Lía se presentó en la comisaría que llevaba el caso de Cesar Rizzo para poner la denuncia, iba acompañada de Ángelo. El policía que la atendió al saber el motivo por el que estaba allí fue en busca del detective encargado del caso. ―Me dijeron que alguien quería sumar una acusación al caso de Cesar Rizzo ―dijo el detective al entrar en la sala donde esperaban. Estaba acompañado de una mujer joven. ―Ella es la ayudante del fiscal de distrito, trabaja en la acusación del caso, estábamos revisando algunas pruebas y aprovecho que está aquí para que esté al tanto de la nueva acusación ―Hola, mi nombre es Rosalía Lombardi y creo que fui una de las primeras víctimas de Cesar, aunque solo lo confirmé cuando empezaron a salir las acusaciones. ―Tomaré su declaración en este momento. Por favor, cuénteme lo que recuerda de lo sucedido. Es posible que le haga algunas preguntas, después transcribiré esto, usted lo leerá si está de acuerdo lo firma y quedará en el expediente del caso. ―Conmigo a
Una noticia llamó la atención del hombre, más que la noticia le llamó la atención el apellido que escuchó en la televisión: Lombardi, se sacó de encima a la mujer que lo cabalgaba. ―No digas una sola palabra ―ordenó a la chica. La joven bajó la cabeza con sumisión y se mantuvo en silencio. Tomó el control del aparato para darle volumen y se acercó a la pantalla para ver mejor. Se trataba sobre un juicio que le estaban haciendo a un médico en Italia por abuso sexual. El reportero informaba sobre la declaración que ese día había hecho la primera víctima del médico, la mujer se llamaba Rosalía Lombardi y era la esposa de Ángelo Lombardi y madre de Gabriel Lombardi, el esposo de Aisha. La dama bajaba las escaleras del brazo de su hijo, detrás de ellos venía el resto de la familia entre ellos su exesposa. La rabia lo recorrió, tres años habían pasado desde que tuvo que irse de Inglaterra por culpa de Aisha, desde entonces había tenido que estar moviéndose por Asia. En ese momento era el
Un par de días después de la cena de celebración, Aisha, Isabella y Lía se estaban poniendo los abrigos para salir a hacer las últimas compras antes de Navidad, cuando Gabriel las detuvo en la puerta y le pidió que lo esperaran en el salón que tenía algo importantes que decirles. Después fue por su padre y por Gino. Una vez que estuvieron todos reunidos soltó una bomba que nadie se esperaba. ―Alguien nos está vigilando ―dijo Gabriel a su familia después de recibir el reporte de su jefe de seguridad, todos lo miraron con atención y un poco de alarma. ― ¿Han visto la camioneta de la empresa de limpieza que se ha parado a lo largo de la calle todos estos días? Pues es falsa, lo comprobamos con la compañía, además, se ha visto conduciéndola dos hombres con fisonomía del sudeste asiático. Al principio se pensó que eran paparazis, pero no han hecho el intento de acercarse a la casa y no han salido publicadas fotos de nosotros en ningún periódico amarillista. Nuestros hombres los siguieron y
Gabriel se demoró más de lo que esperaba en llegar a casa. Después de que los cuerpos de seguridad aislaran la zona donde fueron atacados, él y la agente fueron revisados por los paramédicos, a ella se la llevaron al hospital para una evaluación más profunda porque el impacto de la bala la dejó adolorida. Tuvo que esperar que levantaran el cadáver de Nimai para poder ir a la comisaría con el detective que tenía el caso asignado. Al llegar le tomaron la declaración a él y a su jefe de seguridad. Cuando iba saliendo la agente que se había hecho pasar por Aisha entró a la comisaría, venía del hospital de hacerse la revisión médica y de haber recibido calmantes para el dolor. ―Pensé que se marcharía a casa a descansar ―le dijo Gabriel. ―Vengo a hacer el informe y después me iré a casa, gracias por su preocupación, señor Lombardi ―No, quien tiene que darle las gracias soy yo. Mi esposa y mis hijos son lo más importante de mi vida y lo que hizo hoy hizo por nuestra familia no tiene precio
Al día siguiente llegaron a Roma Brahma e Indira, Aisha y Gabriel fueron al aeropuerto a recibirlos, un escalofrío recorrió a Gabriel al pisar de nuevo la terminal aérea, pero eso no le impidió acompañar a su aún nerviosa esposa. Indira la estrechó en sus brazos, mientras su abuelo esperaba impaciente su turno. ―¿Estás bien? ―preguntó Indira separándose para mirarla a los ojos. ―Sí, mamá, aún estoy un poco nerviosa, pero al mismo tiempo agradezco que esté muerto, ya no necesitamos vivir con el miedo constante de que él aparezca para hacernos daño. ―Ven, acá, mi niña ―dijo Brahman casi empujando a su hija para poder abrazar a su nieta. El abrazo de oso de su abuelo fue reconfortante y trajo lágrimas a los ojos de Aisha. ―No saben lo feliz que estoy de que estén aquí y la falta que me han hecho todos estos días. ―Cuando me jubile, creo que me mudaré cerca de ti, Aisha. ―Lo dice en broma ―aseguró Indira ―aun piensa que no puedo mantener a raya a mis hermanos. Después de recoger l
Los perritos que Ángelo regaló a sus nietos eran cachorros de mastín italiano conocidos popularmente como cane corso, una raza de perro que puede llegar a pesar los hasta cincuenta kilos y medir entre sesenta y setenta centímetros de alto. ―Es un cachorro para cada uno de mis nietos. La algarabía se apoderó de los niños, cada uno tendría un perrito de compañero. «¡Oh, por Dios! Tres de esos irán a parar a mi casa» pensó Aisha. Su mirada se dirigió a Gabriel como diciendo: haz algo. ―Es grande, Nonno ―dijo Alessandro sin poder sacar al feliz perro de la caja. ―Y se podrán más grandes, solo tienen seis meses ―respondió Ángelo con una sonrisa feliz sacando los pesados perros de la caja. ―Crecerán y serán del tamaño de un poni ―aseguró Gabriel con sarcasmo. ―Mataré a papá ―murmuro Isabella para sí misma Chiara logró sacar el de ella con mucho esfuerzo. ―Nonno, saca también el perrito de Claudio ―pidió Chiara. Los cachorros de los trillizos exploraban el lugar, con los niños detr
Aisha miró un poco sorprendida la cantidad de personas que había en la fiesta de graduación de Anjali. Tenía entendido que era una reunión familiar, y aunque su familia era grande allí había mucha gente que no conocía. ―¡Dios! No sabía que tenías tanta familia ―expresó Gabriel. Las puertas del salón estaban abiertas hacia los jardines y por todas partes había personas hablando y riendo. Aisha saludó a una prima en tercer grado con un beso y siguió caminando del brazo de Gabriel ―Hay gente que no conozco, pensé que el abuelo había dicho que sería una fiesta familiar ―dijo Aisha. Parada cerca de las puertas que daban al jardín se encontraba su madre hablando con Anjali. ―Hola, mamá ―dijo Aisha dándole un beso a su madre y repitiendo la acción con su prima. ―Hola, hija. ―Pensé que era una celebración familiar. ¿Por qué hay tanta gente? ―preguntó Aisha a su madre. ―Al parecer tu tío está muy orgulloso de su hija y quiso presumir invitando a sus amigos ―respondió Indira. ―Es raro p
―¡Abuelo! ―gritó Anjali angustiada al ver a su abuelo caer al piso, trató de alcanzarlo para intentar que no se golpeara, más no lo logró, todo sucedió en cuestión de segundos ―¡Ayuda! Por favor. Anand se quedó petrificado mirando a su padre en el piso. La puerta se abrió con un estruendo, y Aisha y su madre entraron corriendo. ―¡Papá! ―gritó Indira asustada. ―Alguien que llame una ambulancia ―Pidió Aisha tratando de encontrar el pulso de su abuelo. Angustiada se dio cuenta de que era muy débil. ―La ambulancia viene en camino ―dijo Gabriel un minuto después. ―Por favor, despejen el área para que Brahma pueda respirar ― dijo sacando de la habitación a todas las personas que habían ingresado al lugar. ―Anand, ve hasta la puerta y dile a seguridad que dejen pasar a los paramédicos y asegúrate de que lleguen aquí. Los demás despejen el paso. Indira, Aisha y Anjali estaban frente a Brahman hablándole. ―Por favor. Abuelo, resiste, la ayuda viene en camino ―dijo Aisha. ―Papá no me dej