La playa seguía vibrando con la energía de la fiesta de cumpleaños de Dylan. La hoguera lanzaba destellos cálidos que se reflejaban en los rostros de los invitados, mientras el sonido de la música se mezclaba con las risas y las olas. Alya estaba sentada cerca del fuego, junto a Violeta, mientras Dylan contaba una anécdota que hacía reír a todos.
Sin embargo, ella no podía evitar sentirse observada. Cada vez que alzaba la vista, encontraba los ojos de Bastian fijos en ella desde el otro lado de la hoguera. Había algo en su mirada que la descolocaba: no era el interés superficial que había visto tantas veces en otras personas, sino una curiosidad más profunda. “Parece que alguien no puede dejar de mirarte,” susurró Violeta en tono burlón, dándole un codazo. “Déjalo,” respondió Alya, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban. “Probablemente solo está siendo educado.” “Claro,” dijo Violeta, alargando la palabra. “Si ‘educado’ significa que te observa como si fueras la única persona en esta playa.” Cuando Violeta se levantó para unirse a un grupo que bailaba, Alya decidió alejarse un poco de la multitud. Caminó hacia la orilla, disfrutando del sonido tranquilo del agua. La brisa fresca la ayudó a despejar su mente, pero no por mucho tiempo. “¿Buscando un respiro?” La voz de Bastian la sorprendió. Se giró para verlo, acercándose con las manos en los bolsillos y una expresión relajada. “Algo así,” respondió ella. “A veces necesito alejarme del ruido.” “Lo entiendo,” dijo él, deteniéndose a un par de pasos de distancia. “A veces las multitudes pueden ser demasiado.” Hubo un momento de silencio entre ellos, pero esta vez Alya sintió que no era incómodo. Bastian parecía estar eligiendo sus palabras con cuidado, lo que la hizo sentir que lo que iba a decir era importante. “Quería agradecerte por venir,” dijo finalmente. “¿Agradecerme? Es el cumpleaños de Dylan, no el tuyo.” “Sí, pero sé lo importante que eres para él. Desde que llegaste, me ha hablado mucho de ti. Dice que has sido un cambio positivo en su vida.” Alya se quedó en silencio por un momento, sorprendida por sus palabras. “Dylan es especial,” admitió. “Creo que nunca había conocido a alguien tan... auténtico.” “Es un don que tiene,” dijo Bastian con una leve sonrisa. Luego la miró con seriedad. “¿Y tú? ¿Cómo te sientes aquí, en Ko Lipe?” Alya dudó antes de responder. Había algo en su tono que la hacía querer confiar en él, pero las barreras que había construido a lo largo de los años eran difíciles de derribar. “Es... complicado,” dijo finalmente. Bastian no la presionó, lo cual agradeció. En cambio, tomó una pequeña rama del suelo y comenzó a dibujar círculos en la arena, como si le estuviera dando espacio para decidir si quería continuar. “Mi madre no es una persona fácil,” dijo al fin, sorprendiendo incluso a sí misma por haberlo mencionado. Bastian alzó la vista, dándole toda su atención. “No es que quiera hablar mal de ella, pero... siempre me ha hecho sentir como si yo fuera un problema en su vida. Como si no encajara.” “Debe ser difícil,” dijo él, con voz suave. “Lo es,” admitió Alya. “Pero Dylan y los demás han sido un buen escape. Me hacen sentir que pertenezco a algo, aunque sea solo por un rato.” Bastian asintió, comprendiendo más de lo que decía. Sabía lo que era sentir que no encajabas, a pesar de las apariencias. “Mi familia siempre ha sido muy unida,” dijo, cambiando de tema ligeramente. “Pero, a veces, siento que la gente me ve solo como el heredero de los Johnson. Como si no tuviera más que ofrecer que mi apellido o mi cuenta bancaria.” Alya lo miró sorprendida. No esperaba que alguien como él pudiera sentirse así. “Eso debe ser agotador,” dijo finalmente. “Lo es,” admitió. “Por eso intento rodearme de personas auténticas. Personas como tú.” Alya sintió que sus defensas comenzaban a tambalearse. Había algo en la sinceridad de sus palabras que la tocaba profundamente. Mientras la conversación continuaba, ambos se dieron cuenta de que había una conexión que no podían ignorar. Compartieron más sobre sus vidas, sus miedos y sus sueños. Alya habló de cómo la pérdida de su padre biológico había cambiado su vida, mientras que Bastian compartió cómo, a pesar de tener una familia amorosa, a menudo sentía la presión de ser perfecto. Por primera vez en mucho tiempo, Alya sintió que alguien realmente la escuchaba, no solo con los oídos, sino con el corazón. Cuando regresaron al grupo, la fiesta estaba comenzando a calmarse. Dylan los vio llegar juntos y sonrió, satisfecho de ver a su hermano mayor conectando con alguien que claramente era especial. La fiesta terminó con una lluvia de deseos para Dylan y la promesa de más días llenos de surf y diversión. Alya se despidió del grupo y comenzó a caminar de regreso a casa.En el camino no podía dejar de pensar en Bastian. Había algo en él que despertaba en ella una chispa de esperanza, una que no había sentido en mucho tiempo. Quizás, pensó, esta isla realmente sería el comienzo de algo nuevo. Bastian, por su parte, la observó mientras se alejaba, convencido de que Alya no era como las demás personas que había conocido. Cada vez que había querido acercarse a alguien o se le acercaban a él terminaba siendo por puro interés. Solo tenía dos amigos en quienes confiaba realmente. Los conocía desde la infancia ya que eran hijos de parejas amigas de sus padres. Lamentablemente ellos vivían en Londres, la ciudad donde él nació, y no podía verlos tan seguido como quería ya que todos tenían sus propios trabajos. Alya se veía realmente como aire fresco dentro de tanta falsedad. Y, aunque sabía que ganarse su confianza sería un desafío, estaba dispuesto a intentarlo.El aire en la casa de los Stevens estaba cargado. Rosalinda había notado algo inusual en los últimos días: la atención que Bastian Johnson le dedicaba a su hija. Lo había visto en la playa, observando a Alya como si nadie más existiera. Y, aunque en un principio pensó que era simple curiosidad, ahora estaba segura de que era algo más luego de que había pasado ya tres veces en estas semanas a buscar a su hija para llevarla a comer. Sentada frente al espejo de su tocador, Rosalinda sonrió. Si jugaba bien sus cartas, podría convertir la atracción que tenía Bastian hacia ella, era una oportunidad que beneficiaría a toda la familia. O, al menos, a ella misma. “Bruno, no olvides que tengo una cena en el club social esta noche,” dijo, ajustándose un par de pendientes. “¿Otra cena? Rosalinda, a veces siento que apenas estás en casa,” respondió Bruno desde la sala. Ella ignoró el comentario, ya pensando en cómo acercarse a Bastian sin parecer desesperada. No creía que fuera tan difícil a
El aire en la mansión donde se realizaba el evento estaba cargado de una tensión casi palpable. Bastian se encontraba alejado del resto de las personas en el salón principal, observando distraídamente los detalles del lugar, cuando escuchó el suave sonido de tacones acercándose. Al volverse, sus ojos se encontraron con los de Rosalinda, quien, con una sonrisa que no dejaba nada a la imaginación, caminaba hacia él con una gracia que dejaba entrever más de lo que pretendía.“Bastian, qué sorpresa verte aquí aún.” Dijo ella, su voz suave y seductora como una melodía. La mirada de Rosalinda era cálida, pero había algo en ella que hacía que Bastian se sintiera incómodo, como si estuviera siendo observado desde un ángulo que no podía identificar.“¿Rosalinda? Creí que ya se había retirado” Su tono sonó más cortante de lo que había querido, pero no podía evitar sentirse ligeramente fuera de lugar bajo su mirada tan profunda. Ella soltó una risa suave, acercándose aún más.“No soy de acostarm
Más tarde ese día, Bastian tomó una decisión. Fue a casa de Rosalinda y la confrontó directamente.Rosalinda estaba sentada en el sillón, aparentemente relajada, pero Bastian sabía que había algo más bajo esa fachada de calma. La misma mirada que la noche anterior, la misma sonrisa, aquella que parecía esconder secretos y promesas peligrosas.Él cerró la puerta tras de sí con un golpe seco, el sonido resonando en la estancia vacía.“Necesitamos hablar, Rosalinda” dijo con voz firme, su mirada fija en la de ella.Rosalinda levantó una ceja, sin sorprenderse, como si ya lo esperara. Sonrió, pero esta vez, la sonrisa no era cálida.“Claro, Bastian. Estoy toda oídos.” Su tono era suave, casi juguetón, como si estuviera más interesada en el desafío que en la conversación en sí.Bastian dio un paso al frente, apretando los puños, controlando la furia que sentía dentro de sí. No iba a permitir que se interpusiera entre él y Alya.“No me interesa lo que me dijiste anoche. No voy a estar conti
Esa noche, el silencio en la casa estaba cargado de algo inexplicable. Las luces suaves del salón daban un resplandor cálido, pero en el aire flotaba una atmósfera tensa, como si ambos mundos, el de madre e hija, estuvieran a punto de colisionar. Rosalinda notó algo diferente en su hija, algo que no había visto antes. Una firmeza, una determinación en su mirada que le resultó casi desconcertante. Algo había cambiado en Alya, y aunque intentó ignorarlo, no podía evitar sentirse inquieta.Alya estaba sentada en la mesa, con las manos entrelazadas sobre el mantel, observando a su madre con una calma que le resultaba difícil de entender. La joven no era la misma de antes. El brillo en sus ojos, la postura erguida, incluso la forma en que respiraba, todo en ella había cambiado.“¿Qué pasa, Alya?” preguntó Rosalinda, tratando de sonar casual, pero la inquietud no lograba esconderse completamente en su voz.Alya levantó la mirada, encontrándose con los ojos de su madre, y por un instante, se
Más tarde, esa misma noche...Bastian se encontraba sentado en la terraza, mirando las estrellas en el cielo nocturno. La conversación con Rosalinda aún lo perturbaba, pero lo que más lo inquietaba era la forma en que la mujer había manipulado cada palabra, como si estuviera jugando con él sin que él lo supiera.No pasó mucho tiempo antes de que Alya llegara. Entró sin hacer ruido, su figura iluminada por la luz tenue de la luna. Al verla, algo dentro de él se relajó. Su presencia siempre tenía ese efecto en él: calmante, reconfortante.Se sentó junto a él sin decir una palabra, pero la suavidad con la que se acomodó a su lado habló más que mil palabras. El espacio entre ellos era pequeño, pero lleno de un entendimiento tácito. Alya lo miró, con los ojos reflejando la misma inquietud que él sentía, pero sin preguntar nada, sabiendo que él tenía sus propios demonios que enfrentar."Todo va a estar bien," susurró ella, tomándole la mano. “Sé que lo que pasó hoy te incomodó. Pero estoy a
Alya Stevens miraba a través de la ventana del coche, con la vista borrosa por las gotas de lluvia que resbalaban por el cristal. Se sentía nerviosa e insegura sobre lo que le esperaba en esa nueva isla. Se había mudado junto con su madre Rosalinda y su padrastro Bruno ya que le habían ofrecido a su padrastro una muy buena oferta laboral en una isla que estaba en su auge de expansión económica. Aunque era primavera, el cielo estaba gris y las nubes densas por lo que daban una sensación de melancolía. Alya, de 20 años, solía ser bastante introvertida en cuanto a expresarse sobre su vida con las personas, pero a menudo aparentaba ser extrovertida para no ser dejada de lado, siempre había una barrera emocional entre ella y los demás. Le encantaban la naturaleza y los animales.. La relación con su madre era distante, Rosalinda no la había querido desde que su padre biológico, Ector, murió dejando a su madre y a Alya en la quiebra. Desde entonces, Rosalinda, quien nunca había trabajado,
Más tarde, cuando el sol se estaba poniendo y la isla se había llenado de una atmósfera de misterio, Alya decidió explorar un poco. Bajó las escaleras y salió al jardín trasero, donde una pequeña puerta daba acceso a la playa. Alya se quedó mirando el agua brillar bajo el hermoso tono naranja del atardecer sintiéndose más tranquila.“¡Hola! ¿Quieres unirte a nosotros?”La voz inesperada la sobresaltó. Alya se giró y vio a un grupo de chicos y chicas, todos en trajes de baño, con tablas de surf y sonrisas amigables. La mayoría tenía una expresión de diversión y camaradería. El más alto de ellos, con una melena rubia y ojos azules, era el que la había llamado.“Eh, sí, claro,” Alya asintió, sintiéndose un poco tensa. “Soy Alya.”“Soy Dylan,” dijo el chico de cabello rubio. “Y estos son mis amigos. Violeta, Marcos y Esteban.”Violeta era la más extrovertida del grupo, con una risa contagiosa y ojos brillantes. “¡Hola, Alya! Bienvenida a la isla,” dijo, acercándose a ella y dándole un apr
El aire fresco de la mañana llenaba la habitación de Alya cuando se despertó. Thor, su gato, dormía plácidamente al pie de la cama. Era un día especial: Dylan celebraría su cumpleaños esa noche en una fiesta en la playa. Aunque apenas conocía a Dylan y a su grupo, había comenzado a sentirse parte de algo por primera vez desde que llegó a la isla.Rosalinda estaba en la cocina cuando Alya bajó las escaleras. “¿Qué planes tienes hoy?” preguntó su madre, sin apartar la vista de su taza de café.“Una fiesta en la playa,” respondió Alya, sirviéndose un vaso de agua.Rosalinda levantó una ceja. “¿Ya tienes amigos?”Alya ignoró el tono irónico y asintió. “Sí, mamá. Dylan me invitó. Es su cumpleaños.”“¿Dylan? ¿Cómo se apellida?” Rosalinda sonrió de forma peculiar.“Es de la familia Johnson, es muy humilde y parece buena persona”, exclamó Alya con un poco más de entusiasmo por el interés de su madre en saber de sus amigos.“Qué conveniente. La familia Johnson tiene una gran influencia en esta