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Capítulo 6: La insinuación

El aire en la mansión donde se realizaba el evento estaba cargado de una tensión casi palpable. Bastian se encontraba alejado del resto de las personas en el salón principal, observando distraídamente los detalles del lugar, cuando escuchó el suave sonido de tacones acercándose. Al volverse, sus ojos se encontraron con los de Rosalinda, quien, con una sonrisa que no dejaba nada a la imaginación, caminaba hacia él con una gracia que dejaba entrever más de lo que pretendía.

“Bastian, qué sorpresa verte aquí aún.” Dijo ella, su voz suave y seductora como una melodía. La mirada de Rosalinda era cálida, pero había algo en ella que hacía que Bastian se sintiera incómodo, como si estuviera siendo observado desde un ángulo que no podía identificar.

“¿Rosalinda? Creí que ya se había retirado” Su tono sonó más cortante de lo que había querido, pero no podía evitar sentirse ligeramente fuera de lugar bajo su mirada tan profunda. Ella soltó una risa suave, acercándose aún más.

“No soy de acostarme temprano, ¿sabes?” respondió, con un brillo travieso en sus ojos.”Y tú tampoco pareces tener prisa por irte”

Bastian notó cómo ella se detuvo a su lado, demasiado cerca, y cómo su perfume, una mezcla de flores exóticas y algo más... inconfundible, lo envolvía. El aire a su alrededor se sentía espeso, y él no pudo evitar tensarse.

“No es que…” intentó decir, pero Rosalinda lo interrumpió, haciendo un gesto con su mano como si sus palabras no fueran necesarias.

“Sé lo que piensas, Bastian.” Su voz se volvió más suave, casi como un susurro. “Crees que Alya es la mejor opción para ti, ¿verdad? Una joven inocente, dulce, llena de sueños y de promesas... Pero déjame decirte algo que quizás no has considerado.”

Bastian frunció el ceño. Su instinto le decía que debía alejarse, pero no pudo evitar sentir curiosidad por lo que Rosalinda iba a decir.

“Alya tiene el corazón puro, pero es solo una niña. No sabe lo que realmente quiere en la vida. Yo, en cambio, ya he recorrido este camino antes.” Se inclinó un poco hacia él, su respiración se hizo más profunda, más envolvente. “Tengo la experiencia para entender lo que un hombre como tú necesita. Lo que realmente busca un hombre.”

La confesión lo dejó en silencio, pero Rosalinda no parecía apurada. Sus dedos rozaron suavemente su brazo, una caricia ligera, pero que encendió una chispa en su pecho.

Bastian sintió cómo la piel de su cuello se tensaba. El calor de la cercanía de Rosalinda lo desconcertaba. Algo en su actitud, en su mirada, lo estaba haciendo dudar. ¿Qué estaba pasando aquí?

“¿Qué estás sugiriendo?” Su voz salió más grave de lo que había planeado.

Rosalinda sonrió con una dulzura peligrosa.

“No estoy sugiriendo nada, querido. Solo quiero que pienses. Puedo ofrecerte mucho más de lo que Alya podría, no solo por la diferencia de edad, sino por la vida que he vivido. Soy una mujer que sabe lo que quiere. Y tú, Bastian... tú necesitas a alguien que sepa exactamente cómo hacerte feliz.”

Los ojos de Bastian brillaron con una mezcla de desconcierto y aversión.

—No es eso lo que estoy buscando... —dijo, en voz baja.

Rosalinda no se apartó, sus ojos fijos en los de él con una intensidad que hacía que su respiración se acelerara.

—No lo sabrás hasta que te des la oportunidad de conocerlo. —Su voz fue como un hechizo, suave, envolvente. —Solo... déjame mostrarte lo que podría ser.

Bastian sintió un temblor recorrer su cuerpo, pero se mantuvo firme. La línea entre lo que quería y lo que sabía que debía evitar era delgada, casi imperceptible.

Finalmente, apartó la mirada y dio un paso atrás.

—Creo que es hora de irme.

Rosalinda lo observó por un momento, con una sonrisa en los labios, como si ya supiera que había plantado una semilla en su mente.

—Como gustes, Bastian. Pero recuerda... el tiempo pasa rápido, y las oportunidades, cuando se dejan ir, no siempre regresan. —Su voz se volvió una invitación que flotaba en el aire.

Bastian, aún perturbado, dio la vuelta y salió del salón sin decir palabra, el eco de sus pasos resonando en la quietud de la mansión.

--

Al día siguiente, Alya se encontró con Bastian en un café del puerto. Él la había invitado a encontrarse, y aunque dudó al principio, decidió asistir.

Bastian la miró fijamente mientras Alya tomaba café, la sonrisa de siempre en sus labios. Pero algo en él estaba diferente, como si un peso hubiera caído sobre sus hombros, algo que no podía ignorar más.

—Alya... —dijo con la voz un poco más grave de lo normal, interrumpiendo el suave murmullo de la tarde.

Ella levantó la vista, sorprendida por el tono serio en su voz.

—¿Qué pasa, Bastian? Pareces... extraño.

Él se acercó lentamente, dejando que el silencio se instalara entre ellos por un momento. El recuerdo de las palabras de Rosalinda seguía pesando en su mente, aunque no sabía cómo decirle a Alya lo que había sucedido. ¿Cómo explicar algo tan incómodo sin herirla?

“Tu madre... me habló anoche” comenzó, luchando por encontrar las palabras correctas.

Alya sintió que se le helaba la sangre.

“¿Qué pasó?”

Bastian comenzó a jugar con unas servilletas que había en la mesa evitando mirarla a los ojos.

“Me insinuó... que yo debería estar con ella en lugar de contigo.”

Alya se quedó inmóvil, como si las palabras de él le hubieran golpeado el pecho. Un nudo se formó en su garganta, y el café ya no le parecía importante.

“¿Qué?” su voz salió rota, incrédula, como si no pudiera comprender del todo lo que acababa de escuchar.

Bastian asintió, pero no parecía feliz por haber tenido que compartirlo.

“Dijo que ella tiene más experiencia... que sabe lo que quiero y que tú... aún no entiendes todo lo que implica una relación.”

Alya tragó saliva, su corazón latía rápido, como si quisiera escapar. Un dolor punzante creció en su pecho, pero ella trató de no mostrarlo. ¿Cómo podía su madre haberle dicho algo así a Bastian? ¿Cómo se atrevía a competir con su propia hija?

“¿Y tú qué le respondiste?” preguntó, aunque su voz ya temblaba.

Bastian la miró, algo incómodo.

“Le dije que no buscaba nada de eso. Pero... me preocupa cómo se comportó, Alya. No sé si tienes idea de lo que está pasando, pero tu madre no está... bien.”

Alya no pudo evitar un leve temblor en su voz al hablar, aunque intentó sonreír para ocultar el dolor.

“No quiero que te preocupes, Bastian. Es exactamente por eso que me cuesta confiar en la gente, ya lo ha hecho otras veces, no sabes lo que me ha costado aceptar cómo es.” admitió. “Siempre está buscando cómo sacar provecho de todo. Te agradezco que me lo hayas dicho, pero... no quiero que esto te aleje de mí. Lo que mi madre haga o diga... no tiene que ver contigo ni conmigo.”

Bastian la miró por unos segundos, y aunque el temor de perderla lo había sacudido un poco, las palabras de Alya lo calmaron. Había algo en ella, algo más fuerte que cualquier manipulación, algo que lo hacía sentir que, al final del día, sólo a su lado quería estar.

“Lo sé. Y no dejaré que nada me aleje de ti” respondió, aunque su tono seguía grave. Se acercó a ella y la tomó de la mano, con una suavidad que no quería perder. —Lo prometo. Mis intenciones contigo son sinceras. No estoy aquí para usarte de ninguna forma. Estoy aquí porque me importas.

Ella lo miró, buscando algún indicio de mentira en su rostro, pero no encontró nada.

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