Un par de días después de la cena de celebración, Aisha, Isabella y Lía se estaban poniendo los abrigos para salir a hacer las últimas compras antes de Navidad, cuando Gabriel las detuvo en la puerta y le pidió que lo esperaran en el salón que tenía algo importantes que decirles. Después fue por su padre y por Gino. Una vez que estuvieron todos reunidos soltó una bomba que nadie se esperaba. ―Alguien nos está vigilando ―dijo Gabriel a su familia después de recibir el reporte de su jefe de seguridad, todos lo miraron con atención y un poco de alarma. ― ¿Han visto la camioneta de la empresa de limpieza que se ha parado a lo largo de la calle todos estos días? Pues es falsa, lo comprobamos con la compañía, además, se ha visto conduciéndola dos hombres con fisonomía del sudeste asiático. Al principio se pensó que eran paparazis, pero no han hecho el intento de acercarse a la casa y no han salido publicadas fotos de nosotros en ningún periódico amarillista. Nuestros hombres los siguieron y
Gabriel se demoró más de lo que esperaba en llegar a casa. Después de que los cuerpos de seguridad aislaran la zona donde fueron atacados, él y la agente fueron revisados por los paramédicos, a ella se la llevaron al hospital para una evaluación más profunda porque el impacto de la bala la dejó adolorida. Tuvo que esperar que levantaran el cadáver de Nimai para poder ir a la comisaría con el detective que tenía el caso asignado. Al llegar le tomaron la declaración a él y a su jefe de seguridad. Cuando iba saliendo la agente que se había hecho pasar por Aisha entró a la comisaría, venía del hospital de hacerse la revisión médica y de haber recibido calmantes para el dolor. ―Pensé que se marcharía a casa a descansar ―le dijo Gabriel. ―Vengo a hacer el informe y después me iré a casa, gracias por su preocupación, señor Lombardi ―No, quien tiene que darle las gracias soy yo. Mi esposa y mis hijos son lo más importante de mi vida y lo que hizo hoy hizo por nuestra familia no tiene precio
Al día siguiente llegaron a Roma Brahma e Indira, Aisha y Gabriel fueron al aeropuerto a recibirlos, un escalofrío recorrió a Gabriel al pisar de nuevo la terminal aérea, pero eso no le impidió acompañar a su aún nerviosa esposa. Indira la estrechó en sus brazos, mientras su abuelo esperaba impaciente su turno. ―¿Estás bien? ―preguntó Indira separándose para mirarla a los ojos. ―Sí, mamá, aún estoy un poco nerviosa, pero al mismo tiempo agradezco que esté muerto, ya no necesitamos vivir con el miedo constante de que él aparezca para hacernos daño. ―Ven, acá, mi niña ―dijo Brahman casi empujando a su hija para poder abrazar a su nieta. El abrazo de oso de su abuelo fue reconfortante y trajo lágrimas a los ojos de Aisha. ―No saben lo feliz que estoy de que estén aquí y la falta que me han hecho todos estos días. ―Cuando me jubile, creo que me mudaré cerca de ti, Aisha. ―Lo dice en broma ―aseguró Indira ―aun piensa que no puedo mantener a raya a mis hermanos. Después de recoger l
Los perritos que Ángelo regaló a sus nietos eran cachorros de mastín italiano conocidos popularmente como cane corso, una raza de perro que puede llegar a pesar los hasta cincuenta kilos y medir entre sesenta y setenta centímetros de alto. ―Es un cachorro para cada uno de mis nietos. La algarabía se apoderó de los niños, cada uno tendría un perrito de compañero. «¡Oh, por Dios! Tres de esos irán a parar a mi casa» pensó Aisha. Su mirada se dirigió a Gabriel como diciendo: haz algo. ―Es grande, Nonno ―dijo Alessandro sin poder sacar al feliz perro de la caja. ―Y se podrán más grandes, solo tienen seis meses ―respondió Ángelo con una sonrisa feliz sacando los pesados perros de la caja. ―Crecerán y serán del tamaño de un poni ―aseguró Gabriel con sarcasmo. ―Mataré a papá ―murmuro Isabella para sí misma Chiara logró sacar el de ella con mucho esfuerzo. ―Nonno, saca también el perrito de Claudio ―pidió Chiara. Los cachorros de los trillizos exploraban el lugar, con los niños detr
Aisha miró un poco sorprendida la cantidad de personas que había en la fiesta de graduación de Anjali. Tenía entendido que era una reunión familiar, y aunque su familia era grande allí había mucha gente que no conocía. ―¡Dios! No sabía que tenías tanta familia ―expresó Gabriel. Las puertas del salón estaban abiertas hacia los jardines y por todas partes había personas hablando y riendo. Aisha saludó a una prima en tercer grado con un beso y siguió caminando del brazo de Gabriel ―Hay gente que no conozco, pensé que el abuelo había dicho que sería una fiesta familiar ―dijo Aisha. Parada cerca de las puertas que daban al jardín se encontraba su madre hablando con Anjali. ―Hola, mamá ―dijo Aisha dándole un beso a su madre y repitiendo la acción con su prima. ―Hola, hija. ―Pensé que era una celebración familiar. ¿Por qué hay tanta gente? ―preguntó Aisha a su madre. ―Al parecer tu tío está muy orgulloso de su hija y quiso presumir invitando a sus amigos ―respondió Indira. ―Es raro p
―¡Abuelo! ―gritó Anjali angustiada al ver a su abuelo caer al piso, trató de alcanzarlo para intentar que no se golpeara, más no lo logró, todo sucedió en cuestión de segundos ―¡Ayuda! Por favor. Anand se quedó petrificado mirando a su padre en el piso. La puerta se abrió con un estruendo, y Aisha y su madre entraron corriendo. ―¡Papá! ―gritó Indira asustada. ―Alguien que llame una ambulancia ―Pidió Aisha tratando de encontrar el pulso de su abuelo. Angustiada se dio cuenta de que era muy débil. ―La ambulancia viene en camino ―dijo Gabriel un minuto después. ―Por favor, despejen el área para que Brahma pueda respirar ― dijo sacando de la habitación a todas las personas que habían ingresado al lugar. ―Anand, ve hasta la puerta y dile a seguridad que dejen pasar a los paramédicos y asegúrate de que lleguen aquí. Los demás despejen el paso. Indira, Aisha y Anjali estaban frente a Brahman hablándole. ―Por favor. Abuelo, resiste, la ayuda viene en camino ―dijo Aisha. ―Papá no me dej
Aisha y Gabriel junto a las chicas llegaron al hospital solo para ver a Indira paseando nerviosa por la sala de espera. ―Mamá ―la llamó Aisha ― ¿te han dicho algo? ―Nada aún, se lo llevaron nada más llegar, alguien vino y me trajeron esto ―dijo señalando uno documentos que tenía en la mano. ―Debemos llenarlos, mamá, son datos del abuelo ―dijo Aisha para mantener a su madre ocupada mientras salía alguien a darles información ―ven vamos a sentarnos aquí. ―¿Qué ocurrió después de que me fui? ―preguntó Indira. Aisha le contó lo sucedido. ―Como me negué a casarme con ese hombre, papá, amenazó con casar a Meena con él, por eso me la traje. ―Se pueden quedar a vivir con nosotros, chica, sé que es lo que querría papá ―aseguró Indira. ―Mientras que el abuelo esté enfermo, se quedaran con nosotros, mamá, no quiero que el tío las esté presionando si se quedan en casa del abuelo ―señaló Aisha. ―¿Podré volver a la universidad? ―preguntó Meena que apenas había terminado el primer año de est
―La señora Aisha Lombardi, por favor ―dijo el doctor Baker al entrar en la sala de espera. Sorprendida por la llamada del doctor, Aisha se levantó de la silla, seguida de Gabriel y se acercó al médico de inmediato. ―¿Qué sucede? ¿Dónde está mi madre? ―preguntó Aisha con preocupación. ―Su madre tuvo una subida de tensión arterial, creo que fue emocional, ver a su padre entubado y con tantos aparatos conectados a su cuerpo la alteró bastante. Le dimos un calmante y está controlada, se quedará hospitalizada esta noche para tenerla en observación, puede pasar a verla. ―dijo el médico a Aisha con calma. ―Su esposo puede acompañarla si lo desea, señora, ―Le propuso el médico a Aisha mirando a Gabriel a los ojos, queriendo trasmitirle que debía entrar. ―Gracias, doctor, vamos, Gabriel. ―Los demás familiares del señor Khan les sugiero que vayan a descansar, no habrá más visitas por hoy ―dijo el médico en voz alta. ―Anjali, Meena, nos vamos ―ordenó Anand aprovechando que Aisha y Gabriel e