pasado, después de que Erika salió de su vida, tener encuentros sexuales con algunas mujeres no le era dificultoso, como tampoco recordaba haber tenido ni una pizca de nervios ante del acto.Pero ahora se trataba de Daniela, su ratona. Es por esto que sentía una mezcla de emociones, por el simple hecho de imaginarse tener tal intimidad con ella.Él tragó pesado ante la invitación de Daniela y la miró con deseo, uno fuerte e irrefrenable; uno que esperaba poder saciar porque no creía que podría reprimirlo más.En silencio, ambos se dirigieron hacia la habitación de Daniela y, una vez adentro, se quedaron estáticos en su lugar por un rato. De momento, los dos se miraron a los ojos y se sonrojaron, entonces Daniela empezó a hurgar entre las gavetas.—Toma; aquí tienes una toalla y un cepillo dental. —Le extendió los objetos—. El baño está allí. —Apuntó en dirección a un rincón
Aquel calor leve se sentía exquisito, razón por la que su cuerpo lo buscó y se acurrucó en este. Se sentía tan rico estar piel con piel y percibir la manera pausada de ella respirar. Asimismo, aspirar el delicioso olor del cabello rizado, suave y abundante, que tuvo que recoger y ponerlo por encima de la almohada, le era fascinante.Ella era la encarnación de la delicia y solo deseaba quedarse allí, pegado desde atrás al cuerpo frágil y delicado por siempre.El deleite que sentía lo hizo querer acariciar la piel tersa de su amada, así que su mano cobró vida por encima de esta.Daniela, por su parte, se movió un poco al despertase y sonrió cuando cayó en cuenta quien la abrazaba desde atrás. Era él, el hombre que ella amaba.—Buenos días, mi amor... —balbuceó ella con voz tenue.—Buenos días, mi hermosa Ratona. —Él le besó la cabeza y la apretó un poco más, acción que terminó de despertarla.—Entonces no se trató de un sueño, todo fue real —razonó ella con ojos cristalizados. Estaba ta
Daniela estaba entrando a los niños al aula, cuando notó que le faltaba todo un grupo. Ella dejó a los demás dentro del salón y salió a buscar a los chiquillos ausentes por todo el patio.—Profe Daniela —la abordó una de las secretarias que por allí pasaba—, la conserje me dijo que hay un grupo de alumnos de primaria en el área de secundaria. Al parecer, algunos de los niños pertenecen a su aula.»Deben ser más cuidadosas con esos alumnos. Vaya a buscarlo, antes de que la directora se entere y le llame la atención a usted y a las demás maestras.—Muchas gracias por avisarme. Es que fui al baño por un momento y los dejé a cargo de la profe de inglés. Déjame ir a buscar a esos traviesos —se excusó, y se apresuró en dirección al área mencionada.Por un momento se puso nerviosa, debido a que Ashley pertenecía al grupo ausente y a esa hora Franco trabajaba en esa área. Por un lado, sería un alivio que la niña se enterase de la verdad para que Franco dejara sus tontos complejos; pero, por e
En el apartamento de Daniela, Franco estaba conversando con Ashley, quien lo escuchaba atenta y asentía con la cabeza a sus reflexiones.—Lo sé, papi, la profe Dani nos enseñó sobre el trabajo honrado en la clase —dijo ella con carita triste.Franco suspiró y le acarició la mejilla.—Me alegra que hayas entendido, mi amor. Lo que te acabo de explicar es nuestra realidad por ahora, pero te prometo que voy a trabajar duro para que tú tengas una buena vida.Ashley lo miró a los ojos con firmeza.—Mi vida es buena, papi. Te tengo a ti y ahora a la profe. Eso me hace muy feliz porque no estoy solita. Pero, papi, no me vuelvas a hablar mentiras que eso es feo.—Te prometo que no te volveré a mentir, mi amor. Tienes razón, hablar mentira es feo.—Y a ti te gusta hacerlo mucho, papi. ¿O tú crees que yo no me doy cuenta de que tú sí tienes hambre cuando no hay comida para los dos? También sé que mi mamá no me quiso y que por eso se fue. ¿Sabes por qué lo sé? —Franco negó con la cabeza—. Porque
Después de que Franco vendió los pocos muebles viejos que poseía, entregó la casita al hombre y se despidió de la vecina. Le agradeció todo lo que hizo por él y su hija, asimismo, le dio un regalo de despedida.—Es hora de irnos —anunció Daniela, sacándolo de su ensoñación, puesto que él se quedó observando la casucha con una emoción extraña.Vivió allí por unos dos años y ahora se le hacía irreal, el que por fin iba a mudarse de aquel vecindario peligroso. Suspiró al recordar la razón de haber caído tan bajo y la nostalgia del pasado afloró en su pecho.—Vamos —respondió él y se subió al vehículo. Miró a Ashley por instinto, quien iba en la parte trasera de la camioneta, y sonrió al ver sus ojitos cafés perdidos en el cristal.«Estaremos bien, pequeña, desde ahora en adelante nuestra vida será diferente», piensa, y se recuesta del asiento con los ojos cerrados.***Las vacaciones navideñas llegaron y, con estas, el desempleo de Franco, dado que enviaron a un nuevo conserje a la escue
Un silencio incómodo se adueñó del lugar ante la extraña pregunta del padre de Daniela. Ella, quien aún no asimilaba aquella interrogante y que se encontraba paralizada por el miedo, miró a su padre con ojitos preocupados.—No estoy embarazada, papá —dijo al fin, con la voz en un hilo.—No me mientas, Daniela —le advirtió con tono brusco—. ¿Cómo es eso de que tú y este aparecido van a tener un bebé? ¿Acaso te volviste loca? ¡Si apenas llevas unos meses en la capital! No puedes ser tan irresponsable.—¡Ya basta! —exclamó ella incómoda—. ¿Por qué aludes que estoy embarazada? Además, Franco no es ningún aparecido; lo conozco desde la secundaria.Su padre la miró con ojos entrecerrados mientras hacía una mueca con la boca.—¿Estás o no embarazada? —preguntó impaciente.—No estoy embarazada, papá. Lo que sucede es que Ashley quiere un hermanito, y se lo daremos, pero a su tiempo. —Daniela le acarició el mentón a la niña y le sonrió con complicidad.El señor Castro se calmó después de un ra